Goku se alzó una vez más, como siempre hacía, como todo el mundo esperaba de él, incluso él mismo. Irónicamente no lo hizo con sus propias fuerzas, sino que era Vegeta quien le estaba alzando. Notó su gélida mirada de nuevo e hizo ademán de pronunciar algunas palabras. Nada, apenas un gruñido de esfuerzo salió de su boca y su transformación de azulados cabellos se desvaneció soltando celestes esquirlas de energía por el aire. Mientras tanto el temido Dios de la Destrucción, Bills, junto con Whis, miraban con rostro implacable la escena sin interferir.

—¿Ya no te quedan fuerzas, Kakarot? ¿Dónde está tu orgullo saiyan? Esto no es más que un entrenamiento, no me digas que ya te estás rindiendo, no pensaba que fueses uno de esos...

Las palabras de Vegeta centraban de alguna manera la mente del saiyan evitando que éste cayese inconsciente, exhausto y adolorido, con enormes dificultades para seguir al pie del cañón. Fue tras recitar esas palabras que el príncipe, con expresión visiblemente molesta, estampó a su rival contra el montículo que había a sus espaldas con simplemente extender el brazo, resquebrajando en apenas un segundo dicha montaña en varios pedazos. Volvió a gritar por el golpe en la espalda. Una gota de sangre se deslizó tímidamente desde sus labios hasta caer en el guante de Vegeta, a lo que éste reaccionó chasqueando la lengua, mezcla de prepotencia y desdén.

—¿Crees acaso que esto salda nuestra cuenta pendiente, insecto? No, aunque de alguna manera sé que ya no hay remedio, incluso cuando te derrote seguiré sintiéndome en un segundo plano, es algo que ya está grabado a fuego dentro de mí, un tormento que me ha perseguido todos estos años.


Goku escuchaba más atentamente de lo que creía conveniente. Una vez más, Vegeta le recriminaba su poder, un discurso que había escuchado hasta la saciedad. No por ello lo ignoraba, más bien al contrario, su deseo por calmar a su amigo era enorme, pero como él mismo decía poco podía cambiar la situación aunque se toleraran más que en épocas anteriores. De hecho, ambos se sentían mal por ello, pues Goku no quería sentir tampoco ese sentimiento opresor de culpabilidad por haber hecho lo que cualquiera en su lugar habría hecho, proteger a los suyos y seguir con su meta de superarse a sí mismo.

—Ve... Vegeta... —inspiró fuertemente tratando de recobrar aliento y fuerzas. Con su mano derecha cogió el antebrazo de su contrincante y lo apartó sin brusquedad alguna, incluso Vegeta se retiró un par de pasos para comprobar si todavía podía tenerse en pie, y así era.

—Vegeta... Puedes decir lo que quieras... puedes... culparme por tus frustraciones... y por tus penas... pero no lograrás engañarme...

El príncipe guerrero frunció el ceño a la par que mostraba sus dientes por la rabia que le recorría el cuerpo hasta desembocar en sus tensos puños, ¿Qué sabría ese payaso de él? Pero a decir verdad, aunque no lo quisiese aceptar, Goku era capaz de leer entre líneas qué le ocurría en todo momento.

—Debes de estar delirando o poco te falta. Sabes de sobras que el mérito por mi ira es enteramente tuyo, te la has ganado a pulso.

El del anaranjado uniforme sonrió, llevándose un brazo a los labios y quitándose la sangre que emanaba con su azulada muñequera. Alzó la barbilla y ladeó la cabeza, mirando a su némesis de reojo en actitud defensiva, como si de alguna manera de esa forma redujese el impacto de las palabras de Vegeta.

—Antes me odiabas por haberte superado, pero ahora me odias porque eres como yo.

Los labios de Vegeta se fruncieron intentando darle una explicación a las palabras del odioso saiyan de clase baja. ¿Que era cómo él? Más quisiera, ¿Cómo osaba compararse con la élite? ¡¿Con el Príncipe?! ¡Nadie podía compararse a él!... ¿O sí? Aquella certeza de antaño se había teñido de dudas con el paso del tiempo.

—Hace mucho que dejaste esos pensamientos atrás —afirmó Goku, ni siquiera era una pregunta. Prosiguió.

—Puede que antes fuese como dices, pero ahora... ahora sólo luchas por placer, porque lo llevamos en la sangre. Ahora sólo quieres ver hasta dónde eres capaz de llegar, cuánto has sido capaz de romper tus límites... y si me apuras, por quién has sido capaz de romperlos.


Hubo un pequeño silencio que se rompió con una tenue risa. Vegeta asintió, a regañadientes, pero estaba dispuesto a aceptarlo. Lo aceptaba, al fin, como aceptó en su momento que había formado una familia a la que quería, como aceptó que protegía al planeta Tierra, ahora su nuevo hogar, y como aceptó en su momento que Goku era mejor que él. Lo que no aceptaba es que siguiese siéndolo, eso debía cambiar, y debía cambiar ese mismo día.

