Título previo: Hogwarts and the mystery of the Hamada brothers.

Género: Adventure, Hurt/Confort, Friendship.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de sus respectivos creadores.


Prologo.

Parte 1: La princesa de fuego.

Su madre la miraba.

Los ojos castaños estaban fijos y fríos en ella. Dos cartas descansaban en la bandeja de plata que Maudie dejó minutos atrás sobre la fina mesa de Caoba.

Beauxbaton y Hogwarts, su madre y su padre. Merida repasó las opciones en su cabeza.

Beauxbaton, la escuela que la convertiría en un perfecto estatuto sangre pura, una perfecta esnob al igual que su madre. Los ojos de Merida, azules y brillantes, se posaron sobre los de su progenitora. Al mirarlos la dureza que reflejaban le hizo recordar la razón por la que tanto ansiaba pisar Hogwarts.

La ventana seguía abierta a los jardines de la mansión, la joven heredera de la casa Dumbroch podía escuchar las risas de sus tres hermanos que celebraban sus escobas nuevas. Pero incluso tras ese momento de distracción, su voluntad no flaqueo.

— Hogwarts —. Dijo la pequeña de once años con la mirada firme.

Elinor suspiró, la carta de Beauxbatons se veía más hermosa en aquel sobre perfumado, que la de Hogwarts. Pero la mirada de su hija seguía inquebrantable, no existía duda alguna de su elección, y Elinor sabía que debía hacer.

— En mi opinión Merida. Beauxbaton en Francia es una oportunidad única para que desarrolles tus habilidades, tanto mágicas como sociales, el programa no solo incluye las materias base; sino también etiqueta, estudio de líneas de sangre, artes, y recuerdo que cuando yo asistí… —, Merida gimoteó internamente, su madre había comenzado otra vez.

Todos los días desde el último año, Elinor se había esforzado por contarle todas las maravillas de la escuela francesa a su hija; en Beauxbaton esto, que si Beauxbaton lo otro. Hasta llegar al punto en donde esos intentos solo acrecentaban sus ganas de ir a Hogwarts.

Desde bebé Merida soñaba con pisar el colegio donde asistió Harry Potter, donde el gran Albus Dumbledore enseñó y estudió. Y claro ser una Gryffindor valiente y llena de coraje como su padre. La pequeña pelirroja podía asegurar que Hogwarts tenía más magia y misterio que cien Beauxbatons juntos.

—… pero si tanto lo deseas, supongo que puedes asistir a Hogwarts —. Declaró resignada la mujer. Al oírlo la niña gritó extasiada y abrazó fuertemente a su madre olvidando rápidamente el pequeño enojo que mantenía antes.

— Ten Merida, ábrela. Dijo Elinor, tomando delicadamente la carta con el sello de Hogwarts, las pequeñas manos de la niña la abrieron con rapidez. Ahí, escrito en tinta verde estaba su carta:

Señorita Merida Dumbroch

Mansión Green-Rose

Edimburgo, Escocia.

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Directora: Minerva McGonagall

(Orden de Merlín, Segunda clase, Miembro Honorario de la Confederación Internacional de magos).

Estimada señorita Dumbroch:

Tenemos el placer de informarle que dispone de un puesto en el colegio Hogwarts de magia. Por favor observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el primero de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de Julio.

Muy cordialmente

Filius Flitwick.

Director Adjunto.

— ¿Puedo enviar la lechuza ahora má? ¿Puedo? ¿Puedo? — preguntó la pequeña dando brinquitos de felicidad.

Elinor asintió con una sonrisa y su hija corrió tan rápidamente que su melena rojiza solo fue un borrón en la lejanía. La lista de los útiles escolares quedó abandonada en una esquina.


Parte 2.- El niño de hielo.

Jack Frost era huérfano.

Abandonado a la corta edad de dos años, el niño difícilmente podría recordar el rostro de sus padres. Había crecido en un sitio sombrío y estricto. Su prisión, se ubicaba en Londres Inglaterra, en un viejo orfanato de paredes grises llamado "Miracles Field".

A Jack nunca le gustó su hogar, la comida era insípida, los periodos de ocio eran largos y solitarios, y las matronas estrictas y rezongonas, la primera vez que el niño gasto una broma, lloró. La madre Ángela usaba castigos físicos.

Los niños vivían en un constante estado de apatía e ira reprimida. Cuando Jack pisó el orfanato se dio cuenta de que era diferente al resto, no solo su apariencia física, la cual era la causa de las constantes burlas del resto; el cabello blanco, la piel pálida y los ojos azules. Sino también de algo más; un secreto, su secreto.

Además Jack odiaba a los matones, y en el orfanato existía un grupo en específico que se jactaba de salirse con la suya, los favoritos de pastor Leo; Johnny y dos de sus amigos, el grupo con más edad. John de catorce años adoraba meter en líos a Jack, en especial cuando el castigo era duro.

Pero Jack no era fácil de romper, él también hacia uso de sus habilidades y cobraba su venganza.

Porque Jack Frost no era común.

