Ante todo:

DISCLAIMER: los personaje pertenecen a Stephenie Meyer, aunque la historia es mía.

Las cursivas son conversaciones telefónicas o conversaciones que se oyen en la lejanía.

Los pensamientos de los personajes están escritos "entre comillas".

Lo que está escrito en negrita y cursiva pertenece al diario de Renesmee Cullen.

La historia está escrita desde el punto de vista de… pronto lo descubriréis, aunque es fácil de descubrir. R.C.

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1. EL DÍA A DÍA.

Como cada día, recorría los oscuros pasillos de mi casa, para no perder la costumbre. Fui hacia la cocina para prepararme algo de desayunar. Estaba tan hambrienta que era capaz de comerme una vaca entera. Para no perder la costumbre, en la cocina no había nadie, aunque pronto dejé de estar sola.

Mientras me preparaba unas tostadas y un par de huevos fritos, con el pijama aun puesto, apareció Dem a mi lado. Me miraba muy sonriente, mostrándome su perfecta dentadura, mientras intentaba disimular una mueca de asco. Sabía que odiaba el olor de la comida humana.

- Si tanto odias el olor, porque no me esperas en el salón? – dije, lo que provocó una risita por parte de mi amigo. Siempre le decía lo mismo y él seguía sin hacerme caso.

- Si te esperara en el salón, me perdería el verte con ese pijama y esas zapatillas de osos. – dije mirándome de arriba a bajo, riendo.

- No se de que te ríes. Me lo regalaste tú por navidad. – dije poniendo la comida en el plato.

Preparé una jarra de zumo de naranja y fui hacia el salón, seguida muy de cerca por Dem. Mientras desayunaba, me fue explicando el plan que había para ese día. Mi padre iba a darme las clases ese día y, por la tarde, comeríamos todos juntos.

Mi vida era un poco extraña y complicada, y no hablemos de mí. Hacía ya una semana que había celebrado mi sexto cumpleaños pero, a pesar de ello, tenía la apariencia de una chica de unos diecisiete años. Mi padre me había contado que ello era debido a su procedencia. Hablaré claro, mi padre era un vampiro, y se había enamorado de una humana. Mi madre había muerto durante el parto. Yo era mitad y mitad.

Debido a mi avanzado crecimiento, no podía ir a la escuela, y mi padre y mis tíos eran los encargados de mi enseñanza. No estaba nada mal, les quiero mucho a todos, pero a veces ansiaba el tener amigos. Amigos humanos. Aunque era feliz con mi mejor amigo Dem, a pesar de que casi todos los demás habitantes de la casa no me hacían mucho caso, al menos por las mañanas, pero por la noche, durante la cena, la liábamos parda.

Otra cosa que me distinguía de los demás era que ellos bebían sangre, solo sangre, mientras que yo solía comer comida humana y, en ocasiones, sangre. Dependiendo de lo que me apeteciera en ese momento.

- Me estás escuchando, Chris? – dijo la voz de mi amigo, logrando que volviera al presente.

- No. Perdona Dem. Decías?

- Te preguntaba que si querías salir esta noche.

- Hoy toca cena. – dije refiriéndome a que tocaba cenar sangre.

- Lo se. Le he preguntado a tu padre si podemos cenar fuera y me ha dicho que sí. Siempre que tú quieras, claro.

- Nunca he cenado fuera. – dije dejando los cubiertos sobre el plato, y me acomodé en la silla.

- Lo se. Como no te regalé nada por tu cumpleaños, pensé que te apetecería. Así sabrás lo que es divertirse. – su sonrisa cada vez me deslumbraba más. Daba la impresión de que la idea le ilusionaba. Y porque negarlo, a mi también me hacía ilusión ir de caza.

- Es un regalo genial. Bueno, voy a recoger esto y voy al despacho. No quiero hacer esperar a papá. – me puse en pie, cogí mi plato y fui hacia la cocina.

Como siempre, Dem me siguió hasta la cocina, me ayudó a lavar los platos, me fui a vestir y Dem me acompañó al despacho, donde ya me esperaba mi padre. Sonrió al verme llegar de la mano de Dem, que se marchó al momento, y entré al momento al despacho en el que iba a pasar las próximas seis horas, estudiando.

Para mi sorpresa, papá no empezó con las clases al momento, como solía hacer siempre, sino que me preguntó sobre mi y Dem.

- Veo que tú y Demetri cada vez estáis más unidos.

- Papá! – exclamé, sintiendo como el calor subía a mis mejillas.

