Primero que nada quiero agradecer a tenteitudonadadeu por dejar que tradujera esta magnifica historia que vale mas que la pena hacerlo ya que muchas mas personas deben leerla.
Espero que les enamore desde este primer capítulo, pero estoy casi segura que sí.
Traducción:
AN: Esta historia es un poco diferente a lo habitual que se escribe acerca de Faberry, pero sus personajes siguen siendo los mismos y el Glee Club sigue existiendo... (Ya lo verán mejor en los capítulo siguientes) Además, Quinn es sorda, aunque esta no es una historia triste! Ni mucho menos... (En todo caso, es más que un historia con toques de humor y pequeñas dosis de drama.)
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Parte 1 de 4
"LA CHICA DEL OTRO LADO DE LA CALLE"
6 años de Edad.
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La pequeña niña apoyó las manos en las caderas mientras examinaba la habitación detenidamente antes de sonreír para sus adentros. Había pasado unas semanas desde que se había mudado a su nueva casa y después de días de dormir entre sus papás, finalmente tuvo su propio cuarto.
Bailó en silencio por un momento, rozando sus dedos en las paredes de color amarillo brillante (el color que había elegido ella misma). Se subió a la cama, empezó a saltar en el colchón de manera suave un par de veces, riendo alegremente hasta que su padre apareció en la puerta.
"Asique princesa, ¿qué te parece?"
La niña no respondió, simplemente saltó de la cama y corrió hacia él, abrazándose con las piernas fuertemente. Leroy rio suavemente y se inclinó para abrazarla por su espalda.
"Es tan bonito, papá!" Ella exclamó feliz, mientras que Leroy la levantó. "¿Puedo abrir mis cajas ahora? Las de mis animales de peluche y una con mis muñecas y la que tiene mi música? Por favor, por favor?" Ella se movió con ansiedad en sus brazos.
"Por supuesto que sí, Pequeña estrella... Tu papá está en el sótano en este momento tratando de encontrarlas."
Aplaudió con entusiasmo y se abrazó a su cuello, deseoso de liberar a sus amigos de peluche. "Y mi ropa de baile? ¿Puedo también tenerla?"
"Mhum.." Está bien, llevándola hacia el closet y abriendo la puerta para revelar toda la ropa que cuelga cuidadosamente, organizada por color y para distintas ocasiones. Sus profundos ojos marrones brillaban y se retorció hasta que su padre finalmente la dejó con los pies en el suelo.
Fue directamente hacia sus vestidos y eligió un tutú rosado. "¿Cuántos días y noches faltan para que vuelva a mis clases de baile, papá?"
"Todo un mes, princesa..."
"Eso es mucho tiempo!" Gritó, pisando con fuerza el suelo. Ella definitivamente amaba sus clases de canto y baile, también estaba muy emocionada de comenzar el primer grado en la escuela, al igual que su primo León, que ya tenía 8 años y se dirigía a tercer año.
Le encantaba la guardería, aunque también, como cualquier niña de su edad, no podía esperar a crecer.
"Pasara tan rápido antes de que te des cuenta, ya verás..." Leroy respondió amablemente, haciendo con su cabello una perfecta cola de caballo. "La señora Martínez dijo que algunos de los vecinos tienen niños también... Muy pronto, podrás hacer amigos y entonces vas a querer que dure para siempre."
La pequeña niña respondió con un gesto de incomprensión, debido a que perdió el foco de la conversación al oír la voz de su papá en la parte inferior de la escalera, pidiendo su ayuda para traer sus juguetes.
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Después de tres días dedicados a explorar el interior de su nueva casa, ahora completamente construida, la morenita, finalmente decidió que era hora de investigar los alrededores. Era agosto y el día estaba hermoso, soleado y con un cielo despejado. El patio trasero de la casa era grande y su papá Hiram trabajaba hábilmente con una cortadora de césped, mientras que Leroy se dedica a colgar un columpio en el gran árbol plantado en medio de su jardín.
