Como les va, hermosuras?

Tal vez me haya desaparecido tantito.

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Primera posición.

Es muy fácil.

Segunda posición.

Póngale más esfuerzo.

Mikasa, queremos ofrecerte el papel protagónico esta vez. Está claro que si lo deseas puedes rechazarlo, pero creemos que serías excelente para el.

¿Crees que puedas ser la princesa Elya*?

¡Vamos! ¡Más alto la pierna! ¡Con más gracia, eres una diosa, tienes que convertirte en la dueña del escenario!

¿Y cómo no te iban a escoger? Eres solo una chupamedias, perra.

¡Tienes que ser majestuosa! ¡Que hasta la última persona del auditorio vea tu belleza inerte!

Te ves hermosa, sumamente hermosa, Mikasa. —Gracias, papá.

Su cabeza daba vueltas. Había tenido una mala noche, y por alguna razón sus sueños fueron un enjambre de fragmentos con memorias que intentaban perder relevancia para ella. El cuello le dolía y las orillas de sus ojos estaban cubiertas de molestas lagañas. Bostezó, "te entrará una pelota de playa en ese agujero", solía decir su madre, se estiró y decidió prepararse.

Se miró en el espejo, luego de enjuagarse la cara. Tenía la cara inflamada, sus ojos normalmente más agudos y pequeños casi se volvían pequeñas rayas en cada lado de su rostro.

Parsimoniosamente se colocó su ropa. Su cabello corto, que apenas rozaba su cuello, estaba enmarañado y parecía sucio, tenía un aspecto lamentable. Y sin duda hoy sería su día lamentable.

— ¡Mikasa! ¡Tenemos que ir a…! Oh, ya estas despierta, que bueno. – Como siempre, su hermano irrumpía como cada mañana en su habitación. Pese a su vigoroso grito, sus ojos se veían adormilados y su postura algo torcida.

—Voy a desayunar.

—Mikasa, se nos hace tarde.

—Las clases comienzan casi dentro de una hora, Eren. Tengo mucho tiempo.

—No lo comprendes, Mikasa.

—Sí que lo comprendo, Eren —Iba a replicar, en serio que lo iba a hacer, iba a lanzar esa bomba que hace mucho estaba ansiosa por detonar, una sola oración que ella sabía podría ir rompiendo a la muchacha que hacía todo lo que su hermano quería, lo diría sin una pizca de remordimiento y calaría profundo en el castaño, quien la miraba reprobatoriamente.

—No, no lo haces. Se supone que somos hermanos, Mikasa. Pensé que estaría bien ir juntos a la escuela, o a casa. Últimamente solo te concentras en tus estudios y tu club de atletismo. —Si se sorprendió, Eren no vio rastro de ello en su rostro —Pero está bien, yo me iré adelantando.

Mikasa se quedó allí, en su habitación, frente al espejo completo al lateral de su cama. Ella pretendía que esas palabras no le afectasen, el chantaje emocional ya no podía funcionar con ella. No es que Eren fuera un mal chico, solo que era un egoísta que en varias ocasiones no veía más allá de su nariz; a veces simplemente sucedía y él nunca alcanzaba a disculparse.

En la cabeza de la chica aparecía un par de huevos cocidos con un emparedado de jamón y salsa de albahaca. Y la imagen de ella en la mesa, degustándolo, con una media hora aún de adelanto a las clases en el reloj, completamente sola. Bajó las escaleras y se quedó observando la entrada: pantuflas y zapatos. Siguió su camino hasta la cocina, tomó el plan blanco dentro de la lacena mientras en su mente reproducía los pasos para prepararse la salsa. Observó el reloj mientras enlistaba las cosas por medio de susurros y suspiró con desgano.

—¡Eren! — La amplia sonrisa del castaño le hizo saber que, nuevamente, había ganado contra Mikasa Jaeger.

—Vamos, Mikasa.

Cuando ya Armin se había unido al grupo de caminata de todas las mañanas, fue el momento perfecto para que la mente de Mikasa volara:

El estúpido correo. El desgraciado correo. El desafortunado correo. El jodido correo.