Le había tomado tiempo, pero aprendió a controlar sus poderes, porque él estaba seguro de que eran poderes. (¡Cómo los de Spiderman!), podía levitar cosas pequeñas, hacer explotar algunas otras – aunque le costaba mucho trabajo- pero sin duda su mejor habilidad era el hielo. El niño podía hacer nieve, congelar y descongelar cosas a voluntad. Una vez congeló las tuberías, y le pegó la lengua a un poste a Mike-cara de rata.

Pero esta vez sí se había metido en un lío. Y todo por querer ayudar a un niño.

— ¡Te digo que es un monstruo, lo destruyó todo! ¡Ese niño tiene algo mal, yo digo, no, EXIJO, que se llame al pastor para que saque lo que sea que tenga adentro!… NO ME IMPORTA, ¡Ya han sido siete años!, el niño es un problema señor Bennett, y eso que tiene dentro debe ser la razón por la que lo dejaron aquí —. Bramó la madre Ángela enfurecida. Jack nunca la había escuchado hablar de esa forma tan alterada.

Los dos adultos se encontraban en una de las habitaciones vacantes que servía de oficina: El señor William Bennett se encargaba de cuidar y enseñar a los niños, un trabajador de tiempo completo, bastante amable y jovial. Uno de los favoritos de Jack, no solo porque en noche de brujas los sacaba a pedir dulces, sino porque los únicos castigos que recibía con él consistían en escribir líneas.

La madre Ángela por el contrario vivía el día a día aterrando a los jóvenes, usando las enseñanzas bíblicas para provocar miedo en los pequeños y así dominarlos, una mujer tan dura y anticuada como la religión misma.

Jack escondió su cara entre sus rodillas, el dolor que sentía por dentro no se comparaba con ningún malestar sufrido antes.

— Sé que es un muchacho muy problemático, probablemente el peor en la historia de esta institución pero… lo entiendo madre Ángela pero, ¿Una limpieza espiritual? ¡Es un niño por el amor de Dios!

Nunca le gustó escuchar que William se refiriera a él como un problema, casi podía imaginar los ojos verdes llenos de decepción. El nudo en su garganta se acrecentaba al igual que los gritos dentro de la habitación. Pese a todo parecía que intentaba defenderlo.

La puerta se abrió, Jack miró a la anciana madre salir hecha una furia y sintió los ojos arder.

— Oh no, Jack. ¿Escuchaste todo? —, se lamentó el hombre mientras se arrodillaba frente a él. La vista del niño estaba firmemente oculta entre sus rodillas, y las amables manos del cuidador levantaron la pálida cara del infante.

Gruesas lágrimas descendían por las mejillas, los ojos azules enrojecidos le devolvieron la mirada, William rodeo al niño con sus brazos, intentando darle un abrazo reparador como el que le daba a sus hijos cuando estaban tristes.

— Eres un buen niño Jack, solo que siempre terminas haciendo las cosas equivocadas, en los lugares incorrectos. La madre Ángela es muy… muy a la escuela antigua, y su fe tal vez excede los límites, pero en el fondo es buena y sé que se arrepiente de lo que dijo —. Intentó consolarlo, y Jack se permitió sollozar, porque sabía que Willy no se lo diría a nadie.

La mañana continuó apacible, después del incidente en la cocina, Jack terminó fregando pisos como castigo por parte de la madre Ángela. Sus manos se sentían agarrotadas de tanto tallar, — pero al menos —, se dijo Jack. — no fue la "vara".

Un revuelo de voces excitadas provenía del salón principal, probablemente una pareja llegaba para adoptar. El niño continúo frotando la suciedad sin darle importancia; las gruesas capas de mugre mezcladas con el jabón creaban unos asquerosos grumos que él tenía que quitar a mano. Frunciendo el ceño Jack siguió con su trabajo, hasta que las voces se aproximaron al lugar en donde estaba.

— Jack —, lo llamó agitadamente el señor William, la puerta se abrió y el rostro del hombre emergió preocupado y ansioso, el niño ni siquiera pudo responder, antes de que se diera cuenta William lo llevaba a rastras a la oficina principal.

— ¿Qué está pasando? — preguntó Jack, pero fue totalmente ignorado.

La oficina principal estaba igual que siempre, una amplia ventana mostraba el patio de juegos donde los niños jugaban al futbol en equipos dispares. El viejo escritorio de madera seguía limpio y ordenado; las paredes color durazno se mantenían desnudas sin ningún adorno. La madre Ángela se hallaba sentada detrás del escritorio, su canoso cabello atado en un apretado moño y sus ojos de color marrón mostraban una genuina incredulidad que usualmente no se permitían. No existía nada inusual o fuera de lo normal, a excepción de la persona sentada en los sillones frente al escritorio.

El primer pensamiento de Jack fue que la navidad se había adelantado, porque la persona que estaba enfrente de él debía ser Santa Claus. La larga barba del hombre de color blanco llegaba hasta la mitad del pecho: su contextura gruesa y su gran altura lo hacían parecer varias veces más alto de lo que Jack medía. Hubo un momento en el que ninguno de los presentes habló, hasta que el desconocido sonrió con regocijo, y su risa profunda y jocosa llenó la habitación.

— Disculpe señor… señor North —, titubeó William. Sus ojos verdes seguían fijos en la amplia figura sentada en el sofá. — Este es Jack.

