Hola de nuevo mis amados y fieles lectores. Aquí me reporto nuevamente con un nuevo proyecto de long-fic para ustedes.
Para quienes siguen mi pag en Facebook, si bien dije que subiría este proyecto antes del 15 de Marzo, no pude hacerlo. ¿Por qué? Mi Internet se fue al carajo!
Pero ahora ha regresado y finalmente podré subir este primer capitulo para ustedes.
Y sin más que decir… a leer!
1- El reencuentro
Caminaba tranquilamente hacia su casa. Aquella modesta tienda de juegos en la cual había crecido desde el primer día de su existencia.
Se había despedido de sus amigos unas calles antes, como era la costumbre. Iba a paso lento, con la mente sumergida en un océano de pensamientos vinculados a su futuro… y a sus recuerdos. Todas sus experiencias lo habían llevado a buscar alguna alternativa que lo acercara a aquellas memorias.
Arqueología.
La misma elección que había hecho su abuelo.
Aunque aun no tenía nada decidido. Era solo una alternativa de varias.
Pero aquello que lo hacía estancarse sobre aquella decisión, era que ese futuro ya no se podía decir que se encontraba muy lejos: pues estaba a tan solo unas semanas de graduarse de la preparatoria.
Si ¡Semanas!
Con 17 años, tenía toda una vida por delante, y si era sincero consigo mismo, tenía miedo.
¡Demonios! Ser adolescente era la mayor de las travesías de la vida, incluso aun más grande y difícil que enfrentarse a cualquier Yami no Game.
Levantó la mirada que había mantenido absorta en sus zapatos y se concentró en admirar la belleza del cielo azul, totalmente despejado, a pesar de que debido al mes y la estación presente, el frío era el encargado de imponer su dominio. Pero al parecer, el clima estaba de buen humor.
Sonrió con inocencia, rasgo de su personalidad que aun se mantenía vigente.
Transcurridos algunos minutos, llegó a la puerta de su hogar. Luego de girar la perilla de la puerta, logró ingresar al interior, encontrándose con el ya acostumbrado ambiente: escaparates exhibiendo variados juegos de mesas y en la pared detrás del mostrador, otra puerta que le permitía ingresar a los interiores de su casa.
- ¡Abuelo, ya llegué! – gritó al aire, rompiendo el silencio. No le sorprendió mucho que nadie le respondiera a su "saludo". Se apartó un mechón de cabello rubio que cubría uno de sus ojos y avanzó por aquel corto pasillo. Estaba en eso, cuando la puerta a la cual se dirigía se abrió en menos de un parpadeo.
- ¡Yugi! – una voz aguda lo saludó. Unos pasos dando pequeños saltitos fueron acompañando aquella voz.
- ¿Eh? – el tricolor no alcanzó a reaccionar, cuando sintió unos brazos rodear su cuello y un cuerpo apegarse al suyo con fuerza. Perdió el equilibrio de inmediato y cayó de espaldas, golpeándose la cabeza. Exclamó un quejido de dolor apenas audible mientras la persona desconocida seguía abrazándolo.
- ¡Como te extrañé, darling! – rió aquella voz. El abrazo que mantenía atrapado al joven se intensificó.
Yugi se petrificó de la sorpresa cuando logró escuchar de forma más atenta.
Esa voz, esa forma de recibirlo, ese apodo dicho de forma tan dulce…
- ¿Re-Rebecca? – balbuceó sin moverse de su incómoda posición en el suelo.
- Hola de nuevo – respondió ella suavizando su abrazo. Él se incorporó, sentándose sobre sus rodillas, consiguiendo que ella se apartara, pero no acortó demasiado la distancia.
- ¿Qué… qué haces aquí? – interrogó mientras la miraba confundido.
- Vine a verte, por supuesto – respondió ella con expresión alegre – Hace muchos meses que no sé nada de ti.
- No había notado cuanto tiempo ha pasado – confesó Yugi un tanto avergonzado.
