Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

Hace años que quería escribir un kakahina, por fin puedo darme el gusto. La historia de Naruto ha quedado tan expuesta, está todo tan sabido, que ya no nos debería importar nada el canon o el no-canon, sino dedicarnos a seguir jugando y disfrutar. Me gusta el naruhina, lo acepté de mil amores y quedará para la posteridad, pero ahora quiero divertirme imaginando una historia diferente.

El título lo tomé de un dorama coreano e incluso pensé en hacer una adaptación de su trama porque casualmente trataba de una pareja en la que también había cierta diferencia de edad. Llegué a escribir ocho páginas con esa idea. Sin embargo, en un momento determinado comprendí que me estaba complicando sola y que mejor era intentar otra cosa. Lo que empiezo a publicar hoy corresponde a esta segunda instancia. Al final fue más fácil inventarlo que utilizar una historia de base XD

De todos modos el título lo conservé a pesar de que actualmente me parece un poco cursi. Ya fue, quedó así jejeje Las precisiones de tiempo y espacio las verán a continuación, puedo adelantar que habrán pasado algunos años de la guerra (wow, qué original :P) y que Naruto ya es el Hokage (más originalidad u_uU). La descripción de la situación actual de los ninjas quizá les resulte poco creíble, pero bueno, necesitaba un punto de partida para el romance. Recordemos que esto es sólo un fic y repito que el objetivo es mero entretenimiento.

Un punto de partida, tan sólo eso serán los dos primeros capítulos. Quiero aclarar desde ahora que no habrá lemmon, lo siento pero hace mucho que dejé de escribir en este sentido. Me interesa la construcción de la pareja, y vaya que el kakahina necesita ser construido XD Sí puedo prometer actualizaciones sostenidas, una prosa legible y la finalización del fic a su debido tiempo, si es que Dios e Internet siguen estando de mi lado XD Los que me conocen saben que así lo hago, pueden verificarlo pasando por mis historias.

Bueno, creo que eso es todo por ahora. Si a pesar de estas observaciones aún quieren darle una oportunidad, disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


La ilusión es fácil; el amor siempre es difícil.

Rabindranath Tagore


I

La misión


Cuando un hombre ama, accede

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En tiempos de paz, las aldeas shinobis tienden a encarar actividades de índole cotidiana más que militar, sobre todo aquellas concernientes al comercio. De algún modo hay que ganarse la vida cuando ya no hay conflictos que ameriten incursiones, por lo que tanto aldeanos en general como ninjas en particular buscan alternativas productivas para mejorar sus ingresos económicos.

De este modo, una panorámica de la Konoha de pos-guerra nos muestra un crecimiento notorio de los mercados y los puestos de venta, modificando el paisaje de antaño. Asimismo, el trajín que puede observase es el de personas preocupadas por cumplir recados, transportar mercadería y ofrecer sus servicios en lugar de agitados ninjas diligentes aprestándose para una nueva misión de combate. Por último está el aldeano común que sólo circula de paseo o que se dedica a departir con sus vecinos sin ningún propósito en particular.

En este estado de cosas, la mayoría del cuerpo shinobi terminó cayendo en el embotamiento y la insatisfacción, dedicándose al entrenamiento más por disciplina que por verdadero interés en hallar nuevas formas de autosuperación. La Academia permanecía con las puertas abiertas, a fin de cuentas no dejaba de ser una aldea shinobi, sólo que las nuevas generaciones de aspirantes rara vez encontraban motivación suficiente en esa continua meseta existencial.

Por fortuna, el flamante Hokage supo percibir la atmósfera de indolencia que se había creado en torno a ellos y se puso a pensar en posibles soluciones para paliar tal decaimiento. Mejor dicho, le pidió a su brazo derecho, Shikamaru Nara, que hiciera un diagnóstico de la situación y propusiera alternativas de mejoramiento.

Aunque el susodicho no fuese precisamente el ejemplo máximo de diligencia, coincidió en la necesidad de afrontar el problema y al día siguiente llevó una voluminosa carpeta cumpliendo así con lo pedido. Luego de leer el documento, Naruto Uzumaki, el Hokage en cuestión, ordenó que le trajeran todos los rollos de pergamino que contuvieran solicitudes sin importar la naturaleza de las mismas. Y así se hizo.

Unos días después, habiendo organizado e iniciado ya el plan de acción sugerido por Shikamaru, convocó a Kakashi Hatake para transmitirle sus inquietudes y asignarle una misión.

-¿Misiones solidarias? –se extrañó Kakashi.

Naruto, acodado en el escritorio de su despacho, asintió alegremente con la cabeza.

-Así es, misiones sin fines de lucro –corroboró. Luego, asumiendo una pose pensativa, agregó-: Aunque todavía no decido qué letra asignarle al nuevo rango… -Y gruñó, ceñudo, como si fuera un asunto de vital importancia-. Hum… "Solidarias" empieza con S así que sería confuso… ¿Misiones de clase E tal vez?

Al oír estas divagaciones, Kakashi, de pie al otro lado de la mesa, lo observó con indolencia, mientras que Shikamaru, ubicado a un costado, puso los ojos en blanco.

-A lo que vinimos –le reconvino por lo bajo.