— Un placer conocerte Jack Frost —, saludó, y el niño no dudó en tomarle la mano.

La madre Ángela lo miraba sin disimulo creyendo que se trataba de una mala broma.

Jack sonrió un poco al ver los ojos azules del gran sujeto chisporrotear con un aire de regocijo, Norte lucía como si hubiera encontrado un tesoro. Pronto se vio a si mismo envuelto en un abrazo demoledor que le saco el aire.

— Disculpe, pero ¿Quién diablos es usted? —, dijo Jack al recuperar el aire, y casi se ríe al ver la cara de horror que adoptó el rostro de la madre.

Pero el hombre solo río ante el comentario.

— Mi nombre es Nicolas St. Norte, Jack Frost. Y debó decir que llevó buscándote desde hace años por toda Inglaterra—. Declaró solemne. Por primera vez captando la atención de los tres presentes.

— Tú eres… es decir yo, ¿soy familiar tuyo?

El anhelo de la voz de Jack fue profundo, el sueño de toda su vida de salir de aquella prisión se volvía realidad. Pero Norte negó con la misma sonrisa bonachona.

— No. Soy un viejo amigo de tu padre —, dijo él —Nathaniel Frost era su nombre, falleció antes de que tu nacieras. Un buen hombre en verdad, lo conocí en Noruega durante un viaje de trabajo, nos llevábamos bastante bien. — Por un momento calló, parecía que quería añadir algo —… él estuvo involucrado en una pequeña guerrilla civil que ocurrió en su país, y desgraciadamente perdió la vida. — narró Norte, su voz se había vuelto más débil a medida que continuaba, y reflejaba sus emociones de tristeza y pesar.

— Antes de morir, Nathaniel me dijo que había conocido a una mujer, y que probablemente ella estuviera embarazada. Como has de suponer me ofrecí a cuidarte y el me dio su aprobación.

Jack miraba al vació, su padre estaba muerto, pero no lo había abandonado. — ¿Y mi madre?, Ella, ¿Murió también? —. Preguntó con su mirada absorta en el hombre.

Norte no habló, pero su expresión impotente fue todo lo que necesitaron los presentes para entender.

— Ella vive Jack —, habló Norte — Pero en aquel entonces no deseaba tener hijos, es más complicado de lo que parece. — Añadió — Y Esto es lo que nos lleva al presente. Jack, ¿Te gustaría vivir conmigo?

La voz de Norte tan llena de esperanza y alegría no apartaba el pesar del niño, sin embargo Jack intentó sonreír y asintió.

La madre Ángela tenía los ojos rojos y las mejillas llenas de lágrimas, sofocaba su llanto con un pañuelo que previamente le tendió el señor Bennett, quien simplemente parecía perdido en sus propias cavilaciones.

En el escritorio habían pruebas de la veracidad de las palabras de Norte, cartas que Nathaniel Frost y el mismo Norte se habían escrito hace años, así como también una variada colección de fotografías en las cuales se veía a un joven alto con el cabello blanco liso y los ojos de un profundo azul cerúleo. Jack las observaba con ilusión en tanto el señor Bennett y Norte hablaban acerca del papeleo de adopción. La madre Ángela se sentó a su lado, parecía dispuesta a estrujarlo en un abrazo, pero su sensatez ejercía más fuerza y simplemente se limitó a hacerle compañía.

Pasaron dos semanas más antes de que Jack abandonara el orfanato, los agentes de protección de menores parecían encantados con Norte y el papeleo fue inusualmente rápido. Ese mismo viernes Jack arrastró su pequeña maleta a la entrada principal, su futuro tutor sonreía mientras consolaba a la madre Ángela quien parecía ahogarse en lágrimas. Jack estuvo a punto de interrumpirlos, pero el señor Bennett aprovechó la oportunidad para hablar con él.

— Jack —, dijo —Quiero que sepas que si en algún momento te sientes triste, asustado o simplemente no quieres seguir ahí, puedes llamarme. — declaró el señor Bennett al mismo tiempo que le daba una pequeña agenda negra al niño. — Ahí está mi dirección, y el número de teléfono de mi esposa y mío, sabes que estaremos ahí para ti... La he comprado para que anotes todos tus pendientes y dejes de ser tan olvidadizo. —, continuó diciendo la última parte con una sonrisa triste, y ahogando un sollozó se apartó el cabello rubio de la frente. — Y también, Jamie me encargo darte esto, en agradecimiento por jugar siempre con él en pascua. — dijo William, parecía que iba a llorar, mientras le tendía un paquete cuadrado envuelto en un apretado envoltorio, para después abrazarlo.

El niño devolvió el abrazó con aprehensión, probablemente a la persona que más extrañaría sería al señor Bennett. Su nuevo tutor observaba el intercambio, la madre Ángela contuvo sus lágrimas y le sonrió. Finalmente, sujetando la mano de su nueva familia, Jack dejó el orfanato.

La sonrisa de Norte se amplió, él y Jack caminaban juntos hacia su nuevo destino.

— Por cierto Jack —, mencionó Norte — Hay algo importante que omití decir cuando fui a visitarte por primera vez.

— ¿Qué cosa es? — inquirió Jack con curiosidad, su nuevo tutor lo había llevado a un callejón sin salida.