Miró detenidamente a su amiga por unos segundos. Llevaba su largo cabello rubio liso suelto hasta la cintura, sus ojos verde agua seguían siendo tan dulces y profundos. Las facciones de su rostro seguían siendo muy similares, aunque algunos rasgos se habían acentuado, resaltando un poco más su belleza natural. Vestía una blusa blanca sin mangas y una falda negra acompañada de unas calzas moradas y zapatillas blancas.
- ¿Pasa algo? – inquirió Rebecca al sentir la cálida, pero curiosa mirada del joven recorrer su figura en desarrollo.
- ¿Eh? – Yugi despertó de su breve ensoñación, solo para responder con prisa - ¡Ah, no! Es que…
- ¿Si? – ella insistió para que concluyera la frase.
El tricolor se mordió el labio inferior en señal de nerviosismo por las dudas. Pues no sabía que responder con exactitud. Si era sincero, le parecía que se veía realmente hermosa, incluso aun más que antes. No sabía si era por los cambios físicos poco perceptibles en ella o por el hecho de que llevaba un largo tiempo sin verla.
O ambas cosas.
Pero no quería que ella malinterpretara sus palabras y se sintiera ofendida, o peor aun, que lo tomara por un pervertido.
- Te ves… diferente – murmuró sintiéndose aun más estúpido.
"Buen trabajo Yugi Muto, fue brillante" ironizó mentalmente a modo de regaño contra si mismo.
Rebecca lo miró con expresión neutral. Pues esperaba otra clase de respuesta. Tal vez un cumplido. Y aquella frase no le decía las cosas con claridad.
- Supongo – contestó finalmente. Parecía que ya no tenían de qué hablar o que temas tocar. Pues un silencio abrupto los envolvió sin su consentimiento.
- Bueno… – Yugi se levantó del suelo y sacudió con cuidado el polvo que se había impregnado en su ropa –…creo que es mejor que vayamos adentro – le ofreció una mano a la chica que aun seguía sentada en el suelo.
- Si – ella le sonrió ampliamente mientras tomaba aquella mano con la suya, incorporándose con rapidez.
- Mi abuelo está hablando con el tuyo – agregó ella – Parecen un par de niños.
Yugi rió levemente ante ese comentario. Porque sabía que era cierto.
Ambos se dirigieron a la puerta tras el mostrador, ingresando así al living de la casa. En este, dos hombres mayores conversaban animadamente.
- ¡Abuelo! – exclamó el adolescente.
- Yugi, no me di cuenta de que habías llegado – lo saludó el aludido a la vez que se disculpaba por su distracción.
- Descuida – respondió Yugi haciendo un ademán con la mano.
- Yugi-kun, ha pasado mucho tiempo – lo saludó el profesor Hopkins mientras se levantaba del sofá donde se encontraba sentado y se acercaba al tricolor con una sonrisa. Ambos estrecharon sus manos.
- No me dijiste que tu nieto había crecido – habló el arqueólogo mientras miraba de reojo a su viejo amigo. Ante el comentario, Yugi se rascó con nerviosismo su mejilla.
- La verdad no había notado eso – se excusó Sugoroku. Rebecca rió suavemente ante aquella situación y se aferró del brazo de Yugi. Este solo se puso aun más nervioso.
- No tenía idea de que vendrían de visita – dijo el tricolor.
- Queríamos que fuera una sorpresa – explicó la menor sin soltar a Yugi.
- ¿Y dónde se están alojando? – preguntó Sugoroku mirando fijo a su colega.
- Acabamos de llegar a Ciudad Domino – explicó el señor Hopkins – Pensábamos alojarnos en un hotel que está en el centro de la ciudad.
El señor Muto lo miró con expresión pensativa durante algunos segundos, como si tuviese cuidado ante lo que iba a sugerir. Finalmente relajó las facciones de su cara, dando a entender que había tomado una resolución.
- No creo que sea necesario, Arthur – habló finalmente.
- ¿Cómo? – el otro arqueó una ceja en señal de confusión al no comprender las palabras de su amigo.