- Que?! Vale, vale. Ya dejo el tema. – dijo con cara de inocente, aunque se le estaba escapando la risa.

No tenía secretos con mi padre, pero no me gustaba hablar de esas cosas. Me limitaba a tomar su mano y esperaba a que lo viera en mi mente.

- Así que esta noche te va a enseñar a cazar?

- Si. No entiendo porque no me has llevado contigo algún día. – mi padre nunca me había permitido salir de caza. Era Heidi la que siempre nos traía la comida.

- Bueno, estaba esperando a que estuvieras preparada. Y ya lo estás.

- Gracias.

- Se que iréis con cuidado.

- Nadie se enterará de nada. – dije sentándome a su lado. – ni siquiera dejaremos rastro. Confía en mí.

- Lo hago. Es por eso que te dejo ir.

- Gracias papá. Y ahora, empezamos con la clase?

- Desde cuando te gusta estudiar?

- Desde que hablamos de chicos. Va. – me senté en la mesa y abrí mi cuaderno.

Durante las siguientes cuatro horas, estuve tomando apuntes y estudiando con mi padre, sin descansar ni un segundo, aunque tampoco nos hacía falta. Esa una de las cosas buenas de ser vampiro.

- Bueno, terminamos por hoy. – dije saliendo de detrás de su mesa.

- Pero si aun nos quedan dos horas! – exclamé extrañada.

- Chris, hoy es jueves. Toca entrenamiento con Félix.

- Es verdad! Ya voy! – me levanté a toda prisa de la silla, le di un beso en la mejilla a mi padre y salí corriendo del despacho.

En la puerta de las antiguas mazmorras, un piso por debajo de la casa, encontré a Félix, que llevaba algo en las manos.

- Te ha visto alguien? – dijo mientras entrábamos en una pequeña sala.

- No. He sido sigilosa, como siempre.

Nadie, salvo mi padre, sabía que todos los jueves, durante dos horas, me dedicaba a pelear con Félix. También me enseñaba como pelear y matar a nuestros enemigos, entre ellos los licántropos. Como mis colmillos no tenían la ponzoña de los vampiros, debía buscar otra forma de acabar con ellos, como por ejemplo, cuchillos. Mi arma favorita. Siempre llevaba una atada a cada pierna. Por si las moscas.

Nunca había matado a nadie, almenos no con mis cuchillos, pero un par de veces acabé con los que nos servían de cena. Normalmente era Dem quien les rompía el cuello por mí, aunque me gustaba cenar con mis víctimas vivas. Me mimaban demasiado, pero esa noche sería yo quien se ocupara de todo. Y sabía muy bien como hacerlo.

- Félix, que hacemos hoy?

- Lucha cuerpo a cuerpo. Adelante! – exclamó abalanzándose sobre mí, aunque logré esquivarle y tuve que dejar caer mis cuchillos al suelo para poder defenderme mejor.

Había aprendido a no tenerle miedo a Félix, aunque aun me intimidaba un poco. Era enorme, y, gracias a mi delgada estatura, podía esquivarle bastante bien.

Durante la primera hora de entrenamiento, no descansamos ni un minuto, hasta que, aun no se como, Félix acabó estampado contra el techo. Cuando cayó al suelo, empezó a reír a carcajada limpia.

- Te ha costado un año conseguir golpearme como dios manda. Enhorabuena. – dijo. Se quedó tumbado en el suelo, con la espalda sobre la fría piedra, mirándome.

Me tumbé a su lado y me abracé a su cintura. Félix también era uno de mis mejores amigos. Él y Dem eran los únicos que me querían, y yo también les quería mucho.

- Bueno, ya era hora. Siempre me golpeas tú a mí. – dije apoyando mi cabeza en su hombro. Siempre terminábamos así las clases, por lo que ese día habíamos terminado antes. – Y Dem ya empezaba a sospechar algo al verme llena de moretones.

- Si te maquillaras, no se notaría. – dijo acariciando mi brazo, donde ya estaba desapareciendo un feo moretón de color violeta.

- Ya sabes que yo nunca me maquillo. Bueno, solo en las ocasiones especiales. Soy así, le gusté o no a los demás. Que hacemos el resto de la hora?

- Descansar. Esta noche va a ser movidita.

Cerré los ojos, intentando vaciar mi mente de cualquier pensamiento, intentando descansar, pero no dormirme, aunque fracasé y la oscuridad me atrapó en sus redes.

- Chris, despierta, que se nos va a hacer muy tarde. – susurró una dulce voz en mi oído.