— Es algo que nos involucra a ti, a tu padre y a mí incondicionalmente. — la mirada de Norte seguía afable y la sonrisa se extendía por su rostro, su mano derecha asió un extraño palito de madera del interior de su abrigo.

La varita expulsó chispas rojas cuando toco la pared y los ladrillos se apartaron abriendo una puerta que conducía a una ajetreada calle que Jack nunca había visto.

El niño se quedó estupefacto en el acto. — ¿Esto es…?

— Magia —, dijo Norte sonriendo ante la mirada de asombro del niño.

Jack sonrió, ahora todo tenía sentido.


Parte 3: La niña en la torre.

Su corazón se llenó de tal manera de sol, alegría y de paz que estalló. Su alma voló hasta el cielo por… — leía la niña, su largo cabello rubio se esparcía como una segunda manta alrededor de la cama, ojos verdes enrojecidos estaban fijos en el libro entre sus manos.

Rapunzel, la llamaba su madre. Pequeña y menuda, la menor de tan solo diez años pasaba todo su tiempo en aquella torre. El sol comenzó a cernirse en lo alto del cielo, pero poco le importaba a ella, la historia que ahora persistía en su cabeza era mucho más interesante que cualquier evento posible de ocurrir.

Puesto que su vida se limitaba a las paredes de piedra de la torre. Día con día la pequeña pasaba las tardes interminables devorando libros sobre héroes y sus magníficas proezas, hazañas irrepetibles e inigualables que la hacían gritar de emoción con solo leerlas. Incluso ahora, el pequeño libro de cuentos muggles le había abierto un nuevo sendero de aventuras y adversidades, su imaginación recorrió cientos de mundos en tan solo un par de horas, tanta emoción, tanta dicha la llenaba cuando terminaba alguno de sus preciosos libros. La dejaría llena de gozo por días.

— ¡Rapunzel! —, llamó su madre desde el segundo piso. Debía haber llegado vía red flu minutos atrás, la niña gimió internamente con pesar, sus quehaceres estaban a medias: su cama deshecha la colada a medias, el piso aún no había sido limpiado y la cocina seguramente estaba hecha un caos.

— Si madre —, balbuceó la pequeña al bajar de su alcoba, la habitación circular en donde estaba la pequeña sala la recibió con la calidez del fuego.

Su madre estaba sentada en el sofá de una plaza, largos rizos negros enmarcaban su rostro delgado, vestía con una túnica color sangre que la hacía ver más imponente ante los ojos de su hija. Una completa sangre pura.

Con elegancia la mujer se levantó para acercarse a la pequeña.

— ¿Dónde has estado mi pequeño brote? —, dijo la dama con un tono frio y falsamente dulce.

—En mi habitación madre —, respondió Rapunzel con rapidez. — Estaba leyendo el libro que me trajiste, ¡Oh era tan hermoso!, los personajes y las aventuras que sucedían ahí, ¡Oh madre deberías leerlo! —, Gothel cerró los ojos con irritación, su pequeña mascota parloteaba sin parar.

— Rapunzel —, Amonestó, y la chiquilla calló en el acto. — Basta. Te he dicho miles de veces que odio que parlotees, es incluso peor que tus balbuceos sin sentido. Ven, me hace falta una canción —, la niña asintió en silencio bajando sumisamente la mirada y como acostumbraba se sentó en el pequeño banquillo frente a su madre. El cepillado de su larga cabellera comenzó y Rapunzel inició su cantar.

Flor que da fulgor —, cantó, y los largos mechones de cabello rubio se iluminaron como un rayo de sol.

A medida que la canción avanzaba, los brillantes ojos verdes de la joven comenzaron a lagrimar, las palabras de su madre estaban fuertemente grabadas en su mente. Siempre era igual, no importaba que tanto se esforzara nunca sería digna de su madre, no podría enorgullecerla o recibir un halago de su parte.

La canción terminó, Rapunzel fue despedida con un par de palmaditas cariñosas, y a pesar de que su rostro seguía bañado en lágrimas y su mirada cabizbaja confirmaba sus emociones, Gothel no hizo ningún amago de consolar a su hija.

— Sube y arréglate, cenaremos pronto.

La niña obedeció. Unos minutos después y al igual que siempre, la cena se llevó a cabo en completo silencio. Su madre había preparado sopa de avellanas, la favorita de Rapunzel, quizá en un gesto de disculpa.

El fuego crepitaba en la chimenea, Rapunzel sorbió las últimas gotas de su sopa y abrazó a su madre.

— Lamento mucho mi comportamiento madre —, se disculpó la joven. Gothel asintió y una extraña sonrisa cruzó sus facciones.

— Mañana es tu cumpleaños mi flor, ¿Qué es lo que deseas de regalo?

¿Qué desear?

Si pudiera, Rapunzel pediría jugar por un día al aire libre, aunque sea a los pies de la Torre, sentir el sol en su piel y el césped bajo sus pies. Pero sabía que mencionarlo solo disgustaría a su tutora.

— Un libro nuevo —, dijo la niña. — Me gustaría leer algún cuento mágico madre.