Rachel se sentó en el pequeño muro que separaba la calle de la puerta mientras observaba a sus papas como trabajaban. Había tratado de ayudar, pero Hiram le dijo que se mantuviera alejada hasta que la cortadora estuviera apagada. Tarareaba en voz baja para sí misma, miró a su alrededor, tratando de encontrar evidencias de otros niños en la calle, pero todas las casas se veía tan silenciosas y las únicas personas en la calle eran ancianas que estaban caminando con sus perros y una mujer empujando una carriola azul.
La bebe dentro de ella era demasiado pequeña y Rachel ni siquiera se molestó en sonreír a la mujer, preocupada por encontrar a una persona más adecuada para jugar, preferentemente a otra niña. Nadie que se asemeje a esa descripción apareció, y al final del día, la pequeña morena regresó a su casa un poco decepcionada.
Pasaron dos días y después de un corto paseo por la calle (acompañada por sus padres), se dio por vencida en la búsqueda de otros niños y no tenía otra opción más que sólo hablar con sus juguetes y crear pequeños conciertos para ellos. Leroy se sintió un poco culpable de ver a su hija jugando sola, él había esperado que otros niños vivirían en esa calle, pero al parecer la señora Martínez se había equivocado.
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Era miércoles cuando se conocieron.
Rachel giró perezosamente en su columpio rojo cuando la puerta principal de la casa de enfrente se abrió y una niña no mucho más alta que ella, se materializó en la entrada. La morenita saltó al suelo de inmediato, corriendo hacia la cerca.
La otra chica tenía el pelo rubio que refleja la luz del sol y con facciones delicadas. Sosteniendo un rosado oso de peluche con un arco iris en su vientre y Rachel sonrió al notar que tenía el mismo oso con el arco iris en su habitación, descansando arriba de su cama. La pequeña rubia se sentó con cuidado en los escalones de la entrada a su casa y abrazó al peluche, mirando a su alrededor hasta que sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarse con la mirada de Rachel.
Rachel sintió que su cara se dividió en una sonrisa enorme y rápidamente hizo un gesto a la niña. Su cuerpo temblaba de emoción y quería correr rápidamente hacia la otra casa, pero sus papás le habían enseñado que era mala educación entrar en lugares desconocidos sin ser invitada. La niña pasó el oso a su mano izquierda antes de agitar su otra mano tímidamente en respuesta.
"Hola, soy Rach! ¿Quieres jugar? ¿Cómo te llamas? Es la casa de tus papas?" Preguntó, incapaz de contener el torbellino de palabras que brotaba de su pecho a la garganta.
Los ojos de la otra niña se abrieron aún más y ella miró por encima de su hombro, como si esperara ver a alguien en la puerta detrás de ella. Ella se quedó quieta por un segundo antes de mirar a Rachel, quien la saludó una vez más.
"¿Cómo te llamas?" Ella apoyó las manos en la pared de piedra, sintiendo las irregularidades sus palmas.
La pequeña rubia solo negó con la cabeza y Rachel frunció el ceño.
"No hay tienes porque ser tímido, soy tu amiga!" Dijo caminando hacia la puerta y abriendola para una mejor visión.
La niña levantó su mano, dibujando un círculo sobre su pecho con el pequeño puño y una extraña expresión en su rostro.
Rachel imitó el gesto con una mirada inquisitiva, sin saber lo que significaba. "¿Qué es?" Preguntó, dando un paso hacia adelante y mirar a ambos lados antes de cruzar la calle.
Una vez más, la niña negó con la cabeza, con más fuerza esta vez y con su dedo índice para señalar su oreja y la boca. Repitió el movimiento varias veces y la pequeña morena no entendía por qué seguía haciendo eso.
"¿Haz perdido la voz?" Preguntó, deteniéndose cerca de la casa blanca. "Eso le pasó a mi papa en el invierno pasado..." Al estar lo suficientemente cerca, pudo ver en los ojos de la niña, una posible futura mejor amiga, sus ojos eran de un hermoso color verde que nunca antes había visto. "Tiene unos ojos muy bonitos." Sonrió, tratando de hacer que la otra niña también sonriera.