-¡Cierto! –exclamó Naruto, recuperando la compostura-. Ahora que reina la paz entre nuestras naciones la actividad delictiva ha disminuido mucho –explicó según el diagnóstico que le habían dado-. Los grupos de ninjas rengados han ido disolviéndose por falta de apoyo, por lo que las redes también se han desintegrado. Al menos por el momento –indicó con realismo.

-Los viejos resentimientos han encontrado su cauce –reflexionó Kakashi.

-La paz facilita el intercambio con las naciones vecinas –intervino Shikamaru-, fortalece los lazos y genera situaciones de seguridad. Somos muy afortunados de vivir en esta coyuntura.

-Sin embargo –estimó el jounin, entreviendo hacia dónde se dirigía la plática-, la paz también modifica sustancialmente nuestra razón de ser como shinobis. Ya no somos tan necesarios como antes, y si lo somos, se nos asignan nuevas tareas.

-La de mantener esta paz, por ejemplo, a través de las vías diplomáticas -dijo Shikamaru.

-Para lo cual no se requieren nuestras habilidades de combate –concluyó Kakashi.

-Exacto. Y mientras nuestros ninjas sólo se dedican a ir de un lado a otro atiborrados de rollos y carpetas o abocados a los comercios que abrieron para procurarse la subsistencia –dijo Naruto-, las nuevas generaciones se forman en la Academia con el mismo nivel de excelencia pero con casi nada de motivación.

-Entiendo –repuso Kakashi.

-Por eso hemos ideado el proyecto de las misiones solidarias –dijo Shikamaru.

-¡Así es! –se entusiasmó el Hokage otra vez-. Ya no cobraremos por nuestros servicios, es una buena medida para acaparar todos los pedidos posibles con el único propósito de mantener en actividad a nuestros valiosos ninjas.

Kakashi guardó silencio, meditándolo durante unos instantes. Más allá de anular cualquier tipo de rédito económico –lo cual era lo menos importante teniendo en cuenta que ya muchas veces habían intervenido en asuntos bastante complicados por mero deseo de ayudar-, esa clase de iniciativa implicaba ciertas consideraciones, como el hecho de que quizá las demás aldeas shinobis no estuviesen muy de acuerdo. Podría generarse alguna controversia, por no hablar de la gran disparidad que resultaría si una región reúne menos pedidos que otra.

Les transmitió a los más jóvenes sus aprensiones, pero como era de suponerse, Shikamaru tenía todo pensado y resuelto. Lógicamente, en principio lidiarían sólo con los pedidos que proviniesen de fronteras adentro, al menos hasta que en la próxima reunión de Kages Naruto pudiese exponer el proyecto para que cada uno de ellos decida qué hacer en su propio territorio. Luego enviarían emisarios a las aldeas de pertenencia territorial indefinida para discutir con sus líderes respectivos la conveniencia de pedir apoyo a tal o cual nación, dependiendo de las características y circunstancias. Dialogar y pactar eran los conceptos claves.

Este y otros detalles más terminaron por conformar a Kakashi, que miró a sus ex-discípulos con sincera admiración.

-Vaya, sí que lo han resuelto. Me siento orgulloso.

Como toda respuesta, Naruto le ofreció una sonrisa ancha y Shikamaru se meció el cabello con pudor. ¿Dónde estaba aquel niño revoltoso y dónde aquel vago y taciturno? ¿En qué momento se habían convertido en esos hombres? ¿Cuándo se distrajo, cuándo cerró los ojos por inercia de la rutina para abrirlos y toparse con la nueva realidad? Imposible saberlo. La cuestión es que, cuando quiso acordarse, habían finiquitado una guerra y salvado al mundo.

Y así es como se empieza a sentirse viejo.

-Supongo que entonces me ofrecerás una misión –señaló.

Naruto volvió a sonreír, divertido con la situación.

-Ahora soy yo el que asigna misiones, ¿eh, Kakashi-sensei? –profirió, y a continuación se echó a reír, normal al principio, más acentuado luego, espeluznantemente hacia el final. Kakashi lo miró con resignación-. ¿No es increíble? ¡Soy yo el que las asigna! –insistió infantilmente. Shikamaru lo taladró con la mirada, pero el tipo no se dio por enterado-. Podría vengarme de ciertas personas… de esos que insistían en darme misiones de clase D –agregó con aire siniestro. Otra oportuna intervención de su compañero lo obligó a reubicarse, y esta vez lo hizo, aunque de mala gana-. En fin, me gustaría que fueras el primero a quien asignar una misión solidaria.

-¿De qué se trata? –indagó Kakashi, no muy ilusionado después de aquel penoso exabrupto.

-Estos son los detalles –dijo Naruto, extendiéndole un rollo de pergamino-. No muy lejos de aquí hay una pequeña villa, seguramente la conozcas. Parece que un joven necesita ayuda con unos hombres molestos.

-¿Ladrones?

-No, aparentemente sólo lo están atosigando. Averigua de qué se trata y pon un poco de orden.

-Entendido. ¿Algo más?

-Es todo –repuso Naruto con sencillez. Luego añadió-: Llévate un equipo contigo, el propósito de todo esto es que la mayor parte de nuestros shinobis puedan entrar en acción.

-¿A quiénes sugieres?