— Muy bien florecilla, mañana mismo te lo traeré. — sonrió la bruja, para después levantarse y abrazar a la niña. Depositando un beso en el abundante cabello rubio que caía como una cascada hasta el suelo, Gothel se aproximó a la chimenea y tomó los polvos flu de la encimera; las llamas se tornaron verdes y como si fuera una cosa común, la dama entro en ella.

— No olvides tus quehaceres pequeño brote… —, dijo, para después desaparecer en un estallido de flamas verdes.

Rapunzel suspiró y caminó con pesar hacia su alcoba. Mañana sería un día agitado.

La mañana arribó con un brillante día soleado, los pájaros cantaban en la lejanía y la pequeña de once años seguía sumida en sueños. Un repiqueteo en su ventana la hizo reaccionar, era un búho. Una lechuza color marrón de apariencia gallarda se cernía en el borde de su ventana con una de sus patas cargando una carta.

Rapunzel cayó de la cama y corrió hacia la lechuza, pensando que algo le había sucedido a su madre tomó la carta con rapidez y la abrió sin siquiera ver el remitente. Pero la carta no era para Gothel.

En tinta verde se escribía lo siguiente:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Directora: Minerva McGonagall

(Orden de Merlín, Segunda clase, Miembro Honorario de la Confederación Internacional de magos).

Estimada señorita Fournier:

Tenemos el placer de informarle que dispone de un puesto en el colegio Hogwarts de magia. Por favor observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el primero de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de Julio.

Muy cordialmente

Filius Flitwick.

Director Adjunto.

¿Clases? Se preguntó ella, y con más calma observó el sobre, casi ahogando un jadeo ante la aparición de su nombre:

Señorita Rapunzel Fournier*

Cuarto más alto en la Torre Roja

Bosque de Dean, Inglaterra.

Ese era su nombre, y la ubicación de su casa, la niña estaba impresionada, no tenía idea que los magos iban a una escuela. Para ella la educación era la parte clave de la crianza de un niño, el conocimiento y la sabiduría no podría ser posible de otra forma, se decía. Así que sin pensarlo y completamente embargada de felicidad por la noticia, tomó un pedazo de pergamino y garabateo su respuesta:

Estimado señor Flitwick.

Estaré encantada de asistir al colegio el primero de septiembre, muchas gracias por tomarme en cuenta.

Rapunzel.

La lechuza estiró su pata y la niña ató la respuesta con rapidez. Se sentía como si hubiese encontrado la solución a todos sus problemas; la posibilidad de poder hacer enorgullecer a su madre. Si Rapunzel asistía a Hogwarts podría aprender pócimas y hechizos para facilitarles la vida, tendría algo en común con ella.

El estallido de la chimenea la sacó de sus ensoñaciones, su madre estaba de regreso. La joven corrió escaleras abajo sorprendiendo a la mujer con su actitud desenfrenada, para posteriormente enseñarle la carta con una sonrisa deslumbrante y la inocencia brillando en sus ojos.

— Mira madre, ¡he recibido una carta! —, dijo extendiendo el sobre con orgullo y alegría.

La mirada de Gothel por un momento reflejó el horror que sentía por dentro, pero rápidamente se recompuso y le arrebató la carta esperando que fuera una simple broma.

— Esto no es posible, debe ser un error —, dijo Gothel aterrada. Rapunzel intentó decirle inútilmente que su nombre estaba escrito en el sobre, pero la expresión histérica de su madre la silenció. — No irás —, sentenció con crueldad. — Estoy segura de que han cometido un error, tú no tienes magia.

— P-pero madre, es mi nombre el que está ahí, yo pensé que estarías feliz por mí —, repitió, la suave voz de Rapunzel que se empequeñecía ante la feroz mirada de la bruja.

— NO. De ninguna forma podrías ser una bruja, ¡T-tú deberías ser una vulgar muggle! —. Gritó la mujer, pero no fue el grito, ni la cara encolerizada de su madre lo que la conmociono.

— ¿Por qué debería ser muggle, si tú eres una bruja madre? —, preguntó Rapunzel, Gothel se había quedado estática en el acto, sus facciones palidecieron y por primera vez en todo el tiempo que llevaban juntas Rapunzel la oyó balbucear.

— No iras, y es mi ultima palabra. — Rapunzel se mordió los labios con incertidumbre y titubeó antes de hablar.

— Es que… ya lo he confirmado madre.

— ¿Qué fue lo que dijiste?

— Yo envié mi confirmación apenas leí que me aceptaron. Yo no creí que fuera tan grave, pensé que estarías orgullosa de que fuera una bruja, como tú.

Las lágrimas descendieron por las mejillas sonrojadas, Gothel le dedicaba una mirada de completo odio. — Yo he hecho magia madre —, intentó explicarse. — he cambiado de color mis pinturas con solo pensarlo, y varias veces termino haciendo levitar mis juguetes. Ya te lo había dicho antes.

— ¿Es que acaso no te he cuidado bien? —, murmuró Gothel con veneno en su voz. — Acaso no te he vestido y alimentado, he cuidado de ti con cariño y así me pagas.

— Madre yo… lo siento madre. Lo siento. —, sollozó.

