Esta idea se me ocurrió en una hora libre que tenía en la universidad; quise intentar con algo que no fuese cómico, ni lindo o conmovedor, sino todo lo contrario. Algo más «Judar» y menos «Kougyoku». Espero haber hecho algo decente para que amerite su lectura.

Magi y sus personajes le pertenecen a Ohtaka Shinobu.


Ella sonríe. Cuando está con ese rubio, cuando lo ve, cuando lo escucha, cando habla de él, ella sonríe. Y es feliz, claro que lo es.

Cuando caminan juntos, cuando comen, cuando platican o hacen coronas de flores, ella sonríe, y ríe, y él le devuelve el gesto. Ella es feliz y él también. Vaya que lo son.

A Judar le repudia su sonrisa, le da asco escucharla reír hasta que lágrimas brotan de sus brillantes ojos y sus mejillas se coloran de un suave rojo y desea, con fervor inmesurable, olvidar esa mirada, esa sonrisa, esa felicidad que desprende de cada poro de su piel. Desea destrozarla, enterrarla en el olvido, desaparecerla inmediatamente, porque no se trata de él. Porque él no la hace sonreír de esa manera, porque su felicidad no es la suya y el cariño que profesan sus ojos no es hacia él.

Judar está enojado, se siente incómodo, desea golpear, destruir, matar. Matar ese sentimiento, matarlo a ese intruso y destrozarla a ella. Está enojado y no sabe por qué, pero cree que deshaciéndose de él... no, de ellos, de su felicidad, se recuperará de su enfermedad.

Ha estado en su habitación por ya dos semanas. Algo está mal en él. Y ella tiene la culpa.

Pero sonríe porque pronto estará mejor. Porque se recuperará y nunca más se sentirá enojado con ella, ni agobiado ni abandonado.

Ella, por el contrario... jamás se repondrá. Judar se hará cargo de que así sea.

Cuando comience a superar su pérdida, cuando de nuevo nazca la sonrisa de su rostro, él la destrozará con sus recuerdos. La hundirá y siempre estará a su lado para recordar que ha sido su culpa, pero que él no la abandonará. La humillará, la destrozará, jugará con sus sentimientos como ella lo ha hecho y la atará nada más a él con dependencia, con necesidad. Ella, después de todo, lo necesita. Judar, ignora, también la necesita. La desea a su lado para toda la eternidad, porque sólo ella ve en él lo que nadie jamás lo hará.

Y si alguien, algún día, intenta acercarse de nuevo a su mujer, Judar se encargará de que nunca más la aparten de su lado. Se encargará de que nadie le arrebate su atención y que sus lágrimas, su dolor, su miedo y su soledad sólo sea compartida con él.

Sólo con él. Siempre con él.

Porque de las lágrimas nace una sonrisa y cuando ella sonríe, Judar se siente bien. Porque ella le sonríe sólo a él, tal como debe ser.

Sus celos son enfermizos y peligrosos, acaba de comprobarlo. Él lo es. Y, de nuevo, es por su culpa.