Título: Sweet Child of Mine
Autor: Lunaibelieveinmagic & Angelito97-Delena
Rating:+18
Pairings:Damon & Elena
Sinopsis:Damon vio sus ojos color chocolate brillar casi como si tuvieran luz propia, su cabello rodeándolos como una cascada y esa sonrisa traviesa que aún la hacía verse como una niña y en ese preciso instante se dio cuenta de que nunca vería algo tan hermoso como Elena
Advertencias:Universo Alternativo-Todos Humanos
Disclamer: Los personajes aquí narrados no me pertenecen, pertenecen a la escritora LJ Smith y al canal CW.
N/As: Los capítulos del 1 al 4 están escritos por Luna
Capítulo 01:
Dentro de la habitación, dos amantes dormían abrazados sobre una enorme cama de sábanas desordenadas luego de haber pasado otra noche secreta y prohibida juntos. Por culpa de la tormenta que se desataba afuera la casa no tenía luz así que la oscuridad dentro era total a excepción por los relámpagos que venían del jardín.
Ajenos completamente a la lluvia y los truenos, ambos amantes descansaban con sus cuerpos desnudos entrelazados y las respiraciones tranquilas, soñando con el día que pudieran dejar de ocultarse de todo el mundo.
La tranquilidad podía respirarse en la habitación. Al menos así fue hasta que un trueno especialmente fuerte resonó haciendo temblar todas las paredes y ella se incorporó con un grito asustado sin poder controlar las lágrimas que comenzaban a agolparse en sus ojos. Al escucharla gritar, Damon se incorporó como un resorte y la abrazó sin dudarlo, comprendiendo al instante la razón de su angustia cuando escuchó otro trueno y ella se estremeció en sus brazos.
-Tranquila, está bien nena... es solo lluvia -susurró contra su cabello- No llores, es solo una estúpida tormenta.
Desde que el auto de los padres de Elena había resbalado por el puente Wickery en medio de una noche tormentosa, hacía ya casi tres años, ella no había podido soportar las tormentas nocturnas sin llorar. El miedo la consumía como si fuera una niñita indefensa, congelándola por dentro.
Durante varios minutos él se limitó a acunarla en sus brazos y susurrarle palabras tranquilizadoras en su oído. Elena no dijo nada y simplemente se aferró a su cuerpo, esperando que el miedo pasara. Porque ese era el efecto de Damon sobre ella: el miedo siempre terminaba remitiendo cuando estaba a su lado.
-Gracias -susurró ella despegando un poco el rostro de su pecho para mirarlo.
-No tienes nada que agradecer, nena.
En ese momento, cuando la luz de un relámpago lo iluminó un segundo ante su atenta mirada haciendo resaltar aquella hermosa sonrisa y arrancando destellos de sus hermosos ojos azules, Elena se permitió pensar que quizás la lluvia no fuera tan mala y le devolvió la sonrisa volviendo a esconderse en sus brazos no por miedo sino por el mero placer de sentirlo y depositó un suave beso en su pecho.
-Te quiero, Damon -dijo ella contra su piel concentrándose en el sonido de su corazón que se aceleró innegablemente ante esas palabras.
Damon cerró los ojos y suspiró ante aquellas palabras, depositando un beso en el cabello de su chica. ¿Qué tenía esa niña que hacía con él cualquier cosa que quisiera? Se había preguntado eso desde el mismísimo día que la vio por primera vez, y aún no tenía una respuesta.
Aún manteniendo a Elena acunada en sus brazos, Damon volvió a recostarse en la cama sonriendo ante la sensación de sentir el ligero peso de la muchacha sobre su cuerpo.
-Deberías considerar lo que te dije -dejó caer él mientras acariciaba la suave espalda desnuda de Elena.
-Tienes razón -admitió ella en voz baja- Siempre la tienes en realidad... -reflexionó arrancando una risita de los labios de Damon.
-Ojalá fuera cierto, nena.
-Pero... -continuó como si él no hubiera dicho nada- Creo que me... asusta enfrentarme a mis miedos.