La bruja se sentó en el sofá masajeando sus sienes con exasperación. — Claro. Yo soy la mala. — murmuró.

— Irás entonces, no es como si pudiera retractarme ahora... Solo recuerda Rapunzel, que ahí, estarás sola. No vengas llorando a mí cuando tengas tu primera detención por romper las reglas, no se te ocurra llamarme cuando los niños del colegio te hagan bromas pesadas y termines llorando. Porque no voy a estar ahí para limpiar tus lágrimas. Y espero que sepas que sólo espero extraordinarios y sobresalientes en tus notas, si llegas a salir más baja mi flor, dejaras la escuela. ¿Entiendes?

Frio, las palabras de su madre eran frías y secas, Rapunzel se sintió la peor persona entonces, logró cometer un error más, otra vez había decepcionado a su madre.

— Si madre, lo prometo. —, murmuró la joven, Hogwarts ahora sonaba como una prisión horrible.

— Muy bien, entonces. Pero no olvides lo que te he dicho Rapunzel, y recuerda que todo lo que haces trae consecuencias.

Y en silencio la niña asintió.


Parte 4

El pequeño vikingo.

Las luces tenues de la bodega titilaban amenazando con apagarse, la pequeña figura caminaba acostumbrada a la oscuridad, sus pasos no resonaban, las delgadas manos abrieron la vieja gaveta de las piezas de repuesto, pero del interior surgió algo que le hizo gritar.

Un hombre enorme, de melena rojiza y brillantes ojos verdes se abrió paso desde el interior, sus facciones estaban enfurecidas, odio y decepción se reflejaban en su mirar, observando al niño con un asco y una repulsión nunca antes vista.

— Tú no eres mi hijo —, dijo el hombre con odio, el pequeño sintió sus ojos arder por las lágrimas no derramadas, las palabras que esperaba que su padre nunca dijera.

Una risa estruendosa sonó a sus espaldas, la pequeña pero robusta figura de otro niño se dejó ver desde la penumbra.

— Snotlout — murmuró Hiccup con la voz cortada. Su primo fortaleció sus estruendosas risas.

— ¿Te asusta la verdad Hiccup? —, se burló Snotlout. — ¿Tienes miedo que tu papi se dé cuenta del pequeño gusano inútil que eres?

Hiccup huyó, sus piernas corrieron fuera de la bodega, lo último que escuchó fue el grito aterrado de su primo.

El Boggart se había transformado.

Berk era una isla llena de familias mágicas, oculta ante la vista de cualquier viajero muggle, la epitome de la estirpe sangre pura al norte de Islandia, los jóvenes crecían para ir a Dumstrang y después dedicarse a la caza de dragones. Berk había sido el mayor socio comercial de artículos de dragón en Europa desde tiempos ancestrales, la buena mano de obra de sus productos no tenía comparación.

Tres hileras de casas se cernían en lo alto de una colina, otras más se acumulaban alrededor del gran salón. Los comercios cómo el mercado, la herrería y los diversos negocios; como era el caso de la línea Hofferson en botas de piel de dragón, o los Thorson y su boticaria, todos se hallaban a un par de kilómetros cerca de la academia de entrenamiento.

Berk era un pueblo prosperó y ameno que de vez en cuando sufría ataques de dragones, nada particularmente peligroso, las especies del norte: como los Nadders, los Terribles terrores, y pesadillas monstruosas, difícilmente estaban en peligro de extinción, por lo que la cacería no tenía límites. El pequeño poblado podría fácilmente ser identificado por dos palabras; "Terco y tradicional"

Hiccup corría, esquivando carretas, ovejas y yaks, de una manera torpe pero ágil, estuvo de regreso en la herrería en menos de cinco minutos. El calor de la cabaña lo recibió, el olor a metal y cuero impregnaba las paredes; las herramientas estaban distribuidas en un desorden sistemático, o al menos eso creía él, unas cuantas hachas y mazas en la pared izquierda y otras tantas en las mesas. Al fondo frente al fuego estaba Gobber, un hombre inmenso de bigote rubio al que le faltaba una pierna y un brazo, canturreaba algo acerca de un Yak y una mujer mientras golpeaba el metal con su mano-maza.

— Hiccup creí que no volverías —, dijo Gobber al recabar en la presencia del niño — ¿Traes lo que te dije?

El niño negó soltando un suspiro, — Hay un boggart en la gaveta, y francamente ni siquiera tengo una varita para poder hacer algo —, musitó con resignación sentándose en un pequeño banco a la izquierda del herrero.

— Oh bien, habrá que pedirle a Estoico o a alguien que se encargue de ello. —, dijo y continuó su labor. Gobber era uno de los muchos Squibs de Berk. Su magia nunca se manifestó en él, pero a diferencia del resto del mundo mágico, en el pequeño pueblo no había diferencia alguna entre Squibs o magos, la fuerza era el principal atractivo en un habitante de aquella isla. Es decir que si podías matar dragones y hacer algo útil no importaba lo demás. Desgraciadamente Hiccup representaba lo contrario, su cuerpo delgado y su ausencia de músculos lo hacían un blanco fácil ante las burlas, su única esperanza residía en Dumstrang, si lo aceptaban en aquel colegio todo sería mejor.