Los rosados labios de la rubia se abrieron y Rachel apretó los puños, esperando a que ella dijera algo, pero el único sonido que oyó fue un murmullo incoherente que hizo que la chica rubia se ruboriza.
"¿Qué has dicho?" Se acercó, tratando de entenderla.
Una vez más, el mismo sonido llegó a sus oídos, esta vez más fuerte y seguido por un grito que hizo que sus ojos se abrieran.
"¿Por qué estás gritando?" Preguntó, alzando la voz.
La niña rubia miró sobre su hombro una vez más y apretó su osito de peluche, repitiendo el círculo contra su pecho con los ojos llorosos antes de regresar de nuevo a la casa.
"Espera! Sólo quería..." Trató de decir, pero la puerta se cerró con un golpe en su cara y quedándose sola, sintiéndose impotente. ¿Había hecho algo malo? ¿Por qué la niña había escapado de ella?
Ella inhalo por la nariz, sintiendo una opresión horrible en el pecho y cruzó la calle hacia su casa, limpiando las lágrimas que corrían por su rostro con el dorso de la mano.
"¿Qué pasó?" Leroy le preguntó cuando la vio correr hacia la sala. Rachel lo abrazó con fuerza y se limpia la nariz con la camisa blanca de su papá. "Rach, estrellita, ¿Estás herida?"
"La niña de enfrente no quiere ser mi amiga!" dijo entre sollozos y él la arrullo con suavidad, tratando de calmarla antes de pedirle más información.
La pequeña morena respiró temblorosamente contra su cuello mientras que agarrar su camisa con toda la fuerza de una niña de seis años y estaba a punto de volver a preguntar lo que había sucedido cuando el timbre sonó. Leroy la apretó un poco, besando su cabello antes de dejarla abajo.
"Ve a lavarte la cara, pequeña estrella... Así podrás explicarme lo que pasó, ¿de acuerdo?"
Asintió con la cabeza y entró al baño, subiéndose en un banquito para que pudiera llegar al lavabo, mientras que su padre abría la puerta.
"Hola, ¿En qué puedo ayudarles?" Rachel oyó su voz mientras cerraba el grifo.
"No estoy seguro." Dijo una voz de un hombre. "Mi hija llegó a casa gritando y cuando le pregunté qué pasó que me trajo hasta aquí."
La morena se bajó del banquito y se seco las manos, mirando a través de la puerta del baño para encontrar a un hombre rubio y a la niña de enfrente de la calle de pie junto a la puerta. Una luz pareció brillar con los ojos verdes y la pequeña rubia tiro de la camisa de su papá y apuntó hacia Rachel.
"Rachel?" Leroy la llamó, mirando por encima de su hombro y haciendo una señal hacia los vecinos. "¿Es ella la niña de la que me hablaste?"
"Sí, es ella!" Rachel se paró a su lado, apoyada en la pierna de su padre, tratando de sonreír a la niña, pero preocupada de que pudiera comenzar a gritar de nuevo. "Fui a saludarla y ella se escapó cuando lo hice..."
"Oh.." El rubio miró a su hija con comprensión.
"Te juro que no he dicho nada mal! Solo dije Hola!" Rachel se apresuró a explicar.
"Creo que hubo un malentendido..." El hombre continuó, apoyando una mano protectora sobre la espalda de su hija. Los ojos de la pequeña rubia se fija en Rachel, la pequeña morena de labios rosados que arrastraba sus pies sobre el piso.
"¿Qué quieres decir con malentendido?" Leroy cuestionó, asumiendo la misma postura defensiva con respecto a Rachel sin darse cuenta de que lo estaba haciendo.
El hombre se agachó y miró a la pequeña morena. "Quinn no tenía intención de asustarte. Ella entró corriendo a llamarme porque..." Se aclaró la garganta y miró al hombre que todavía estaba detrás de Rachel y comenzó a hacer el mismo gesto con el dedo índice, moviéndolo de oreja a la boca, al igual que Quinn lo había hecho antes. "Quinn esta sorda."
