Cambiar de ciudad es siempre algo difícil, y más si lo haces sola. Ese día había sido demasiado estresante para Tashigi, su pequeño nuevo apartamento estaba repleto de cajas de la mudanza que habían ido dejando los trabajadores esa misma mañana, poco después de que ella llegara. Estaba sentada en una silla, con las piernas y brazos cruzados, mirándolas fijamente. En ese momento se dio cuenta de que tenía demasiadas cosas acumuladas y que se las había llevado todas sin hacer una selección previa. Sus padres siempre le decían que era demasiado impaciente y poco previsora, y en aquellos momentos suspiraba porque no le quedaba más remedio que darles la razón.
Se levantó de la silla y se agachó junto a la caja más cercana para abrirla. Si iba a comenzar una nueva vida allí, también iba a prescindir de todo lo que no le hiciera falta, y qué mejor momento que aquel en el que todavía no había organizado nada. Sacó varios libros del interior del paquete y los ojeó detenidamente, eran los tomos de su preciada enciclopedia sobre tipos de espada y su cuidado. La podía encontrar perfectamente en internet y no ocuparía así espacio, salvo algunos megas en su ordenador, pero le tenía mucho cariño a aquella colección, ya que había sido decisiva en la elección del camino que había tomado en su vida. Definitivamente era algo que no podía tirar así como así.
Siguió abriendo más cajas y se alegró de ver que había material que no necesitaba para nada y del que podía prescindir sin problemas. Viejas sábanas, toallas, algunas ropas que le hacían preguntarse por qué estaban todavía en su armario y cosas similares. Decidió aprovechar las cajas para empacarlas de nuevo y buscó desde su teléfono móvil el número de alguna organización benéfica a la que seguro le vendrían mejor todas esas cosas que a ella. Se alegró de que le cogieran el móvil a la primera y concretó una hora para que recogieran los bultos. Sólo con organizar las cosas de las que quería prescindir ya había perdido toda la mañana.
La hora de la comida se le había echado encima y no le había dado tiempo a ir a comprar víveres para abastecer su despensa y su nevera, pero aun así tenía suerte de tener intacto un pequeño bento que había llevado para el camino. Tashigi se alegró y dio gracias por aquel pequeño golpe de suerte. Su cocina era escueta, bastante básica, pero al menos tenía una pequeña mesa y dos sillas para comer allí, lo que le ahorraría tener que ensuciar otras partes de la casa. Rellenó un vaso con agua fría y empezó a comer en el más riguroso silencio. Se sentía extraña con un piso, aunque fuera pequeño, para ella sola. Aquel cambio de ambiente no había sido repentino, su nuevo reto laboral la había llevado a esa ciudad, a ese apartamento. Podía haber dicho que no, pero su conciencia y su compromiso social no la habrían dejado vivir en paz el resto de su vida. La razón por la que estaba ahí era importante, y ella lo sabía. No se demoró mucho en la comida, no tenía tiempo que perder con toda la casa patas arriba y sólo lo que quedaba de tarde para terminar de arreglar las habitaciones, ya que a la mañana siguiente empezaba su primer día de trabajo y era consciente que cuando empezara no tendría absolutamente nada de tiempo para cualquier otra cosa. Se levantó de la silla, limpió el bento, los cubiertos, el vaso, y se sumió de nuevo en la tarea que tenía pendiente.
Caminó hacia su cuarto, el único que había en el apartamento, y suspiró porque aún le quedaba por guardar absolutamente todo con lo que había decidido quedarse. Sacó del interior de sus maletas su ropa y la dejó encima de la cama. Abundaban las camisas con estampados florales y los pantalones vaqueros. Tenía muy pocos vestidos, y aún menos faldas. Aunque tenía una figura envidiable y muy tonificada por el ejercicio y por su trabajo, solía ser una chica bastante escueta a la hora de vestir. Quizás se debía a su personalidad introvertida, ya que no le gustaba destacar mucho, y si tenía que hacerlo, prefería que fuera por su esfuerzo y sus aptitudes antes que por el deseo que otros pudieran mostrar por su cuerpo. Tampoco abundaba su ropa en general, por lo que la ordenó en su armario con bastante rapidez.