El Hokage se tomó algunos segundos para pensarlo y de pronto pareció recordar algo especial.

-¡Ya sé! –exclamó con entusiasmo-. La semana pasada me crucé con Kiba y me dijo que se estaba aburriendo como una ostra.

-Kiba es una buena opción –intervino Shikamaru, decidiendo pasar por alto la absurda razón esgrimida para sugerirlo-. Si aceptas ir con él, tal vez Shino y Hinata también quieran acompañarte. Además, ya has trabajado con ellos.

Kakashi lo sopesó por unos breves instantes.

-Me parece bien –concluyó. Después de la disolución del equipo siete, con Sasuke dando vueltas quién sabe por qué lugares del mundo y con Sakura entretenida en el hospital, cualquier equipo le daba igual.

-Entonces no hay más que decir –profirió Naruto, poniéndose de pie para despedirlo-. Ve por tu nuevo equipo y hagan un buen trabajo.

Ante la gran sonrisa de su nuevo superior, Kakashi no pudo hacer menos que sonreír también.

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Después de tres años de esporádicas incursiones de control más que de combates reales, el otrora equipo ocho se dispuso con muy buen ánimo a partir en la primera misión solidaria. Ya sea porque se trataba de una instrucción de Naruto, porque hacía tiempo que no salían de Konoha o porque estaban dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de entrar en acción, la cuestión es que ni bien fueron convocados se presentaron en las puertas de la aldea firmes como soldados esperando a que Kakashi se les uniera.

Pobres ilusos.

Al primer cuarto de hora transcurrido, los caballeros comenzaron a impacientarse mientras que Hinata asumía una postura contenedora. Shino, retraído ante tal demora, sugirió la posibilidad de que hubiesen cambiado de equipo, y Kiba prácticamente le gritó al oído que eso era imposible, que Naruto se lo había prometido y que nunca faltaba a su palabra. Sin embargo pasó otro cuarto de hora y el jounin seguía sin aparecer.

-Ta-Tal vez se quedó dormido –especuló Hinata, siempre benévola.

-O se olvidó de nosotros y se fue solo –sopesó Shino.

-O simplemente es un idiota y nos tendrá aquí de plantón otra media hora más –gruñó Kiba, y Akamaru ladró en señal de aprobación.

-Kakashi-sensei jamás se olvidaría de nosotros, Shino-kun –observó la joven.

-Pues no me extrañaría.

-Sólo tiene algunas dificultades pa-para orientarse con el tiempo.

-¿Algunas dificultades? –repuso Kiba, sarcástico e indignado-. Por favor, Hinata, deja de ser tan considerada con la humanidad.

-Creo que nos olvidó –insistió Shino, más retraído aún que antes.

-¡Y tú deja de ser tan derrotista!

-De seguro ya está en camino –volvió a intentar Hinata.

-Quiero creer en eso, realmente quiero creer –murmuró Shino, buscando consuelo en un bicho que recorría frenéticamente el revés de su mano.

Kiba se cruzó de brazos, irritado ahora también con esas singulares formas de ver el mundo. Su compañera, comprensiva, trató de animarlo.

-Pi-Piensa que por fin tendremos una misión, Kiba-kun, y que podremos estar juntos después de tanto tiempo –dijo, y le sonrió con ternura. Kiba se resistió a dejarse confortar, pero la dulzura de Hinata era difícil de contrarrestar-. Más allá de la misión que nos hayan asignado, lo importante es que volveremos a formar equipo.

Esta y otras razones invocó la chica para aplacarlo, y con buen ánimo y perseverancia logró que se calmara y se dispusiese a esperar a Kakashi con paciencia. Kiba terminó por reclinarse contra el lomo de su perro, que ya se había echado a un lado para dormir la siesta, mientras que Shino se ensimismó en la contemplación de algunos bichitos desorientados que recorrían los alrededores.

Satisfecha con esos recursos apaciguadores, a Hinata no le quedó más que sentarse en un banco cercano de cara al sol de la tarde para esperar también. Realmente se sentía muy animada ante la perspectiva de un viaje y de una misión, su corazón latía con gozo y el detalle de la impuntualidad de Kakashi no la incomodaba en absoluto.

Estaba demasiado entusiasmada como para dejarse afectar. Al igual que Kiba últimamente se había estado aburriendo, pasaba demasiado tiempo encerrada en su dojo sin hablar con nadie más allá de su familia. Desde luego, combatía el tedio con arduo entrenamiento, pero le hacía falta socializar con otras personas y medir en el campo los logros obtenidos. Por más sencilla que resultase, esa misión para ella casi encerraba una esperanza.

Los años transcurridos desde la guerra le habían servido de mucho. Logró aprovechar el nuevo ritmo de vida de la renovada aldea para dedicarse a mejorar sus técnicas, lo cual le sumaba puntos delante de la siempre escrutadora mirada paterna. También había madurado razonablemente, lo que contribuyó a disminuir su timidez, aunque no a anularla por completo. Y por último, y más importante quizá, supo rendirse por fin ante las evidencias de los sentimientos de Naruto por Sakura y procuró trabajar en olvidarlo.

