Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia.
Capítulo 1
Se apareció en la base mortífaga a la hora precisa para la reunión, sus futuros siervos estaban avisados de que debían llegar veinte minutos más tarde. Esperó cerca de las puertas de la sala en que el líder de los mortífagos tenía su trono. Cuando fue evidente que no había ningún rezagado entró, se desplazó por las sombras de los límites de la estancia e hizo que las puertas se cerraran.
—No va a venir nadie más. Tu papel en el mundo y tus fieles ha llegado a su fin, así como vuestra utilidad —dijo Altais antes de ser ocultado por una columna.
Las bravuconas respuestas del líder quedaron acalladas cuando vio cómo uno a uno, los mortífagos morían de terribles enfermedades tras largos minutos de agonía, cómo otros eran mordidos y desgarrados sin que pudieran ver qué los atacaba. El miedo los instaba a tratar de desaparecerse aunque Altais ya había tomado medidas para ello y al descubrir que no era posible tratar de abrir la puerta sin ningún éxito antes de que fueran asesinados. En su desesperación lanzaban Avada Kedavra sin dar en el blanco que desearían, a veces daban muerte a alguno de sus compañeros. Quedaban cinco mortífagos de los treinta y ocho que al final debían sacrificar, se hizo visible y los mató seguidamente. Se alejó de vuelta a las sombras, como si algo lo llamara. El líder lo apuntaba con su varita temblorosa.
Altais avanzó desde las sombras pisando entre los cadáveres, las puertas se abrieron cuando llegó al trono, frente al otro mago.
—Tú… tú eres mi arma… ¡no puedes atacarme! —dijo histérico—. ¿Do-dónde está?
—¿Mi mascota? Creo que ya se divirtió mucho. Te concederé el honor de morir bajo mi varita, sólo por ser tú —contestó Altais, casi en un tono amistoso, claramente burlándose.
—No puedes conmigo, ¡yo soy el nuevo Señor Oscuro! —pareció coger algo de confianza de nuevo—. Voy a enseñarte tu lugar, y me servirás de una vez por todas, encantador de nundus.
El líder comenzó el ataque y Altais esquivó y devolvió los ataques una y otra vez, prescindió de usar oscuros, un modo de lucirse, un modo de mostrar ante sus futuros seguidores que aquello no merecía su molestia. En un punto del combate, decidió que era momento de acabarlo. Pudo verse cómo se detenía, dejó salir parte de su poder, dejó que se pudiera notar cuán grande era ya y que a su edad aún estaba por crecer. Se preparó para dar uno de sus dos hechizos finales. Para el primero sopló una vez y ese aire en movimiento se transformó en un huracán que controló con ambas manos sin que dijera una palabra. Su oponente quedó atrapado allí y de paso, como si fuera un juego recogió los cuerpos que quedaron apilados a un lado cuando concluyó el hechizo. El mortífago salió de entre los cuerpos arrastrándose y se encontró con los pies de Altais a quien miró con furia.
—Pareces arder de furia. ¿Nadie te enseñó que jugar con fuego es peligroso? —inquirió con una sonrisa cruel antes de ejecutar su hechizo final, de su invención—. Sanguinem ignis.
Observó al hombre gritar, arañarse la piel y retorcerse unos segundos y se dio la vuelta con indiferencia. El trono de madera cubierta de calaveras cambió a uno de con cabezas de nundus esculpidas en plata en las puntas de los apoyabrazos de ébano, había que dar cierta teatralidad como había estado haciendo, un Lord tenía que tener cierto don dramático. De pie frente al trono se giró a sus súbditos que observaban desde la puerta cuando a los veinte segundos de que comenzara la maldición el antiguo líder dejó de gritar muriendo cuando esa gota de lava implantada en su cuerpo lo recorrió por completo transformando toda la sangre en ella que en ese momento escapaba por sus oídos.
—Bienvenidos. Es su oportunidad de tomar una decisión. Si deciden continuar uniéndose a esta causa pasen y arrodíllense —los instó antes de sentarse pacientemente, como si no estuviera haciendo más que eso, esperar, pero en realidad estaba preparando su coartada respecto al nundu.
