Castillos En El Aire.

¡Hola! Sí aquí estoy, escribiendo otro fic a mi lista interminable pero sencillamente no lo pude evitar. Esta era una idea que rondaba en mi mente desde hace semanas (gracias a una canción de Amanda Miguel) y finalmente me di la tarea de plasmarla. Les traeré por el momento esta historia y otra que también estoy escribiendo, todo esto mientras edito mis historias pendientes. Lamento decepcionar a algunos pero realmente deseo que le den una probadita a esta peculiar historia y a mi nueva narración, ya que, aún soy nueva en esto.

Espero que les guste y que aún no me abandonen. También deseo que me notifiquen por si tengo algún error. No tengo otra cosa más que decirles que, gracias. Sin más les dejo disfrutar de esta historia.

Disclaimer: Los personajes de Mai-Hime y Mai-Otome no me pertenecen, sino a Sunrise, sólo la historia me pertenece (ya quisiera yo que me pertenecieran).

Capítulo 1

'Son pocos los que

prefieren la libertad,

la mayoría solo quiere

un amo justo'.-Salustio.


"Hay veces en la cuales tenemos tantos deseos por hacer pero…contamos con poca libertad y muy poco tiempo para hacerlas; sinceramente yo anhelaba con todo mi ser probar que era la libertad…la libertad de no tener un cargo tan difícil y pesado, como lo era ser princesa.

Cuando mi padre murió en aquel fatídico día en donde mi reino cayó, se me encomendó una dura tarea que hacer, tenía que ser literalmente…vendida, vendida para mi reino y para mis súbditos.

¿Y qué mejor que un matrimonio arreglado con el príncipe de una de las más grandes potencias?

Sí, así era, tenía que ser despojada con un hombre que ni siquiera me gusta y que no amaría ¡Por Dios! ¡Mi prometido era mi mejor amigo! Nada más y nada menos que una pesadilla para mí.

Pero yo era Shizuru Fujino, la hija del difunto rey de Artois y debía de obedecer a sus últimos deseos…

Recuerdo que cuando me casé con él, llegué a imaginar que si pasábamos más tiempo los dos, el amor florecería pero eso no fue así. Con el paso de los años me di cuenta que estaba casada con un tirano, un monstruo tirano que no conocía. Muy curioso por cierto.

Aquí estaba de nuevo, escribiendo mis pesarías y dejándome caer en mi propia locura, estaba cansada de estar siempre encerrada, como un ave en una jaula. Soñando con un futuro mejor, en donde no tenga que ser infeliz, pero temo que ya…me resigne y me dije que eso era sólo un cuento de hadas.

Pero muy, muy en el fondo de mí, quería creer que podría ser libre."


Una castaña suspiraba mientras cerraba como siempre su pequeño diario, un diario donde podía desahogar toda su inconformidad, se tallaba los ojos tratando de buscar descanso y paciencia. Paciencia que debía de tener como lo hacía 8 años atrás desde que se casó con su tirano esposo.

Para ella, el tiempo pasaba de una manera lenta y tortuosa, evocándole un verdadero agotamiento mental cada vez que compartía aposentos con su esposo. Se levantó de aquella silla de madera de roble y se dispuso salir de la bella cárcel que era su habitación; se dejó guiar por el camino sin siquiera prestar atención hacia donde ella iba, solamente se perdía más y más en su propia mente.

Recordaba todo con pesar, desde la última despedida de su madre, el cariño de su difunto padre y las lágrimas de su querida nana; Shizuru ya no quería nada, estaba harta de aquella cárcel y de su propio marido. ¿Cómo alguien podía ser tan infeliz? Una pregunta que se repetía como un mantra para ella. Volvió a perderse más y más, sin notar que se estaba perdiendo en aquel castillo.

