Falling faster

Resumen: Draco está pagando los crímenes de su padre, las consecuencias que dejó. Y ahora él es el error. Severus lo lleva al único lugar en donde puede estar a salvo. Él solo quiere que todo termine, que se detenga, pero parece que Potter tiene tendencia a quebrar completamente sus planes.

AUTOR: Vulnera Sanentum

DISCLAIMER: Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a ©J.K. Rowling. No se ha ganado dinero ni se ha violado ningún copyright con este trabajo, la trama me pertenece única y exclusivamente a mí.

PERSONAJES: Harry.P/Draco.M

CASIFICACIÓN: NC-17

GÉNERO: Romance, drama, hurt/comfort, angst, un poco de fluffy, ¿suspenso?, siempre algo de humor-aunque esta vez es muy poco-, la historia no es dark, lo que se dice dark, pero no esperen coransocitos y flores por todos lados, que es intenso.

ADVERTENCIAS: Slash (relación entre dos chicos), habrá lemon, situaciones explícitas (como de violencia, etc) y tal vez, un poco fuertes.

Nota de la autora: No se dejen llevar por el resumen, ni por las advertencias, las pongo porque son necesarias, pero saben que soy una romántica irreparable XD, esto tendrá AMOR, jajaja, con drama, angustia y algo de hurt/comfort. Espero que le den una oportunidad. Es el tan esperado fic que estoy haciendo :)). Ah, y como sé que algunos se saltan el prólogo, les aviso que este, es esencial para entender la historia, bueno al menos gran parte de ella.


Prólogo

Los suspiros son aire y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú a dónde va?

-Gustavo Adolfo Bécquer.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

-Jorge Luis Borges.

Hace mucho tiempo, en remotas tierras lejanas, vivía una princesa triste.

Pronto sería su coronación, debía de ser la mujer con más suerte del mundo, su reino era muy poderoso, rico y solía ganar todas las partidas, pero lo cierto es que vivían continuamente en guerra.

Si así es como se le podía llamar. No es como si fuera un reino conflictivo, las piezas siempre estaban en su lugar, y eran buenos jugadores, pero ese era su destino, simplemente no había escapatoria.

La princesa triste, no siempre había sido una princesa triste, solía ser una dulce ignorante de la verdad. Cuando lo supo, cuando se enteró que el reino le pertenecía, ella no quería que le perteneciera. Era mucho, mucho trabajo, mucha responsabilidad, mucha presión. Ella sólo quería ser…ella.

Pero no había marcha atrás, ya estaba en las filas del tablero, ya habían elegido por ella.

La princesa se dio cuenta de que era una sensación muy fea.

No quería eso.

Tal vez, no estaba segura de lo que quería realmente, pero ya era demasiado tarde para remediarlo.

Ahora sería coronada a reina, y no le quedaría otra que luchar, pelear por su reino, y aunque les deseaba lo mejor a todos— porque tenía un corazón noble y jamás le desearía el mal a nadie—, ella no quería matar a nadie.

No quería gobernar, ¿era tan difícil entenderlo?

Sufría mucho. Por las noches se despertaba llorando, porque ese no era su sitio, pero lo cierto es que ese era el lugar que le habían escogido. Debía superarlo, todos estaban felices de tenerla ahí.

Era la pieza clave, sin ella, todos moriría, perderían la partida. Y ni siquiera ella estaba dispuesta a esa alternativa.

Era un destino triste, para una persona triste, pero parecía que a nadie le importaba.

El reino era de gran extensión. Y en una noche de agonía y vulnerabilidad, la princesa se coló en el bosque profundo. Los peones decían que nadie había salido vivo de allí. Pero mientras corría y sus lágrimas se derramaban, poco importaba en ese entonces.

Su vestido, siempre limpio y perfecto, se había rasgado hasta reducirse a puras tiras, suciedad y sangre. Se había tropezado camino y había caído en un lugar rocoso junto con espinas afiladas de rosas.

A pesar de su intenso dolor—sentimental y exteriormente—, pudo observar el maravilloso lugar que había encontrado.

Y por instante, la joven princesa se olvidó de todo.

La luz de la luna, blanca y deslumbrante, brillaba en todo su esplendor haciendo reflejo en el lago. Que hacía pequeñas olas provocadas por el aire y los, seguramente extraños animales que habitaban allí.

Alrededor de este, casi escondidas, se podían ver el rojo intenso de los rosales.

Precioso.

Las estrellas brillantes, y la oscuridad del bosque le daba un aire espeluznante al lugar, que le daría escalofríos a todos, menos a ella, que le producía una tranquilidad cegadora.

Cuando se acercó al lago, para lavarse las heridas, lo vio. Un muchacho, con semblante nostálgico, miraba las estrellas de una forma cautivante.

La princesa abrió los ojos enormemente, de una forma no tan digna de una futura reina. Pero no pudo evitarlo. Estaba tan sorprendida como impresionada.

Era un muchacho apuesto. Ella lo conocía, era el príncipe del otro bando, el futuro rey oscuro.

No pudo moverse de su sitio, lo más probable es que si se mostraba, la terminaran matando. Después de tanto sacrifico, no se arriesgaría.

Después de esa noche oscura, con la luna llena sobre ellos, la princesa iba todas las noches a observarlo.