Cómo en la isla habitaban únicamente magos, la magia accidental raramente causaba revuelo entre los pobladores, pero con Hiccup sus episodios de magia accidental venían en los peores momentos, y siempre, siempre, terminaban en desastre. Por ejemplo: la destrucción de la bodega de provisiones (durante una redada), el hundimiento de un par de navíos en ¡oh sorpresa! En otra redada, y aquel extraño caso de en donde silenció al comerciante Johan por un mes. Pero en este último la mitad del pueblo se lo agradeció.

Así pues, la magia accidental no era la gran cosa, pero si podías controlarla a voluntad no faltaban elogios, y lamentablemente él no podía. En cambio, Astrid, una joven promesa ante los ojos del pueblo, y Fishlegs, de su misma edad, tenían la habilidad y el prestigio de prodigios. Snotlout y los gemelos Ruffnut y Tuffnut, eran reconocidos como jóvenes promesas por su destreza física y su sed de batalla.

Pero Hiccup no, el difícilmente encajaría en el promedio común.

— Gobber —, le llamó el niño, — ¿Crees que entraré en Dumstrang? —. Preguntó. La mirada verde bosque estaba llena de incertidumbre. El hombre solo profirió un suspiro, deteniendo su trabajo en el proceso.

Para ser sinceros, nadie visualizaba a Hiccup en Dumstrang, pensar en él estudiando artes oscuras en aquel rustico castillo, donde te enseñaban duelo y artes de batalla le parecía imposible. Pero la visión esperanzada del niño no le dejó contestar.

— Tienes magia ¿No? —, ante él asentimiento del menor continuó — Entonces no sé qué tantas vueltas le das.

Y como si de un encantamiento estimulador se tratara, el pequeño sonrió y se despidió del herrero para después marchar a su casa.

Mañana sería el día. Todas las cartas de Dumstrang eran recibidas en Berk la primera semana de julio, sin excepción, y si a Hiccup le llegaba una, su padre se hincharía de orgullo.

La mañana siguiente llegó fría y nubosa, Estoico Haddock despertó al alba como acostumbraba, listo para revisar todos los pendientes de la noche anterior. Siendo él el jefe, difícilmente podría permitirse una mañana tranquila cuando pronto tendrían a media población de regreso en la escuela.

El inmenso hombre se alistó en la oscuridad, botas oscuras y pesadas, una túnica de lino verde oscuro, pantalones oscuros, y su piel de oso encima. Se atusó la barba rojiza enmarañada y salió a comenzar su rutina. A las siete y diez llegaban los mercaderes, con sus barcos vacíos listos para transportar carga, ocho y cuarto el mercado abriría para comenzar el día, y quince minutos después el consejo de Berk celebraría una reunión privada para discutir el problema de escases de cardumen en las costas.

Ninguna parte de la mente de Estoico, recordó que hoy era primero de julio.

A diferencia de su padre Hiccup despertó cerca de las ocho, con su semblante lleno de ansiedad y emoción a partes iguales, el niño difícilmente podía calzarse bien las botas. La mesa de la cocina estaba vacía y polvorienta, la última vez que fue usada fue durante las heladas del año anterior. Pero en vista de que necesitaba una distracción Hiccup comenzó a limpiarla.

"Tic Tac" sonaría el reloj. Sí tan sólo la familia Haddock tuviese uno, la avejentada mesa de madera ahora brillaba como si fuese nueva, el niño estimó la hora por la posición del sol. Una hora había pasado, y ningún águila de Dumstrang llegaba con su carta. Desesperado por hacer algo, tomó la sartén y la colocó en el fuego recién encendido. Cocinar a lo muggle no era su cosa preferida de hacer, pero sin la varita de su padre y su permiso, difícilmente podría intentar algo. Además, necesitaba distraerse.

Comió, limpió, organizó siete veces la despensa en diferentes órdenes, pulió las espadas, e incluso erradicó cada pequeña mota de polvo en la cocina, y su carta aún no llegaba.

Hiccup suspiró exasperadamente, revolviéndose el cabello castaño rojizo en el proceso. Su carta TENÍA que llegar, después de todo él era un mago, la magia accidental lo probaba… ¿Verdad? Impaciente por la espera el pequeño se levantó y caminó rumbo a la plaza principal, un pequeño paseo le sentaría bien.

Oh eso quería pensar, no fueron más de seis pasos los que dio, antes de que Snotlout apareciera de improviso, propinándole un puntapié que mandó a Hiccup de bruces al suelo.

— ¿Dónde está tu carta inútil? —, preguntó con una sonrisa maliciosa, los ojos del joven Haddock se abrieron estupefactos al mirar el sobre rojo, perteneciente a Dumstrang con el nombre de Snotlout. — La mía llegó temprano en la mañana, tan temprano que debí ser el primero en recibirla. Todos en Dumstrang han de estar esperando mi llegada — Hiccup tragó en seco, su carta aún no llegaba. Sintió los ojos escocerle, pero se negó a llorar.

— ¿Y el resto, Astrid, Patapez ya…? —, ni él mismo entendió por qué lo preguntó, pero su primo parecía disfrutar de ese pequeño lapsus de debilidad, y amplió su sonrisa.