Vio desde un triste panorama el tiempo que había pasado en aquella jaula, habían pasado 8 años atrás desde la última vez que dejó su tierra natal, 8 años en la cual a ella la habían obligado a casar con aquel hombre llamado Reito, Reito Kanzaki, mucho tiempo en la que ella vivía una cruel infelicidad; sabía que no lo amaba, estaba segura de ello, pero su pueblo necesitaba de 2 líderes y de un sustento para vivir. Cuando la casaron, ella en aquel entonces era la princesa y conoció la situación de su reino, un reino que no aguantaría mucho si no se casaba.

Sus ojos rubíes nunca conocieron el amor y la felicidad, solo la amargura y la conformidad, rodeada de lujos, de piedras preciosas y de oro que compraban sus intranquilas sonrisas y para su mala suerte, el fruto que la hizo mujer. En las tardes nostálgicas se alegraba de no ver niños corriendo por aquel lúgubre castillo corrupto, esos niños que murieron en sus tristes abortos, ellos no tenían por qué sufrir con aquel monstruo que moraba en aquel castillo.

"¿Cómo se puede vivir sabiendo que estás tan lejos? Oh Luna ¿A nadie le gusta tú peculiar brillar? Si tan sólo me escucharas…"

Pensamientos fugaces como esos en las noches solían ir y venir pero Shizuru sabía que ninguna deidad se apiadaría de ella. Solo la luna le traía tranquilidad, amaba la luna, le gustaba mirarla desde una de las torres en aquel castillo, ella pensaba que si tan solo una vez una deidad de la luna la escuchase, ella por fin encontraría a lo que llaman "felicidad".

Además de mirar la luna, de vez en cuando tenía permitido salir por los alrededores pero nunca por el reino, su esposo no se lo permitía.

Una torre era su refugio, un refugio en donde podía ser libre aunque su libertad sea 10x10 pero eso le era menos relevante; le interesaba su única compañía, la soledad…recordó en sus tiempos mozos a sus antiguas amistades; la dulce sonrisa amable de Mai, las rabietas de quien fue su confidente más cercano, Haruka y la pasividad de la joven quien siempre le tendía la mano, Yukino.

Su vida le parecía tan monótona y agonizante que incluso Shizuru se preguntaba cómo era vivir siendo plebeya, pregunta que se esfumaba tan solo al ver como sufría su pueblo.

Su castillo… aquel castillo le era tan lúgubre, las palabras solo eran susurradas con incertidumbre, los mozos siempre tan extraños no solían dirigirles la palabra ni la mirada, los caballeros custodiaban el castillo como si se tratase de su vida propia y Reito solo se paseaba en su castillo de vez en cuando, él siempre permanecía encerrado en su despacho.

Y ahora con lágrimas en los ojos veía como aquel bastardo de esposo vendía a su "nuevo" pueblo cada vez más, sin importarle su propio pueblo, tan desdichado lugar que la pobreza abundaba con temor, mientras que los nobles, pues vivían de sus lujos a todo esplendor. Su reino WindBloom estaba desbastado en pobreza y en desgracias, el rey condenado por su avaricia, vendía a gente sin cesar.

Los fragmentos de cómo fue reducido a cenizas su antiguo reino le venían a la mente cada vez que miraba por el ventanal de aquel castillo, y veía la pobreza del reinado de WindBloom.

Con la edad de 13 años vio desde el ventanal de su antigua habitación como un ser extraño parecido a un enorme cuervo deforme, con tres ojos y alas negras con extrañas marcas de sellos aterrizaba en su tierra para después destruirla con una enorme llamarada de fuego y ácido, fue tan rápido, no demoró más de 45 segundos, era un cruel Orphan legendario, "Shitán" le llamaban a aquella bestia destructora. El rey, su padre no pudo evitar devastarse cuando observó toda la destrucción sin poder hacer nada, fue entonces cuando el reino de Artois cayó en crisis, la comida no daba para los aldeanos ilesos, las medicinas contrabajo podían hacer algo contra las heridas de los enfermos, habían plagas y su padre no tardó en caer enfermo ante la presión y el cansancio; a ella le presentó la 'solución' para evitar un golpe de estado, casarse con el reinado vecino de WindBloom. Una potencia mucho más grande que su reino.