Cuando alguna de estas metas se volvía difícil, se aferraba al recuerdo de su primo Neji y luchaba con más ahínco para progresar. Si bien no podía tener a Naruto como hubiese querido, se negaba a desentenderse del sacrificio de su primo y de su propia resolución de protegerlo. Sabía que no era la única, todos sus compañeros se habían hecho a sí mismos esa tácita promesa, pero insegura como seguía siendo no cejaba en sus propósitos de llegar a ser más fuerte.

Porque, debía admitirlo, la inseguridad era el único defecto que continuaba determinando tanto sus decisiones como su forma de actuar. Podía haber mejorado en sus técnicas, podía hablar con cualquiera sin ruborizarse como boba a la primera y hasta había superado el malogrado amor de la infancia, pero la inseguridad seguía siendo un verdadero karma, un hueso duro de roer.

¿Hasta cuándo la atosigaría? Hinata ignoraba qué clase de experiencias debía transitar para que ese verdadero talón de Aquiles sea reducido hasta desaparecer.

Pero definitivamente no lo resolvería en ese momento, cuando la expectativa de una anhelada aventura la embargaba de emoción. No podía explicar por qué, pero algo dentro suyo la inclinaba a ilusionarse, a esperar con alegría, a imaginar que algo nuevo estaría por iniciarse.

Y así pasó una hora desde la establecida originalmente para la partida, y aún pasó otro cuarto hasta que divisaron la característica e indolente figura de Kakashi aproximándose por el camino. El tipo los saludó con la mano en alto y un gesto de simpatía muy poco apropiado para el fastidio de la mayoría.

-¿Están listos? –les preguntó una vez que se reunieron en círculo.

-Desde hace más de una hora –masculló Kiba.

-Cuánta ansiedad –comentó Kakashi, divertido.

-Ni te imaginas –ironizó aquél, al borde de un nuevo ataque de indignación.

Shino se limitó a observarlo en silencio desde atrás de sus gafas, reservándose la inconformidad. Hinata, en cambio, le sonrió con dulzura, esforzándose por mantener la paz con su sola presencia y serenidad. Kakashi recorrió sus rostros para evaluar la predisposición de cada uno y asintió con satisfacción. Naruto había elegido bien.

De nuevo le impresionó darse cuenta de los cambios operados en sus antiguos discípulos. Habían crecido. Al igual que con Naruto y Shikamaru, advirtió en los chicos rasgos más endurecidos en donde antes sólo se apreciaba la lozanía de la mocedad. En Kiba las facciones del rostro se habían vuelto mucho más varoniles y en Shino, aunque no se dejara ver con claridad, el continente del adulto se le traslucía a través de la forma de plantarse.

Hinata, por su parte, aun perseverando en una apariencia sencilla se había convertido a todas luces en una kunoichi realmente bella. Y esa apacible aunque contundente belleza era tan natural y tan suya, que se le desbordaba y la hacía destacar a pesar de ella misma tal vez. Que conservase su característico bajo perfil no hacía más que acentuar el potencial que encubría.

Naruto se había perdido de algo bueno. El hombre que logre conquistar el corazón de una joven tan excepcional habrá de sentirse muy afortunado, pensó con cierta melancolía.

Luego recordó para qué estaban todos allí.

-Parece que un muchacho ha sido abordado en varias ocasiones por unos sujetos molestos y agresivos –explicó, yendo al grano-. Nuestra misión consiste en averiguar los motivos de ese acoso y accionar para ponerle fin.

-Parece sencillo –consideró Kiba, al borde de la desilusión.

-Mientras más sencillo, mejor –determinó Kakashi.

-Me da igual, lo que importa es cambiar de aire –dijo Shino, asombrando al resto con tan infrecuente espontaneidad.

-Supongo que estará bien mientras haya villanos –concedió luego Kiba, aunque a regañadientes.

-Pa-Pase lo que pase, después de tanto tiempo de sedentarismo me parece la misión perfecta –comentó Hinata, sorprendiendo también con esa inusitada desenvoltura-. Además es un encargo de nuestro Hokage y el inicio de un maravilloso proyecto para el mundo shinobi. Tanto antes como ahora, de-debemos seguir haciendo nuestro mayor esfuerzo.

Después de algunos segundos de estupor, los hombres cedieron a su entusiasmo. Kiba le palmeó gentilmente el hombro, Shino compuso una sutil semisonrisa y Kakashi la miró sinceramente admirado de su oportuna observación. A todos les llegaba el turno de madurar, pensó, sonriendo detrás de la máscara.

-Ya oyeron a la dama, señores. Más allá del rango, una misión es una misión y hay alguien que nos necesita. Vayamos y esforcémonos.

Y ya no necesitaron mucho más para decidirse a partir.

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Llegaron a la villa hacia el anochecer, cuando los pobladores trajinaban de regreso y las luces de las tiendas empezaban a apagarse. Aunque el asentamiento era pequeño y fácilmente abarcable, hubieran querido recorrerlo con más minuciosidad para hacerse una mejor idea del terreno, pero la creciente soledad de las pocas calles que lo atravesaban pronto los disuadieron de ese plan. Fue así que optaron directamente por buscar al joven del pedido.

