Hola! después de tanto tiempo sin publicar nada, vuelvo a lo mío con este fic!
ALCARACIÓN: la verdad es q en este fic se combinan las dos líneas argumentativas de la historia, tanto de la del manga como la del anime. Realmente quería elegir una, pero terminé haciendo un "mix", sacando lo mejor de las dos cosas, así q no se asusten si mezclo episodios...
DISCLAIMER: los únicos personajes q me pertenecen son Ann y cualquiera q no aparezca en la historia original. Todo lo demás es propiedad de sus respectivos dueños.
Hechas estas aclaraciones, vamos directamente a la historia. ¡Disfruten!
Hellsing no Uta
Capítulo 1: Ann
Noche.
Ya era noche muy cerrada, pero eso no explicaba por qué estaban corridas de par en par las cortinas del gran ventanal, por el cual entraba la poca luz de luna que llegaba a iluminar apenas el ambiente. Igualmente, no le molestaba; le gusta mucho esa penumbra. Miraba fijamente al chip, reflexionando sobre los últimos sucesos.
¿Cómo habían llegado a construir un chip que, como una computadora, fuera capaz de corromper a los humanos de la misma forma que lo hacía uno de verdad¿Quién habría sido capaz de cometer tamaña atrocidad? Y lo peor, lo que realmente le preocupaba¿para qué¿Para qué querría alguien crear vampiros artificiales? No lo entendía, pero si sabía que, sea cual fuese el motivo, la organización estaría allí para impedirlo.
Ya hacía más de 10 años que estaba en ese puesto, comandando la Organización Hellsing. No había sido nada fácil el comienzo, porque de hecho, por poco no comenzó. A la muerte de su padre, su tío Richard había hecho rastrear todo el edificio para encontrarle y matarle. Pero finalmente, y gracias a la ayuda de su arma secreta, como le llamaba su difunto progenitor, había escapado a ese terrible destino. Suspirando, despegó su vista del misterioso objeto, se levantó y escrudiñó la noche por el ventanal.
Ring…..el teléfono la sacó abruptamente de su ensimismamiento. Automáticamente lo levantó.
–Sí…entiendo. Déjenla pasar.–Colgó suavemente y se volvió nuevamente hacia el ventanal.
–Entonces…¿Qué pasó en todo este tiempo que no estuve, Alfonse?
–Señorita, no lo creerá…pero aunque le parezca increíble, hubo un alarmante incremento en su actividad. Tenemos alrededor de un operativo por semana.
Un auto de colección se avanzaba solitario por la autopista. Dentro de él, dos personas: una niña, de unos quince años, conversaba animosamente con el conductor. Sin embargo, en ese momento el rostro de la jovencita se ensombreció por un momento.
–Maldición…–murmuró ella, mordiéndose el labio inferior– ¿Y qué dicen en Inteligencia?
–Están preocupadísimos, señorita, tanto como usted y la señora.
El auto bajó de la autopista. A lo lejos se divisaba un gran edificio, el cual tenía todo la apariencia de tener varios centenarios a cuestas. Cuando el vehículo se detuvo, el conductor hizo el ademán de bajar para abrirle la puerta, pero ella lo detuvo con la mirada. Tampoco permitió que le llevaran su equipaje.
–Pero señorita…es mi trabajo…
–Lo sé, pero tampoco soy tan débil. Además–agregó ella, sonriendo–tuviste que aguantar mi sermón todo el viaje. Ya sé que dirás que no te molesta–dijo, interrumpiéndole cuando el hombre apenas abrió la boca–pero sé que estás mintiendo… Mejor guarda tus energías para junio–Y tras esto, bajó del auto se dispuso a subir los escalones.
Toc, toc, toc. Golpearon a la puerta suavemente.
–Adelante.
– ¡INTEEEEE!
La mujer se vio aprisionada en el abrazo de la joven adolescente, que había entrado como un torbellino en el salón, oscurecido en la penumbra.
–Ann…
– ¿sip?–Se hizo un silencio incómodo, hasta que de repente, ella murmuró un pequeño "oh!", al darse cuenta de que prácticamente la estaba ahogando.
–Media hora tarde, Ann–dijo la mujer, señalándole una silla–tu puntualidad va de mal en peor.
–Vamos, Integra, es eso realmente importante?–le reprochó la adolescente.
–La puntualidad es una muestra de respeto hacia el otro, Ann, y sabes que nuestra sociedad no tolera las faltas.
–Bueno, bueno…–dijo Ann, al mismo tiempo que movía la mano, como si estuviera intentando espantar ese problema cual mosca. –Hay cosas más importantes para hablar¿no?
–Es cierto–admitió Integra, sentándose frente a la chica. – ¿Todo bien en el colegio?
–Bueno…–empezó ella–sacando algunas cosas, está todo bien.
– ¿Y qué son "esas cosas"?
–Tenemos asistente, digo preceptor, nuevo. –Suspiró con un dejo de enfado, y luego dijo– Es un perfecto inútil. Pero el problema es que lo primero que hizo, según me enteré, fue pedir todos nuestros legajos
–Supongo que el tuyo le habrá interesado…si hay algo que odio de ese tipo de colegios es que se inmiscuyan tanto en el entorno familiar.
–Sí, a mí también me molesta, un poco… seguro que ese casillero vacío le llamará la atención… Cambiando de tema, Inte…¿qué es eso de los chips?
Integra no pudo ocultar una sonrisa desdeñosa.
–Siempre tan bien informada, Ann.
– ¿Acaso no tengo derecho? Después de lo que pasó con el paladín Anderson… si no te hubiera avisado del peligro que corrían Alucard y la agente… Integra, Sir Integra¡déjame ayudarte¡Tengo dieciséis años¡Ya no soy una niña!
–No–dijo ella, levantándose y volviendo a escrudiñar por el ventanal–Aún no eres mayor de edad. Es peligroso que vayas a un operativo, aunque sólo me estés acompañando.
–Yo no quiero dirigir, Inte–dijo Ann, quien estaba empezando a perder la paciencia. – ¡Quiero pelear¡Quiero ir al frente!
–Suficiente–dijo Integra. La chica se estremeció y se disculpó mecánicamente.
– ¡Lo siento mucho, Sir Integra!–dijo instantáneamente ella.
–Por ahora prefiero que vuelvas a entrenar. –Dijo Integra, seria e inexpresiva como de costumbre. –Pero no con Alucard.
– ¿Quieres que entrene a la agente¿A esa debilucha?
–La Organización Hellsing no acepta vampiros mediocres entre sus filas, y Alucard confía demasiado en su juguetito.
–Entiendo. Bueno, veré que puedo hacer con ella, Integra. –Dijo ella, y levantándose, se dirigió fuera del salón.