Había estado investigando en Durmstrang a la par que experimentaba con la marca para crear la que necesitaba para ese día. Había concluido con la marca unos días antes de la última prueba del Torneo de los Tres Magos. En el mes siguiente había dedicado bastante tiempo a estudiar, más que en todos esos años, pero aun así había sacado tiempo para hacer pruebas con la asistencia de Ivanov. La última semana después del final de curso y esos tres días que se había dado de duelo en los que no se sentía persona por la pérdida de Leyna, había estado practicando hasta poder asegurar que tenía un completo control del hechizo que recrearía un nundu plateado, tangible, pero obviamente sin sus propiedades. No obstante, la idea era mantenerlo a sus pies durante las reuniones, tan próximo a él que no se notaría una falta de poder en él.
Los magos y brujas fueron entrando siguiendo a Ivanov que fue el primero en hacerlo y él se sintió complacido al comprobar que aceptaba su lugar por mucho que hubieran sido socios en esa empresa. Había esperado que alguno cambiara de opinión y con ello con su vida, pero el profesor había hecho un buen trabajo. Se arrodillaron sobre la sangre de los mortífagos, Altais cerró la puerta e hizo que el nundu falso fuera desde las sombras en un lado de la sala hasta tumbarse a su derecha como una gran esfinge.
—Bienvenidos a mis filas, señoras y señores —dijo poniéndose en pie y adelantándose un paso—. Hoy es un día importante en vuestras vidas y en la del mundo, aunque todavía no lo sepan. Hoy es el día en que comenzaremos a luchar por el cambio. El objetivo es un mundo en el que la magia oscura sea tan aceptaba como la blanca, en el que toda la magia sea considerada como es, nada más que una. Y un mundo en el que los muggles estén completamente separados del mundo que vamos a construir. Un Mundo Mágico unido —continuó dando esa declaración de objetivos—. Todos ustedes, aquí arrodillados ante mí, van a tener el honor de ser quienes luchen para lograrlo, luchen por la magia —dejó que un silencio cayera durante unos segundos—. No os voy a mentir, no va a ser un camino sencillo. Requerirá paciencia y sacrificio, pero merece la pena luchar por la magia —sus ojos se detuvieron un segundo en Elven que se encontraba entre los presentes—, por eso les aseguro que obtendremos la victoria. Todo por la magia.
Ivanov repitió esas últimas palabras y esa acción se fue extendiendo hasta que las trescientas personas en la sala repitieron esas cuatro palabras que se convertirían en su máxima. Altais esbozó una sonrisa complacido antes de volver a sentarse y que comenzaran a jurar lealtad y servidumbre y él los aceptara imponiéndoles su marca, removiendo la antigua en el caso de los viejos mortífagos como si fuera simple tinta. De nuevo Ivanov dio ejemplo y el resto le siguió, dando comienzo a una nueva Era, aunque el mundo no lo supiera y tardara unos años más en percatarse.
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Se despidió de los trabajadores del ministerio que habían subido con ella en el ascensor cuando éste anunció su llegada al segundo piso donde se encontraba el departamento de Seguridad Mágica. Caminó tranquilamente hacia la oficina de Aurores, concretamente al despacho del jefe de departamento, Harry Potter, tenía que verse con él en un par de minutos. Sabía que cualquiera en su situación estaría de los nervios, ir al despacho del jefe sólo podía significar dos cosas: o te habías metido en problemas o estabas apunto de hacerlo; pero Leyna estaba segura de que no había hecho nada que mereciera una visita al despacho de Potter, por lo que sólo le quedaba una opción, y ella no tenía ningún inconveniente en meterse en problemas. El pensamiento le hizo sonreír de lado mientras alisaba su túnica escarlata, hacía tiempo que necesitaba un poco de acción, estaba cansada de estar parada, claro que hubiera tenido más acción si no la hubieran encasillado en el grupo de espionaje del departamento, después de tres años desde que acabó en la Academia de Aurores aún le molestaba esa decisión tomada sin que le hubieran consultado sus preferencias.