No debieron andar mucho, pues él mismo los interceptó de camino a su casa al reconocerlos por las señas del uniforme. Contento y muy agradecido por tal celeridad, se presentó con el nombre de Taichi y los invitó a hospedarse en su casa, donde les ofrecería comida y sitio para dormir. Además tenía que contarles los pormenores de su requerimiento.

Llegaron así a una morada tradicional de modestas proporciones, aunque lo suficientemente confortable para que el equipo se hiciera espacio e incluso para cederle un sitio privado a la única mujer del grupo, ya que el anfitrión era un joven soltero. Éste les mostró las habitaciones, los ubicó y les dio todas las indicaciones pertinentes para facilitarles la estadía.

Una vez concertados los detalles, se sentaron en torno a la mesa dispuestos a dar debida cuenta de la cena preparada para la ocasión.

-Sepan disculpar cualquier falencia que puedan hallar, estoy acostumbrado a comer solo y es la primera vez que cocino para tanta gente –manifestó Taichi.

Kakashi lo miró con detenimiento y calculó que no tendría más de diecisiete años, lo cual le llamó profundamente la atención.

-¿Tus padres? –indagó.

-Murieron hace dos años.

-Qué triste –se compadeció Hinata.

-Lo fue –repuso el chico-, pero desde entonces he cuidado de esta casa y de mis tierras por mí mismo, no carezco de nada y de nada tengo que quejarme.

-Buena actitud –acotó Shino.

-Sí, muy buena –dijo Kiba con la boca llena. Él y Akamaru eran sin dudas los más hambrientos de los allí reunidos.

Kakashi lo miró con resignación, dejó por un instante su propio bol con arroz y sus palillos sobre la mesa e hizo las preguntas de rigor.

-¿Conoces a los hombres que te han estado molestando?

Taichi también dejó su cena por unos instantes.

-Sí, los conozco. Son los dueños de la propiedad vecina –respondió-, tres hermanos cuyas tierras de cultivo lindan con las mías.

-¿En qué forma te han agredido?

-De muchas –dijo él-. Son ninjas, se han deslizado subrepticiamente por mis tierras en más de una ocasión. A veces arruinan la siembra, otras sueltan a los animales de su redil… Cuando nos cruzamos en el pueblo lanzan risotadas y sarcasmos a mis expensas en público, avergonzándome, y a veces en la mañana descubro muebles rotos o kunais clavados cerca de mí, y nunca entiendo cómo ni por dónde entran.

-¿Cuáles son sus razones para comportarse así contigo?

-Lo ignoro… Supongo que envidian que mi propiedad sea más extensa que la suya –dijo Taichi en tono bajo, casi como si tuviera que excusarse por ello.

El jounin volvió a escrutarlo en silencio durante algunos instantes. Trató de hacer una evaluación de la actitud del chico, pues hubo algo en sus palabras que aguijoneó sus instintos y lo llevó a interesarse aún más por los hechos.

-¿Estás seguro de que se trata sólo de eso?

-¿Será que hubo algún p-problema en el pasado? –intervino Hinata, igualmente interesada-. ¿Tal vez alguna situación que involucre a tus padres?

Kakashi aprobó la pregunta en silencio, de nuevo sorprendido con su iniciativa. Y aún se sintió más complacido cuando notó un leve rubor en las mejillas del chico, tan leve que quizá pudiera pasar desapercibido para el resto. Además, advirtió el sutil titubeo previo a la respuesta.

-Mis padres eran buenas personas, no se metían con nadie y nadie se metía con ellos –explicó él con una mueca de disgusto en el rostro-. La verdad es que esos tres siempre fueron unos vecinos molestos y ahora me persiguen, me agreden y me acosan sin motivo alguno, simplemente porque mis tierras son mejores para la labranza.

-Quizá piensen que hay algo tuyo que les pe-pertenece –volvió a sugerir Hinata.

-¡Por supuesto que no! –se exaltó Taichi. Cuando sus cuatro huéspedes lo miraron con asombro procuró dominarse, disculparse e impostar una sonrisa, aduciendo que el problema lo ponía nervioso-. Lo siento, no suelo reaccionar así –repitió-. Mis tierras están debidamente demarcadas, aquí no se les perdió absolutamente nada a esos sinvergüenzas.

Hinata intercambió una mirada con Kakashi. Por el momento no podrían obtener más.

-Entiendo –dijo él, haciendo sus propias elucubraciones-. Hoy descansaremos para reponernos del viaje y mañana a primera hora iremos a hacerles una visita a tus vecinos.

-¿Una misión de reconocimiento? –quiso corroborar Kiba.

-Así es.

-Hagan lo que tengan que hacer –dijo Taichi-. Sólo les pido que los mantengan alejados de mí.

Kakashi asintió y se dispuso a retomar su cena. Antes intercambió una nueva mirada con Hinata, la única que parecía compartir las aprensiones que aquellas escuetas respuestas le habían generado. Y parecía que también aprobaba su plan y su discreción al dejar de preguntar.

Con más entusiasmo del que se había creído capaz al aceptar esa misión, dio cuenta de la cena pensando en que tal vez hubiese encontrado por fin algo bueno de qué ocuparse. Naruto había tenido razón al empezar por él para desentumecer el engranaje shinobi tanto tiempo desactivado.