-¿Y a quién no? Eres valiente, Elena sabes que puedes hacer cualquier cosa
Ante aquella frase, Elena le dio otro suave beso en el pecho y, sin necesidad de pensarlo mucho, repartió un suave camino de besos desde su pecho hasta la comisura de sus labios sin llegar a besarlo realmente. Entonces lo miró a los ojos que él mantenía cerrados y rozó su nariz con la de él obligándolo a que la mirara. Damon vio sus ojos color chocolate brillar casi como si tuvieran luz propia, su cabello rodeándolos como una cascada y esa sonrisa traviesa que aún la hacía verse como una niña y en ese preciso instante se dio cuenta de que nunca vería algo tan hermoso como Elena. Ella curvó sus labios aún más en una sonrisa cargada de planes, secretos y travesuras y entonces habló:
-¿Realmente no se te ocurre algo más interesante en este momento que intentar convencerme de ir al psicólogo? -preguntó ella sugerentemente y Damon soltó una risita negando con la cabeza casi imperceptiblemente.
-Solo intento cuidarte -se justificó él mientras la tomaba de la cintura con ambas manos incapaz de ignorar la manera en que sus manos parecían recibir una corriente de electricidad cada vez que entraba en contacto con su piel.
-Nuestro tiempo se acaba, tengo que irme antes del amanecer así que cállate y bésame, Damon.
¿Y cómo no iba a obedecer a aquella petición? Si le daría cualquier cosa que ella quisiera.
Haciendo alarde de su fuerza, Damon hizo que ambos voltearan sobre el colchón para quedar sobre ella y la besó en aquellos labios rosados que le volvían loco cada una de las horas al día.
-Voy a secuestrarte -anunció él haciéndola reír- Voy a desaparecer del país y voy a llevarte conmigo.
-¿Y qué pasa si digo que no? -le retó ella apoyando sus manos en sus pectorales.
-Es por eso que se llama secuestro, nena. No tienes opción...
La respuesta de Elena se mezcló con su risa otra vez cuando él comenzó a besar su cuello y la barba de tres días le hizo cosquillas. Ella tomó el rostro de Damon entre sus dos manos y lo atrajo de nuevo a sus labios para compartir un beso aún más intenso que los anteriores.
-No le digas a nadie -susurró poniendo un dedo sobre los labios de Damon- Pero te diría que sí.
Antes de volver a besarlo, Elena le guiñó un ojo y luego permitió que sus manos viajaran libremente por el delicioso cuerpo de Damon.
Sus cuerpos se entendían a la perfección y no tardaron mucho en volver a encenderse completamente. Esta vez, Damon la mantuvo sujeta por las muñecas para que se estuviera quieta y se dedicó a besar hasta el rincón más recóndito de su cuerpo dejando lo mejor para el final. Besó sus muslos acercándose peligrosamente a su feminidad hasta que finalmente, le dio aquello que tanto anhelaba y besó el mismísimo centro de su ser mientras ella se agitaba y gemía bajo el control de sus besos. Las uñas de una de las manos de Elena se clavaban en su hombro mientras que la otra agarraba fuertemente su cabello en una súplica silenciosa de que no se detuviera.
-Damon... Damon... -gimió ella cerrándo con fuerza los ojos en una mueca de placer.
Jugando con sus dedos, Damon se permitió alzar un poco la cabeza para verla recibiendo un arañazo más fuerte en el hombro como respuesta a su alejamiento. Pero había valido la pena completamente, ver a Elena retorciéndose con los ojos cerrados por la cantidad de placer que estaba experimentando, los labios entreabiertos y la locura amenazando con audeñarse de ella habría valido todos los arañazos del mundo.
Sonriente y más que excitado Damon regresó a su tarea intercambiando besos con suaves mordiscos que terminaron por arrancar un grito de la garganta de la joven que se agarraba desesperadamente de las sábanas mientras llegaba a la cima del placer estremeciéndose y temblando mientras Damon aún jugaba con su feminidad, prolongando el efecto.
Él se entretuvo un momento más solo dándose cuenta de que ella estaba a punto de volver a acabar porque lo arañó de nuevo y sin previo aviso se incorporó y entró en su cuerpo de una sola vez haciendo que otro grito abandonara los labios de la joven que se abrazó a su espalda incapaz de decir nada coherente.
-Me... vuelves... loco -gimió él besándola desenfrenadamente.