Llegó frente al despacho de Potter y tal y como supuso la secretaria la hizo esperar. Nunca respetaban los horarios, no había habido ni una sola vez que hubiera ido y no hubiera tenido que esperar, eso la ponía de los nervios, pero no era quién para quejarse así que como siempre se quedó callada y resignada y se entretuvo mirando la gente que pasaba por los pasillos lejanos con expresión aburrida. Sin embargo, esa expresión no duró demasiado, una más anhelante y con cierto tinte triste apareció en su rostro cuando a lo lejos lo divisó. Estaba con su túnica negra, el pelo perfectamente peinado, y esa pose tan depredadora que seguía manteniendo incluso después de esos años. Tuvo que hacer un esfuerzo para poner esa máscara que siempre necesitaba cuando lo veía y reforzar esa coraza a su corazón al tiempo que se repetía que ya no tenía importancia, que era cosa del pasado, que no le debía prestar atención. La mayoría de las veces esas palabras funcionaban y podía dejar de mirar a Altais, pero ese día, por alguna razón que no comprendía, no pudo hacerlo, sus fuerzas flaquearon y se quedó viendo como hablaba con un hombre con una expresión seria, seguramente de trabajo.
Hacía ya un año que él había regresado a Londres como el secretario del diputado internacional de Inglaterra, durante ese tiempo lo había visto varias veces, siempre a lo lejos, lo suficiente para no tener que cruzar una palabra con él, para no escucharlo hablar, para que sus ojos no se encontraran, y sinceramente, lo agradecía. Cuando su relación había terminado ella se había hundido casi hasta el fondo, lo había querido tanto, aún seguía pensando que no podría volver a amar a alguien tanto como lo amó a él, pero con esfuerzo y ayuda de sus amigos había seguido adelante, había terminado la formación para ser Auror en la Academia con los mejores resultado y después había entrado en el departamento. Se había centrado en su carrera y había conseguido ser una de las mejores espías que el departamento de Aurores tenía, aunque ella seguía pensando que no se le reconocían tanto como merecía, ni dentro ni fuera del departamento. Después de más de cinco años creyó haber olvidado por completo a Altais y su largo noviazgo del colegio, pero cuando lo vio por primera vez después de tanto tiempo… esa seguridad se tambaleó ligeramente. No que siguiera queriéndolo como antes, incluso había tenido un par de relaciones en ese tiempo que por razones ajenas a él habían terminado, pero la forma en la que su relación había acabado seguía produciéndole esos sentimientos amargos cuando lo encontraba en el ministerio.
Por suerte para ella y su entereza, la secretaría de Potter la llamó y le dijo que ya podía pasar al despacho. Con la máscara aún puesta lo hizo, también suponía que el tema a tratar sería serio, seguramente sobre esos Gray Wizard que estaban atentando contra el mundo mágico desde hacía unos años.
—Señor Potter, ¿querías verme? —saludó cordialmente.
—Así es, siéntate, Auror Samuels —le indicó el Jefe de Aurores mientras movía un montón de papeles para un lado y buscaba otro.
Ella lo hizo mirando con curiosidad esos papeles, el Jefe de Aurores podría tener muchas cualidades, pero el orden sin duda no era una de ellas. Aun así esperó pacientemente a que terminara de buscar lo que fuera que estaba buscando con paciencia.
—¿Cuán aburrida estás actualmente? —preguntó cuando al parecer encontró lo que buscaba y lo hojeó unos segundos, siempre de ese modo cercano y directo con sus subalternos.
—Si dijera que mucho no estaría exagerando para nada —contestó ella sonriendo ligeramente—. ¿Hay algún trabajo para mí?
—Es una misión a largo plazo, preferiría que durara unos meses, pero soy consciente de que podría durar años. Cualquier persona cercana a ti puede verse afectada y tendrás que aceptar hacer un Juramento Inquebrantable —advirtió en primer lugar y fijó su mirada esmeralda en la verde de Leyna.