Luego de comer se retiraron a descansar. El dueño de casa instaló a Hinata en su habitación, le dio algunas indicaciones y la dejó sola. La joven estiró los brazos para desperezarse e inspeccionó un poco la estancia, tan cálida y simple como el resto del lugar.

Mientras preparaba el tatami pensó en lo extraño y, a la vez, lo bueno que se sentía salir del hogar para cumplir con una misión que no sea de mera exploración y control. Todos estaban muy entusiasmados, incluso Kakashi dentro de su indiferencia habitual, lo cual evidenciaba la gran necesidad que tenían de poner el cuerpo en acción.

Por más que Naruto hubiese instalado la paz y la hermandad entre las naciones, siempre habría conflictos y discordia entre los hombres. Era natural, supuso, pues el ser humano era una criatura imperfecta tanto en su conducta como en su modo de pensar, acciones y emociones, por lo que los shinobis siempre serían requeridos. De lo contrario, ¿qué otra cosa podrían hacer personas como ellos?

Se acomodó en el tatami con la mayor parte de la ropa puesta, y hasta esa previsión le pareció nueva después de tantas noches durmiendo bajo el protector techo de su casa. Después, antes de dormir, tuvo pensamientos para Kurenai, a quien añoraba muchísimo. Hubiera sido perfecto que fuera ella quien los dirigiera.

Sin embargo, Kakashi era la mejor alternativa posible teniendo en cuenta que siempre había sido un gran referente para todos. Ahora que había aprendido a analizar con más tino el carácter de las personas, comprendía que comparado con otros entrenadores pareciese más bien desinteresado e indolente, pero sabía que en realidad estaba continuamente en alerta. Además era en extremo amable y generoso, por lo que podía permitirse echar de menos a Kurenai sin disgusto ni rencor.

Antes de que el sueño la venciera, recordó a un grupo de niñas de la academia que, algunas semanas atrás, desviaron la vista de sus libretas para mirarlo cruzar el patio con admiración. Sonrió divertida. Por fortuna, ella ya estaba a salvo de esas típicas fascinaciones juveniles.

Al día siguiente se levantaron antes que el sol. Aprovechando esa ventaja, los cuatro –o cinco- miembros del equipo tomaron un somero desayuno preparado por el anfitrión y luego se lanzaron a recorrer los alrededores para conocer el terreno en cuestión. Después se dirigieron sin más hacia la propiedad lindera, donde se dividieron la tarea de inspeccionar por parcelas.

Una vez desarrollada la incursión se reunieron en un punto previamente convenido, una aislada y poco poblada arboleda desde donde podían observar cualquier movimiento. Al tratarse de ninjas tenían que andar con cuidado, pues aún desconocían qué clase de capacidades poseían. Además, el sol ya había asomado y no podrían contar con la oscuridad como aliada.

Intercambiaron impresiones y propuestas de abordaje. Lejos de lo que cabría suponer, Kakashi consideró las opiniones de todos, pues aunque fuese un líder natural y de rango superior, tenía bien en claro que ya no estaba lidiando con niños y que no faltaba mucho para que se convirtieran en pares, por lo que aprovechó la oportunidad para interiorizarse sobre sus modos de pensar. Y, de paso, volvió a sentirse viejo.

Decidieron dividirse y avanzar hasta la casa para inspeccionar el lugar también. Sin embargo, no pudieron llegar muy lejos. Antes de que pudieran intuirlo, los más jóvenes fueron interceptados a medio camino por tres ninjas que emergieron de la tierra, tomándolos por sorpresa.

Entender por fin cuál era el elemento con el que se manejaban los instó a prepararse para el tipo de batalla que podría desencadenarse. Akamaru ladró insistentemente, delatando la expectativa con la que Kiba esperaba un encuentro de esa clase. Ellos tenían delante de sí al más corpulento de los hermanos, mientras que Shino se enfrentaba a la mujer y Hinata al que parecía liderarlos.

-¿No creen que es muy desvergonzado de su parte infiltrarse en la propiedad ajena? –indagó él, encarándose con Hinata de una forma bastante grosera-. Están muy lejos de su aldea.

-Vinimos porque alguien los acusó de acoso y agresiones –dijo Kiba, encarándolos ceñudo.

-Ese idiota ni siquiera tiene las agallas para lidiar con nosotros –masculló la mujer, dirigiéndose a sus hermanos.

-Un simple labrador no puede –repuso aquél, envalentonándose-, pero nosotros sí que podemos contra tres ninjas abusivos.

-¿Abusivos? –dijo el más grande, carcajeándose aparatosamente-. ¿Han escuchado?

-P-Podemos resolver esto de forma pacífica –intervino Hinata, que aunque sospechaba lo vano de su pedido de todos modos quiso intentarlo.

-Si querías paz te hubieras quedado en Konoha –se burló su oponente.

-Son unos estúpidos –masculló Kiba, sonriendo de forma torcida.

-Y bastante desagradables –comentó Shino.

-¿Estúpidos? ¿Desagradables? –volvió a mofarse el más grande, carcajeándose una vez más-. ¿Lo dice el que pelea con un perro y el que está lleno de bichos?

Ahora Kiba no lo soportó más y de un salto montó sobre Akamaru para arremeter contra el ninja. Se abalanzó sobre él, pero su ataque fue contrarrestado con un poderoso puñetazo surgido de la tierra. De inmediato se recompuso, se sincronizó con Akamaru y arremetió con el Gatsuga.