Lo que sí le daba auténtico dolor de cabeza era ordenar todo lo referente al papeleo. Una parte importante de su trabajo constaba en realizar detallados informes, por lo que siempre se encontraba desbordada de cuestionarios, fotografías e información catalogada. Tenía suerte de tener un escritorio en el salón para amontonar ordenadamente todos los papeles y organizar el material de oficina. Era una tarea ardua y que requería de mucho tiempo, pero sabía que si lo hacía bien, eso le facilitaría mucho la vida cuando se incorporase de nuevo al trabajo. Aprovechó de paso para releer los informes por encima y refrescar toda la información que le iba a ser muy necesaria a partir del día siguiente.
La tarde pasó para ella igual que la mañana, tan rápida que apenas se había dado cuenta. Después de ordenar el escritorio hizo su cama, organizó el baño y la cocina y le dio su toque personal al salón de la casa. Estaba casi todo en su sitio, sólo faltaba el último detalle, colocar el objeto más preciado con el que contaba. Sacó de su cuarto un estrecho pero larguísimo estuche de oscura madera y lo depositó en la mesa del salón. Abrió los dos cierres con cuidado y dejó a la vista en contenido de su interior, una hermosa katana de color blanco y verde brillante. La cogió con su mano derecha, la desenvainó, y dejó que los anaranjados rayos de sol destellasen sobre el magnífico y afilado borde. Nunca se cansaba de admirar el hermoso acabado de su espada, la majestuosidad de su porte. Era su más preciado tesoro, era la representación de su esencia, la materialización de su deseo. La envainó de nuevo y la colocó en un labrado expositor, justo en el centro de la mesa.
Una vez acabado ese último detalle, Tashigi se dejó caer pesadamente sobre el sofá. Estaba cansada, pero se sentía agobiada después de haber pasado todo el día entre esas cuatro paredes. Necesitaba desconectar un rato, así que decidió salir a correr a un parque cercano a su casa, y ya de paso empezar a familiarizarse con la nueva zona. Entró de nuevo en su cuarto, abrió el armario y cogió unas mallas de color negro muy ajustadas y una camiseta olímpica de color burdeo. Se sentó sobre su cama y se ajustó las zapatillas de deporte. Tenía una larga y brillante melena azulada que se recogió en una coleta alta para que no le molestara mientras trotaba. Se sentía indecisa entre la idea de salir a correr con gafas o dejarlas en casa porque era probable que se tropezara con un bordillo. Tashigi, además de impulsiva, era también muy torpe, y siempre se había gastado mucho dinero en gafas por culpa de eso. Ahora que se había independizado y tenía un sueldo tan escueto para tantos gastos, debía de ser más cuidadosa. Decidió que por ser el primer día lo mejor era ir con ellas puestas, quería quedarse con los detalles del lugar lo antes posible. Salió de su cuarto y se dirigió con paso decidido hacia la puerta de la entrada.
El parque estaba sólo a unas calles de su edificio, apenas a unos diez minutos. Cuando llegó a las inmediaciones, el sol se había puesto por completo y la noche caía sobre la ciudad. Las calles estaban ya poco concurridas, pero el parque parecía un desierto. No era de ese tipo de parques donde abundaba la vegetación, más bien al contrario. Había una gran extensión de césped y por el medio un camino embaldosado, con pequeños árboles a cada lado a los pocos metros. Estaba también escasamente iluminado, apenas había farolas, lo que le daba al lugar un aspecto aún más lúgubre y solitario. La chica atravesó la puerta de aquella zona ajardinada y sintió una sensación extraña, un mal presentimiento. Había algo que no le gustaba en el ambiente, se sentía incómoda y sólo tenía ganas de volver hacia su casa. Sabía que su instinto rara vez fallaba, pero quizás aquella sensación de debía a que todo era nuevo a su alrededor y era normal sentirse así. Se auto-convenció y se acercó a un banco cercano para hacer algunos estiramientos justo antes de empezar a correr. Todo estaba en un sepulcral silencio, a veces interrumpido por el ruido de algún coche o del viento aullar. Respiró hondo varias veces y comenzó con su carrera.