La joven frunció levemente el ceño ante el nombramiento de ese Juramento Inquebrantable. —¿Qué debo jurar, señor Potter?
—Silencio. No es por falta de confianza, Samuels —dijo sabiendo que la mujer era un poco susceptible al respecto—. Pero asegurará tu silencio incluso a mentes curiosas.
Ella asintió lentamente, silencio, podía entenderlo perfectamente siempre y cuando la misión fuera tan importante como imaginaba.
—Está bien —aceptó.
Potter sonrió por su conformidad. —Se trata de una misión de infiltración en las filas de Gray Wizard —informó y le acercó esa carpeta que había rescatado del caos de su mesa, pero cuando fue a cogerla la alejó de sus dedos—. Aún puedes seguir aumentando tu aburrimiento y salir de aquí con sólo un Obliviate —ofreció.
Leyna contuvo un bufido ante las palabras del Jefe de Aurores. —Si me has elegido para esta misión será porque consideras que soy la idónea —contestó estirando la mano para coger la carpeta.
—Lo eres, pero tal vez tenía que esperar a que te aburrieras un poco más —contestó con una sonrisa y apoyándose en el respaldo de su silla.
—No me suele gustar aburrirme —respondió ella empezando a examinar los documentos que había en la carpeta.
—Hace seis meses no lo estabas lo suficiente —confesó Potter, subiéndose las gafas redondas por el puente de la nariz.
La chica lo miró con sorpresa por la confesión, hacía seis meses había estado saliendo con ese medimago de San Mungo, además había pedido de nuevo el traslado de sección y se la habían vuelto a rechazar, seguramente la rabia le había llevado a rechazar esa misión asegurando que estaba demasiado entretenida con su novio como para aceptar algo. Lo que más le sorprendía era que Potter no hubiera escogido a otra persona.
—¿Y no encontraste a otro Auror en seis meses?
—Aceptaron otros dos, pero no han tenido éxito. Por eso estoy ofreciéndotelo de nuevo —contestó.
Leyna volvió a asentir dirigiendo su vista a los documentos. —¿Qué es lo que hicieron para fracasar? Por lo que veo ni siquiera lograron infiltrarse.
—Siguieron el procedimiento habitual, pero no debieron resultar creíbles. Uno trató de infiltrarse con poción multijugos, otro a cara descubierta. Ninguno debió de ser convincente, ni siquiera han podido asegurar que hayan hablado con el contacto —respondió Potter. Se pasó una mano por el pelo ya revuelto de por sí, no le gustaba lo que iba a decir y sabía que a ella menos—. Sé que no te va a gustar esto, tienes un punto a favor que ellos no tienen para que te puedan considerar de su lado.
Ella frunció el ceño y cerró la carpeta, no iba a negarse a la misión dijera lo que dijera, pero odiaba que dejaran las frases en el aire, si tenía que decirle algo que lo hiciera.
—¿Qué cosa, Potter? —preguntó con un tono frío, casi glacial.
Potter ni pestañeó por el tono, tener que oír a un Señor Oscuro casi sin alma desde la infancia al parecer dejaba un escudo ante eso, y por supuesto contestó directamente, sólo Hermione le había logrado meter un poco en la cabeza que había que ser algo diplomático, lo había conseguido con mucho esfuerzo y dedicación. Ese día podría decirle en el armuerzo que era un punto para él, ser diplomático no servía de nada.
—La participación de los Parkinson en el lado de Voldemort en la anterior guerra es lo que podría hacer que pensaran que ahora tú apoyarías ese lado de nuevo —contestó sin darle más vueltas, aunque dejaba claro que él no la metía en ese saco.
Leyna casi soltó una carcajada helada por esas palabras, claro, era por eso por lo que seguía en ese departamento, podía usarla para acceder a ellos sólo por la asociación que tuvo su abuelo con Voldemort. Seis años luchando para ser la mejor, para demostrar que no tenía nada que ver con su abuelo, ¿de qué había servido? De nada.