Cuando se casó con Reito, su reino se salvó con las provisiones que el estado vecino ofreció pero a cambio de tanta amabilidad, ella debía de marcharse al reino de Windbloom, dejando de lado su caloroso hogar. Su padre pereció justo antes de casarse.

Shizuru volvió a la realidad cuando se encontró con una puerta en aquel laberinto, trató de recordar cómo llegó hasta ahí pero su mente no pudo procesar el confuso camino que tomó. Suspiró con cansancio y miro la puerta con quisquilles, planeó abrirla para ver que había en su interior, jamás en su instancia recordaba haberla visto, así que su curiosidad era enorme.

Se acercó al pórtico para abrirla, fijándose en los pequeños detalles de la puerta, esta era de fierro y de hierro, el cobre dibujaba algunas extrañas marcas que no reconocía. Trató de abrirla pero una voz la espantó, haciendo que diese unos saltitos por el gran susto mirando con extrañeza y molestia a su inoportuna compañía.

— ¿Su majestad? —Una voz semi-gruesa le miró desconcertada, acercándose hacia la joven reina.

La reina observó con curiosidad a tal caballero, nunca le había visto en los campos en donde solían entrenar los reclutas, jinetes, arqueros y caballeros. Su intruso llevaba una armadura gruesa, de plata; el peto tenía unas propias marcas que la hacían particular, marcas de color verde y rojo, que le daban un bonito pero intimidante detalle con incrustaciones de rubís, zafiros y esmeraldas, en sí el peto era de un color azul marino, con algunos detalles en el cuello y que combinaba con las demás partes de aquella armadura y una espada estaba encajada en la cintura, la empuñadura de oro era reluciente junto con la funda de color verde. Le gustó la capa que ondeaba en la espalda de aquel caballero, llevaba con orgullo el emblema de aquel reino, se fijó en el hombro del joven y se dio cuenta que su caballero en realidad era un Lord, después miró el casco que llevaba, era ligero y tapaba con recelo el rostro del joven Lord dejándole los cuencos suficientes para ver. Una cabellera azabache abrazaba con dulzura la armadura, el joven era ligeramente alto comparado con la reina.

— ¿Le sucede algo su majestad? —El joven muchacho le tendió su enguantada mano para ayudar a despabilar a Shizuru. Prontamente la castaña se percató de su perturbación y miró fijamente los ojos del joven, su impresión fue inmediata al notar el color tan extraño y hermoso del Lord. Unos ojos tan verdes como las esmeraldas que cargaba su singular armadura, sintiéndose extraña al sentir un cosquilleo en su estómago. Pero inmediatamente se recompuso.

—Ummh… estoy bien aunque un poco pérdida ¿podría ayudarme joven…?—Dejó una pausa pues esperaba que el muchacho le dijese su nombre, petición interior que fue tomada con rapidez.

—Kuga Natsuki pero llámeme Natsuki, mi señora, por supuesto que le ayudaré—El joven hizo una pequeña reverencia y una pequeña curvatura en sus labios fue apenas visible.

—Gracias señor Kuga, dígame ¿usted es de por aquí? No le recuerdo haber visto en los campos y en ninguna parte de este castillo—Preguntó la castaña cuando empezaron a andar para volver a la habitación de la joven reina; en muestra de su caballerosidad Natsuki le tendió el brazo para que su reina entrelazara su propio brazo con el de ella.

—No, mi señora, soy de Artois. Vine aquí por órdenes de su madre, soy como su caballero personal—Contestó "él" joven con pasividad, sabiendo muy bien el lugar de origen de su majestad.

— ¡¿De Artois?! Pero ¿Cómo y por qué? —La reina se mostró un poco exaltada y le dedicó una hermosa sonrisa en el rostro, le alegraba con demasía tener a alguien de su hogar después de tantos años.

Natsuki detuvo su pausa e hizo un ademan con su mano de silencio, indicándole así que susurrasen pues siempre está la impresión de que las paredes escuchan, Shizuru entendiendo el mensaje solo asintió para escuchar la respuesta del joven Lord mientras que volvían a reanudar el paso.