- No es necesario que busquen donde alojarse – explicó Sugoroku – Pueden quedarse aquí.
Esas palabras… ¡Esas tres simples palabras! Desataron una cadena de expresiones que solo coincidían en la sorpresa ocasionada. Arthur adquirió un semblante asombrado y hasta algo incrédulo. Rebecca sonrió ampliamente, embargada por la ilusión y la emoción. Sus luceros verde agua brillaban de felicidad. Acceder a esa petición solo significaba una cosa para ella: permanecer aun más tiempo al lado del príncipe de sus sueños.
Por otra parte, Yugi parecía anonadado ante la sugerencia. Podía jurar que hasta sus pupilas se habían encogido. La idea de que la chica se quedara en su casa le generaba un conjunto de sensaciones contradictorias. Y eso no era lo que lo exasperaba, sino el mero hecho de desconocer el origen de cada una de sus emociones en ese momento. Era una fusión entre extrañeza, ansiedad, felicidad, cierta incomodidad, ilusión…
Incluso miedo.
¡Por el amor a Ra! ¿Por qué esa ultima desagradable emoción era causada ante la posibilidad de que Rebecca se alojara por un tiempo en su casa?
- ¿Yugi? – la voz de la susodicha lo expulsó de sus pensamientos internos.
- ¿Eh? – la vergüenza cubrió el rostro del tricolor – L-Lo siento ¿Me hablaron?
- Pues si Yugi-kun – respondió el profesor Hopkins mirándolo con cierta gracia – Dije que había aceptado la invitación de tu abuelo. Nos quedaremos hasta la quincena de Marzo.
- Y-Ya veo – respondió el joven con algo de torpeza.
- ¿No es maravilloso, darling? – comentó Rebecca con voz cantarina aferrándose al brazo izquierdo de Yugi - ¡Podremos pasar mucho más tiempo juntos!
- Eeehhh… supongo – comentó este, muy nervioso.
Sugoroku notó un ligero cambio en la actitud de su nieto cuando Rebecca se había aferrado a él e incluso cuando ella manifestó abiertamente su entusiasmo de estar bajo el mismo techo que el tricolor.
Había notado un cambio similar cuando habían asistido al Gran Campeonato de Kaiba Corporation. Creyó que había sido alguna exageración suya, pero al parecer, estaba equivocado. A primera vista, su nieto parecía nervioso con la presencia de Rebecca, aunque…
Eso podía ser una respuesta a otra clase de "sentimientos".
Prefirió callar sus sospechas y más adelante confirmarlo personalmente con su nieto.
- Yugi – llamó al joven – Lleva a Rebecca y al profesor Hopkins a la habitación de huéspedes…
- Deja que mi nieta se quede con esa habitación – interrumpió Hopkins a su viejo amigo – Después de todo, ella necesita su espacio personal. Y es muy exigente respecto a eso…
- ¡Abuelo! – se quejó Rebecca haciendo un puchero. No le gustaba que su abuelo expusiera tan abiertamente sus mañas. Eran asuntos personales. Sintió una vergüenza horrible que causó un vacío en su estómago.
- ¿Entonces, donde dormirás Arthur? – inquirió el señor Muto algo preocupado.
- Supongo que el sofá de la sala es mi única opción – respondió el interrogado.
- Creo que otra no queda – respondió el abuelo de Yugi, haciendo una mueca y llevando un dedo a su mentón – A menos que Yugi estuviera dispuesto a compartir su habitación con Rebecca.
- ¡¿Eeeehhhh?! – exclamó de golpe el tricolor ante la descabellada idea de su abuelo. Miró de reojo a Rebecca, notando como su antes alegre expresión cambiaba a una llena de vergüenza y hasta enfado.
- ¡P-Por supuesto que no! – tartamudeó la rubia negando frenéticamente con la cabeza - ¡N-No quiero invadir la privacidad de Yugi!
Esa respuesta se había oído algo… forzada. ¿Acaso era una mentira piadosa?
- Está bien. Solo bromeaba – mintió Sugoroku. Su nieto lo miró con reproche y un dejo de sospecha.
