Nota: Iginio Straffi es el dueño de las Winx Club.
Esto será un AU.
Capítulo 1
Se levantó de la cama de su habitación renovada completamente. Se metió en el cuarto de baño y después se puso su ropa, ya que hoy había quedado con una amiga. Musa escogió una camisa rosa con adornos florales rojos y unos pantalones vaqueros. Terminó su vestimenta con unas botas de punta muy pequeña de color marrón. Desayunó ligera se metió todo lo que necesitaba en el bolso. Musa vivía en un ático de cien metros cuadrados en uno de los barrios más ricos de la ciudad.
Entró en el ascensor y pulsó al botón cero. Miró su reloj.
—Stella y Bloom ya deben de estar llegando.
Cuando llegó a la planta del rellano se fijó en que una persona le iba a saludar, pero como siempre ella se anticipaba:
—Adiós, Nut—le dijo al conserje.
—Adiós, señorita— Nut le respondió sorprendido, como siempre. Cuando la iba a saludar, ella se le adelantaba.
Musa pasó el umbral de la puerta y se fijó en toda la gente que pasaba. Era Navidad así que todos iban tapados con abrigos de plumas o muy acolchados con bufandas que tapaban sus atrayentes cuellos. Musa se contuvo. Echó a caminar por la calle. Eso no debía de asustarla a ella.
Sintió muy levemente en sus mejillas que hacía bastante frío, pero por lo demás no notó absolutamente nada.
Las chicas la esperaban en la esquina. Las tres se subieron en el primer taxi que paró ante ellas y ell conductor les metió amablemente las maletas en la parte de atrás. Bloom le dijo la dirección a donde querían ir. A mitad de camino Stella le susurró cosas a Bloom, de las que el conductor por mucho que afinase el oído no conseguiría oír.
—¿Crees que Musa ha tomado una buena idea?
—Ya lo conoces, quiere aparentar ser normal, en cuanto eso es imposible—le contestó la rubia. Stella desvió sus cristalinos ojos verdes hacia los del conductor que estaban reflejados en el espejo de delante. Intimidado miró hacia otro lado.
—Nadie tiene que saber nuestro secreto, pero aun así no está de más probar otras cosas—dijo mirando a un punto en concreto del conductor.
—Bloom, que te pierdes—le dijo Stella.
La pelirroja volvió a la realidad. Entonces el taxi se paró y Stella le dio dos billetes de veinte, sin intención de quedarse con el cambio. Cuando las dos chicas tenían sus maletas un botones apareció de repente y se ofreció a llevarlas amablemente.
Bloom lo miró con cierta cara de malicia pero Stella la sacó del trance. Las dos subieron por el ascensor del hotel de cinco estrellas más famoso de la ciudad. Stella le dio una pequeña propina al botones y las dos quedaron solas.
—Ha sido un viaje muy largo—dijo Bloom echada en la cama muy a gusto.
—Pues no te alegres tanto, que hemos quedado.
Bloom se levantó a regañadientes y ambas se prepararon para salir. Cuando ya estuvieron a bajo ambas ni sintieron ni el más mínimo índice de frío en sus carnes. Bloom sacó de su agenda la dirección y las dos se dispusieron a caminar hasta llegar a ese establecimiento solo para gente muy selecta.
Musa caminó viendo escaparates con cosas para vender. Ella solamente los miraba pues disponía de todos los lujos necesarios, ya que su posición económica se lo permitía al ser la heredera de la mitad de la gran multinacional de su padre. Entonces vio un escaparte que captó su valiosa atención. Había expuesto un collar de oro redondo con un diamante incrustado en su centro.
—Esto yo no lo tengo—dijo Musa pero en ese momento recordó la cita que tenía y dejó eso para más tarde. Volvió a mirar su reloj y vio que aún le quedaba un poco de tiempo así que por andar un poco más viendo nadie se lo iba reprochar, hasta que…
Sintió como alguien le dio un tiró en el brazo. Descubrió al ladrón que se llevaba su bolso y se internó en un callejón.
—¡Eh!—dijo gritando. Ella echó a correr tras el ladrón y lo siguió hasta el fondo del callejón. Estaba un poco oscuro, pero eso para Musa no era ningún problema.
—Me ha tocado el premio gordo por lo que veo—el ladrón no hacía nada más que sacar todo lo que Musa tenía en su bolso. Ella a cierta distancia lo interrumpió:
—¡Devuélveme mi bolso, estúpido!
Se volvió a ella y se rió:
—¿Y qué me vas hacer encanto?
—Esto puede acabar bien si lo dejas.
Entonces el ladrón se levantó y sacó una navaja de su bolsillo. Musa se quedó en el sitio, no estaba asustada para nada, aunque estaba un poco nerviosa por lo que podría pasar.
—Tienes miedo de enfrentarte a mí y de romperte una uña. Típico de las señoritas de alta cuna.
Musa tenía solo veinte años en apariencia. Con haberle dicho chica hubiese bastado.
—No cometes una locura joven—dijo Musa con tono parecido al de una persona muy mayor.
El ladrón silbó y de la nada salieron otros dos de su misma calaña.
—"Esto se complica"—pensó Musa por ellos.
Uno de ellos se abalanzó hacía ella, pero Musa fue rápida y se agachó.
Después los otros dos volvieron a echarse encima de ella. Musa fue rápida de reflejos y los esquivó con elegancia. La cosa parecía estar más o menos controlada hasta que los otros dos sacaron sus navajas. Uno de ellos volvió a lanzarse sobre ella. Musa se apartó pero lo que no sabía es que otro le había dado un golpe en la cabeza. Ella cayó aturdida a la pared del callejón.
—Cuanto más ricas, más tontas se ponen—dijo uno de ellos.
—¿Y si nos divertimos con ella un rato?—preguntó otro.
—Vale.
Lo que más odiaba Musa era que la tratasen como un objeto y estos lo había hecho. Cuando uno de ellos fue a cogerla del brazo, este notó como ella se lo agarraba con una fuerza descomunal. Uno de ellos se volvió a mirarla y vio algo muy distinto. Su piel era más blanca aún, sus uñas mucho más largas. Ella se levantó y alzó a su "caza" en el aire. Los otros dos ladrones no sabían de qué iba eso.
Musa había temido que le volviera a suceder, pero era lo que era y su condición de vampira imperaba. Sus ojos se habían vuelto más azules aún y estos se desviaron accidentalmente al cuello de ese pobre desgraciado o más bien era su yugular la que dulcemente atraía Musa.
Suerte que eso era un callejón y solo estaba ella y los tres pobres desgraciados que no iban a vivir para contarlo.