— ¡Oh! ¿Te refieres a mis nuevos compañeros de escuela? — Se burló — Por supuesto que la tienen, Al menos todos los magos con suficiente magia y habilidad la han recibido. ¿Y tú Hiccup? — ironizó, regodeándose al ver el rostro de su primo sumido en un rictus de dolor e impotencia.

—Hahaha suerte en tu siguiente vida inútil. — finalizó sonriente, parecía que el Snoggelton había llegado por adelantado y disfrutando el efecto de sus palabras golpeó a Hiccup en el estómago para que no pudiera levantarse.

Aunque el pequeño Haddock ni siquiera pensó en hacerlo. Sentía las mejillas húmedas, había empezado a llorar, frustrado se restregó las lágrimas con fuerza, no había carta para él, su padre lo odiaría y nunca podría demostrar ser algo mejor que Hiccup el inútil. Regresó a casa con pasos pesados, subiendo a su habitación para encerrarse en sí mismo y olvidar que era una vergüenza para su pueblo.

Toc Toc, toc toc, Hiccup frunció el ceño, en su casa no existía ningún reloj, no al menos desde el incidente de las manecillas locas y el lanzallamas, por lo que el niño se incorporó extrañado. De lado izquierdo a su cama algo tocaba la ventana, el niño jadeó en voz alta. No era un águila de Dumstrang.

Era una lechuza.

El gran salón estaba a rebosar de gente, el ambiente festivo y la desafinada gaita de Sven llenaban el lugar. Usualmente pasado el mediodía la gente habituaba ir ahí y tomar una cerveza, comer o simplemente convivir con sus semejantes. Estoico se hallaba en la mesa del centro bebiendo un gran tarro de hidromiel.

Hoy celebraban los nuevos iniciados en Dumstrang, su hermano Spitelout se hallaba encima de una de las mesas a la izquierda bailando con una sonrisa ebria en el rostro, pues a pesar de que su vástago contaba con una gran fuerza, nunca demostró grandes habilidades en la magia. Y tal pareciera que Estoico lo había invocado con un hechizo, porque el niño llegó corriendo a trompicones hacia él.

— Disculpe Jefe —, habló Snotlout con falsa modestia. — He de informarle una terrible noticia señor —, la mirada preocupada de Estoico se hizo presente, y el silencio reino en el gran salón. — Mi querido primo no recibió una carta de Dumstrang, me temo —, dijo, tratando de contener la sonrisa y aparentar una cara preocupada.

Pero las puertas se abrieron nuevamente antes de que el jefe de Berk pudiese contestar, era Hiccup, con la mirada pérdida y una pequeña sonrisa adornando sus labios. En sus manos sostenía un sobre de pergamino escrito en tinta verde. Estoico sonrió ante la visión.

— ¡Papá! —, gritó el niño emocionado. — ¡Estoy en Hogwarts! —, dijo y le entregó la carta y el sobre a su padre como prueba.

El sobre decía:

Estimado señor Hiccup Horrendous Haddock III

Cabaña Haddock

Berk, Archipiélago, Islandia.

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Directora: Minerva McGonagall

(Orden de Merlín, Segunda clase, Miembro Honorario de la Confederación Internacional de magos).

Estimado señor Haddock:

Tenemos el placer de informarle que dispone de un puesto en el colegio Hogwarts de magia. Por favor observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el primero de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de Julio.

Muy cordialmente

Filius Flitwick.

Director Adjunto.

Y anexado a la carta estaba la lista de útiles escolares.

Al terminar de leer Estoico abrazó al niño fuertemente revolviéndole el cabello. — Igual que tu madre hijo —, dijo con un tono de voz que su hijo nunca escuchó antes, orgullo.

La sala estalló de nuevo en gritos de júbilo y la desafinada gaita volvió a sonar, Hogwarts era una prestigiosa escuela, cuyos magos egresados habían hecho historia en el mundo, para bien o mal. Valka la madre de Hiccup, estudió ahí, y Estoico no podía evitar sentir satisfacción al saber que su hijo compartiría al menos ese vínculo con ella.

La sonrisa extasiada del niño se sintió a rebosar, aferrando la carta contra su pecho, Hiccup se sintió aceptado entre el júbilo y los cantares, y su buen humor creció aún más al observar a Snotlout apretar los dientes, enojado.

Hogwarts le esperaba.

Fin de la primera parte del prólogo…


Aclaraciones: Llevo meses dudando si seguir con este proyecto o no, pero me he decidido a publicarlo así que espero que todo salga bien.

Según yo y mis cálculos pottercianos, tengo entendido de que las cartas de Hogwarts deben mandarse en algún momento en los meses de junio y julio, esto principalmente porque en Harry Potter y la piedra filosofal, a Harry le llegan las cartas por primera vez después de su castigo, es decir, cuando comenzaron las vacaciones de verano. Lo que generalmente es a mediados o finales de junio.

Por lo que en mi fic se respetara esta teoría, porque francamente si naciste a finales de septiembre que joda que tu carta llegue y tengas que esperar todo un año para ir.

No tengo idea de cómo lucen las cartas de Beuxbatons o las de Dumstrang pero ahí las tienen.

¡Feliz año nuevo!