Abrí los ojos lentamente y me encontré a Dem arrodillado al lado de mi cama.

- Es hora de cenar?

- Si. Tienes hambre?

- Si, y tu?

- Me muero de sed. Vamos, vístete con algo cómodo. – dijo poniéndose en pie.

Dem salió del dormitorio, tras darme un suave beso en la frente, y, en un par de minutos, ya estaba vestida con un chándal negro. Dem me cogió de la mano y nos marchamos hacia la calle. Hacía mucho tiempo que no salía al exterior., por lo que sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo cuando el aire de la noche impactó contra mi cuerpo.

- Todo va bien. – dije al sentir la mirada preocupada de mi amigo.

- De acuerdo. Vamos a ir a dar una vuelta. Cuando encuentres algo que te guste, me avisas.

- De acuerdo.

Paseamos por la ciudad unos quince minutos cuando, de repente, le vi. Hacía un rato que había notado un delicioso olor y, al fin, había encontrado la fuete. Una chica que estaba en la puerta de un pub, junto a un chico. Podía sentir a Dem y su nerviosismo estrujando mi mano.

- Tengo un plan. – me acerqué a él y le hablé al oído. – Yo quiero a la chica, por no lograré llevármela a parte. Voy a por el chico y me lo llevo al parque. Haz lo mismo con la chica. Nos encontraremos allí y…

- Y entonces nos los cambiamos. – terminó la frase por mi. – me gusta como piensas. Y se te acaba de ocurrir?

- Si. – dije soltando una risita. – yo primera!

Besé a Dem en la mejilla y salí corriendo a paso humano. Cuando iba a pasar por delante de ellos, me dejé caer al suelo y lancé varias maldiciones a bastante volumen, intentando llamar la atención del chico, y lo conseguí.

- Te encuentras bien? – dijo una voz a mi lado. Levanté un poco la mirada y vi al chico del pub.

- No. Bueno, si. Solo me he golpeado la rodilla, aunque no es nada raro en mí. Soy bastante patosa. – dije soltando una risita, logrando una sonrisa por parte del chico.

- Ven, te ayudo. – el muchacho me ayudó a levantarme y me llevó hacia un banco, muy cerca del parque.

- Gracias.

- Déjame ver esa rodilla. – el chico levantó mi pantalón y examinó mi rodilla. – No veo herida.

- Pero mañana estará morada. – mientras hablaba, vi como Dem iba hacia el parque con la chica del pub, mi cena. – aunque me costará anda durante un par de días.

- Puedo hacer algo por ti?

- Me acompañas a la fuente del parque? Tengo un poco de sed, y me gustaría refrescarme la pierna. – dije haciendo el intento de levantarme.

- Claro.

El muchacho me ayudó a levantarme y, cojeando, fui hacia la fuente. Allí al lado vi a mi amigo, al que saludé al verle.

- Chris, casi me desmayo del hambre.

- Tranquilo, es todo tuyo. – me separé del muchacho y, ya sin cojear, fui hacia la chica, que había retrocedido hasta pegar su espalda al tronco de un árbol.

En cuando Dem se abalanzó sobre el chico, la muchacha gritó y salió corriendo. Eché a correr tras ella y la alcancé en pocos segundos. Cayó boca abajo en el suelo, le di la vuelta y me senté a horcajadas sobre su cintura, con mis manos sujetando sus brazos.

- Hay dos opciones. Si gritas, te rompo el cuello. Si no gritas, solo te morderé. Con ambas opciones sufrirás, pero con una menos que con otra.

- Porque a mí? Yo no he hecho nada. – dijo en tono suplicante.

- Hueles demasiado bien. Deliciosamente bien. No puedo marcharme sin más. Además, tengo sed.

No le dio tiempo a gritar de nuevo. Acerqué mis labios a su garganta, mordí con todas mis fuerzas y empecé a tragar el delicioso líquido que emanaba de sus venas. El olor no le hacía justicia. Su sabor era el mejor que había saboreado en mucho tiempo.

Mientras bebía, a mi mente apareció una conversación que había oído entre mi padre y Dem, y por ello enloquecí cuando Dem intentó apartarme de mi cena.

- Chris, ya está. No hay más sangre que beber. – dijo la voz de mi amigo, tirando de mí hacia atrás, pero aun no había terminado. – suéltale Chris.

- No me llames así. – dije en un susurro apenas audible, aunque pronto empecé a gritar al caer al suelo de espaldas.

- Que?!

