Traducciones del Sindarin:

Gwathel-nin: Mi hermana jurada, no de sangre.

Gwador-nin: Mi hermano jurado, no de sangre.

Decisiones Tomadas

Tercera Edad, año 2957, Rivendel

Atavus había subido los escalones que iban desde los jardines y se detuvo en el balcón que estaba fuera del estudio de Lord Elrond. Habían pasado tres años desde Dol Guldur. Durante ese tiempo Estel había estado mucho con los Montaraces del Norte, y sus deberes Reales habían mantenido a Legolas en el Bosque Negro la mayor parte. Eso hacía que Atavus estuviese la mayor parte de su tiempo con los gemelos, lo que no la molestaba en lo absoluto, pero aún así no era lo mismo que estar con sus amigos más cercanos. Atavus se sentó en una de las sillas de balcón que estaba situada en la esquina y que no era fácilmente vista ni desde los jardines ni desde el estudio. No quería que la molestasen esa soleada tarde. Sólo quería relajarse. Pero su tranquilidad fue interrumpida cuando oyó a la puerta del estudio abrirse. Pensó que tal vez debería dejar el balcón para darle privacidad al Lord, pero... estaba demasiado cómoda como para moverse.

"Hemos recibido una misiva de Gondor hoy, Lord Elrond." Ella conocía esa voz. Era Lord Glorfindel. "Ecthelion pregunta si podemos enviarle un sanador con experiencia del veneno de Morgul, para que entrene a sus propios sanadores. Ellos han perdido a su principal Sanador, y él no les enseño a los otros sanadores como combatir el veneno. Han perdido muchos soldados por culpa de ese asqueroso veneno."

"Hummm, la pelea en Gondor está empeorando. Claro que enviaré ayuda. Es sólo que no disfruto el tener que pedirle a cualquiera de nuestros sanadores que haga el largo y peligroso viaje. Hay muchos que irían si yo se los pidiese, pero no sé de ninguno que realmente quisiera hacerlo." Elrond suspiró, preguntándose cual de su gente aceptaría. "Todos ellos tienen familias. No importa a quién envié, si algo pasa dejarían a muchos sufriendo atrás." Él mismo lloraría por cualquiera a quién él enviase.

"Es lamentable que…" Glorfindel empezó a decir algo, pero se lo pensó mejor.

"¿Qué, amigo mío?" Preguntó Elrond sabiendo que no era común de su amigo de tanto tiempo se guardase de decir una opinión.

"Lo siento. Estuve a punto de decir algo muy tonto." Respondió Glorfindel sacudiendo su cabeza.

"No, tenías una idea." Le urgió Elrond.

"Iba a decir que era lamentable que Atavus ya no estuviese curando el veneno de Morgul, ya que ella no tiene familia, pero entonces recordé que ella si tiene una familia." Glorfindel era el único elfo aparte de sus amigos y familia que sabía de su secreto. Y ella siempre había pensado en él como si fuese alguna clase de tío adoptivo. Él nunca la había juzgado por lo que era. Pero sintió un helado escalofrío cuando le oyó a Glorfindel decir que ella no tenía familia. No, ella no tenía familia de sangre en Rivendel, era verdad, pero había pensado que había sido aceptada por la familia de Elrond como una de los suyos. Sabía que él no había pensado en hacer ningún mal, pero aún así dolía saber que ella realmente no calzaba ahí.

"Si, y si algo le pasará sé que aquí hay muchos que llorarían por ella tanto como si alguno de su propia sangre hubiese ido a las Salas de Mandos, incluyendo a mis hijos y a mí." Dijo Elrond corrigiendo a su amigo.

"Lo sé, no estaba pensando antes de hablar, es solo que con sus habilidades especiales, ella es la persona perfecta para el cargo. Aún si fuese herida ella sanaría mucho antes que cualquier elfo que enviases." Glorfindel estaba siendo realista, y Elrond lo entendía, pero no era tan rápido al dejar de pensar en ella como una hija.

"Pero olvidas, mi amigo, que he hecho muchas pruebas de sangre en los últimos años. Su sangre no es la misma que antes. Desde que ha estado tanto tiempo entre los elfos, y no ha probado el fuego del combate en tanto tiempo, su sangre orca ha cedido. Ya está más cerca de los elfos que de los orcos. Sus dones ya ni siquiera funcionarían. No podría curar el veneno de Morgul aún si ella lo quisiera." Señalo Elrond.

Concientemente ella se había esforzado para controlar su producción de sangre, y se las había arreglado para que en los últimos tres años su sangre se pareciese más a la de los elfos de lo que nunca había sido. Sabía que podía revertir el proceso si lo deseaba, pero no estando en Rivendel. Estando alrededor de los elfos y de su pacífica vida había tamizado su sangre. Pero ella nunca había planeado abandonarles, así que no le había importado mucho perder sus dones.