Ambos dejaron toda la ternura atrás en ese momento, y simplemente se dejaron llevar. Deseperada, Elena le pidió por más y no pudo controlar sus labios cuando él le dio lo que quería haciéndole imposible contener los gritos de placer que él arrancaba de su garganta.
-Elena... -su nombre se deslizó en sus labios entre gemidos y gruñidos y tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no explotar en el momento que ella mordió el lóbulo de su oreja para luego dedicarse a succionar la piel de su cuello.
Elena sintió la energía de todo su cuerpo acumulándose allí donde ella y Damon se convertían en uno solo y, aferrándose a su espalda, dejo salir un último grito mientras todo su cuerpo se dejaba ir. Damon no necesitó más que eso para dejar de contenerse e ir justo detrás de ella, cayendo sobre su cuerpo desnudo con la respiración jadeante. Sonriendo ante la bella melodía que eran para él los acelerados latidos del corazón de Elena.
-Te... quiero, nena -dijo besando uno de sus pechos mientras intentaba regresar la respiración a la normalidad.
Elena no pudo hacer otra cosa que producir un confuso sonido de asentimiento y enrredó sus dedos en el cabello de Damon húmedo por el sudor. Estando allí, en ese preciso momento, todas las dudas desaparecían, de repente creía que serían invencibles.
-Eres increíble -susurró Elena después de unos minutos, cuando sus respiraciones estaban ligeramente más tranquilas y tomó el rostro de Damon para acercarlo a sus labios fundiéndose en un suave beso.
Después de besarla, Damon salió de encima de ella y, para su sorpresa, apoyó la cabeza en el vientre de Elena, dándole suaves besos de vez en cuando ante lo que ella no pudo evitar tensarse por un segundo imperceptible para él. Sacudiendo la cabeza para librarse de los malos pensamientos, Elena enterró los dedos en el húmedo cabello de Damon y cerró los ojos.
-¿Qué hora es? -pregunta ella somnolienta.
-Hora de ir a tomar una ducha y llevarte a casa, pronto va a amanecer.
-Cinco minutos, solo quiero dormir cinco minutos -suplicó haciendo sonreír a Damon que se incorporó y besó la punta de su nariz.
-Lo siento, nena. Vamos a tener problemas sino.
Aún sin abrir los ojos, Elena estiró los brazos y él, riendo bajito, se levantó de la cama y la alzó en sus brazos, inmediatamente ella se acurrucó como un gatito en sus brazos y se dejó llevar a la ducha. Definitivamente, Elena era lo más puro y hermoso que alguna vez había visto en su vida.
Cuando llegaron al baño, él la dejó en el piso mientras buscaba un par de toallas y, al mirarse en el espejo, una mirada preocupada se instaló en sus ojos. Tenía que hablar con Damon urgentemente pero le costaba demasiado arruinar cualquiera de los escasos momentos que tenían juntos.
Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que no notó su regreso hasta que sintió los labios de Damon besando suavemente su hombro y sus manos acariciando su cintura.
-¿Qué pasa nena? -preguntó al percatarse de su mirada preocupada.
-Nada -intentó sonreír ella y se volteó para besarlo suavemente en los labios- Te quiero, Damon. Mucho...
-Yo también -sonrió él acariciando su mejilla.
-Es tarde -murmuró ella- Vamos a ducharnos.
Antes de que amaneciera y aún bajo el sonido de la lluvia, Damon y Elena se ducharon juntos intercambiando algunas caricias y besos y al salir él la dejó en la habitación para que se cambiara mientras le preparaba sus cereales favoritos para que los comiera en el auto. Cuando ella bajó ya vestida y con la mochila al hombro sonrió al encontrarlo en la cocina, completamente vestido, con el pelo mojado, las llaves del camaro en una mano y su desayuno en la otra.
-Gracias -le sonrió ella tomando los cereales y dándole un rápido beso- Gracias por todo.
-Vamos, se hace tarde.
Como cada vez que regresaban al mundo real, el viaje fue silencioso. Mientras Damon manejaba bajo los primeros destellos del amanecer y Elena comía sus cereales en el asiento del copiloto ambos pensaban en lo bueno que sería no tener que ocultarse más, que su historia no estuviera prohibida. Pero además de aquellos habituales pensamientos, Damon notó que los ojos de Elena brillaban de procupación, una preocupación más profunda y verdadera que la habitual y aprovechó un semáforo rojo para tomar su mano obligándola a salir de sus pensamientos para mirarlo.