- No me llames así. Ese no es mi nombre!

Dem me levantó del suelo y me sujetó con delicadeza por los hombros, obligándome a mirarle a la cara.

- Porque dices eso, cariño?

- Te oí hablar con mi padre. No entiendo el porqué, pero os referisteis a mí con otro nombre. Porque?!

Dem desvió su mirada de mí. Parecía estar nervioso.

- Porque me llamáis por un nombre que no es el mío? – la voz me falló y ya no pude seguir haciéndome la fuerte.

- Chris, yo no puedo responderte a eso. Habla con tu padre. Él podrá contarte la historia, aunque creo que le duele bastante hablar de ello. Ya sabes como se pone cuando habla de tu madre. – dije con aire triste. Me hizo sentir culpable por mi berrinche.

- Perdona Dem. Es que me duele pensar que las personas a las que más quiero me esconden algo, y que incluso me mienten.

- Tranquila. – los fríos brazos de mí amigo rodearon mi cuerpo y me estrecharon con dulzura contra su cuerpo. – volvamos a casa. Bueno, después de ocuparnos de éstos dos.

- Como lo hacemos? – dije con mi rostro contra su pecho, rodeando su cintura con mis brazos.

- Yo me encargo. – unos fríos labios se posaron sobre mi frente y, en apenas unos segundos, le vi ocuparse de los cuerpos de lo que habían sido mi comida y la de mí amigo. – Ya estoy.

Demetri me cogió de la mano y empezamos a caminar lentamente de vuelta a casa.

- Crees que papá me contará lo de mí cambio de nombre?

- Seguro que Aro te lo contará. Siempre que se lo pidas delicadamente.

……………

Cuando mamá me despertó ésta mañana y me dijo que Jacob vendría a visitarnos esa misma noche, me levanté de un salto de la cama. Hacía casi una semana entera sin verle. Entiendo que Jacob tiene que proteger a la gente, junto a sus hermanos los lobos, pero igualmente le echo mucho de menos cuando no le veo.

Me costó mucho elegir que ropa ponerme esa noche. Quería estar guapa para mi Jacob.

Tía Rosalie no ha dejado de repetirme durante toda la mañana que debería dejar en paz a Jacob, y que soy demasiado pequeña para preguntar y necesitar a un hombre. Me hace mucha gracia cuando me dice eso, aunque ella no entiende es que me lo paso muy bien cuando estoy con Jacob. Es el único que me cuenta las cosas como si fuera mayor.

Ya se que solo tengo dos años, pero el abuelo Carlisle dice que pienso como una niña de seis años, como poco. La verdad es que soy un poco rara. No soy como los demás niños de mi edad, por eso mis papás no me dejan ir a la escuela. Me enseñan el abuelo y papá, en el despacho que papá tiene en la casita del bosque.

Tío Jasper me ha llevado de caza. No me gusta mucho la sangre, pero dos veces al mes me obligan a ir al bosque a comer. Con lo que a mi me gusta la pizza!!

Al principio, me resistí bastante, pero Jasper acabó convenciéndome de que no me iba a pasar nada por beber sangre un día. Jasper y su poder de convicción. Me cogió en brazos antes de salir corriendo hacia el bosque. La verdad es que me encanta ir de caza con Jasper. Nos lo pasamos muy bien. No me obliga a beber mucho, se conforma con un solo ciervo, pero siempre cazo dos para hacerle sonreír.

Después de comer, siempre me lleva al río. Me deja bañarme una media hora, mientras él lee un libro que siempre lleva en el bolsillo. Y después hemos vuelto a casa paseando. Yo quería dormir un rato, pero Alice no me ha dejado. Cuando me he dado cuenta, estaba subida en su coche amarillo.

Cuando iba con ella, llevaba el coche muy despacio. Mamá siempre le pedía que no corriera cuando yo fuera en el coche.

Primero me ha llevado al centro comercial y hemos ido a una tienda donde había mucha ropa. Me he tenido que poner muchos vestidos para ver como me quedaban y, al final, tía Alice los ha comprado todos. Después me ha comprado un enorme helado de chocolate. Después me ha llevado a una tienda de zapatos y me ha comprado cinco o seis pares.

Me he aburrido bastante, pero no le he dicho nada a tía Alice porque no quería hacerle daño. A tía Alice le encanta ir de compras y yo hacía ver que me divertía, y tía Alice era feliz. Después de comprar los zapatos, hemos ido a comprar gafas de sol. Me ha comprado una de cada modelo y color.