- Ayudaré a Rebecca a llevar sus cosas a la habitación – habló finalmente Yugi intentando ocultar su creciente molestia. Su abuelo asintió con la cabeza. Así, el tricolor y su rubia amiga se retiraron del living, rumbo a las escaleras que daban al segundo piso. Pues al pie de estas se encontraba el equipaje de los invitados.
Una vez que ambos desaparecieron de la vista de los dos hombres mayores, uno de ellos intentó reprimir una carcajada.
- ¿Dé qué te ríes? – preguntó Arthur arqueando una ceja.
- No es nada importante – disimuló Sugoroku – Solo… recordé algo.
El otro arqueólogo no insistió en el asunto, pero tuvo la ligera sospecha de que su camarada se traía algo entre manos. Y ese algo, tenía relación directa con Rebecca y Yugi.
Optó por quedarse callado y no insistir. Conocía demasiado bien a Sugoroku. Llevaban muchos años siendo amigos, y sabía que tarde o temprano le contaría sus planes.
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El tricolor subió con cuidado las escaleras, mientras cargaba en sus brazos la pequeña y ligera maleta color turquesa de su amiga. Esta iba detrás de él, asegurándose así que el chico no fuera a dar un paso en falso y cayera de espaldas. Se sentía algo culpable, pues Yugi, además de cargar con la maleta, llevaba la mochila de la escuela en su espalda. Doble trabajo para él.
- ¿Estás seguro de que no quieres que te ayude? – preguntó por segunda vez.
- Descuida – aseguró Yugi – No es nada. Además… tu maleta no pesa casi nada.
No mentía.
El equipaje de Rebecca era bastante ligero. Supuso que el famoso rumor de muchos hombres que aseguraban que a la hora de viajar, una mujer metía prácticamente todo lo que tenía en el armario, era falso. Era eso o esa situación no era el caso de su amiga.
Finalmente llegó al final de las escaleras. Dejó la maleta en el suelo y se apoyó en sus rodillas, soltando un jadeo de cansancio.
- Te cansaste – la pequeña rubia apareció detrás de él. Dio un respingo al escuchar su voz.
- ¿Eh? ¡No! – contestó apresurado – Solo estaba tomando un respiro.
Rebecca suspiró con resignación. Parecía que Yugi era bastante gentil y servicial, pero también algo terco.
Dos nuevos puntos que anotar acerca de su amor platónico.
- Mi turno – dijo mientras cogía la maleta - ¿Cuál es la habitación que mencionó tu abuelo?
- Es aquella que está al fondo – indicó Yugi, señalando al fondo del corto pasillo – La ultima puerta.
- Ya veo – respondió Rebecca de manera afirmativa a la indicación.
- Mi habitación está al lado – el tricolor apuntó con el dedo índice una puerta anterior a la que había señalado primero.
- ¿De veras? – los ojos de la menor parecían brillar de la emoción. Yugi arqueó una ceja sin entender el por qué de su repentina felicidad.
- Si… ya sabes, por si necesitas algo – explicó con desinterés.
- ¡Gracias! – respondió la chica de ojos verde agua mientras empuñaba sus manos colocándolas a la altura de su pecho en señal de entusiasmo. Tras aquella acción, volvió a recoger su maleta y caminó hacia el cuarto que le correspondía, dando pequeños saltitos de entusiasmo.
Yugi no pudo evitar suavizar su mirada ante el comportamiento de su amiga. Si bien era cierto que Rebecca ya era una chica universitaria y demostraba una gran lucidez, tanto en conocimiento, ideas e incluso en sus estrategias de duelista, aun era una chiquilla de ya 13 años, por lo que aun conservaba el entusiasmo, cierta inmadurez e inocencia de una niña.
Tenía que reconocerlo. Esos rasgos le gustaban.
Guardó una risilla mientras se quitaba la mochila de la espalda y la tiraba al suelo, a los pies de la puerta de su habitación, para después ir con Rebecca, quien ya había ingresado a la habitación de huéspedes.
