El joven francés estaba leyendo algunas historietas en el sofá de su casa cuando su madre se acercó a él, aspirando el piso y escuchando música a un volumen que, seguramente, hasta los vecinos escucharían; cosa extraña pues llevaba audífonos. Jean, algo molesto, cerró la historieta y miró a su madre con el entrecejo levemente fruncido. — Mamá... Mamá... — Comenzó a llamarla, pero gracias a los cascos era en vano. — ¡Mamá!

— Oh, Jean, lo siento cariño. ¿Qué ocurre?

— ¿Puedes callar ese ruido? Intento leer.

— ¿"Ruido"? Es música, Jean. Como la que tú escuchas.

— ¡Já! Claro, lo que yo escucho es un poco mejor que eso. — En su rostro tenía su tan típica sonrisa. Luego de una leve discución de qué era mejor y qué no su madre bufó algo molesta, preguntándose por qué era imposible argumentar algo con si hijo sin que éste tuviera la última palabra porque tiene el don de discutir hasta quedarse sin voz.

— Sólo levanta los pies y déjame aspirar. — Volvió a colocarse los cascos y siguió; el rubio por su parte se cubrió la cara con la historieta que estaba leyendo, y minutos después se quedó dormido.

Un par de horas después se levantó; tallándose los ojos y bostezando fue a la cocina por algo de comer y encontró una nota en la mesa. "Salí al mercado, vuelvo en un rato". La dejó ahí y simplemente comenzó a esculcar el refrigerador hasta que encontró un pedazo de pastel, devorándolo casi inmediatamente.

— Aunque tu no quieras, y aunque yo no quiera... tal vez con el tiempo, nos encontremos... — Comenzó a tararear el chico hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, sacudiéndo la cabeza y dándose una bofetada mental por ello. Se dirigió a su habitación cuando pasó por la de su madre y encontró el pequeño reproductor con los audífonos a un lado y pensó un segundo. — ... Bah, ¿qué más da? Estoy solo después de todo... — Tomó el aparato y escuchó la canción que estaba puesta hasta que escuchó un auto estacionarse. Dejó todo como lo encontró y corrió hasta su cuarto, echándose en la cama y tomó su teléfono para aparentar.

— ¡Jean, Volví!

— Hola. — Fue lo único que respondió, levantando la vista aparentando indiferencia.

Y así pasaron un par de semanas más, Jean escuchando a ese artista a escondidas de su madre porque sería un enorme "te lo dije" por parte suya, seguramente a ella ya se le había olvidado el tema. Otro día más, ella tuvo que salir y Jean se quedó solo, y la rutina se repitió: Tomó su telefono, abrió youtube y buscó por alguna canción y eligió una que tenía rondando en su cabeza desde hace un par de días.

Como de costumbre, comenzó a cantar, pero gracias a que tenía el volumen extremadamente alto no escuchó la puerta abrirse.

— Hoy que tu estas conmigo, yo no se si esta pasando el tiempo o tu lo has detenido. Así quiero estar por siempre, aprovecho que estas tu conmi-! M-Mamá... ¿N-no te habías ido...? — Tenía la cara más roja que la bufanda de Mikasa.

— Bueno, olvidé mis llaves así que volví. Así que, ¿lo que tú escuchas es mejor, eh? — Su madre tenía una sonrisa ladina que parecía jamás se iba a desvanecer; era un más que obvio "te lo dije" expresado sin palabras, el peor que Jean había recibido en su vida.

— B-Bueno yo... yo quería... yo estaba... ahm... — No tenía ninguna excusa para esto, y la sonrisa que tenía su madre sólo hacía que se sintiera el doble de avergonzado. Pobre Jean, esperemos que haya aprendido su lección.

— Sé perfectamente lo que hacías. La próxima vez no pongas el volumen tan alto, cualquiera podría entrar por esa puerta.

— ... Te maldigo Juanga.

Pobre, pobre Jean.


No me hagan bowling(?). MISHA, ESPERO TE GUSTE, TUVE QUE SOPORTAR A MI MADRE CANTANDO(?).