Al final, creo que hemos estado unas tres horas en el centro comercial. En cuanto hemos llegado a casa, he venido corriendo a mi habitación y me he tirado en plancha sobre la cama. Tenía mucho sueño. Alice me había echo caminar mucho y, al final, hemos tenido que pedir un taxi, porque en el coche de tía Alice no han cabido todas las bolsas. Hasta yo veo que se ha pasado comprando.

Cuando la abuela Esme ha visto entrar a Alice en casa con las bolsas, desde mi cuarto se ha oído el grito de sorpresa, y mamá a pegado un grito tan fuerte que creo que hasta mi cama ha temblado. Y ya no he oído nada más porque me quedé dormida, hasta que Emmett me ha despertado. Me ha dicho que nadie quería jugar con él. Bueno, yo soy la única que juega con él. No quería levantarme de la cama, quería dormir, pero al final me he levantando y he ido con mi tío a su habitación, donde tiene una gran televisión de plasma y la playstation. Hemos estado jugando hasta que, a través de la ventana abierta, pude sentir una voz muy familiar.

Me marché de la habitación de tío Emmett y salí corriendo de la casa. Jacob venía andando hacia la casa y me he lanzado a sus brazos. Estaba tan contenta de verle que no podía dejar de abrazarle. Sentí como Jacob se ponía a reír y también me abrazaba.

Jacob me ha llevado al cine y a cenar una pizza. Como me conoce. Sabe que es mi comida favorita y que en casa casi nunca me dejaban comerla.

Ha habido varios momentos, durante todo el día, en que me ha parecido que ese día querían tenerme ocupada y distraída, pero estando con Jacob eso me daba igual.

Cuando hemos terminado de cenar, yo una pizza pequeña y Jacob dos pizzas familiares, me ha llevado a un parque. Yo me he subido en uno de los columpios y Jacob me ha estado balanceando. Jacob no ha parado de preguntarme sobre lo que he hecho ésta semana. Siempre dice que le gusta saber todo lo que hago.

Le he pedido que un día me lleve a Forks, el pueblo del que nos fuimos cuando aun no tenía ni un año. Echo mucho de menos al abuelo Charlie, el papá de mi mamá. Jacob me ha dicho que él no puede llevarme, que se lo pida a mamá, pero ella no quiere. Dice que aun no podemos volver, pero se que ella también echa de menos al abuelo. Cuando digo su nombre se pone triste. Y, como es una vampiresa, no puede llorar, pero se que se pondría a llorar si pudiera, y eso me pone triste a mí.

Jacob me ha dicho que le pediría permiso a mis papás para que pudiera ir a Forks y La Push, pero no creo que me dejen ir. Nunca me dejan hacer nada. Se lo he dicho a Jacob, pero me ha dicho que no dejará de insistir hasta que acepten.

Casi a media noche, Jacob me ha llevado a casa. Estaba muy cansada y me he dormido en el coche. Jacob me ha tenido que llevar en brazos a mi cama. Me desperté y ya no me dormí, pero me quedé tumbada.

Oía como Jacob hablaba con papá y mamá. Como había dicho en el parque, estaba intentando convencerles. Papá no decía nada y mamá había empezado a pelearse con Jacob. Decía que no quería que yo pusiera un pie en ese pueblo. Jacob le ha dicho que entonces me llevaría en brazos. Se puso a reír con su chiste, y yo también. Mala idea, porque han descubierto que no estaba dormida y papá ha subido a mi habitación. Se ha tumbado a mi lado en la cama. Me he abrazado a él, sintiendo un poco de frío, pero ya estaba acostumbrada a eso.

Papá me ha preguntado si yo quería ir a ver al abuelo Charlie. No me ha dado tiempo a responder, pero papá ha sonreído. Claro que quiero ir a verle. Hace mucho tiempo que quiero verle, y él lo sabe.

Papá me ha acunado entre sus brazos y ha empezado a cantar la canción que me canta todas las noches. Al final si que me dormí, deseando que mamá aceptara la petición de Jacob, quien me ha despertado ésta mañana. Cuando Jacob ha bajado a desayunar, he aprovechado para escribir todo lo que hice ayer. Ésta noche te contaré lo que me ha pasado hoy. Hasta luego diario mío.

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HOLA!!!

Que tal pinta?

Espero que esté lo suficientemente bien como para que querráis leer el siguiente capítulo.

Ya sabéis que, para cualquier cosa, duda, pregunta, comentario... aquí estoy. Ya sabéis como contactar conmigo.