- ¿Te parece bien? – inquirió apareciendo detrás de ella.
- Por supuesto – contestó la menor, volteando a verlo. Él sonrió con disimulo.
Ambos se quedaron en silencio y su única acción fue mirarse mutuamente, reconociendo los rasgos del otro. Admirando los ya existentes y descubriendo los nuevos.
- Darling – lo llamó ella por aquel apodo peculiar.
- ¿Mmmn? – el aludido la miró a los ojos.
- ¿Estás… feliz de que haya venido a verte?
El semblante de Yugi adquirió un dejo de asombro al percibir cierto nerviosismo en la pregunta de la rubia ¿Acaso tenía miedo de que él se sintiera molesto con su presencia?
- La verdad… no me esperaba que hubieras llegado – carraspeó al sentir su garganta cerrarse – pero, estoy feliz de volver a verte, Rebecca.
La chica sonrió ampliamente ante la respuesta del tricolor, sintiendo como la opresión en su pecho ocasionada por el miedo fantasma a una respuesta negativa se iba desvaneciendo.
- Me alegro mucho por eso – musitó.
- ¿Y qué hay de la universidad? – quiso indagar el chico – Digo, yo creí que aun tenías clases.
- Eso es cierto – afirmó Rebecca – pero aun así conseguí hacerme un tiempo para descansar y venir aquí. Supongo que aun siendo universitaria, el hecho de tener de 13 años hace que te agotes con más facilidad, pero creo que me dio cierta ventaja para poder ausentarme – sonrió con orgullo – Además, soy una estudiante destacada. No creo perder el hilo de mis clases solo por ausentarme por un tiempo corto.
Aquellas palabras, llenas de seguridad y con un dejo de orgullo y presunción, causaron que el tricolor sonriera con derrota. Recordó la primera vez que ella mencionó ser una universitaria. Había usado casi exactamente las mismas expresiones y hasta el mismo tono de voz.
Excepto que aquella vez… no pudo notarlo con tanta atención debido a la delicada situación que estaba enfrentando.
- ¿Qué hay de ti? – ahora le tocó a ella hacer las preguntas.
- ¿Eh? – el tricolor alzó una ceja.
- Por lo que tengo entendido, te gradúas este año de la preparatoria – explicó Rebecca.
- Si, es cierto – confirmó Yugi, aunque su voz se desganó levemente – En la quincena de Marzo ocurrirá eso.
- ¡Debes estar emocionado! – exclamó la rubia con aire infantil - ¡Pronto irás a la universidad!
- Supongo – musitó él, bajando la mirada.
- ¿Yugi? – la abrupta transformación de la actitud del aludido no pasó desapercibida para la menor. Se acercó un poco más a él - ¿Ocurre algo malo?
- No. No es eso – Yugi negó con la cabeza – Estoy bien.
- Lo siento, creo que hablé de más – se disculpó la chica con expresión culpable.
- No, no me malentiendas – se apresuró a explicarse el tricolor. Alzó la mirada, encontrando la de ella – No has dicho nada malo. Es solo que…
Torció la boca en señal de desesperación y frustración. La idea estaba en su cabeza, pero manifestarla al exterior era el desafío.
- No tienes que decirlo si no quieres – habló Rebecca con expresión tranquila.
- ¡Quiero explicarte! – soltó el tricolor con molestia – Pero…
Quería explicarle el por qué de su actitud algo reacia a la idea de ir a la universidad. Necesitaba hacerlo, pero… ¡Uuuugghhh!
¡No tenía ni idea de donde empezar!
Tenía muchas cosas en la cabeza. Tantas ideas, tantas opciones, tantos planes, tantas decisiones… tantos sueños. Un futuro que construir.
¿El problema? No sabía cual sería su primer paso.
Sus pensamientos se disiparon al escuchar una suave risa femenina rozar sus oídos.
- No te sientas presionado – habló Rebecca con una sonrisa – Cuando quieras, puedes hablar conmigo.