Pero siempre estaba ahí ese sentimiento de que no debería estar haciendo eso en el fondo de su mente. Ilúvatar la había creado de esa forma por alguna razón, lo sabía, pero ella aún no había decidido el porqué. De alguna forma sabía que ahí no estaba viviendo su destino, pero nunca había deseado nada más que ser querida y aceptada por los elfos. Ella había recibido exactamente lo que quería, pero... ¿era justo aceptar lo que se le daba y no dar nada a cambio? Silenciosamente dejo el balcón, dejando a los dos Señores continuar su conversación. Ella misma tenía mucho que pensar.

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Casi todos los días por una semana se los paso sentada en una banca de piedra en el jardín, con la mirada perdida en la distancia. Los miembros de la casa de Lord Elrond sabían que algunas veces necesitaba algo de tiempo para si misma, pero incluso Elrond ya había visto esa expresión antes. Ella estaba buscando una respuesta que su mente no sabía como darle. Casi parecía que Atavus esperaba algo.

Y ese algo llego a Rivendel temprano la mañana siguiente. Ella estaba en el jardín, otra vez, cuando oyó un familiar andar tras ella. Ella se dio la vuelta con una enorme sonrisa cruzando su cara. "¡Estel, estás en casa!" Y se lanzó a él, atrapandolo en un largo abrazo.

"¿Me extrañaste, mellon-nîn?" Pregunta él haciéndole dar vueltas en el aire.

"Más de lo que crees," dijo ella separándose para mirarle. Podía ver que las experiencias vividas con los Montaraces estaban haciendo de él el hombre que algún día sería. Lucía un poco mayor de cuando ella le había conocido, pero sabía que en los seis años que le conocía, él se había vuelto mucho más sabio. "¿Cuánto te quedarás?" Le preguntó, esperando que fuese algo más que la semana normal.

"No estoy seguro," respondió él. Esa no era una respuesta común en él. Lo miro interrogante. Podía asegurar que él le estaba escondiendo algo, pero estaba tan agradecida de tenerlo de vuelta que no preguntó más.

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Ella se le acerco, sentándose junto a él en una banca de piedra, en lo que era algún tipo de atrio. La banca estaba colocada cerca de una estatua. La estatua sostenía los pedazos rotos de Narsil, y frente a ella estaba un mural representando la caída de Sauron a manos de Isildur. Ya sabía el secreto de Estel, que él era el heredero de Isildur. Él la había llevado a ese lugar hacía dos años para contarle de la herencia que no quería. En ese tiempo ella no había comprendido por qué el no quería cumplir su destino. Pero en los últimos días lo había entendido perfectamente. Antes de que él llegase había decidido que no estaba cumpliendo su propio destino quedándose en Rivendel, y que algún día debería irse, pero aún se entretenía ahí, no quería irse.

Por su rostro, podía decir que estaba muy dentro de sus pensamientos, y por el seño que tenía podía decir que él no estaba disfrutando dichos pensamientos.

"¿Qué te preocupa tanto, amigo mío?" Le preguntó sentándose a su lado.

Él sabía que ella había entrado, aunque como los elfos casi no hiciese ruido, pero sus sentidos siempre habían sido muy agudos.

"Tengo que tomar una decisión que no me gustaría tomar." Respondió sin mirarla.

"¿Qué clase de decisión, Estel?" Ella sabía que eso era lo que le tenía preocupado desde que había llegado a casa.

"Me voy mañana," respondió.

Por alguna razón pensó que él no estaba hablado de ir con los Montaraces otra vez. "¿Dónde vas?"

"Hay tanto de esta tierra de lo que he visto tan poco, y hay tanto que debo aprender de mi propia raza." Dijo él mirando sus manos.

"Hablas de los humanos." Y eso era un hecho, no una pregunta.

"Si," dijo él, mirándola finalmente. Él había esperado tener una discusión con ella, pero en cambio vio aceptación y comprensión en sus ojos. "Primero iré a Rohan."

Ella sabía que ese día se estaba acercando. No importaba que tanto él intentase luchar contra eso, su destino lo llamaría con más fuerza a medida que pasasen los días. "Te extrañare, Gwador-nîn."

"Y yo a ti, Gwathel-nîn." Respondió él tomando su mano. "Gracias por comprender."

"Si, te entiendo." Dijo, pero no le contó nada de su propia decisión de marcharse. Él estaba yendo a Rohan, no a Gondor, y si él se enteraba de que ella se iba, insistiría en ir con ella. Entendía demasiado bien que para convertidse en el humano él debería recorrer su camino solo.

Y eso era lo que ella había estado esperando. De cierta forma sabía que algo iba a ocurrir que cambiaría su vida por completo, y solo había tenido que esperar un poco para que sucediese. La ausencia de Estel en Rivendel le haría más fácil la partida, ese lugar no era lo mismo sin él ahí, y ahora ella sabía que él se iría por muchos y largos años.

