DISCLAIMER: -man no me pertenece, todo es propiedad de Hoshino (es hora de que sigas con el manga, cielo).

ADVERTENCIAS: Drama, Yullen, violencia, un Leverrier hijoputa. Están advertidos.

ADVERTENCIAS PARA EL RESTO DE CAPS: En un futuro el rated T cambiará a M (ese es el plan).


—¿Que habéis dicho qué?

Komui estaba sorprendido. No, estaba más como la vez que pilló a un buscador declarándose a su Lenalee. Completamente espantado. ¿Cómo había estado tan ciego hasta ese momento? Kanda y Allen... Qué oculto se lo tenían.

—Ya lo has escuchado, idiota.—Dijo Kanda, apretando más fuerte la mano de Allen.—Allen y yo queremos irnos de la Orden.

—No te preocupes, Komui.—Añadió Allen.—Mataremos Akumas por nuestra cuenta, no sufras.

—Pero... ¿Por qué tenéis que iros?

—Porque nos queremos, ¿no lo ves?—Replicó Kanda, frunciendo el ceño. Sí, Komui podía verlo perfectamente. Tenía que hacerles cambiar de opinión o pronto lo lamentarían. Leverrier no era un tipo con el cual se pudiera llegar a un acuerdo. O la Orden, o nada.—Además, ¿no notas lo poco que le gusta a mi Moyashi estar aquí? Leverrier lo tiene frito.

—Por favor, Komui, ayúdanos a escaparnos esta noche, por favor. Ya lo tenemos todo preparado... Sólo necesitamos tu ayuda.—Suplicó Allen—Sácanos de aquí y nadie sabrá que nos ayudaste, por favor.

Komui suspiró, indeciso. ¿Qué debía hacer? Todo era una gran sorpresa para él. Si todo tuviera que ver con él, ya los habría dejado marchar hace mucho, pero de él no dependía. Si los pillaban, probablemente le cortarían la cabeza a él y a ellos dos. Se removió en su asiento, inquieto.

—No sé, Allen... Tienes que comprender que habéis jurado lealtad a la Orden... No podéis iros así como así. Los de arriba lo han de aceptar.

—Los de arriba nunca nos van a dejar irnos, no seas estúpido. Somos unas marionetas muy valiosas y lo sabes.

—Claro que sí Kanda, pero...—Komui dudó, no quería decirles que no rotundamente. Esos chicos eran muy queridos para él. Allen lo miró suplicante. —Las cosas no se hacen de ese modo. Lo siento, tendréis que perdonarme pero no puedo. No creáis que no quiero que seáis felices. Pero no puedo.

Allen se veía tremendamente desilusionado. Perdió la vista en un lugar entre el suelo bajo sus pies y el escritorio de Komui. Kanda lo encaró hacia él y le estrechó las dos manos.

—Moyashi, no pasa nada. Este bastardo no nos quiso ayudar, pero encontraremos el modo. Como si tengo que cargarme a toda la Orden.

Komui apretó los labios, apenado. Sus pobres chicos... Los amigos de su querida Lenalee... No era justo para ellos. Pero el también era un títere de la Orden, y no podía hacer nada si quería conservar la vida.

—Chicos... ¿Desde cuándo estáis...?

—¿Juntos?—Continuó Allen por él—Pues más o menos después de la muerte de Yeegar... Por decir alguna fecha que conozcas.

Sí que hacía tiempo de eso, sí. A Komui le pesaba la conciencia.

—Lo siento mucho chicos... De verdad...

—No pasa nada, Komui. Al menos lo intentamos.—Dijo Allen, sonriendo. Pero su sonrisa se veía tan triste a los ojos del hombre...

—Mira Komui, como sé que tú no eres un lameculos de Leverrier, te lo digo para que al menos hagas algo. El Moyashi y yo pensábamos fugarnos esta noche nos ayudaras tú o no. Ya que no piensas hacer nada, al menos intenta evitar que sigan nuestro rastro, ¿vale?—Dijo Kanda, rápidamente. Komui podía notar su desesperación y rabia.

