LOS SIMPSON ES UNA SERIE DE MATT GROENING
No había demasiada clientela aquella noche. No sé qué de un partido local o algo así, que había concentrado al pueblo en el estadio. Moe deseó que lo hubieran retransmitido por televisión, así los parroquianos lo habrían visto allí y habrían consumido. ¿Poca clientela? ¿Para qué engañarse? La verdad era que estaba totalmente solo. No se podía considerar clientela a la rata muerta que seguía desde hacía días en la esquina del lavabo de señoras.
Todo lo que podía hacer el tabernero era limpiar los vasos, ya que parecía que una pasada con el trapo no era suficiente. Trató de recordar dónde había puesto el líquido lavavajillas pero a saber si lo había comprado siquiera alguna vez. Bah, nada que un escupitajo no pudiera hacer.
La puerta de la taberna se abrió, dándole un vuelco a su corazón. Su cuerpo se preparó para alargar la mano hacia la escopeta que tenía tras el mostrador pero no le hizo falta. Conocía al recién llegado. En realidad, su entrada le hizo sonreír.
- Vaya, mira a quién tenemos aquí.
La jovencita sonrió y se sentó de inmediato en un taburete, justo en el que su padre solía sentarse.
- Hola, Maggie, pequeña. Uhm, yo que tú no me sentaría allí. Anoche Sam bebió demasiado y...Mejor cógete la silla de al lado.
Arrugando la nariz, Maggie se levantó de inmediato y se cambió al taburete que le había indicado Moe. Antes de que hablara, él sabía lo que iba a pedir.
- Je, buen intento, pero sé que no tienes aún veintiún años-Maggie lo miró con una ceja alzada y él rió-. Es una broma. Marchando una cervecita para la nena-sin perder tiempo, Moe cogió el vaso que tenía mejor aspecto y lo llenó de cerveza, tendiéndoselo a Maggie.
Maggie alzó el vaso, como brindando por él y atacó. Por lo menos, ella daba sorbos y se tomaba su tiempo para beber. Se veía que Marge la había educado bien.
- Me han dicho que tienes una voz preciosa pero que no quieres ir a la escuela de canto. Tu padre no hace más que repetir que está harto de que tu madre despotrique todo el día; bueno, eso y que cada día está más cara la gasolina. Menudo pesado, ¿Eh?-Maggie sonrió sin dejar de beber-. Bah, haces bien. Ir a esos sitios es tirar el dinero. Y si no quieres dedicarte a eso, pasa. Ya encontrarás algo.
Maggie se limpió la espuma de los labios con la lengua y comenzó a hablar. De lo pesada que era su madre con que tenía que empezar a pensar en su futuro y de que pusiera siempre a sus hermanos de ejemplo, Lisa para lo bueno y Bart para lo malo. De lo poco que soportaba que su padre cortara sus conversaciones telefónicas. De que seguía sin estar segura de qué hacer, y que cada día estaba más segura de que no quería hacer nada en concreto. ¡Vaya que si habló! Como le pasaba muchas veces, a Moe le empezó a doler la cabeza. Pero siguió escuchando con toda la atención que pudo poner en sus palabras, invitándola a otra cerveza para que dejara por un momento de hablar y poder tener un descanso los dos. Y Maggie siguió sin dejar de sonreír, porque, por fin, un adulto la escuchaba y la trataba con la madurez que se merecía.
FIN