No podía creer lo que hizo hace apenas unas horas, el día anterior. Había hecho una insinuación sobre un aspecto muy…intimo, acerca de su tutor, el sujeto que vería hasta la graduación y que parecía odiar hasta a su familia. No fue intencional. Fue una equivocación, no es como si ella se pasase fijando en esas cosas o algo parecido. Además, ese correo no iba para él, todo era culpa de Sasha.

De la maldita Sasha.

Ni siquiera leyó el mensaje que el profesor le había enviado en primer lugar. No tuvo el valor de, no quería encontrarse con una respuesta. Había considerado seriamente en no asistir el día siguiente al instituto, pero eso sería demasiado inmaduro e irresponsable de su parte. Condenadas moralidad y principios.

Por inercia, siguió a sus dos amigos hasta el lado oeste del patio de descanso. Oh, no, esta vez no.

—Chicos—Con su voz suave, que era un poco rara de escuchar, logrando un efecto contundente, penetrante y que capturaba la atención fácilmente, sea en donde se encontrase —Tengo que adelantarme. Necesito hacer algo, debo irme. —Sin opción a reclamos, Mikasa salió corriendo rumbo a su salón, que si bien podía ayudarla un milagro, tenía únicamente una hora con su temor del día, podía aguantar y pasar desapercibida todo el tiempo.

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Ni siquiera en el almuerzo se sentía segura. No esperó ni a Eren ni a Armin, salió como una bala de su salón y corrió hasta la sala del club de atletismo. Para su sorpresa, no era la única chica allí.

—Buenos días—Decidió tomar asiento en uno de los coloridos puffs que la capitana había traído un día, tirándolos en el suelo como si fuese un costal de arroz.

—Buenos días.

Los minutos pasaban en silencio, no es algo que a Mikasa especialmente le molestase, lo que si le molestaba era que el reloj de pared casi acribillaba a sus oídos y le daba un inexplicable nerviosismo. Así, notó como su pierna ansiosa se movía trayéndole alivio.

La muchacha a quien aún no conocía, ya que jamás la había visto practicando con ella, tomó uno de los pocos bancos de madera y se subió, silenció el reloj de pared, siendo algo automático para que Mikasa dejase de moverse. Avergonzada, buscaba como disculparse.

—A mí también me desespera el sonido. —Se adelantó la rubia.

—Ah… gracias.

Otros minutos pasaron, Mikasa sentada viendo con disimulo cada movimiento que hacía la rubia, quien parecía entretenida buscando algo entre sus cosas. Decidió pensar en algo hasta que el receso pasase, pues se negaba a salir de la seguridad de la sala del club. ¿Qué iba a hacer a la última hora, que justamente es la que le tocaba con el profesor Kemoi? ¿Iba a saltarse la clase? Después de todo, el día de hoy tenía club…

¿Y si no lo hacía? ¿Y si sí se quedaba en la clase? ¿Diría algo? ¿La humillaría? La idea de faltar a la escuela ahora no parecía tan irresponsable.

Suspiró. Este día no traía nada bueno.

Volvió a la realidad y se topó con la cercanía de la muchacha rubia, quien se encontraba en el puff contiguo, leyendo un libro pequeño de portada café algo gastado, con un título no muy visible.

—Renzoku M.* —La expresión de Mikasa se congeló un momento y subió su mirada a la chica. Avergonzada por segunda vez en menos de treinta minutos, contestó:

—¿Renzoku…M?

—El escritor. El libro se llama Cloranuz.* —Casi al momento, pasó a la siguiente página, nuevamente en silencio.

Quiso seguir preguntando, pero si fuese ella, estaría algo irritada solo por qué irrumpan su lectura. Decidió abrir la pequeña bolsa Ziploc, masticó el emparedado de jamón y tomate en silencio, dando sorbos pequeños a su leche de fresa.

El timbre sonó, el primer descanso había acabado. La azabache fue al tacho de basura y se sacudió la falda. Ya en la puerta, observó a su compañía silenciosa, seguía en la misma posición, como si no le importasen realmente sus clases.

—¿Tu nombre? —La rubia alzó la vista por primera vez desde que sacó su libro. Se observaron directamente a los ojos, los azules enfrentando a los grises.

—Annie Leonhart.

Peinó sus hebras negras antes de responder: —Mikasa Jaeger.