—Sólo queríamos que lo supieras, Komui. Has sido muy bueno con nosotros...

—Contigo, al menos.—Cortó Kanda.

—Y... Acuérdate de nosotros con el mismo cariño con el que os recordaremos a vosotros. Gracias por todo, Komui.

Cogidos de la mano, firmemente, se dirigieron a la puerta. Cuando Kanda tenía la mano en la manecilla, la puerta explotó ante sus narices. Allen cayó al suelo, y Kanda a un metro de distancia de él. Leverrier entró, seguido por su propio cuerpo de élite, que tomaron el lugar.

Cuervos. Habían venido a por ellos.

Cogieron a Allen entre dos, y sin que pudiera hacer nada pusieron un sello en su arma anti-Akuma para dejarla inutilizada. Forcejeó, sin poder hacer nada. Aquellos tipos eran muy fuertes.

Kanda, sin embargo, se abrió paso mediante fuerza bruta. Esquivó a dos Cuervos que venían hacia él, y logró noquear a uno. Pero tarde o temprano cayó en sus garras. Uno le quitó a Mugen de su vaina en un descuido, y una lluvia de sellos se le pegó al cuerpo. Todos ellos fueron activados al mismo tiempo, y Kanda gritó, antes de perder el conocimiento. Allen pataleó y chilló que pararan, que todo aquello era injusto. Intentó activar su arma, pero sólo consiguió sentir como si su brazo se rompiera en pedazos.

Aquello no podía estar pasando. Kanda y él iban a huir, no a ser apresados de ese modo.

—Allen Walker y Yu Kanda. Sois acusados de traición a la Orden. No hay excusa que valga, estúpidos inconscientes. Os hemos pillado.—Leverrier se plantó en medio de ellos, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Allen reprimió el impulso de escupirle en la cara. No, aquello sólo empeoraría las cosas.

—¿Cómo... Lo sabes?—Consiguió murmurar.

—Vamos, señor Walker. Lo creía más inteligente.—Dijo, su bigote se curvaba junto a su sonrisa. Extendió el brazo y un Golem fue a posarse en su mano, era Timcampy.—Horward Link me comentó que habían estado cuchicheando entre ustedes durante este último mes. Y decidimos espiarlos a través de su Golem.—Allen se sonrojó, ¿hasta dónde habrían visto?—Aparte de descubrir que el señor Kanda es muy... Fogoso, también vimos sus planes de huir de la Orden. Traición, como supondrá. Y eso se castiga con la muerte. Y como también sabíamos su intención de hablar con Komui, esperamos hasta este día.

—¿Por qué me pareces un gusano que escarba en las heridas de los demás, Leverrier?—Dijo Kanda, con una voz llena de odio. Se había recuperado lo suficiente para despertar y mirar a Leverrier a los ojos.

—Porque me gusta veros sufrir, asquerosos y malditos traidores.

—¿No hay nada que podamos hacer?—Preguntó Allen. No podría soportar el ver morir a Kanda. No, tenía que haber otro modo.

—Hay una manera, señor Walker, y sólo usted puede decidir. Si hiciéramos decidir al señor Kanda, probablemente desearía la muerte. Verá... Podemos dejarlos vivir, a cambio de borrarle todos los recuerdos sobre usted a su amante.

—No... Maldito hijo de perra... No me borrarás la memoria, ¡eres un maldito enfermo!—Gritó Kanda, apoyándose en sus codos y rodillas, levantándose un ápice del suelo. Leverrier hizo una señal y las descargas volvieron a dejar inconsciente al chico, que cayó al suelo de nuevo.

—Eso no le corresponde a usted, querido. ¿Y bien, Allen?—Leverrier dejó las formalidades, y hablaba cara a cara con él.—¿Prefieres que Kanda viva sin ti, o prefieres dejarlo morir?

Allen dio una última mirada a Komui, que miraba la escena paralizado, y otra llena de amor a su amado, que yacía en el suelo. Estaba seguro de la decisión que iba a tomar. Por mucho que le fuera a romper el corazón.

