Llovía.
Gruesas gotas de una lluvia de invierno cania sobre todo Hogwarts, haciendo que todos corrieran a refugiarse de la repentina e inesperada lluvia… Todos, excepto por un chico, que recientemente había terminado un doloroso castigo con los hermanos Carrow.
También llovía en su cara, ¿O eran lágrimas? Quien sabe…
El chico en cuestión era nada más y nada menos, que Neville Longbottom, algo más delgado por el estrés de la guerra y claro, con un nuevo corte en la mejilla.
Cada semana, Neville estrenaba un nuevo corte, herida o algún tipo de daño físico… a él no le molestaba, lo creía un buen precio por sus rebeliones e ideales.
Pero… ¿Por qué llorar? Tal vez, sea sólo la lluvia. Quien sabe…
Neville estaba empapado, solo, con frio y un misterio de gotas en su rostro… pero, ¡Oh! No estaba solo…
Metros atrás, con un paraguas negro, se hallaba un chica, rubia, algo pecosa y sin duda muy patosa. Ella solo lo miraba, triste.
Se aproximo a él, en silencio absoluto. Paró a un metro de distancia… donde dejo caer libre a el pesado paraguas que hace mucho luchaba por volar junto al feroz viento.
Una mancha negra pasó rápidamente frente a Neville, que se giro al instante, con varita en mano listo para luchar hasta la muerte, pero no se encontró con Mortifagos, ni tenebrosas criaturas… detrás de él, solo se encontraba una chica con uniforme Hufflepuff.
La miro extrañado, normalmente nadie iba a ese lugar de los terrenos y menos una chica.
— ¿Qué… —Pero algo lo detuvo…
En segundos, se veía abrazado por la chica, Hannah Abbot lloraba, de eso no había duda… de sus ojos caían gruesas lagrimas, imposibles de confundir con la lluvia…
Se separo de él… en su cara no había vergüenza, ni miedo ni… nada, solo había tristeza.
—Hannah… yo —Por segunda vez, paró en seco… ¿Qué le dices a una chica que llora, que te acaba de abrazar y con la cual no has hablado más que tres veces y eran solo para planear revueltas?
Pero la chica no le facilitaba la tarea, mirándolo con esos ojos marrones, esperando una respuesta a una pregunta que nunca hizo.
Esta vez fue Neville que devolvió el abrazo.
Vale, tal vez no decía mucho… o nada. Pero ambos sabían, que ya no estarían solos, que la guerra sería más llevadera ahora, no sería fácil… si no, menos solitaria.
Llovía.
Pero a los dos chicos bajo la lluvia no les importaba, enfrascados como estaban en aquel abrazo, confortándose el uno al otro.
¿Cuánto tiempo estuvieron así? ¿Horas, minutos, segundos? Quien sabe…
Llovía, pero ya no importaba…
Ya no estaban solos.