En tanto, Shino envió un enjambre de alimañas contra su rival, pero la chica supo elevar una muralla de tierra para contenerlo. Entonces el ninja invocó a un conjunto de insectos voladores y fue más difícil para ella poder alejarlos de su cuerpo.

Hinata activó su Byakugan cuando su oponente se lanzó sobre ella con un kunai en la mano. La chica apenas pudo esquivarlo, tal era la rapidez y la fuerza con la que le dirigieron el ataque, pero pronto se repuso para empezar a golpearlo en los puntos clave antes de recibir un nuevo ataque.

Al poco rato, entonces, el más corpulento terminó volteado, la mujer rodeada de insectos que le picaban y limitaban sus movimientos y un tercer hermano todo magullado y debilitado. Aun así los de Konoha persistieron en su posición de ataque, dispuestos a volverlos a enfrentar. Sin embargo, pronto la atmósfera se cortó con una serie de kunais voladores que se clavaron en la tierra a los pies de los tres dueños de la propiedad.

-No sólo los anfitriones deben ser generosos con los huéspedes, también los huéspedes deberían comportarse –dijo Kakashi con voz cansina, anunciando por fin su presencia.

Se encontraba a pocos metros de distancia, desde donde parecía haber observado los combates. Los jóvenes lo miraron con asombro.

-Shino –pidió, refiriéndose a los insectos. El chunin obedeció instándolos a alejarse-. Gracias. Bien, ha sido divertido. Ahora nos toca hablar.

-Yo prefiero seguir como estaba –dijo Kiba, haciendo crujir los huesos de sus manos.

-No creo que sea necesario –observó Kakashi. Luego se acercó con parsimonia hasta el grupo mientras los hermanos se recomponían-. Espero que entiendan la situación, esos kunais pudieron haberlos matado si así lo hubiese querido.

Ellos lo miraron con rostro adusto sin dejarse intimidar, pero aceptando también la realidad.

-Propongo que nos sentemos a dialogar como personas civilizadas –continuó Kakashi, amable, haciendo caso omiso del estupor de los demás-. Una taza de té nos vendría muy bien a todos.

A Kiba no le gustó ni medio la propuesta, pero Shino y Hinata hicieron causa común con el jounin y no le quedó más remedio que apaciguar sus ansias de pelea… otra vez. Los otros, en cambio, se resistieron fuertemente, a fin de cuentas estaban en sus tierras, pero dado lo inevitable de las circunstancias, y porque se trataba de Konoha, al final tuvieron que aceptar la sugerencia.

Fue así que poco después, sentados en torno a sus tazas, los hermanos les plantearon una situación inversa a la denunciada por el joven que los había contratado. Contaron que unos meses atrás advirtieron una irregularidad en la cerca divisoria y pudieron comprobar que el chico la había corrido para acaparar varias parcelas de terreno.

Kakashi les pidió pruebas y ellos le mostraron los planos de su finca. Luego se dirigieron todos al lugar en cuestión y les indicaron los desfasajes con respecto a la escritura. Incluso Kiba tuvo que reconocer que tenían razón al notar los indicios del trabajo realizado con la cerca.

-¿Y por eso las burlas y las amenazas subrepticias? –indagó Kakashi.

-Exacto –reconoció la mujer-. ¿Qué podíamos hacer sino forzarlo a doblegarse?

-Pues si tenían todo a su favor debieron haberlo denunciado. Se aprovecharon de su fuerza y de su entrenamiento con un chiquillo que aún no sale de adolescente y de seguro está confundido.

-¿Confundido? –replicó el más grande, que parecía hablar siempre de esa manera tan peculiar-. ¿Ha dicho confundido?

-En todo caso, po-podrían haberlo denunciado –insistió Hinata, entendiendo ahora sus recelos de la noche pasada compartidos con Kakashi.

Pero los hermanos también habían tenido que aprender a defenderse y defender sus tierras por sí mismos, por lo que se negaron a atender razones. Kakashi suspiró con resignación. Odiaba tener que lidiar con problemas legales, papeles y regulaciones.

-Está bien, Kakashi-san, ellos tienen razón –dijo Taichi, apareciéndose súbitamente entre ellos.

Lo miraron con sorpresa, comprendiendo que había estado observando y escuchándolo todo desde el principio. Su rostro asomó teñido de un culposo rubor y de pronto inclinó su frente contra el suelo en gesto de profundo arrepentimiento.

-Perdonen, por favor –suplicó con voz temblorosa ante el desconcierto general-. En el pasado, esas parcelas habían sido de mis abuelos y las perdieron por necesidades económicas. Mis padres lo lamentaron toda su vida. Pensé que si las recuperaba de alguna manera, ellos se sentirían orgullosos de mí.

Desde luego, los hermanos se mostraron ofendidos y para nada dispuestos a disculpar su osadía, por más inconciente o estúpido que haya sido al obrar de ese modo. Kakashi volvió a suspirar con cansancio y Hinata sintió piedad por el adolescente. ¿Qué hacer en tales circunstancias? Había un muchacho tonto y un trío de abusivos que sólo necesitaron una excusa para lanzarse a molestar, aunque estuviera la razón de su parte… ¿Cómo resolverlo entonces?