—Bórrale sus recuerdos, Leverrier. Nunca me acercaré más a él si es necesario, pero por favor, no mates a lo único que me queda.

Leverrier se frotó las manos, satisfecho.


—Todo pasará pronto, Yu. Dentro de poco, serás alguien nuevo. Y seguirás vivo.

—¿Sin ti? Dios Allen... Me has enviado directamente al infierno.

Kanda estaba atado en la camilla de una de las salas de la Sección Científica. Para evitar que una masa de músculo y fuerza como él se moviera, tuvieron que atarlo con correas por los brazos, pecho, piernas, cuello... Incluso, para evitar movimientos bruscos, le clavaron las muñecas y los pies a la camilla. Sólo por su seguridad durante la intervención, le aseguraron a Allen. Y Allen aceptó, sabiendo que se iba a curar en cuanto se los quitaran.

Les habían dejado despedirse por última vez. Antes de que Kanda lo olvidara todo.

—Tonto. Estarás bien sin mí. Encontrarás otras cosas que te hagan feliz, incluso alguien que te ame y que no sea yo.—Dijo Allen, sonriendo, pero las palabras le pesaban como bolsas de plomo. Sólo de pensarlo le dolía hasta lo más hondo de él.

—Si no eres tú, oh Dios, dejadme morir en paz. No hay nadie mejor que tú.

—No seas bobo. Cuando no te acuerdes de mí y nos conozcamos de nuevo, probablemente te parezca insoportable. Y encontrarás a otro.

—Baka Moyashi.—El insulto favorito de Kanda, había tomado un matiz romántico desde hacía mucho tiempo. Cuánto lo iba a echar de menos, se dijo Allen.—Encima que me envían a la peor cagada que a una persona le puede pasar, me das ánimos para que sea feliz sin ti. Ah no. Por favor, no me digas que no me echarás de menos...

—No te imaginas cuánto.—Susurró Allen, y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Iba a echar de menos sus peleas, sus besos de reconciliación, sus motes, los ojos azules de Kanda, su hermoso pelo, el suave tacto de sus manos por su espalda, su bonita voz...

Kanda intentó alzar la mano para secarle las pequeñas gotitas que caían, pero sólo consiguió herirse más la muñeca. Jadeó, y Allen tocó su muñeca, acariciándola lentamente para suavizar el dolor.—Creo... Que lo voy a pasar muy mal, je.

—¿Y por qué lo haces? Podríamos morir... Seríamos libres al fin y al cabo. Y tú no sufrirías.

—Prefiero verte vivo y sin mí. No soy capaz de permitir que te maten. Sobreviviré. Sólo quiero... Que seas feliz.

—Idiota. No... No mereces esto. No merecemos esto. No quiero olvidarte, yo... No quiero vivir más sin ti.

—Te olvidarás, Yu. Te olvidarás de mí y estos sentimientos de ahora no tendrán importancia. Me acostumbraré, y yo seré feliz cuando te vea a ti feliz, y viviendo tu vida, y siendo... Un exorcista común y corriente, con alguien que le quiere, y con sueños y esperanzas... Con alguien que no sea tan odiado como yo, y con el que puedas vivir en paz aquí dentro. Y sólo con verte vivo, creo que es el mejor regalo de todos.

—Allen. Idiota. Eres un jodido idiota...—Kanda estaba llorando. Los ojos de Allen no le engañaban. Estaba llorando.—Te amo, Moyashi idiota que sólo piensa en los demás y se olvida de sí mismo. Te amo... ¡Te amo! No quiero olvidarme de ti... Eres lo mejor que me ha pasado nunca.

—Yo también te amo, Yu. Como nunca amaré a nadie. Hasta el fin de mi vida.—Dijo, acariciándole suavemente la mejilla, apartándole las lágrimas.—Conservaré nuestros recuerdos por los dos. Tú vivirás en mí, Yu. Hasta el final. Nunca me olvidaré de ti. Seré tuyo para siempre.