Lo que más le gustaba del ejercicio era que podía pensar sin estrés y con tranquilidad. Estaba contenta de haber alcanzado su meta profesional con tan solo 23 años, pero se sentía nerviosa por saber qué le deparaba aquella ciudad. La mañana siguiente comenzaría su primer día de trabajo, conocería a sus nuevos compañeros y asumiría un importante papel en la misión que le había llevado hasta allí. No había sido fácil dejar todo atrás, pero el mundo se estaba tornando un lugar oscuro e inseguro y ella tenía que hacer algo para ayudar a los demás. Así había pensado siempre y así iba a seguir actuando.
Aumentó el ritmo cuando sintió que su cuerpo había entrado en calor y sus músculos habían empezado a acostumbrarse al duro ejercicio. Se encontraba tan sumida en sus pensamientos y en la rutina del ejercicio que no vio venir aquel impacto sobre su cabeza. Un fuerte y seco golpe sobre su sien izquierda le hizo caer pesadamente al suelo, semi inconsciente.
- D-después de todo… tenía que haber dejado las g-gafas en casa –
Su cuerpo cayó al suelo haciendo un ruido seco, y de detrás de ella aparecieron dos hombres corpulentos que vestían ropas oscuras. Uno de ellos tenía el pelo azul grisáceo a media melena, llevaba gafas de sol y un bate de béisbol en las manos, manchado de la sangre de la chica. El otro, con la cabeza totalmente rapada y tapada con un extraño gorro con borlones, se agachó junto a ella y cogió su rostro con una de sus sucias manos.
- Tenías que haberle dado más fuerte, todavía está consciente –
- Bah, qué más da, así de desorientada no será capaz de oponer resistencia. Vamos, cógela, el jefe se pondrá contento –
- Ya te digo hermano, es extraño ver a una chica tan guapa en este parque a estas horas. ¿Te has fijado? Mira qué tetas más grandes tiene –
El matón sin cabello giró el cuerpo de la chica y acto seguido comenzó a toquetearlo. Pasó sus manos por los grandes senos, estrujándolos hasta hacerle daño. Era tan hermosa y estaba tan indefensa que no quiso pasar la ocasión de poder abusar de ella.
- Ah hermano, se me está poniendo enorme con esta tía, ¿Qué te parece si le enseñamos lo que es un hombre de verdad antes de llevársela al jefe? –
- Mmm… ¿Por qué no? No se va a dar cuenta, y de todas maneras a partir de ahora esta zorra sólo va a ser un trozo de carne. Vamos, agárrala del pelo, quiero empezar yo –
- Oi, oi, oi, ¡ha sido idea mía, así que yo soy el que se la tira primero! –
De repente, el chico con media melena agarró con fuerza el bate y lo estampó en la cara de su compañero, partiéndole la nariz. Éste soltó un fuerte quejido de dolor y se dejó caer, llevándose las manos instintivamente hacia la cara.
- ¿Se te ha olvidado que mi rango es superior al tuyo, idiota? Te he dicho que le agarres del pelo y eso es lo que vas a hacer, ¿o prefieres que te parta el cráneo la próxima vez? – Le amenazó mientras lo cogía de la pechera de su sudadera y lo levantaba del suelo con una fuerza pasmosa, para justo después lanzarlo junto al desorientado cuerpo de la chica – Vamos, haz lo que te digo –
El matón, asustado, obedeció mientras se arrastraba tras ella. La agarró fuertemente del pelo y de los brazos, inmovilizándola parcialmente. Tashigi, algo más recuperada del golpe, se percató de su desventaja. Se maldijo a sí misma por no haber hecho caso a su instinto y forcejeó para zafarse de aquel animal.
- Vaya, vaya… después de todo sí que te tenía que haber dado más fuerte, desgraciada – le dijo el rudamente el chico con gafas de sol mientras soltaba el bate e inmovilizaba sus piernas entre las suyas.
Con sus manos libres, agarró la camiseta de la chica y la rasgó con todas sus fuerzas, haciéndola girones y dejando a la vista su sujetador. Hizo una mueca obscena con su rostro, y empezó a toquetearla como justo antes había hecho su compañero. Tashigi estaba desesperada, y no dejaba de forcejear, sabía que si hubiera sido uno solo la cosa hubiera sido muy distinta, pero era imposible que se liberase de ambos. Aun así, no perdía la esperanza y se movía y gritaba todo lo que podía. El basto hombre, cansado de jugar con sus senos, decidió pasar a la acción y empezó a bajarle el pantalón.