—Claro… cómo no —contestó conteniéndose de decir lo que pensaba, no serviría de nada, lo sabía—. Lograré dar con ese contacto e infiltrarme, no lo dude —aseguró quedándose con los datos de los lugares a los que debía ir a investigar—. ¿Y una vez dentro?
—Tendrás que tratar de acercarte a ese Lord Oscuro que los comanda, avisarnos cuando te sea posible de los ataques... —respondió a su pregunta—. Tendrás que unirte a sus filas, no tenemos constancia de que marque como Voldemort, pero es una posibilidad, y tendrás que luchar con ellos para mantener la tapadera—explicó la parte más cruda.
—Luchar con ellos significa usar magia oscura, hechizos prohibidos y probablemente dañar a los nuestros —dijo ella, no estaba horrorizada por tener que hacerlo, pero quería asegurarse de poder hacer todo eso.
—Trabajaremos en ello esta semana. Te ayudaré a practicar las Imperdonables —dijo Potter aunque era palpable que eso hacía resurgir pesadillas que no tenía mucho ánimo de recordar—. Y te daré material de lectura, hechizos de eso que llaman gris y tanto se jactan de decir que es lo que defienden. Te ayudaré en lo que necesites.
—Una autorización para tener acceso a la biblioteca de Durmstrang —dijo ella, era el mejor lugar para empezar a prepararse, lo sabía a ciencia cierta.
—Me temo que no es posible, han denegado todos nuestros intentos de acuerdos —contestó Potter—. Hay algunos libros en la Sección Prohibida de Hogwarts y… —se interrumpió revolviendo en un cajón y le entregó una bolsa reducida— aquí tienes libros más específicos del almacén de pruebas, tendrá que servir.
Esa vez ella no contuvo el bufido al escuchar la negativa del colegio noruego, pero no le quedaba otra, por suerte seguía teniendo apuntes del tiempo que pasó en ese colegio, algo más habría que en esos libros.
—Está bien —aceptó.
—Tendrás que ver a un psicomago durante el tiempo que dure la misión, podrás hablar con él y conmigo de lo que necesites. Eso lo limitará el Juramento Inquebrantable —concluyó con las explicaciones.
—¿Quién? —preguntó, ella sólo conocía a un psicomago al que estuviera dispuesta a contarle todo con libertad, y esperaba que Potter hubiera pensando precisamente en él para ese trabajo.
—Sí, será Teddy —contestó con una sonrisa por adivinar, aunque por otra parte hubiera preferido no meter a su ahijado en eso.
Leyna sintió alivio al escuchar la confirmación y asintió. —Estoy lista para hacer el juramento cuando quiera —aseguró.
Potter asintió y se levantó para llamar por Flu a Teddy quien pasó al despacho poco después.
—Hola, Harry… ¡Qué sorpresa, Leyna! —saludó el joven tan jovial como siempre con un abrazo—. Así que se te acabó lo de hacerte la escurridiza conmigo.
—Ya sé que Chealse te cuenta todo, no hace falta que disimules —respondió ella devolviéndole el abrazo, se sentía bien hacerlo—. Que sepas que sólo hablaré de la misión, nada de ir por otros caminos —le advirtió.
—Claro —contestó con una sonrisa pícara—. Entonces me toca hacer de maestro de ceremonias.
Harry suspiró por su entusiasmo ante algo tan serio y asintió, en parte agradecía ese ánimo incombustible.
—Cuando estés lista, Samuels —dijo deteniéndose delante del escritorio.
Leyna asintió y se levantó cogiendo el brazo de Harry Potter para hacer el juramento que le prohibiría hablar de cualquier cosa que pasara en relación con esa misión que estaba por comenzar.
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—Un whisky de fuego —pidió al camarero sentándose en un taburete frente a la barra y observó el lugar con curiosidad.