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Atavus golpeó la puerta y espero a oír a la familiar voz pedirle que entrase. No oyó nada. Ya era bastante tarde y se preguntaba si Lord Elrond ya se había retirado para la tarde. Decidió echar una ojeada solo para saber si no se habría quedado dormido en su mesa de trabajo otra vez. Muchas veces lo había encontrado dormido en su mesa donde había estado trabajando.

Se deslizo silenciosamente dentro de la habitación, que estaba iluminada por muchas velas, y si, se había quedado dormido en la mesa. Él siempre trabajaba mucho y era muy pesado, y cuando se quedaba dormida era el sueño pesado del agotamiento. Ella se acercó suavemente a la mesa y justo cuando estaba por despertarlo para enviarlo a su cama, algo en la mesa captó su atención. Era la carta para el Senescal de Gondor. Sabía que no debería leerlo, pero no pudo resistir a la tentación y sus ojos ojearon el papel. Era la carta de presentación para el elfo que iba a enviar para ayudar a los sanadores. El nombre no había sido escrito todavía, se preguntaba si Elrond dudaba aún sobre a quien enviar.

Una idea apareció en su mente y se preguntaba si sería capaz de llevarla a cabo. Había planeado acercarse a Elrond y pedirle permiso para ser enviada, pero con la carta frente a sus ojos, si se atrevía a hacerlo se iría sin que nadie lo supiese. Tomo la pluma con la que él había estado escribiendo, e intentando copiar su fluida firma con las manos temblándole, lleno el vacío con su nombre. Tomo el sello y guardo la carta tan silenciosamente como le fue posible y con la cera de una vela selló el sobre. Ya estaba listo. Todo lo que tenía que hacer ahora era salir de Rivendel. Miro a la forma durmiente del hombre al que ella consideraba su padre, y decidió que no podía dejarlo sin ninguna pista de su paradero, así que tomo un pedazo de pergamino y empezó a escribir.

Querido Ada,

Siento tener que partir así, sin un adiós para aquellos a los que amo, pero sabía que no querrías que yo fuese si te lo hubiese dicho. Me he ido a Gondor para ayudar a los sanadores de ahí. No te preocupes, porque mis habilidades curativas regresaran antes de que llegue a la Ciudad Blanca. Gracias a ti he aprendido como controlar mis dones, y debo agradecértelo. Di a los gemelos que los amo y que algún día regresaré para hacer travesuras con ellos, pero por ahora tengo una misión que cumplir. Ilúvatar me creo así por alguna razón. Lo sé. Y he sido muy egoísta ignorando eso por tantos años. Es tiempo de que cumpla lo que me fue asignado.

Si ves a Estel antes que te vea nuevamente, dile que entiendo porque él debía irse, porque yo debía marcharme por una razón muy parecida. Él tiene un gran destino que cumplir, y aunque el mío tal vez no sea tan grandioso como el suyo, es mi propio destino, y no puedo evitarlo por siempre.

Y Legolas... Él no entenderá esto, pero no hay forma en la que yo pueda detener lo que vendrá. Dile que desearía haber podido verlo antes de irme, pero creo que habría sido más duro para ambos. Y por favor, sé que esta mal, pero no le digas donde fui. Él sólo tratará de seguirme, y él no puede hacer eso. Yo debo enfrentar a mi deber sola, del mismo modo que él tiene sus propios deberes a los que atender en el Bosque Negro.

Tú has sido mejor para mi que cualquier padre que hubiese podido pedir nunca, y por eso siempre te estaré agradecida. Te extrañare.

Atavus

Reemplazo la carta que había tomado con la suya y silenciosamente salió de la habitación otra vez. Sus cosas estaban listas. Y mientras dejaba La Última Morada sintió una gran tristeza en su alma, sabiendo que podían ser muchos años antes de que ella la volviese a ver.

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Notas de la traductora:

Ay mis niñas... Cuanto tiempo¿verdad? Es una lástima que mi Internet este tan lento... Lamento mucho haberme demorado, pero como recordarán acabo de empezar el colegio y he estado algo ocupada. Pero al fin, he logrado terminar el primer capi y ponerlo en la red para ustedes. Espero que no deseen matarme, porque ni un hacker podría conseguir los capis siguientes...

G: Porque no los tiene aún... ¬¬

¿Se acuerdan de mi subconsciente? Ha regresado, y más mala que nunca XD Pero regresando al tema:

Y lo peor es que es verdad... Bueno, espero que les haya gustado este primer capítulo ;) Las veré muy pronto

G: Porque estamos decidas a terminar la traducción de este, y otro fic, pronto.

O al menos yo tengo mis esperanzas puestas en que no pase nada que me distraiga.

G: Agradeceríamos mucho que nos comentaran que tal trabajo, con lo que ha tocado insistir para que saque tiempo...

(Apenada) ¡Las veremos pronto! Debo terminar un par de cosillas antes de que me echen de la computadora... Gracias por leer!

Namarië

Ghani y Subconsciente de Ghani

N: A que suena ridículo? Pero es que la niñata me ha robado el nick!