El cuerpo de la muchacha se descompuso de puro terror. De ninguna manera podía dejar que esos tipejos la violaran, que la humillaran de aquella manera. Gritó tan fuerte que sintió cómo su garganta se desgarraba y la invadía un dolor agudo, tan fuerte que el grito le dañó sus propios oídos. Quería llorar de rabia y de impotencia, pero no iba a darles el gusto a esos dos animales. Miró al tipo del pelo grisáceo con auténtico odio y apretó las piernas con tanta fuerza que le fue incapaz de seguir bajándole la ropa. Éste, totalmente impacientado, dirigió su rostro al de la chica y se encontró con su dura mirada.
- ¿Vas a dar muchos problemas, verdad? Esta vez sí que te voy a abrir la cabeza y ya no pondrás tanta resistencia –
El sujeto dejó de forcejear con las piernas de la chica y tanteó el suelo en busca del bate de béisbol. Tashigi empezó a patalear fuertemente para evitar que lo agarrase, ya que esa era su única oportunidad para librarse de él, si finalmente lograba coger el bate no sólo la violarían, sino seguramente la matarían del golpe. De repente, una sombra se cernió sobre ellos y un poderoso brazo salió de la nada, golpeando al matón en el rostro. Su compañero, ante tal sorpresa, se relajó y aquel momento fue aprovechado por la chica para coger el bate y cobrarse lo que habían intentado hacerle. Lo agarró con las dos manos como si de su espada se tratase y ejecutó limpios y rápidos movimientos. Primero golpeó con fuerza el pecho del chico rapado, dejándolo inconsciente al momento, y después se encargó de su compañero. Éste no era tan débil, a pesar de que tenía la cara ensangrentada y no lograba ver con claridad, pudo esquivar algunos de los movimientos de la chica. Corrió con presteza y cargó a su compañero sobre sus hombros, ella no lucía tan indefensa como esperaba, y además alguien había aparecido para prestarle ayuda. Estaba en desventaja, así que no le quedaba otra que huir. Tashigi no iba a dejar las cosas así, agarró el bate fuertemente con su mano derecha y se dispuso a correr tras él.
De nuevo, una mano apareció de la nada pero esta vez la agarró a ella. Habían sucedido tantas cosas en apenas unos minutos que no se percató de su presencia hasta que sintió su mano alrededor de su muñeca. Lo primero que sintió fue pavor, temerosa de que ese nuevo sujeto intentara aprovecharse también de ella.
- Oi, oi, ¿Estás bien? Déjalos, si vas tras ellos sólo conseguirá meterte en problemas serios –
Aquella penetrante y varonil voz hizo que Tashigi parase en seco. Ni siquiera le había mirado todavía, y en ese momento, justo después de escucharle, sintió una terrible curiosidad por saber cómo lucía. Se giró sobre sí misma, y pudo ponerle rostro a aquel que le había ayudado. Era un chico joven, quizás un poco más que ella, pero de rostro maduro, terriblemente atractivo. Ni siquiera la cicatriz que atravesaba su inutilizado ojo izquierdo podía eclipsar la belleza de su rostro. Tenía el pelo de color verde, echado para atrás, la piel morena y tres pendientes en su oreja izquierda. Era bastante más alto que ella y muy corpulento, su presencia intimidaba mucho más que la de los otros dos tipos. Vestía muy desaliñado, con unas deportivas viejas y rotas, unos vaqueros claros rotos por varias partes y una sudadera negra con capucha. No podía apartar la mirada, todo él le atraía por completo. Pasaron lentamente los segundos entre ellos, que mantenían su postura como si fueran estatuas, cuando un intenso dolor hizo salir a la chica de su ensimismamiento. El muchacho le estaba apretando tan fuerte que iba a partirle la muñeca.
- Tú, ¡tú! ¡Basta, me vas a romper la muñeca! – le gritó Tashigi mientras tiraba bruscamente para soltarse.
El muchacho de pelo verde también se encontraba en una especie de trance, y reaccionó cuando escuchó los gritos de la chica. La soltó rápidamente e intentó explicarse atropelladamente.