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La hora había llegado.

Nerviosa, como antes de una presentación de su academia. Repitió el movimiento de la sala del club, pero esta vez con los dos pies. Sus manos inquietas jugaban con un borrador y el calor se acumulaba por todo su cuerpo, viéndose en necesidad de halar algunas veces el cuello de su camisa para refrescarse. Sus compañeros, los cuales ella aún no sabía que eran los culpables del inesperado mensaje en su buzón de entrada, al igual que ella estaban algo inquietos, revisando un montón de hojas sobre sus escritorios.

Obviamente, ella no había hecho el castigo especial de Kemoi por su precipitada acción de cerrar todo e ignorar olímpicamente lo que estaba pasando. Es más, ni sabía de su existencia. No tenía ni ganas de apuñalar a Sasha con la mirada. Sólo quería que el día de hoy ya acabase.

Se preguntó qué materia iba a reforzar hoy su maestro. Ansiaba que fuese cálculo. Siempre había muchas preguntas de parte de los alumnos, lo que conllevaba la distracción del mayor. Por favor cálculo, por favor números, geometría, planos, cualquier cosa, por favor…

La puerta corrediza fue como una espada, y los comentarios de los alumnos era el aire. Mikasa sintió un escalofrío, las ganas de ir al baño aumentaron gradualmente, el movimiento de sus piernas era involuntario: oficialmente estaba temblando.

Levi Kemoi caminó con su habitual cara de "Los odio a todos, apestan a rata, aléjense", colocó los libros encima del escritorio y con una tiza escribió sobre la pizarra verdosa:

HORA DE ESTUDIO

Todos estaban sorprendidos. Era la primera vez que este pequeño maestro cedía a una hora de estudio. Otros maestros, como Gunther Schultz, eran más regalones que incluso tenían piedad y daban las horas de estudio para otras asignaturas. Al dirigirse nuevamente de frente a su clase, el murmullo cesó. Sin despegar la vista del fondo del salón, tomó una hoja suelta entre sus cuadernos; dio una última mirada y comenzó a hablar, nombrando apellidos de estudiantes que uno a uno fueron saliendo del salón dejando casi vacío un punto en la esquina del salón.

—…Jaeger. Todos, al salón de maestros. — Lo último sí que fue una sorpresa, ¿la perfecta presidenta del salón, Mikasa Jaeger, siendo enviada al salón de maestros junto a los menos aplicados, justamente por el maestro Kemoi? Esto sin duda capturó la atención de todos allí, quienes nuevamente comenzaron sus murmullos.

Mikasa se tensó. No es que todo el grupo que caminaba frente a ella lo notase; ella no lo demostraba y ellos se quejaban en voz baja, algunos llevando hojas sueltas y otros en carpetas. Ella tenía las manos vacías.

El vello se le erizó. Volteó apenas un poco la cabeza para ver a Levi Kemoi mirándola fijamente. En la cabeza de la morena aún no cabía el por qué no vino en la mañana a castigarla o algo parecido. ¿Y si quería decirlo frente a todos sus compañeros? Por favor, no.

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Una de las cosas que más amaba Mikasa, eran los parques temáticos. Luego de cada recital, su padre y su madre le daban un obsequio a su elección. A su madre siempre le pedía ir al parque de diversiones Kyojin land*. A su padre, el restaurante familiar favorito de Mikasa y Eren, Heidan Dalck*. Obviamente esta tradición se desvaneció, con el paso de los años, solo ensayaba, esperaba al gran día, se ponía como "el ángel silencioso" que era y seguía su rutina, bajo la mirada de un teatro lleno, en algún lugar (y en ciertas ocasiones, ya ocho años más tarde sin su esposa) estaba su padre, Grisha, Armin -quien ocupaba el puesto de Eren que iba llegando tarde- Sasha y una que otras veces la tía turista de turno. Sin embargo, luego de cada presentación de camino a casa, por la ventana aparecían las luces de colores, sus oídos se llenaban de las risas, la música animada, en su mente aparecía un retrato de una feliz familia, un niño castaño, su madre, la niña con una falda de tul y el señor alto con un poco de pelo más debajo de las orejas, tomándose de las manos como si fuesen una barrera que nada los separase.