Siempre estaba ahí, con esa mirada melancólica, y ese semblante triste. Ni siquiera ella se veía tan mal. Asique le regaló el consuelo ciego de acompañarlo en sus noches de vela, aunque él nunca se diera cuenta.

La princesa miraba sus rasgos, su cabello, su mirada, sus gestos. No podía evitarlo, era tan guapo…

Y aunque sabía que estaba terminantemente prohibido, eso no le impidió seguir yendo al bosque.

Sabía que estaba mal lo que hacía, incluso por más que el otro no se enterara. Sabía que tenía que reportarlo, que decirle al caballero, a los peones, a quien sea, de que lo mataran, llevarían una enorme ventaja (así sólo faltaba la otra reina), pero la sola idea de pensarlo le resultaba repugnante, nunca se había terminado de acostumbrar a las guerras, no lo haría ahora.

Porque esas noches, en las que el príncipe oscuro no la notaba, eran como un escape. Podía mirarlo sin reservas, era liberación.

También, era una tristeza que agregar a su condena, pues el joven príncipe nunca se fijaría en ella. Era del otro bando, opuesto, calificaría fraternizar con el enemigo; si no fuera porque la princesa quería hacer algo más que fraternizar.

Y esa noche, cuando esa cabellera que con tanto empeño se había puesto a observar durante mucho tiempo, se movió y la miró por primera vez a los ojos, supo que estaba completamente perdida.

— ¿Vas a quedarte ahí solo observando, Reina Blanca?

Su voz era aterciopelada y hermosa como él. Atrayente era la palabra si se lo hubieran preguntado, porque lo único que anhelaba tras escuchar esa voz era acurrucarse a su lado, por siempre

Pero no se podía.

Sus principios estaban primero. No debía—no podía, se corrigió mentalmente— caer en sus redes, más profundo de lo que ya había caído.

Después de ser descubierta, ambos compartían el silencio, de una forma dulce y mágica que no podía explicar. Una especie de conexión que lo ataba a aquel joven.

A veces hablaban, de todo menos de lo realmente importante, de cosas insignificantes, pero que resultaba agradable charlar con alguien.

Alguien como él.

La princesa se quedó deseando que el sol caiga, para poder reunirse con el apuesto príncipe oscuro.

Que de oscuro no tenía nada, menos el título.

Una noche nevada, inevitablemente, se besaron.

El tiempo pasó demasiado rápido para los jóvenes enamorados. Y una tarde, la princesa fue informada de que después de ser coronada escogería matrimonio con un apropiado muchacho que se convertiría en rey.

Todo por una causa, la guerra. El juego. Lo mismo da, la verdad.

Ella no estaba contenta con el asunto, pero poco importaba. Ya no había marcha atrás.

No era su decisión.

Si bien el príncipe oscuro no estuvo de acuerdo con ello, él estaba en la misma situación, no había escapatoria.

Una de las noches silenciosas, él le dijo algo que la dejó sin respiración por unos momentos.

—Te quiero— susurró, con esa voz que la hacía estremecer.

Pero esa fue la última vez que lo vio a la luz de la luna.

Y ella no había podido responderle.

Cuando pudo volver a mirarlo a los ojos, estaba muerto a sus pies.

Y le había sonreído.

Ella no fue capaz de aguantarlo. El dolor era demasiado, su corazón latía rápido y profundo, mientras sentía que se desmoronaba.

El caballo, junto con el caballero intentaron ayudarla, pero no se podían mover de su posición.

Y entonces, ella, aprovechando que nadie podía detenerla, se arrancó le corazón.

Lo congeló y lo guardó en una caja. Porque no quería amar a nadie más que a su príncipe oscuro.

Ganaron la guerra, gracias a su frialdad y falta de sentimientos (una gran ventaja de carecer de corazón), pero costó un precio muy alto.

El vacío era demasiado, cuando se suponía que debía restaurar y apoyar a su reino por las pérdidas que vivieron, ella se desplomó.

Su pecho empezó a arder, jamás pensó que el vacío quemara.

Su último pensamiento fue que había muerto el mismo día que en el que su príncipe le dijo te quiero. En su cabeza, las palabras dulce coincidencia, no dejaban de sonar, hasta que se apagaron por completo.

Lo que la princesa no supo, fue que la caja, en donde el corazón congelado habitaba, estaba abierta, junto con una daga clavada en medio del corazón, antes rojo, terso y vivo, ahora oscuro y marchito.

Jamás se hubiera imaginado que el espíritu de su joven amado fuera el que lo hubiera hecho. No por despecho, no por odio, no por rencor.

Por amor.

Porque él la quería demasiado como para que ella misma se condenara a un infierno propio.

Porque, como las almas no pueden volver al cuerpo, una vez haber pasado el velo. El corazón tampoco puede.


Por si no se dieron cuenta, está contado metafóricamente desde el juego del ajedrez.

Es una especie de cuento infantil, debo admitirlo, me inspiré en Los cuentos de Beedle el Bardo, aunque no tengan casi nada que ver, lo quería decir, por las dudas. Bueno, espero que les haya gustado. Los capítulos los voy a subir los martes y los jueves, es casi seguro, después cualquier cosa les aviso.

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Besos a todos,

-Vulnera