—Supongo que hasta el más idiota de los payasos puede tener razón. Aquí está tu premio, te la has ganado —dijo de forma altanera, siguiendo en su línea de mostrarse prepotente ante el adversario, y le pasó una semilla Senzu. A continuación, se llevó otra a la boca y le clavó los dientes de forma que Goku lo viese claramente, incitándole indirectamente a empezar de nuevo una batalla con las fuerzas al máximo.

Tras recobrar ambos las energías por completo llegaron de un salto al campo de flores donde entrenaban con Whis y se colocaron cada uno en una característica pose de batalla, las cuales les recordaron a su primera batalla en el desierto terrestre.

Mientras tanto, a lo lejos, un entretenido Bills fruncía el ceño, y la causa no era únicamente que las raciones de pizza que estaban degustando se iban agotando, sino que su acompañante creó una esférica barrera verdosa con su bastón alrededor de ellos, lo cual al dios le molestó.

—¿Qué haces Whis? ¿No ves que así veré el combate con un filtro de color de namekiano?

Éste ni se inmutó ante los comentarios de Bills, en lugar de ello simplemente cerró los ojos y cogió otra porción de pizza, cerrando los ojosa causa de un escalofrío que le provocó el mordisco y buen sabor del suculento manjar.

—Le ruego no se moleste, señor Bills. Considero más apropiado disfrutar del combate de esta manera. Han mejorado muchísimo desde que los vio combatir por última vez, por ello no establecer una barrera creo que puede llegar a ser incluso… peligroso. —Y tras una sonrisa por su parte, el gato humanoide aceptó de mala gana.

—Sea así entonces. Mmm… ¿Por quién debería apostar? —murmuró rascándose la barbilla observando fijamente a quien lee estas líneas.


Los combatientes se lanzaron el uno contra el otro. De tan furioso choque soltaron chispas que despejaron las nubes y resquebrajaron el suelo. Vegeta agarraba con fuerza el brazo de Goku mientras éste, con una media sonrisa, quizás más por diversión que por superioridad, impedía que le alcanzase la rodilla del rival con la suya propia. Hubo un duro cruce de miradas hasta que Vegeta tomó la iniciativa. Soltó una patada con la pierna que le quedaba libre mientras que el otro saiyan optó por utilizar su otro brazo a modo de escudo, parando así el golpe para acto seguido herir con su propia rodilla la barbilla de príncipe, quien retrocedió herido más en orgullo que en físico por el derramamiento de su sangre real. Tras limpiarse los labios lanzó una andanada de azuladas ráfagas que se dirigieron con la fuerza de huracanes hacia su oponente. Todas impactaron en los antebrazos de Goku provocando una gran humareda por la que el príncipe se abrió paso para coger a su presa del cuello, bajó a tierra firme y lo arrastró por el suelo hasta hacerle chocar contra un gran montículo de piedra.

Vegeta empezó a esbozar una sonrisa más efímera de lo que le hubiese gustado, pues a unos metros detrás suyo se pronunciaban fonemas muy familiares.

—Ka… me… ha… me…—Se le heló la sangre. Instintivamente dio media vuelta e interceptó la onda con sus manos. Sus guantes, pese a estar modificados por la Capsule Corp para el estilo de vida de la raza guerrera, no pudieron soportar el incremento de potencia que se desató cuando los cabellos de Kakarot se tornaron dorados. Vegeta, en contraposición, lejos de procurar huir o sucumbir a aquella desbocada energía, consiguió con grandes esfuerzos dar un paso hacia delante, queriendo demostrarle a aquel que consideraba un payaso que se necesitaba de algo más para derribar a un saiyan de élite.

—No esta vez, Kakarot —sentenció con la misma violencia que ofrecían sus acciones e igualando el estado de súper guerrero de Goku logró que éste desistiese en su ofensiva. Como era de esperar, ninguno estaba dispuesto a desplegar todo su repertorio de buenas a primeras, la transformación de cabellos celestes podía esperar una vez más.

—Estoy realmente impresionado, Vegeta. Sabía que habías mejorado, pero no podía imaginar que hasta tal extremo. —La sorpresa obtuvo fanfarronería como respuesta.

—¿Lo has dudado en algún momento, insecto? A estas alturas ya deberías saber contra quién te estás enfrentando.

Goku sonrió de nuevo, haciendo chocar sus nudillos contra la palma de la mano opuesta e hizo crujir su cuello con un movimiento de cabeza.

—No me contendré, amigo —agregó con una sonrisa de ilusión.

—Por tu propio bien, espero que no —sentenció Vegeta, tratando de disimular otra sonrisa que asomaba por la comisura del labio.