-Algo te está pasando -declaró, harto de preguntar lo que ya sabía- ¿Qué es, nena?
-Nada, Damon. En serio... es solo que... no quiero volver a casa.
-Te conozco -replicó él.
-En serio, estoy bien... -murmuró revolviendo el cereal- Está en verde...
Por esa vez, Damon se dio por vencido y siguió conduciendo sin soltar la mano de Elena pronto estuvieron frente a la casa de Caroline, la mejor amiga de Elena y cuando Damon estacionó el auto ambos se quedaron en silencio. Elena hechó un vistazo al reloj, aún tenían diez minutos.
-Lo siento -soltó mirándolo a los ojos- Solo estoy un poco asustada, tengo un mal presentimiento -se excusó lamentando no decirle la verdad.
-No te preocupes sea lo que sea va a estar bien. Vamos a estar bien...
-Sí... -suspiró ella y se acercó a besarlo con necesidad, como si necesitara creer aquellas palabras, aferrarse a que serían verdad- Gracias por todo Damon. Fue una noche maravillosa.
-Tu eres maravillosa -sonrió él acariciando su rostro- Te quiero...
-Te quiero -repitió ella y le robó un último beso antes de bajar del auto.
Damon la miró mientras enviaba un mensaje a Caroline avisando que estaba en la puerta y antes de que la rubia abriera la puerta salió de allí sin que lo viera, listo para volver a casa, cambiarse y comenzar un nuevo día.
-Buen día -murmuró Caroline bostezando mientras abría la puerta y, como siempre, se sorprendió de ver a su amiga perfectamente despierta.
-Hola Car ¡Gracias! -dijo ella en susurros, abrazando a su amiga.
-¿Cómo te fue con el chico misterioso?
-Bien -sonrió ella bajando la mirada.
-Por esa cara, parece que más que bien -rió Caroline mientras las dos pasaban.
-Vamos arriba, Car. Tenemos que cambiarnos... Gracias por cubrirme.
Esa mañana Caroline tampoco logró que Elena le dijera el nombre de su chico misterioso con el que llevaba saliendo varios meses pero por lo menos obtuvo un par de detalles de su noche y sonrió feliz ante la evidente felicidad de su amiga... ¿Quién le hubiera dicho que Elena Gilbert podría llegar a enamorarse así?
-¡Elena, Car! Se hace tarde para la escuela -gritó Liz desde el piso de abajo.
Por última vez, Elena se miró al espejo con su uniforme perfectamente acomodado y suspiró. Maldito colegio, maldita minoría de edad...
Damon estaba en su escritorio, acomodando una pila de hojas que tenía que entregar y esperando que llegara la hora de comenzar el día. Se quedó mirando su móvil por un momento, donde una foto de él y Elena adornaba la pantalla. La quería tanto... pero si tan solo las cosas fueran más sencillas...
Pasaron algunos minutos y el timbre que marcaba el inicio de las clases resonó por los pasillos. Instantáneamente, los alumnos comenzaron a entrar vestidos como siempre en sus uniformes. Varias chicas con sus faldas azules y camisas entraron juntas al aula pero a él no le costó nada reconocerla: era la más bella de todas. Ella caminó hasta su banco y dejó sus libros allí no sin antes sacar un folio para dirigirse al escritorio.
-Buen día, señor Salvatore -murmuró ella, sin ninguna señal de conocerlo más allá del aula.
-Buen día, Elena. Les he dicho mil veces a todos los alumnos que me llamen Damon.
-Lo siento -dijo ella con una media sonrisa, intentando mantener las apariencias- Tengo el trabajo que pidió el viernes -anunció dándole el folio.
-Gracias, Elena. Ve a sentarte que tenemos que comenzar con la clase.
Ella sonrió y le hizo caso suspirando. Estaban de vuelta en el mundo real, donde no podían estar juntos bajo ningún concepto. Encerrados en un instituto privado sumamente estructurado y conservador en donde una relación como la de ellos jamás sería permitida. Después de todo, él era su profesor y ella su alumna; él tenía 27 años y ella aún no había cumplido los 17, pero no habían podido evitar enamorarse y sí que lo habían intentado...