- Y-yo, lo siento, es sólo… es sólo que te pareces a alguien –
- ¿Ah? ¡Eso no es motivo para que me aprietes de esa manera! –
- ¿¡Qué!? Oye, ya me he disculpado, ¿vale? ¡Deja de ser tan irascible! –
- ¿Irascible yo? ¡Pero si has estado a punto de partirme la muñeca! –
- Oi, oi, oi… ¿Se te olvida que si no fuera por mi esos dos te habrían violado y después te habrían prostituido salvajemente? ¡Deberías ser más agradecida, onna! –
- Yo no te he pedido que me ayudes, además, les he dado YO su merecido –
- S-e…¡serás! ¡Si no hubiera aparecido no habrías hecho nada! –
- ¡No te necesitaba! –
Sin saber muy bien cómo, ambos se encontraban discutiendo a gritos en medio del desierto parque. A Tashigi comenzó a irritarle aquel chico aparecido de la nada. La sorpresa inicial, incluso esa leve atracción se habían esfumado para dar paso a un creciente enfado. No había sido suficiente con el intento de violación, además ahora tenía que aguantarlo a él. Quiso seguir replicándole cuando se dio cuenta de que su camiseta estaba hecha jirones y llevaba todo el tiempo con el torso al descubierto, mostrándole sus abundantes y generosos senos. Estaba claro que no iba a ser suficiente, que en esa noche podía suceder cualquier cosa.
- ¡Kyaa! N-no me mires… ¡p-p-p-pervertido! – le interrumpió la chica mientras cruzaba ambos brazos sobre su pecho y se agachaba, tapándose todo lo posible.
- ¿P-p-pervertido… dices? ¡Pero si te he salvado YO de los pervertidos! –
- N-no me mires… por favor –
El rostro de Tashigi estaba totalmente rojo, ese tipo de situaciones la desbordaba. Nunca mostraba de su cuerpo más de lo necesario, era algo que le aterraba. Su timidez le jugaba muchas malas pasadas, y esa era una de ellas. El chico se percató su apocamiento y relajó su discurso. Estaba siendo un poco injusto con ella, no todos los días te salvan de ser casi violada, seguramente ella estaba sometida a mucha tensión. Lanzó un suspiro de resignación y comenzó a correr la cremallera de su sudadera, para justo después quitársela.
- Vamos, cógela – le dijo el muchacho mientras llamaba su atención y le lanzaba la pieza de ropa - ¡Y no quiero oírte replicar nada! Sólo cógela, no vas a ir así por la calle –
Tashigi, enterrando momentáneamente el hacha de guerra, cogió la sudadera al vuelo y la miró durante unos segundos. Era cálida al tacto debido al calor emanado por el cuerpo del chico, y guardaba toda la esencia de su olor. Se la puso con rapidez y abrochó la cremallera hasta arriba. No podía dejar de olerle, no mientras la tuviera puesta. La mezcla era extraña, y sorprendentemente, ciertos olores eran familiares para ella. Un intenso olor a metal, a fuerte acero, la envolvía y le recordaba a su espada, ¿Por qué olía así? Se levantó mientras no dejaba de pensar en ello, sacudiéndose el polvo adherido a sus mallas.
- Te acompaño hacia tu casa –
Aquello sacó a la chica de sus pensamientos. Volvió a ponerse totalmente roja, le avergonzaba la idea de que la acompañara, o de que incluso subiera hasta su apartamento. ¿Por qué le aterraba tanto? No era una proposición tan atrevida después de lo que le había pasado, pero había algo en su interior que no le hacía pensar de manera tan lógica como le hubiera gustado, y eso hacía que cuando se expresaba fuera brusca e incluso un poco desagradable.
- ¿Q-qué? No, no n-no, yo no necesito tu ayuda – le contestó atropelladamente la chica mientras apretaba el paso en dirección a su casa, dejándole atrás.
- ¿Ah? ¡Oye, no te creas cosas que no son! Yo no pretendo nada, ¿vale? Pero, ¿Y si esos dos tipos vuelven? –
- Andaré con cuidado, ¡ya no me cogerán desprevenida! –
Tashigi apresuró el paso y empezó a correr para dejarle atrás lo antes posible. Estaba siendo injusta con él, pero no era capaz de actuar de otra manera. Sabía que si hubiera querido aprovecharse de ella, podía haberlo intentado durante los minutos de confusión. Ni siquiera sabía su nombre, simplemente había huido sin saber nada. Corría tan rápido que se había olvidado de lo holgada que le quedaba la sudadera, la cual le llegaba casi a media pierna. En una de sus enormes zancadas, sus torpes piernas quedaron atrapadas en el hueco de la prenda, por lo que cayó al suelo torpemente. No podía estar pasándole aquello, era imposible que pudieran ocurrirle a alguien tantas cosas malas en una misma noche. Se incorporó pesadamente y echó un vistazo a sus gafas, que tenían roto el cristal derecho.
