Disclamer: Harry Potter pertenece a J.K. Rowling. Así mismo el Copyringht y la Marca Registrada del nombre y del personaje, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados son propiedad de Warner Bros. Este fic es de mi creación, y no tiene fines de lucro.

PRÓLOGO

Rochford, mediados de Agosto, 1857

Lily Potter tomaba con manos temblorosas la taza de té que le había pasado su esposo James. Los nervios le impedían actuar con la frialdad y el protocolo de la estricta educación inglesa. ¿Qué tipo de extremos modales se pueden llevar cuando se tiene la noticia que una de tus amigas más queridas ha muerto intempestivamente?

El funcionario del Scotlan Yard, un señor de apellido Brown, esperaba pacientemente, parado como una estatua al lado de la puerta del estudio, a que el señor Potter le diera instrucciones. Comunicarles la noticia del deceso de los señores Granger había sido más difícil de lo que había supuesto, todo porque la señora Potter perdió la compostura.

—¿La niña dónde está? — inquirió James Potter.

—En un pequeño hospital a las afueras de Kent, señor Potter — informó Brown mientras le daba una vuelta al sombrero que tenía entre las manos —. Las heridas ocasionadas por el accidente no representan un peligro para su vida. Pero, según lo que me informó su niñera, tiene una lesión en la pierna izquierda, señor.

—¿Qué tipo le lesión? — preguntó James con el ceño fruncido.

—Doble fractura ocasionada por el volcamiento de la carroza.

James presionó el puente de sus lentes, acomodándolos mejor ante sus ojos. Después, miró con detenimiento al funcionario de Scotlan Yard.

—¿Cuándo puedo ir por ella?

—Podemos — lo corrigió Lily con la voz temblorosa.

—En cuanto los abogados de los señores Granger los notifiquen formalmente como tutores de la pequeña — dijo el señor Brown.

—Eso puede demorarse milenios — replicó James —. El accidente ocurrió hace cinco días, apenas nos vinimos a enterar de lo que ocurrió, ni siquiera acudimos al sepelio y la niña está sola, en un hospital de Kent.

—Se encuentra al cuidado de su niñera, señor Potter — le aclaró Brown —. Como ha de suponer, Scotlan Yard es el primero en enterarse de ese tipo de sucesos. No puedo decirle la fecha exacta para la cual usted puede esperar el llamado de los abogados de los señores Granger, pero tuvimos acceso a los documentos de tutela de la infante y por tratarse de una criatura tan pequeña, ellos se comunicarán con ustedes a la brevedad posible.

Lily y James se miraron durante algunos segundos. El rostro de ella reflejaba, sin máscara alguna, el dolor por la pérdida, pero también la preocupación por la niña. James se limitó a asentir.

—¿Podría darme la indicación del hospital, por favor? Voy a ir a visitarla — le pidió James a Brown.

El señor Brown tomó un pergamino de manufactura finísima y una pluma tan exquisita y elegante que juraría era de pavo real. Escribió la dirección del lugar y sopló el papel para que se secara rápidamente.

—La señorita Thompson está las veinticuatro horas del día con la niña. La pobre mujer aun se encuentra en estado de shock por lo ocurrido, sobre todo porque a ella le indicaron los señores Granger no viajar un par de horas antes de que partieran de la casa.

—¿Algo más de lo que debamos estar informados, señor Brown? — preguntó James.

—Eso es todo, por el momento.

—Lo acompañaré a la puerta.

Mientras ambos caballeros salían del estudio hacia la entrada principal, el señor Brown se preguntó por qué no tenían un mayordomo que hiciera las labores de despedir a los visitantes. Claramente se veía la alta posición económica de la familia Potter con una amplia y magníficamente decorada casa de campo. Con los trajes elegantes pero sencillos del matrimonio. Miró su reloj de bolsillo y eran poco más de las tres y media de la tarde. Cuando pasaron al lado de un reloj de pared enorme y viejo creyó ver que en lugar de números romanos había palabras y las manecillas del aparato eran coronadas por pequeños retratos, pero no se devolvió a comprobarlo porque sinceramente era un acto de descortesía hacía su anfitrión.

James Potter le estrechó la mano, y agradeció la visita pese a las malas noticias que con ella llevó. El señor Brown fue hacia su caballo, amarrado en el mismo árbol donde lo había dejado una hora antes y se sorprendió de verlo enérgico, con las alforjas llenas de provisiones para su viaje de regreso a Londres y limpio, como si estuviera recién bañado. Lo curioso del asunto fue que no vio ningún mozo de cuadra cerca que pudiera realizar esa labor, ni cuando llegó al lugar, ni en ese momento, cuando se marchaba.