El jounin insistió en denunciar la falta cometida, no veía otro remedio para restablecer el orden. De ese modo, al menos, el chico estaría a salvo de las agresiones y, quizá, si contaba con un buen defensor, sólo tendría que corregir la demarcación y pagar una multa.

Pero él se negó. Al borde del llanto, volvió a suplicar por una alternativa que no expusiera su nombre y el nombre de su familia ante ninguna clase de autoridad, pues sería como sumar una humillación más a la que ya estaba padeciendo. Kakashi, con sentido común, lo reconvino por no haberlo pensado antes.

Y de pronto sintió un trío de miradas clavándose sobre él. Buscó el origen de la sensación y se trataba nada menos que de sus propios compañeros.

-Lo que hizo estuvo mal, pero creo que los hermanos lo han hecho sufrir bastante –opinó Kiba.

-Fue un desquite, pero podría tomarse como una forma de compensación –convino Shino.

-Estoy de acuerdo –apoyó Hinata.

-Además ellos tampoco reportaron la situación, sino que prefirieron comportarse como idiotas –dijo Kiba, y Akamaru ladró para acordar con él-. Un verdadero shinobi jamás actúa de esa manera.

-Esto no ayuda –dijo Kakashi, más cansado que antes. El chico seguía mirándolo con súplica y los hermanos seguían mirándolo con encono.

-Entonces te-tengo otra sugerencia –anunció Hinata con timidez.

Kakashi la instó con un gesto para que continuase.

-¿Po-Por qué no lo ayudamos a reparar el daño? –propuso con simpleza-. Se trata de una misión solidaria cuyo principal objetivo era restablecer la paz… Pu-Pues ayudémoslos a hacer las paces.

Fue tan amable y sencilla que los demás se detuvieron a meditarlo con seriedad. Pasado el primer instante algunos porfiaron en resistirse, pero Kakashi los detuvo con un gesto, resuelto a ponerle un límite a la situación sea quien sea el responsable y sea quien sea el que haya salido perjudicado.

-Lo que dices está bien, Hinata, pero aquí hay un problema legal.

-Hasta el momento no lo hay, no lo han re-reportado.

-Los asuntos de tierras son temas delicados.

-Lo sé, por eso tenemos que ayudar a repararlo.

-¿A pesar de que nos han mentido y ocultado información?

-Nuestra misión consistía en averiguar lo que ocurría y po-poner orden –señaló ella, inusualmente convencida, pero con las viejas palabras de aliento de Naruto bien grabadas en su mente y en su corazón-. Ya lo hemos averiguado y ahora nos toca intervenir. Si él ha ocasionado to-todo este lío, que él mismo lo repare. Y si se siente avergonzado, nosotros lo apoyaremos.

Era como ver un clon de sombra de cierto discípulo revoltoso. Sus palabras lo retrotrajeron a otras épocas y otras misiones, ésas donde Naruto quería ayudar simplemente por la necesidad de hacer justicia o porque se negaba a abandonar al débil. Eran iguales, todos esos malditos mocosos a los que él mismo contribuyó a formar eran condenadamente iguales.

-¿De qué manera lo apoyaríamos? –cedió por fin, dándose por vencido.

Hinata se animó al notar su aceptación.

-Si el problema es la cerca, lo primero es re-recomponerla.

Los hermanos protestaron y Kiba y Shino los silenciaron con una mirada amenazadora. A Kakashi, agotado de la situación, tampoco le hizo mucha gracia la idea.

-¿Tendríamos que ayudarlo a reubicarla? –indagó, mirando con desaliento el plano donde lucían los maravillosos cientos de metros que habría que demarcar.

La interpelada asintió con la cabeza.

-A cambio de eso –repuso-, ellos se co-comprometerían a dejar de buscar revancha.

Era lo más justo que podía sugerirse sin que nadie saliera herido, perjudicado o vituperado. El recuerdo de Sasuke y su búsqueda de venganza aún estaban muy presentes en Kakashi y asoció aquella pesadilla a los esfuerzos retorcidos de esos tres hermanos. No podía permitir que una cosa así sucediera otra vez en sus propias narices. De todos modos, todavía tenía sus escrúpulos.

Hinata notó su agotamiento espiritual y lo miró con ruego, insistiendo en silencio. El jounin se enfrentó a esa mirada con la guardia baja, dejándose convencer sin proponérselo. Además de bella siempre había sido muy determinada, y ahora que se había convertido en toda una mujer esa determinación simplemente se había fortalecido.

Y tan insegura que parecía a veces… Los ojos de los Hyuuga eran bastante impresionantes de por sí, pero los de ella destilaban dulzura y convicción. Una curiosa mezcla sin duda, de lo más exótica, pero definitivamente eficaz.

Tal vez porque se sintió afortunado al poder percibir esa belleza tan singular, y más conmovido de lo conveniente, ya no pudo seguir negándose a su pedido.

-Está bien, hagamos lo que dice Hinata –concedió.

Pese a las nuevas protestas de los dueños de la finca, los ninjas aprobaron satisfechos. Hinata, en particular, le sonrió con agradecimiento.