- ¡¿Pero qué voy a hacer?! Ni siquiera he empezado ninguna misión peligrosa y ya he roto mis primeras gafas aquí –
Tashigi se las quitó, las apoyó en su cabeza e intentó ponerse derecha para volver a andar. Sintió un resquemor en su tobillo derecho, y vio que se había hecho daño durante la caída. En ese mismo momento, la alcanzó el chico de pelo verde.
- Vaya, corres más rápido de lo que pensaba – le dijo mientras tomaba aire – Menuda caída, eres muy torpe mujer cuatro ojos –
- ¡No quiero escuchar eso de un desconocido! – le gritó la chica mientras agitaba los brazos en el aire.
- Mira, no tengo ningún interés en ti, después de esto tú y yo seguramente no nos volvamos a encontrar nunca –
Tashigi lo miró pensativa, y sopesó su proposición. Por mucho que intentaba huir de él, parecía que el destino los mantuviera unidos. Después de aquella caída, sí que no podría hacer nada si los dos matones aparecían de nuevo, así que con todo el dolor de su corazón, se dejó ayudar por el chico.
- Va-vale… ¡pero no pienses nada extraño! No lo hago porque tú me lo digas, es sólo la opción más lógica – espetó la chica, que ponía los brazos en jarra.
- Ya, ya… vamos, ¿A dónde te diriges? –
Tashigi, por precaución, sólo le dio indicaciones sobre la calle donde vivía, no podía confiar plenamente en un extraño. Justo cuando se pusieron de camino, notó cómo el muchacho la agarraba del brazo para servirle de apoyo. Su primera intención fue la de oponerse, pero no podía apoyar todo el peso de su cuerpo sobre su pierna derecha, aunque no era nada serio, eso agravaría su lesión, y era lo que menos necesitaba en ese momento. La chica se agarró con fuerza al desconocido, en lo más profundo de su ser sentía que podía confiar en él. Caminaban lentamente, juntos, muy pegados y sin decir nada. La noche cerrada caía sobre ellos, y desde hacía rato no se escuchan ni coches por las calles, sólo los quejidos de un leve viento que les golpeaba además el rostro. Si no fuera por la cálida sudadera, el frío hubiera hecho estragos en el cuerpo de Tashigi. Rodaba sus ojos disimuladamente para poder mirarle sin que se diera cuenta, no quería que se pensara que le interesaba o algo parecido. Parecía que él soportaba muy bien el frío, su piel no tenía ni un solo vello de punta, pero aun así, no pudo evitar sentirse culpable por llevar su ropa puesta, aunque fuera por causas mayores.
- Di-disculpa lo de la sudadera… hace bastante frío esta noche – empezó la chica a conversar tímidamente, apartando su mirada para no encontrase con la de él en ningún momento.
- ¿Um? ¿Eso? No tengo frío de todas maneras –
- Mmm… ya, ya veo –
Tashigi se estaba dando cuenta de que era un chico de pocas palabras, y eso le desesperaba. No es que pretendiese tener la conversación de su vida con un desconocido, pero era una chica bastante habladora, y le incomodaban mucho las situaciones en las que el silencio era permanente. No hacía más que estrujarse la cabeza para sacar un tema de conversación que hiciera el camino más ameno, sobre todo para ella, que buscaba a toda costa distraerse.
- Ve-verás… no me has dicho tu nombre –
- Bueno, tú tampoco mujer –
Tashigi suspiró profundamente, además de escueto era de los que se andaba con rodeos. No quiso juzgarle negativamente, y más después de que él la hubiera ayudado, así que se armó de paciencia y puso de su parte. Era una persona amable, y aunque la situación era extraña, iba a comportarse de manera justa.