—He estado aquí desde hace 5 años, su señora madre me contrató para cuidar de usted, ella tenía la impresión de que algo malo le pasaría. Antiguamente fui un mercenario y acepte el trabajo por los ruegos de su madre y de una de sus mejores amigas, Mai Tokiha. Después de 2 años de llegar al reino de WindBloom, su majestad el rey me nombró como Lord cuando logré la retirada de una barricada a las afueras del reino. Me deje presentar a usted hoy cuando observe que se perdía cada vez más en los pasadizos de este laberinto, además sé que usted está envuelta con los rebeldes y que pronto lanzarán un golpe de estado—La impresión de Shizuru era enorme, la información apenas fue procesada y negó con cansancio, se sintió confundida por el miedo de su madre. ¿Algo malo le pasaría? Pero ¿qué y quién gustaría de hacerle daño?

Detuvo el paso del joven cuando dieron una vuelta en un pasillo y lo miró fijamente, ella trataba de descifrar que es lo que estaba pasando y porque ahora se sentía tan fuera de lugar, en su información procesada recordó que Natsuki sabía acerca de su unión hacia los rebeldes, esa información le hizo acercarse más al joven Kuga estando apenas unos centímetros de distancia para después soltar unas amenazas. Olvidándose de su amiga nombrada.

—Señor Kuga, me haría un favor usted sino ha dicho nada—Siseó las palabras con suavidad cuando una serpiente fue apenas invocada por la reina y se enrollaba peligrosamente al cuello del caballero. Sí. Así era, la joven tenía la capacidad de invocar bestias a su antojo, magia heredada por su antiguo linaje de cazadores y brujos.

—Su bienestar es mi importancia, nunca le haría algo que le pudiese afectarle, para eso fui contratado. Le juro que nunca he dicho nada sobre sus caminatas nocturnas hacia la torre del sur y de sus salidas al pueblo. Recuerde, soy su sombra—Susurró apenas, guiñándole un ojo a la reina y mostrándole una sonrisa cómplice logrando hacer que Shizuru se sonrojase y que desapareciese a su bestia invocada.

— ¡¿Có-cómo sabes eso?!

—Tan simple y sencillo su majestad, también sé que usted tiene un bonito lunar en su seno derecho, más bien en la parte baja.

— ¡¿Qué?! ¡Pervertido!—A Shizuru le hubiese encantado que el joven no tuviese su casco, quería darle una tremenda cachetada para que dejase de ser un mirón. Enojada apresuró sus pasos tratando de escapar de su nuevo acosador, Natsuki le siguió los pasos riéndose levemente de la actitud de su caprichosa reina.

— ¡Deja de seguirme! ¡Acosador!.

—Su majestad, entienda que es mí deber cuidarla y saber todo de usted. No es como si quisiese espiarla.

— ¡Ya déjalo! —La joven reina se detuvo y después masajeo su sien tratando de buscar más paciencia, era demasiado extraño para ella perder los estribos de manera fácil. Se supone que era una reina, y como una no debería de caer tan fácilmente en discusiones, las etiquetas que le habían inculcado era lo primero pero ahí estaba, comportándose peor que una niña. "Él" joven guerrero se detuvo desconcertado, imaginó que quizás si se había pasado un poquito de la raya siendo descortés y se colocó en frente de su reina, arrodillándose como le habían enseñado después de dejar de ser mercenario. Su brazo derecho se posó en su pecho y su mirada trató de penetrar a Shizuru para que entendiese que sus disculpas si eran sinceras.

—Lamento mi comportamiento, mi señora, no lo volveré a hacer—Este acto sorprendió a la joven y simplemente le dedicó una sonrisa sincera. Por sus comportamientos infantiles ambos estaban dándose una idea equivoca del uno al otro, y eso no le gustaba a la reina.