Parecía un lugar bastante concurrido, la gente en la barra charlaba animadamente, además había muchos otros que bailaban en la pista que había en el centro del local. Había escuchado que era un sitio concurrido por personajes famosos, por eso lo había dejado para el final, pero era su última opción, si no encontraba ahí al contacto tendría que decirle a Potter que sus informadores eran un fiasco y que más le valía cambiarlos.
Había sido un engorro tener que ir de bar en bar, buscar a ese supuesto contacto teniendo que aguantar a babosos y borrachos tratar de meterse entre sus piernas. Además odiaba fracasar en una misión, no podía permitírselo, menos después de tener que aprender todos esos hechizos, de tener que practicar magia oscura, esa de la que había renegado en tantas ocasiones y que tantos problemas había causado a su familia. No, no podía fracasar, eso sería un completo desastre.
—¿Leyna? —escuchó que alguien la llamaba a su derecha y cuando se giró fue sorpresivamente abrazada—. Vaya si eres Leyna —dijo alegremente Rigel Wildsmith, actualmente el mejor golpeador inglés que jugaba para los Montrose Magpies, también declarado sex symbol y con demasiada razón—. ¿Dónde te metes?
Ella lo miró con sorpresa. —Rigel… —dijo el nombre del joven y lo recorrió con la mirada—. Es una sorpresa verte —añadió y esbozó una suave sonrisa.
—Vengo bastante por aquí, Julie me guarda bombones detrás de la barra —le contó guiñándole un ojo cómplice, haciendo referencia a una de las camareras—. Pero a ti no te he visto en ninguna parte, nunca. En Hogwarts sí ibas a fiestas —agregó con un mohín.
La joven rio ante la mención de los dulces. —No me suelo mover por estos bares tan de la élite —explicó mirando a su alrededor—. Pero siempre voy a las de Zaniah, ella me recomendó este lugar para distraerme un poco.
—Zaniah… ¡Oh! Claro, Zaniah tu amiga fiestera —recordó a quién se refería—. ¿Y qué pasa con el quidditch? ¡Ya sé! Ella te dio la pista de venir aquí y yo te daré la de otro sitio divertido —dijo claramente entusiasmado con el juego.
—Hace años que no juego un partido en serio. Pero no he perdido habilidades —aseguró guiñándole un ojo y dando un sorbo a su whisky—. También he seguido tus partidos, eres muy bueno, Rigel.
—Eso dicen todo el tiempo —contestó el rubio despreocupado—. Te avisaré la próxima vez que juegue por ahí, te divertirás —aseguró y ladeó la cabeza mirándola—. Tienes algo diferente, aparte de que estás más guapa, es algo extraño, pero no sé el qué —dijo mirándola curioso, después se giró a pillar a la camarera y conseguir otra copa y dos bombones, se comió uno con una sonrisa de deleite cuando explotó inflando sus carrillos y le dio el otro.
Ella negó con la cabeza dando un sorbo a su vaso y sonrió. —Algo extraño —murmuró—. ¿Algo malo?
—No tiene porqué ser malo, sólo algo que no habías hecho antes. Tengo buen olfato —dijo tocándose la punta de la nariz logrando cierto misterio durante unos segundos antes de sonreír despreocupado como siempre.
—Quizá… —contestó ladeando la sonrisa, tal vez él era quien había estado buscando… tal vez—. Pero tendrás que descubrirlo por ti mismo —lo retó con diversión.
—¿Un juego de adivinanzas? ¿Puedo hacer cualquier pregunta y tú tienes que contestar la verdad? —indagó emocionado por el juego.
—Claro —aceptó, apuró su copa y cogió una mano de él—. ¿Pero por qué no lo hacemos más entretenido en la pista? —sugirió.
Rigel aprobó la sugerencia y fue él quien acabó tirando de ella para que lo siguiera, comenzaron a bailar el uno con el otro y pareció que se había olvidado del reto.
—¿Es algo relacionado con sexo? —preguntó en su oreja con una sonrisa pícara.
Leyna soltó una carcajada, ahí estaba el sex symbol del que todos hablaban. —Eso hubiera sido muy fácil —contestó rozando la oreja de él con los labios al hablar.