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"¿Sorda?" Rachel hizo repitió lo que había dicho, mirando hacia la rubia, que seguía mirandola fijamente.
Los duros ojos de Leroy se suavizaron, y su postura cambió inmediatamente. Miró a la niña con el pelo dorado y suspiró antes de explicar. "Eso significa que no puede oír pequeña estrella ..."
Rachel frunció el ceño y miró a su padre con la mirada vacía. La idea de no ser capaz de oír no tenía sentido para ella, que siempre había vivido en un mundo lleno de música y sonidos. "¿Al igual que cuando estás bajo el agua en la piscina?"
"Algo así..." Trató de pensar en una mejor manera de explicarlo cuando se dieron cuenta de que Quinn y su padre estaban todavía de pie en la puerta. "¿Quieren entrar?"
El rubio le hizo señas con las manos a su hija y ella asintió con la cabeza.
"Creo que sí... Pero no podemos quedarnos mucho tiempo, tenemos que recoger a mi esposa en el trabajo y mi otra hija está sola en casa con un "amigo"." Hizo una mueca al decir la palabra "amigo". Leroy sonrió para sus adentros, pensando que dentro de unos años, probablemente estaría haciendo la misma cara cuando Rachel comenzó a traer sus propios "amigos" a la casa (no tenía idea de lo equivocado que estaba en ese momento).
Entraron en la sala y se sentaron. Quinn miró a su alrededor con los ojos muy abiertos, como si absorbiera cada centímetro del lugar.
"¿Quieres jugar conmigo?" Rachel le preguntó inocentemente.
"Ella no puede oír lo que dices, Princesa..."
"Pero..." Miró a la pequeña rubia, que se balanceaba con las piernas colgando del sofá, felizmente distraída. "¿Cómo hago para hablar con ella?"
"Cuando alguien no puede escuchar, tienes que usar tus manos para hablar." Russell le dijo como tratando explicarle de la mejor manera.
Rachel se miró las manos, siendo muy pequeña. "¿Y cómo hago para hacer eso?"
"¿Qué quieres decir?" Le preguntó en respuesta.
Rachel pensó por un segundo. "Hola."
Él sonrió e hizo la señal de "Hola". Si tocas tu frente ligeramente y luego bajas la mano.
Rachel miró hacia él y realizó el gesto. "¿Te gusta?"
"Sí..." Él empujó el hombro de su hija, señalando a Rachel con la cabeza para que volviera a hacer las señas.
"Hola..." Rachel hizo las señas, ganando una amplia sonrisa en respuesta que la hizo acelerar su corazón dentro de su pecho.
Quinn comenzó a hacer señas frenéticamente hacia ella y la pequeña morena abrió mucho los ojos mirando a Russell y sin saber qué hacer. El rubio se rio y puso una mano sobre su hija, recibiendo una mirada casi cómica de la niña.
"Cálmate..." haciendo las señas correspondientes, hablando en voz alta para que Leroy y Rachel pudieran entender lo que estaba diciendo. "Ella no sabe el lenguaje de señas sin embargo..."
Los hombros de Quinn cayeron en decepción y una vez más la morenita sintió algo extraño en su corazón. La chica rubia respiró hondo e hizo la señal del círculo contra su pecho de nuevo.
"¿Qué significa eso?" Preguntó Rachel, enderezándose en el borde de su asiento.
"Ella está pidiendo disculpas..."
"Ohhh... Lo hizo antes de huir."
Leroy arqueó una ceja. "Muy amable..."
Russell traduce el cumplido y Quinn le sonrió, sentándose y sintiéndose orgullosa. Miró a Rachel haciéndole señas sobre algo.
