Disclaimer: Este universo pertenece a Rick Riordan.
La verdad es que me dio muchísima lástima la muerte de Cástor, y Pólux me encanta. También, me encanta su relación (aunque en los libros no se explaye mucho) y AMO el mito de los hermanos hijos de Ledas y Zeus.
Para aquellos que no lo conocen, voy a citar una pequeña parte, que es a la que hace referencia el fic "Después de la expedición de los Argonautas, encontramos a Cástor y Pólux ocupados en una guerra con Idas y Linceo. Cástor pereció, y Pólux, inconsolable ante la pérdida de su hermano, rogó a Zeus que le permitiera dar su vida para rescatar la de Cástor. Zeus consintió; permitió incluso que los dos hermanos gozaran de la vida alternadamente, pasando un día debajo de la tierra y el siguiente en las moradas celestiales. De acuerdo con otra versión de esta leyenda, Zeus recompensó el afecto de los hermanos colocándolos entre las estrellas como Géminis, los mellizos."
Mitos greco-romanos, Thomas Bulfinch.
Spoilers del 4º y 5º libro.
Su madre los llamó Cástor y Pólux por la historia de los gemelos, hijos de Ledas y Zeus. Aquellos hermanos que eran las divinidades protectoras de los marinos y los viajeros.
Lo hizo, les colocó aquel nombre, sin prever que la historia se sucedería una vez más.
Porque Cástor estaba destinado a perecer y Pólux ha implorar al cielo. Sólo que, en su caso, Zeus no escucharía.
Cuestión es, Pólux no se siente completo desde la muerte de Cástor, ya no.
Quizá por eso es que se empeña tanto en luchar en la batalla de Nueva York, con un brazo roto y las fuerzas mermadas. Temerario, sin importarle nada. Porque quizá, quién sabe, pueda volver a ver a su hermano otra vez.
Pero es pequeño y sí, en el fondo, sí que tiene miedo. Por eso, luego de que su réplica desafiante sea ignorada, suspira y asiente mientras Percy le dice que se quede a resguardo y ayude con los heridos. Quién sabe, quizá no sea su hora de decir adiós, no aún.
Días después de la batalla, cuando las cenizas de los sudarios aún se perciben en el aire y en los corazones de los semidioses, de sus padres y de los seres que los amaban, Dioniso lo acompaña siempre que puede a caminar por los campos de cereza. Lo hace aunque el recorrido no se modifique nunca y el paisaje no cambie en lo absoluto.
Las plantas crecen con vigor, desperezándose y elevándose hasta el cielo, como si con sus hojas quisieran acariciarle las mejillas, borrar sus lágrimas y avivar sus ojos.
Es un cambio, el que su padre lo acompañe por aquel sendero como Cástor solía hacer tiempo atrás.
La herida no cierra del todo, pero empieza a cicatrizar.
