Hola, soy Lady Adry. Esta es una historia de Severus Lady. Concretamente su primera versión de un Snape/OC. Por ende, no sabemos cómo va a quedar o a salir. Espero sea de su agrado. Muchos besos para todos.

Saludos y gracias por la atención prestada.

Lady Adry de Lockshire.

Los rews los contestará ella personalmente.


Mi vida comienza mal. Otra vez.

Nada podía salirle peor aquel día. Se había levantado con una terrible jaqueca y simplemente no podía pensar. Sabía que había algo importante que hacer, pero no podía poner algo en su cabeza. Dolía como los miles de demonios infernales y justo ese día, se había levantado con insensibilidad en el cuerpo. Con sensibilidad a la luz.

Apenas podía ver sin sentir arder sus ojos y su cabeza. Se llevó una mano a la frente, las chicas de su curso se preguntaban por qué siempre dormía con las cortinas de su cama, cerradas.

- ¡Tenemos que irnos a clases, Erizabeth!

Era cierto, era eso y... ¡Oh, estaba retrasada y no había prestado atención al reloj! Detestaba los ruidos altos y agudos. No podía concentrarse cuando algo de ese estilo, sacudía su cabeza con fuerza.

El reloj despertador era una de esas cosas que odiaba. miró a su alrededor, en busca de su ropa. Sus amigas ya estaban de pie y listas para irse a clases. Miró el calendario y notó que llegaría tarde para una clase muy importante.

La primer clase de pociones; con Severus Snape. Sí, siempre lo mismo. La típica historia. Ella llega tarde y Snape la castiga. Bueno al menos ya se sabía el final del cuento y no podía temer algo peor que eso.

¿O sí?

Bajó las escaleras corriendo, con una tostada en la boca y en la otra, sus libros y su varita. Trataba de no resbalar, pero le era imposible. Al llegar a la puerta, notó que al menos no era la única que llegaba tarde.

Harry Potter y Ronald Weasley, llegaban tarde también. Siempre solía suceder, que alguno de ellos rompía las reglas.

Al menos esa vez; tendría menos castigo. Ya sabía cuánto Snape, odiaba a Harry y a Ron. Incluso al resto de Gryffindor.

La casa a la que ella al menos no pertenecía.

Al menos.

- Han llegado tarde. ¿Los tres?

Erizabeth asintió en silencio y miró a Harry y a Ronald. Bien, no significaba que había llegado con ellos, pero sí tan tarde como ellos.

- Haremos una cosa muy sencilla y que sé disfrutarán- dijo- les quitaré 50 puntos y a los tres, los voy a castigar esta noche. Limpiarán ventanas en el castillo, con Filch.

Ella no dijo nada, pero Ron sí se quejó y Snape lo señaló y lo mandó a su asiento. Refunfuñando, miró a su alrededor, mientras los Slytherin se reían de él.

- Hoy prepararemos la poción fortificante. Los instrumentos y reglas en la pizarra y en el armario. No necesito explicar qué tienen que hacer ni para qué se utiliza cada cosa- dijo, mirando inconscientemente a Neville y a Harry, junto a Ron.

Erizabeth meditó. Bien, su fuerte no eran las pociones. En realidad, pocas cosas lo eran... hacía lo mejor que podía. Mientras estaba a un lado de Neville, éste hizo estallar su caldero y Snape negó con la cabeza y suspiró en silencio.

¿Por qué él? ¿Por qué Neville?

- Muy bien, caminemos a observar... qué desastre hizo esta vez el señor Longbottom.

Caminó hasta la pócima que se suponía debía preparar. Neville se encogió de miedo en su asiento y alzó la mirada, nervioso. Mientras Snape metía su ganchuda nariz dentro del caldero, una niña había comenzado a gritar hacia el otro lado del salón. Alzó la cabeza de inmediato y la miró. Pálida.

- ¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué gritas?

- ¡Señor, está en el suelo! ¡Está convulsionando! Mire.

- ¿Convul qué?

Caminó hacia unos puestos más adelante y miró con atención. Allí había una joven de cabellos negros, como la noche y se contorsionaba en el suelo, mientras escupía lo que parecía ser saliva. Estaba teniendo un ataque epiléptico.

El ruido debió haberla afectado.

- ¡Rápido, Potter! No te quedes allí parado y corre hasta la enfermería. ¿Alguien conoce a esta estudiante?

- ¡Sí!- dijo una tímida chica de su mismo curso- Es Erizabeth... es de nuestra casa. Ravenclaw señor..

En cuanto despertó, notó que estaba en un ala totalmente distinta y que eso no podía ser Hogwarts. Que eso tenía que resultar otro lugar y entonces... ¡sí! Entonces había tenido ese accidente otra vez.

Entonces... entonces ¿dónde estaba? Ladeó la cabeza y notó que Albus Dumbledore la miraba con una sonrisa y Minerva McGonagall también estaba junto a ella. La jefa de su casa. Y...

Él. Severus Snape. ¿Por qué estaban todos allí, mirándola? ¿Por qué Albus sonreía como si nada, aunque estuvieran en un lugar ajeno a Hogwarts?

Estaba comenzando a asustarse. Estaba comenzando a acelerar su ritmo cardíaco, cuando Albus suspiró y habló muy cerca de ella. Sentado a su lado, estaba allí mirándola y sonriente.

Como siempre.

- Vaya. Ha sido una sacudida muy fuerte, Erizabeth. ¿Estás bien?

¿Cómo saberlo, si ni siquiera sabía dónde estaba? O mucho peor. No sabía qué le había pasado y estaba comenzando a temerle a averiguarlo. A sentir que aquello que una vez tuvo de niña, le había vuelto a ocurrir.

- Sí. Creo que estoy bien. Creo que...¿qué fue lo que me pasó?

- ¿No lo recuerdas?- preguntó él y Minerva quién estaba parada a mi otro lado, me miró con una expresión de concentración. Estaba o lucía preocupada. ¿Era algo muy grave? Ya quería saberlo. Ya me estaba causando mucho miedo.

Ella negó con la cabeza y Dumbledore suspiró de un momento a otro.

- Severus te trajo aquí. El profesor Snape recibió la sorpresa de verte desmayada en su clase. Te movías mucho, convulsionabas y escupías. Él puso tu suéter en tu boca, para que no te mordieses la lengua y luego, vomitaste. ¿Sufres de algo, Erizabeth?

No estaba segura. Solo recordaba que a temprana edad, había deseado subirse a unos juegos en una feria. Una feria muy colorida y llena de niños. Había mucha luz y en ese momento, lanzarían fuegos artificiales. Era el bicentenario de la independencia y ella quería mirar más de cerca. Lo último que recordaba era haberse acercado a uno de los juegos pirotécnicos y en cuanto este salió despedido, aquel ruido ensordecedor, fue terrible para ella.

Casi la dejaba sorda.

- Solo recuerdo que cuando era pequeña, me acerqué a fuegos artificiales y casi quedo sorda por ello. Pero luego. Luego tuve ataques extraños.

- Eres una niña... eso se llama- dijo la medimaga a un lado de ella- epiléptica, cariño. Y no puedes hacer magia. No mucha.