- Rebecca – el tricolor intentó disimular su asombro ¿Acaso ella había notado el caos interno que tenía acerca de su futuro?
- Lo comprendo – agregó ella. Para terminar sonrió con dulzura. Yugi le correspondió.
Un silencio nuevo volvió a brotar entre ambos. Al parecer, ya se estaba volviendo una costumbre.
- Supongo, que necesitas desempacar – el tricolor cambió el tema y rompió el silencio al mismo tiempo.
- Eso creo – dijo Rebecca jugando con un mechón de su cabello.
- Entonces… estaré en mi cuarto por si necesitas algo – dijo él y dando media, se dirigió a la puerta y salió por esta, cerrándola detrás de si.
Al cabo de unos segundos, Rebecca se acercó a la puerta y apoyó su oído contra esta. Ni un solo ruido se escuchaba en el exterior. Se apartó un poco y apoyó su espalda contra la espalda, deslizándose paulatinamente hasta acabar sentada en el suelo. Cerró los ojos y una sonrisa se trazó en sus labios, a la vez que un intenso rubor le coloreaba las mejillas. Su corazón latía completamente desbocado. Inhaló y exhaló profundamente, volviendo a descubrir sus orbes color verde agua.
Sentía que en cualquier momento sufriría un ataque cardiaco. ¡Ra! ¿Cómo era eso posible?
Claro, no necesitaba pensarlo demasiado. Después de todo, lo que le ocurría con Yugi era algo que provenía de su corazón, ciego a cualquier razonamiento del cerebro.
Así son los sentimientos. Fuertes, duraderos y ciegos. Y lo que ella sentía por aquel dulce chico solo respondía a un sentimiento definido en una palabra: amor.
Al mismo tiempo que la menor intentaba calmar su agitado corazón y no soltar un grito de la alegría que la estaba desbordando, en la habitación de Yugi, el tricolor se encontraba sentado al borde de su cama, con la mirada fija en sus pies que reposaban inertes, apoyados en el suelo. Su mente era… un caos absoluto.
De por si, ya tenía muchas dudas sobre su futuro. Y a esas alturas de su vida, ya debía al menos una idea sobre lo que iría a hacer con su porvenir. Pero, no era capaz de decidirse todavía.
Y ahora…
¡No! No era que le desagradara la compañía de Rebecca. De hecho, le sentaba muy bien. Aun cuando muchas veces la rubia era algo empalagosa. Pero…
Su confusión nacía producto de otros motivos. Si bien era cierto que ambos no se veían muy seguido, no podía evitar sentir cierto nerviosismo cuando estaban cerca. Aunque eso le pasaba generalmente cuando estaba cerca de una mujer, excepto Anzu por ser amigos de la infancia, por alguna razón, esas sensaciones se sentían diferentes. Eran iguales, pero a la vez… diferentes.
Suspiró pesadamente y se dejó caer de espaldas sobre su cama, cerrando los ojos.
Habían sido demasiadas emociones por un día.
Necesitaba descansar.
Y… primer capitulo concluido ¿Qué les parece?
Si mis lectores, esta historia será un dulce Replayshipping, pero ni sueñen que todo será color de rosa, porque los protagonistas no son una pareja, sino ¡un triangulo amoroso!
Así es, cosas realmente complejas se nos vienen, no solo en un ámbito amoroso, sino también en un periodo de cambios para nuestro querido Yugi.
Como primera aclaración, esta historia ocurre tiempo después de la partida de Atem (Si, me sigue doliendo).
Y para aclarar dudas… este fic se puede ahora considerar una "Continuación Alternativa", debido a que los eventos que ocurran en "The Dark Side of Dimensions" no serán parte de la trama. ¿Por qué? Muy simple: Rebecca no pertenece al manga (¡¿Por queeeeeeé?!) y como ahora ella es una de las protagonistas en esta historia, habrían muchos enredos si incluimos los eventos de la película.
Pero en fin, luego de esta breve explicación, solo queda esperar una futura actualización xD.
¿Qué esperan que pueda ocurrir en el próximo capitulo?
Saludos!