- Vale, vale… yo te digo mi nombre y después me dices tú el tuyo, ¿vale? – Contestó dulcemente la muchacha – Yo soy Tashigi, encantada de conocerte –
- Roronoa Zoro –
Justo después de escuchar su nombre, la chica se giró repentinamente y le miró directamente a su rostro. Notó una punzaba extraña en su pecho, como si lo hubiera escuchado en alguna parte. Le escudriñó con la mirada intentando encontrar una razón lógica a esa sensación, un momento que le recordara por qué sentía ese nombre tan familiar ¿era todo producto de su imaginación? ¿O de verdad había escuchado su nombre en alguna parte?
- Oi, ¿Qué sucede? –
Tashigi era consciente de que el chico se había percatado de su agitación, así que decidió dejar aparcado ese sentimiento a un lado y actuar como si no hubiera pasado nada, ya que, después de todo, seguramente era así. Leía muchos nombres distintos todos los días, podía ser simplemente una confusión, aquel era el día perfecto para que su mente le jugara malas pasadas.
- N-no… no es nada… es todo un placer. Dime… ¿vienes mucho por este parque? –
- La verdad es que es la primera vez que vengo –
- ¿¡Cómo!? ¿La primera vez? ¿No eres de esta ciudad? – preguntó la chica sorprendida, a pesar de que era una urbe bastante grande, no tenía muchos parques.
- Claro que soy de esta ciudad, pero siempre me pasa. Cuando vuelvo a casa por las noches, siempre me encuentro un sitio nuevo que nunca había visto antes –
- N-no me digas… que tú… no sabes orientarte –
- Oi onna, claro que sé orientarme, te estoy llevando a casa –
De repente, Tashigi se paró en seco. No había prestado nada de atención al camino desde que Zoro se comprometió en ayudarla. Asumió por completo que él sabía orientarse en la ciudad en la que vivía, y debido a ese error ahora se encontraba fuera del parque y en una calle que desconocía por completo. Sacó su teléfono móvil y comprobó la hora, no habían pasado apenas unos quince minutos desde que se pusieron a caminar, así que no podían haberse desviado mucho. Encendió el GPS de su móvil para ver en qué punto se encontraban exactamente y así poder calcular la ruta más directa hacia su casa.
- ¿Qué es eso? Parece muy interesante –
- ¿Esto? ¿Qué va a ser? Pues un teléfono móvil –
- Oi, oi, oi… onna, no me trates como si fuera idiota, ¡me refiero a eso del mapa! –
- ¡No te trato como si fueras idiota, es que no sabes orientarte! –
- Mira quien fue a hablar… tú tampoco sabes dónde estamos –
- Pe-pero… este es mi primer día… es normal que no me conozca una ciudad al completo en un único día –
- Tú… ¿eres nueva aquí? Bueno, eso explica que seas tan inconsciente como para salir sola de casa a estas horas, y más por un parque de ese tipo -
Tashigi se sentía un poco avergonzada por estar completamente perdida, pero después de todo tenía razón, era imposible aprender todo el entramado de calles en apenas unas horas. Su móvil terminó de calcular la ruta, y se tranquilizó cuando vio que estaban a menos de un par de minutos de su casa, había tenido suerte respecto a eso. Los dos seguían apoyados el uno en el otro, mirado la pantalla del teléfono, habían estado tan absortos en el camino y en la escueta conversación que no se dieron cuenta de que aún seguían agarrados y más juntos de lo necesario. La chica dio un respingo al ver el rostro de Zoro muy cerca del suyo, y casi tropezó de nuevo al despegarse de él repentinamente.
- Oye, ¿se puede saber qué te pasa ahora? Venga vamos, es muy tarde y por suerte estamos a sólo un par de calles –
- A… ah… s-sí –
El muchacho cogió el móvil de entre las manos de la chica y miró intensamente la pantalla, intentando orientarse por todos los medios. Tashigi no tenía fuerzas para rebatirle, estaba demasiado confundida y cansada esa noche. Como seguía totalmente distraída, el camino de apenas dos minutos se convirtió mágicamente en uno de quince, pero al menos llegaron finalmente al portón del edificio donde vivía la muchacha.