—Kannina Natsuki, fue mi error comportarme de esa manera, no soy una niña para actuar así, así que lamento que hayas visto aquella faceta mía—Shizuru le tendió la mano para que el joven la tomase y se levantase, aquel chico entendiendo el ofrecimiento de su señora, con su mano de metal tomó la delicada mano de su reina y se levantó. No tardó en ofrecerle el brazo de nuevo a Shizuru, ésta gustosa se lo acepto para adentrarse a la salida de aquel laberinto pero esta vez sin discusiones ni por nada por el estilo.

Anduvieron por un buen tramo sin dirigirse la palabra, ya que, el ambiente era relajador para alguno de los dos. Ya estaban cerca de la salida de los pasillos, y se habían encontrado con uno que otro mozo que parecía ignorarlos como si realmente ellos no existieran. Shizuru creyendo en su joven caballero se dejaba guiar sin siquiera darle ordenes ni saber en dónde exactamente iban. No fue hasta que Shizuru sugirió ir a la biblioteca, pues quería adentrarse más y más en los libros para no tener que ver el rostro de su molesto esposo. Natsuki escuchando y entendiendo a su reina, se dispuso a llevarla al lugar para que así cada uno hiciese lo que tuviesen que hacer.

En cuestión de minutos llegaron al lugar y se detuvieron justo en la puerta de la entrada a la enorme biblioteca, la reina no quería despedirse de su extraño caballero pero debía de dejarlo y esa idea le provocó un pequeño malestar, malestar que ignoró cuando recompuso su semblante.

—Okini Natsuki, has sido lindo conmigo, no sé cómo agradecerle, debí de ser una molestia.

—Fue un placer traerla hasta aquí. No tiene por qué agradecerme, es mi deber su majestad.

— ¡Claro que debo agradecerle! Le provoque molestias y quizás usted debió de estar ocupado y yo nada más aquí, estorbándole.

—Su majestad, no fue así, si yo la quise acompañar fue más porque quería y no por mi deber. Si realmente quiere otorgarme una recompensa, ¿podría seguir usando el acento de nuestro hogar?, hace tiempo que no lo he escuchado, hasta ahora, gracias a su hermosa voz.

—Oh Natsuki, gracias por eso, con gusto lo usaré, quisiera preguntarle más cosas de Artois pero por ahora no es el momento. ¿Quisiera usted reunirse conmigo mañana aquí mismo, si usted no está ocupado? Me ha sido agradable su presencia.

—Vendré entonces, me gustaría saber más y más de usted señorita Shizuru, y si fuese posible que establezcamos una amistad—El joven se inclinó levemente y con una despedida de mano, rápidamente se fue de aquel lugar, dejándole a Shizuru con las palabras en la boca.

Shizuru se adentró al lugar mientras más y más dudas llegaban a su mente, y su rostro se tornaba un poco rosado, después de todo jamás se imaginó estableciendo una amistad con alguien que no fuese sus antiguas amistades y que se tratara de un joven caballero pero la idea no se le hizo nada mal; incluso le agradó más de lo que quisiera admitir, el comportamiento y osadía de su compañero.

Buscó los sillones con anhelo y se acostó en uno lo suficientemente grande, para después perderse de nuevo en su imaginación y en su intranquila mente, provocando que se durmiese sin querer y que soñase con alguien de ojos verdes. Olvidándose completamente del mundo exterior y del caos que estaría por descubrir.

.

.

.

Escuchó gritos y el sonido de cosas chocando, demasiado ruido para su mente y se levantó exaltada dando una pequeña ojeada a su biblioteca y notando que se estaba incendiando. Presa del pánico y del miedo salió airada de aquel lugar para darse cuenta después, del pobre escenario que se presentaba frente a sus ojos.

Los pasillos eran un caos, con horror paseaba su mirar en sus mozos asesinados y en la sangre que se encharcaba por el suelo. Deseó poder invocar algunas de sus bestias para ver que estaba pasando pero el miedo era más fuerte de lo que creía, bloqueando así sus canales de magia. Quiso musitar algo pero las palabras no le salían, algunas lágrimas trataban de salir por sus rojizos ojos pero no era capaz ni de moverse. Estaba en shock.