Poco a poco, fue acercándose al rostro de su novio, y posó sus labios en los de él. Un beso casto, pero que contenía todos los sentimientos que nunca podrían decirse más con palabras ni gestos. Un beso dulce y amargo a la vez, pero cargado de amor.

Allen se apartó, lentamente, y miró a Kanda. Seguía llorando lágrimas amargas. No quería aceptar lo que era mejor para él. Y era comprensible... Si él estuviera en su situación, se opondría de olvidarse del único que le había hecho sentirse vivo.

—Te amo, Allen. Por favor, nunca lo olvides. Eres mi mayor tesoro.

—Nunca lo olvidaré, Yu, Kanda, mi Bakanda, mi bastardo adorable. Te amaré durante el resto de mi vida.

Leverrier le exigía apartarse desde el otro lado de la sala. Definitivamente estaba disfrutando mucho con ello. Las lágrimas amenazaban con salir, y salió del lugar, echando un último vistazo al dueño de su corazón y a la alteración de su pensamiento.

Definitivamente no quería ver a Kanda en sus últimos momentos de claridad total. No quería ver cómo le arrebataban sus recuerdos sobre él. Sería demasiado.. Doloroso, y quizá acabaría por arrepentirse. Así que salió corriendo, sin mirar atrás. No quería que Kanda lo viera llorar. Volvió a su cuarto, y sólo allí, enterrando la cabeza en la almohada para que los demás no lo oyeran gritar, se permitió desahogarse.


—Despierta.

Kanda abrió los ojos. La luz le molestaba a la vista. ¿Dónde estaba? Recordaba a alguien gritando y... Nada más.

Sólo sentía un enorme hueco vacío en su interior. Sentía que algo faltaba.

Komui lo miraba, sentado en una silla al lado de su cama. Estaba en la enfermería. La maldita enfermería.

—¿Qué pasó esta vez? Me duele la cabeza horrores... Dios, ¿qué hice para acabar aquí?—Poco a poco, se fue irguiendo en la cama.

—Te hirieron en una misión, y acabaste malherido. Te trajimos aquí lo más pronto posible, suerte para ti.

Intentó erguirse del todo, y quedar completamente sentado, cuando un súbito pinchazo en la cabeza le hizo caer en la cama otra vez. Komui se levantó, y le cubrió más con la sábana.

—Descansa, tienes todo el tiempo del mundo... No tendrás otra misión hasta dentro de unos días.

—Puedo taparme solo, por si no lo sabes.—Gruñó Kanda, aferrando la sábana más fuerte.

Komui se disponía a marcharse, cuando se giró por última vez.

—Oh, se me olvidaba algo... Kanda, ¿te suena el nombre de Allen?

—De nada. ¿Por qué me debería sonar?—Contestó Kanda, sin pensarlo dos veces. No había escuchado ese nombre en su vida. Por un momento, le pareció ver que la mirada de Komui se ensombrecía.

—Nada, no es nada, Kanda. Un simple nombre. Que descanses.

—Hmmm...—Komui salió por la puerta cerrándola tras de sí. Kanda se quedó completamente solo. Intentó dormir, pero sólo consiguió dar vueltas y vueltas en la cama, despertando cada vez más la jaqueca.

Demonios, ¿por qué se sentía tan horriblemente vacío?


¡Hola hola! Bienvenidos a este nuevo fic. Se me ocurrió en una tarde de aburrimiento y bueno, aquí está. Es mi segundo fic, así que si ven algo que no cuadre o es muy Ooc o lo que sea, no duden en mandarme un review para que corrija.

Y bien, si les gustó el capítulo y tienen algo de tiempo, déjenme un review con su opinión. Si no les gustó, oye, pueden decir también su opinión, me ayudará a mejorar. Recuerden darle a fav/follow/lo que sea si les gusta.

Y ya está. Hasta el próximo capítulo. *Se va montada en su unicornio de arcoiris* ¡Chaíto!

Dolly.

P.D: Me encanta hacer sufrir a Allen y Kanda. Soy una sádica, jo jo jo.