—Eso es terrible, seis años y nada nuevo. Necesitas ayuda —aseguró bailando un poco más pegado.
—¿Y quién dices que me la va a dar? —preguntó ella rodeándolo con los brazos por el cuello para pegarse también.
—Te lo explicaré después. De un misterio en uno —contestó guiñándole un ojo y poniendo las manos en las caderas de ella.
Leyna sonrió pícara. —Entonces apresúrate en acabar con el primero —lo apremió, tampoco iba a negarse lo que parecía un buen lío si este se daba, no era de piedra y Rigel estaba más que bueno.
—¿Me das una pista? —regateó, moviendo una mano para acariciar la curva de su cintura.
—Igual deberías probar con temas un poco más aburridos —accedió a darle una pequeña pista, minúscula, acariciando su cuello con las yemas de los dedos.
Rigel arrugó la nariz graciosamente. —Aburridas… ¿Trabajo? Hay gente que se aburre ahí, por cierto, ¿en qué trabajas? Al final no me has dicho dónde te metes —se le ocurrió preguntar.
—Auch, que no lo sepas es una pequeña puñalada, Rigel —contestó ella llevándose una mano al pecho—. Pero bueno, al fin y al cabo sólo soy un Auror más —respondió a su pregunta.
El joven abrió los ojos sorprendido y tardó en volver a hablar, como si reflexionara por una vez en su vida antes de hacer algo.
—Vaya… no lo sabía —se rascó la nuca, lo que hizo flexionar los músculos de sus brazos de golpeador—. Pero ahora no estás de servicio, ¿verdad? —preguntó con una expresión de no haber roto un plato en su vida que apenas velaba una de travesura.
La chica sonrió, se acercó más a él, a su oreja. —Tranquilo Rigel, no voy a esposarte, al menos no precisamente para arrestarte —contestó y tiró un poco del lóbulo de su oreja—. Y acertaste, es el trabajo.
—¿Ves? Soy bueno en esto, y muchas cosas. Entonces lo que ha cambiado es que el trabajo te aburre, en Hogwarts no te aburrías —decidió que esa era la respuesta.
—Algo así —admitió, hasta hacía poco era cierto que se aburría en el trabajo—. ¿Ya has solucionado el misterio?
—Estoy casi seguro que sí. Por eso tu amiga te mandó aquí, esas fiestas de etiqueta no sirven, o ya estabas entreteniéndote con algo, pero que no es suficiente. Aunque nada mejor que esta noche —dijo la última frase girando la cabeza para llevarla a su cuello y dejar un beso en la unión con la mandíbula.
Ella ladeó la cabeza para darle más espacio. —Estaban entreteniéndome… hasta hace un par de meses, y no, no era suficiente —aseguró.
—¿Algo nuevo, mágico? ¿Una travesura? —preguntó Rigel siguiendo con el trato a su cuello y estrechándola contra él al rodearla con uno de sus brazos.
—Magia nueva… muchas travesuras —respondió bajando sus manos por la espalda de él hasta llegar al borde de su camisa y colar un poco los dedos debajo de ella. Sin duda era él, tenía que serlo.
—Me gustan los nuevos misterios y las travesuras. ¿Vamos a otro sitio para que pueda enseñarte algo nuevo? —propuso sensualmente. Suficiente por ese día, tenía que preguntarle a Azaleh, hasta él sabía que era complicado.
—Donde tú quieras —aceptó ella y para dar más veracidad a sus palabras lo besó con deseo.
Rigel se separó al poco, con cierta reticencia, cogió su mano y la condujo hasta el punto de aparición llevándola a su casa sin más aviso, para una larga noche en que la conversación quedó olvidada excepto por la misión de enseñarle algo nuevo del sexo.
Continuará…
Notas finales: ¡Quien quiere un Rigel! ¡Nosotras lo queremos! *.* Y… comenzó el reinado de Altais, 5 años son muchos, ¿qué ha pasado en este tiempo?
