Disclaimer: 12 años de esclavitud no me pertenece.
"Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos; es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo."
Franz Grillparzer.
Muchas cosas vieron las manos de Solomon Northup. Unas manos nacidas para acariciar a su esposa, para sostener a sus hijos, para crear música de la nada.
Esas mismas manos son las que azotaron a la mujer que no había querido matar, las que sirvieron para trabajar la madera, para recoger algodón, para construir una balsa y arrancar cañas de algodón, para limpiarse el sudor de su frente de esclavo. Las manos que se permanecieron atadas a su espalda a la espera de ser liberado de la horca, las que se extendieron hacia el señor Parker buscando una tabla de salvación, con miedo a que de repente desapareciera. Las que cogieron por primera vez a su nieto.
Al final resultó que Solomon sí era un verdadero superviviente. Y no fue sólo el anhelo de poder ver a su familia una última vez lo que le mantuvo luchando. Fue la convicción de saberse un hombre libre.
Un hombre libre que volvió a casa pidiendo disculpas como quien lamenta haberse ausentado sin llamar y se ha retrasado para la cena. Como si hubiera llegado un par de horas tarde, y no doce años. Doce largos e insalvables años.
En el resto de apacible y merecida vida que le quedó viejos recuerdos se dieron cita cada noche en sus pesadillas. El jabón de Patsey. Las moras. Una espalda hecha jirones. La soga en sus muñecas. Un barril de clavos. El llanto desgarrado de Eliza. Su violín destrozado. Un hombre siendo arrojado por la borda. Una carta que ardía.
En el resto de su vida, nunca dejó de luchar.
Por la vida callada de los miles de hombres y mujeres que vivieron y murieron como esclavos. La historia no os olvidará.
