Archaeamphora longicervia

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece, sino a DC Cómics.

Nota de Seth: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS A MÍ! (Horario local). Hoy es día trece de forma oficial y este sensual autor apaga unas cuantas velas. Disfruten de otro de mis regalos, je.


Harley Quinn entró con las manos escondidas en la espalda y una gran sonrisa en el rostro. Todavía no se quitaba el maquillaje de la cara, pero se había puesto un baby doll muy revelador para la ocasión. Poison Ivy estaba recostada en la cama mirando el televisor de forma distraída; desvió su atención a su compañera y arqueó una ceja, pensando en qué tramaba aquella pequeña traviesa.

―¿Por qué me miras así y qué escondes?

―Uh, baby, ¡ten paciencia! ―exclamó la chica soltando una risilla entre dientes―, ¡Ta-dá!

Reveló una maceta con una planta que no parecía tener gran belleza, pero a juzgar por los botones de sus varas, estaba a punto de florecer. Ivy, siendo entendida en botánica, saltó de la cama y caminó rauda hasta la otra chica. Tomó la maceta y observó cada detalle; negó varias veces y fijó sus ojos en Harley. Ella sencillamente sonrió de gusto.

―¿Sabes lo que es esto, Harley?

―Una planta muy rara. Le pregunté al vendedor por algo especial en plantas y me dijo que tenía un proyecto súper-dúper secreto sobre recuperar la flora o algo así, que ganaría mucho dinero. Quise saber cuánto pedía y el precio era fuera de este mundo, así que le di un golpe con mi lindo martillo y ¡BOOM! Tomé lo que había. Era el único a decir verdad… ¿Red?

―No es cualquier planta. Archaeamphora longicervia. Está extinta. Quien sea que haya logrado devolverle la vida le debo un beso.

―Podrías dármelo a mí ―canturreó la rubia.

―Sólo la robaste.

―¡Oye! Es mucho esfuerzo ―dijo. Acto seguido hizo un puchero―, ¡oye!, ¡feliz cumpleaños, Red! Ya es pasada la medianoche.

―Gracias, my Queen ―contestó la pelirroja, un poco más melosa de lo que hubiese querido.

Finalmente la recompensó con un beso sobre sus labios y otro en su frente. Harley saltó por todos lados como si fuese una pequeña pelota. Luego Ivy puso toda su atención en la planta: debía brindarle el ambiente necesario para que sobreviva. Silbó hasta ir a otra habitación donde mantenía un invernadero.

―Me gusta verla feliz ―soltó la arlequín.