"Mi nombre es Quinn." Su padre reproduce las señales en palabras para que la pequeña morena pudiera entender. "Este es mi signo" Le pidió que repitiera el signo y ella hizo un movimiento rápidamente de una Q a una Fa en lenguaje de signos. "Le damos una señal a todo el mundo, es como su nombre. Es más fácil que tener que escribir todo el tiempo..." Russell explicó antes de que alguien pudiera preguntar. "Este es el mío". Él hizo a la letra R y la puso encima de su labio como un bigote.
Quinn sacudió el brazo, llamando la atención de todos hacia ella.
"Ella quiere saber su nombre."
"Rachel!" -Exclamó la morena. "¿Cómo le digo eso?"
Russell hizo la seña letra por letra de su nombre y la morena que reproducía con facilidad, sólo faltaba la H, que era más difícil. "¿Qué te dijo?" La niña preguntó con ansiedad al ver a Quinn haciendo señas.
"Ella dijo que se parece a mi nombre. Rachel y Russell." Él rio suavemente y asintió con la cabeza a su hija, quien también sonrió y le preguntó si Rachel tenía una señal. "No, todavía no, ¿Por qué no le das una?"
"¿Qué está diciendo?" La pequeña morena saltó del sofá y puso una mano en la pierna de la niña y del hombre rubio, porque no quería quedar fuera de la conversación.
"Ella le preguntó si tiene una señal y le dije que le diera una porque no tenías". Hizo una pausa y una niña rubia siguió hablando. "Dice que no le puede dar una porque no sabe aún cual pudiera ser, pero que va a pensar un signo muy bueno para ti."
Rachel sonrió y Quinn hizo lo mismo. "¿Cómo le pido que si quiere ser mi amiga?"
Russell comenzó a traducir a su hija, pero la morenita interrumpido.
"¡No, Yo quiero preguntarle!"
Él parpadeó un par de veces, un poco sorprendido por su reacción. Por lo general, la gente tenía miedo de hablar con Quinn y él era utilizado para traducir el mundo para ella. Pero en ese momento se dio cuenta de que su hija acababa de hacer su primer amiga real y que todo lo que inició entre ellas ese día, iba a durar por el resto de sus vidas (Él tenía toda la razón en eso).
Enseñó las señales rápidamente a la pequeña morena y Rachel hizo la pregunta, con un poco de dificultad en el 'querer'. Quinn la miró y luego miró a su padre. Tembló en el sofá, sonriendo y haciendo un sonido como "Mmmhumm" mientras firmemente asintiendo con la cabeza.
Miró a su padre y se señaló a sí misma y a Rachel, haciendo la señal de 'amigo' y luego el otro para el "juego". "Quiere saber si vas a jugar con ella ahora que son amigas."
"Por supuesto que lo harán!" Respondió Leroy. "Quinn puede venir y jugar con Rachel cuando ella quiera..."
Russell traducido a Quinn y las niñas se impulsaron al suelo, saltando juntas y Rachel envolviéndola en un abrazo espontáneo. Rachel rio contra su oído mientras la rubia seguía tarareando.
"Puede quedarse ahora aquí a jugar?" La pequeña morena cuestionaba, agarrando la mano de Quinn, lista para llevar a su nueva amiga a conocer a su nuevo dormitorio.
El rubio miró su reloj y sus cejas se elevarón considerablemente. "¡Ya es tarde! Supongo que no será hoy, querida..." haciendo señas sobre algo a Quinn y la niña soltó la mano de Rachel para responder. "Pero mañana puedo dejarla aquí antes de ir a trabajar si no te importa."
"No habría ningún problema. Estoy de vacaciones hasta septiembre, por lo que no estarán solas..." Respondió Leroy.
"Bien.. Mi hija mayor va a estar feliz de no tener que cuidar a Quinn mañana." Se puso de pie. "Vamos a Quinn? Dile adiós a tu amiga..." Haciéndole señas para comunicarle.
Quinn hizo un signo de despedida a Rachel antes de aceptar la mano de su padre, haciendo un último signo con el dedo cerca de su mejilla.
"Sí, mi niña..." Russell sonrió. "Ella nos dijo 'hasta mañana'."
Continuara…