—Jaeger. —Mikasa despertó de sus divagaciones. Solía pensar en los parques temáticos cuando se quedaba quieta, en alguna fila, aún estaba presente en un hueco de su mente la impaciencia infantil por querer subir a un juego. Pero este no era un juego al cual quisiese subir.

—Si.

—Tu trabajo.

Por la mierda.

—Estoy esperando.

—No lo hice, profesor.

—¿Ah, no? Eso pensé, después de todo, tu prioridades las tengo muy en claro.

Se quedó en silencio. Con el tiempo que pasó regañando a sus otros compañeros, la sala se fue vaciando, algunos maestros entraban pero volvían a salir y justo en ese momento, vacío. Qué casualidad.

—Profesor…

—Escucha, Jaeger, no me interesa si te parezco atractivo o no, si fantaseas o cualquier de tus arranques hormonales, lo que me importa es que tú, maldita mocosa, pasaste las respuestas de una prueba que va directo a las calificaciones. ¿Sabes que por eso, te pueden suspender un mes? —Era la primera vez que el maestro veía una expresión en el inmaculado e infantil rostro. La mandíbula de la muchacha cayó, sus ojos opacos se abrieron, pasando del maestro a la pila de trabajos.

Se reincorporó —No sé de qué está hablando, profesor. Yo no le he pasado nada a nadie.

El mayor chasqueó la lengua en señal de fastidio, luego se acarició en medio de las cejas, donde se fruncía su expresión.

—Puedes hacerte la demente todo lo que gustes —Apoyó su mejilla en los nudillos del brazo apoyado en su sección de escritorio —Pero del castigo que te voy a dar, sumando a que no trajiste la tarea que envié la noche pasada y… —Jaeger desvió la vista. —… tu libertinaje, tendrás un nuevo trabajo que hacer, si no quieres que lleve esto más lejos.

Mikasa se sentía indignada. Quería patear a ese enano y quitarle la mirada de suficiencia estampada en el rostro, apretaba los bordes de la falda con fuerza, su boca estaba cerrada pero la mueca rígida al apretar los dientes podía ser evidente. —Me niego, profesor.

—¿Disculpa?

—Me niego. Yo no hice nada, no veo el por qué he de cumplir un castigo por algo que yo no hice. —Iba a disculparse por el mensaje erróneo, lo iba a hacer, pero él no la dejaba sentirse apenada.

La cara de Levi siguió igual de estoica que siempre. Sonó la última campana del día y arregló los papeles que había enviado como castigo, metió su mano en el bolsillo dándole un soporte a las hojas y se encaminó fuera del lugar. —Biblioteca, pregúntale a Anka donde encontrarme, te quiero allí a las 4:00, me fascina la puntualidad. —Mikasa iba a negar nuevamente, hasta que la interrumpió. — ¿Sabes que por las acciones y actitud de uno de sus miembros, puede castigarse a todo un equipo? Toma tu responsabilidad, Jaeger.

Aun cuando se fue, la chica seguía quieta, pensó en la maleta extra que tenía junto a su bolso, en el salón de clases, y pensó que pasaría un tiempo antes de volver a ocuparla.

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Princesa Elya-Protagonista de una obra de ballet ficticia de la cual tal vez profundice más adelante jijiji

Renzoku M.-Escritor ficticio.

Cloranuz-Adivinen qué? ¡También ficticio! Inspirado en un pequeño relato que escribí hace un tiempo.

Kyojin land- Sobran las explicaciones, ¿no?

Heidan Dalck-"Heidan" es la parte de "Legión" en «Legión de Reconocimiento», y Dalck es sólo puesto al azar, no tiene traducción.

CerisierJin: Hola! Pues sí, Levi tiene una vida casi perfecta a su edad, pero el nene quiere más (? Y shi eh, en el siguiente se verá lo jodida que está, recién comienza su tortura. Gracias por el apoyo!

Gaia Neferet: ¿Qué tal? Pues si, espero lograr hacer de Mikasa un personaje no tan plano encerrado en un marco de perfección, y si no, al menos tratar de mantenerlos entretenidos(? Por eso hay que esperar ( ͡° ͜ʖ ͡°) Muchas gracias!

-K.