- ¡¿Pero cómo sabes dónde vivo?! ¡Yo no te lo he dicho! –
- ¡Lo pone ahí! – Le espetó el muchacho mientras ponía los ojos en blanco y le señalaba la pantalla del móvil - No me extraña que intentaran asaltarte, eres tan distraída megane onna –
Tashigi quiso replicarle, pero se moría de la vergüenza ya que lo que había dicho era totalmente cierto. Abrió la pesaba puerta con su llave y permaneció pensativa, de espaldas a él ¿Tenía que invitarle a entrar? No, era incapaz de hacer eso, no le conocía de nada. Tampoco quería ser grosera, así que, ¿Qué es lo que debía hacer? Tampoco podía despedirse así como así, todavía tenía que darle su sudadera, y no iba a quitársela delante de él.
- O-oye… voy a cambiarme en un momento y ahora vengo a devolverte tu sudadera, ¿Vale? – le comentó la chica, que giraba su cabeza para ver la expresión que él tenía en el rostro, demasiado serena – Espérame aquí, ¡será sólo un minuto! –
Tashigi dejó caer la puerta, que se cerró de golpe bajo su propio peso. Ni siquiera esperó al ascensor, tenía tanta prisa que subió las escaleras directamente de tres en tres, olvidando por completo su torcedura. Sus manos temblorosas sacaron la lleve del bolsillo y la metieron en la cerradura de la puerta. Estaba increíblemente nerviosa e impaciente, sentía una extraña sensación en su interior que le animaba a darse toda la prisa posible, ya que tenía el terrible presentimiento de que algo que no le iba a gustar iba a pasar. Se quitó la sudadera a toda prisa, la dejó sobre el sofá, y entró rápidamente en su cuarto. Abrió la puerta del armario y se puso la primera camiseta que vio, blanca y de mangas cortas. Ni siquiera cerró las puertas del ropero, salió corriendo de la habitación, cogió la sudadera y bajó las escaleras dejando las puertas de su casa de par en par. Cuando llegó al rellano, sintió que sus pulmones le pedían aire a gritos, apenas había respirado durante la bajada, y tampoco había sentido dolor en su tobillo. Abrió la puerta con esfuerzo, y cuando miró hacia la calle, no pudo ver su figura, se había ido.
Todos sus temores se hicieron realidad, desde el momento en el que se giró supo que él se iría, que era ese tipo de persona. No estaba molesta porque no le conocía de nada, era imposible molestarse con alguien que había visto apenas unos minutos y que no le rendía ningún tipo de cuentas, pero sentía una extraña desilusión. Apretó fuertemente la sudadera y caminó de nuevo hacia el interior, al menos cada vez que la mirase se percataría de que aquello había sido real, y no una especie de sueño. Subió las escaleras de nuevo y dio un respingo cuando vio la puerta totalmente abierta, con las prisas se había olvidado de cerrarla. Entró atropelladamente y echó la llave. No podía ser tan imprudente, a otra hora cualquiera hubieran podido entrar y haberle robado, podían haberse llevado su preciada katana, y eso no se lo hubiera podido perdonar nunca.
Echó un vistazo al reloj de la cocina y se percató de que era tardísimo, al día siguiente tenía que madrugar para trabajar. Miró detenidamente la sudadera y la dejó sobre la mesa del salón, junto a su espada. No sabía muy bien qué hacer con ella, ya pensaría algo mejor al día siguiente, con la mente más despejada. Entró en el cuarto de baño, se dio una ducha rápida y secó su pelo. Caminó desnuda hacia su cuarto y buscó entre sus cajones un pijama para ponerse. Agradeció profundamente haber dejado todo arreglado antes de salir, pues ahora lo único que quería era dormir. Se dejó caer en la gran cama y se metió bajo las sábanas. Sólo alumbraba tenuemente la habitación una lámpara de noche encendida junto a ella. Se quitó las gafas rotas y las observó con amargura, tendría que buscar una óptica al día siguiente para comprarse unas nuevas. Las dejó sobre la mesilla, y apagó la luz. Aunque estaba agotada después de todo lo ocurrido, no podía dejar de pensar en el misterioso chico.
- ¿Quién eres, Roronoa Zoro? -
Aiss, *nervios*. No tenía muy claro si subir el primer capítulo, llevo demorándolo muuucho tiempo, pero por razones de peso. La historia va por buen camino, pero cambio cosas constantemente en todos los capítulos, complicarse la vida así es lo que tiene jejeje. Abro muuuchos frentes en este capítulo, espero que os deje con la intriga y con muchas ganas del siguiente, no estaría mal decirlo en alguna review, titititiiiii XD. No tardaré mucho en actualizar, un saludo!.