— ¡Por ahí! ¡La reina estaba por ahí! ¡Puedo jurarlo! —Escuchó a lo lejos del pasillo más gritos de hombres que posiblemente le quisiesen hacer algo. Se obligó a moverse para irse por el pasillo contrario y buscar una salida próxima. El sonido de pasos precipitados le enloquecía y como ser humano que quiere vivir, no dudó den salir corriendo.

Corría lo más rápido que le permitían sus tacones, esquivando cuerpos y manchándose un poco de sangre, algunas de las gemas de magia que proporcionaba luz en su hogar, se encontraban destrozados, dándole un espectral y más lúgubre aspecto a los pasillos oscuros. Las espadas y más pasos eran más notorios y le daban más pánico, dejándose llevar más por el miedo corrió lo más rápido que pudo hasta que sus tacones se rompieron y tuviese que dejarlos, sintiendo en carne propia los diferentes líquidos que manchaban aquellos pasillos y sintiendo incrustaciones de algunas destrozadas gemas.

Shizuru trataba de ignorar el dolor que le punzaban en los pies y trataba de recuperar en ocasiones el aliento pero cada vez le era más imposible. Estuvo dando vueltas por los pasillos más oscuros que se cruzasen en el camino pero los sonidos insistentes de pasos le daban escalofríos; hasta que en un momento por su torpeza se resbaló y cayó precipitosamente al suelo.

Ya estaba, se había rendido y las lágrimas ya corrían con facilidad por sus pálidas mejillas mientras que se encontraba en el suelo, tratando de reconocer, con la poca visibilidad que tenía de la luna y de la gema de magia que veía a lo lejos, a su asesino.

Más su sorpresa fue enorme cuando reconoció la armadura de su salvador.

Era Natsuki.

Natsuki había llegado para salvarla. Se sentía tan regocijante y llena de dicha.

Pero ésta vez su caballero no traía su casco y lo que vio le impactó.

Su confusión fue tan grande al ver que su caballero era una mujer. Una hermosa mujer que hizo palpitar su corazón.

— ¡Su majestad! —Una pelinegra cabellera se ondeaba salvajemente por la carrera dada de la joven guerrera. Shizuru no le respondió sino hasta segundos después.

—Pero… ¿no eras hombre? —Y sí, eso fue lo único que se le cruzaba a la mente a la joven mujer.

La chica, imaginándose el pensamiento de Shizuru, suspiró de alivio, su reina estaba bien, y eso era lo único que le importaba. Frunció el ceño cuando notó las heridas de Shizuru y no pudo evitar que una sombra de culpabilidad le cruzase por la mente. Mirando fijamente a su reina, se amarró la pequeña gema que traía a su cinto y se acercó a la joven que se encontraba en el suelo.

—Jamás dije que era hombre, mi señora—Natsuki se agachó y sin pedir permiso, paso sus brazos por la espalda y piernas de la joven, cargándola en un estilo nupcial. Shizuru ante el gesto gimió de sorpresa por la intromisión de unos brazos y por la repuesta de su, ahora, Lady.

Le buscó lógica a la repuesta y ciertamente se dio cuenta que Natsuki nunca le había dicho que era hombre, por alguna extraña razón, eso le causó alivio.

—Tienes razón Natsuki—Natsuki empezó a correr con la chica en brazos, acomodándole lo más rápido posible para que no se sintiese incomoda. Siguieron hablando mientras que Natsuki corria, tratando de escapar por la parte trasera del castillo, justo en donde se encontraba la torre de Shizuru.

—Natsuki, ¿sabes que está sucediendo?

—Lamentablemente sí, mi señora. Su poblado ha ignorado sus plegarias y han decidido atacar al palacio justo hace unos 20 minutos.

— ¡No!—La castaña cerró los ojos con terror al imaginarse la sangrienta batalla que estaba pasando y las lágrimas volvieron a escapar de sus tristes ojos pero eso no la detuvo a proseguir con la voz entrecortada. —Eso quiere decir que…es un golpe de estado.

Cómo si se tratase del veredicto de un juez, Shizuru sentenció, sin imaginar que su vida correría peligro.