DISCLAIMER: Merlin pertenece a la BBC.

TIEMPO: Algún momento de la primera, segunda o tercera temporada.


DESAYUNO


"No, no, no, no." Fue lo que pensó Merlín al ver cómo el caminar calmo y desinteresado de

Arturo -quien recién se levantaba de su cama para iniciar el día- se convertía en un abrupto giro de cuerpo, centrándole visión a su persona. Tanta atención no deseada que sintió grandes deseos de arrojarse por el ventanal debido a la vergüenza que lo consumía.

El matiz de abstención a lo que hiciera su sirviente, ese que prometió tener debido a que no le gustaba inmiscuirse en lo ajeno, desapareció para ser rápidamente suplantado con otra emoción en su rostro. Lleno, puro, sólido, destructivo y doloroso: Enojo.

Una palabra que, sabía, su señor comprendía perfectamente, muy a menudo. Porque para Arturo pasar el día a día, en la vida, se comparaba a un gran peso sobre sus espaldas. No era fácil ser hijo del rey, un príncipe, ni tener el cuidado de todo un reino descansando sobre sus manos -y esto Merlín se lo sabía muy bien-, no pasaba un segundo sin que los ojos ni los oídos de los demás, tanto del pueblo como de los nobles, se posaran en las acciones y movimientos que tomaba su príncipe. Así también los tantos deberes que le correspondía el cumplir, deberían realizarse a la perfección.

O esa manera Merlín tenía para justificar los abusos que sufría por cortesía del futuro gran rey de Camelot.

Los modales, los códigos, reglas, tradiciones, principios propios. Cumplir todo eso sin mutar su expresión, obligaba a descargarse con su sirviente personal. O sea, con él. Aunque, en esta ocasión, podía admitir que una pequeña parte de responsabilidad era más culpa del príncipe que suya propia. Difícil de explicar, como siempre, pero así era.

–Merlín –Arturo llamó, fingiendo contemplación, mientras fijaba el azul glaciar de sus ojos en él– ¿Qué es esto?

El tono prometía nada bueno. El cepo probablemente, o tal vez le ordenaría de castigo la limpieza al establo. O usaría su cuerpo como carnada, en la próxima ocasión que los caballeros salieran de casería. Eso poco de los infinitos métodos de tortura que Arturo, probablemente, habría heredado de su padre. Sin embargo el joven brujo se encogió de hombros, tratando de realizar una excusa.

Excusa que empezó tartamudeando.

–Ehm…

Obviamente la mirada de un Arturo Pendragon, aunque no era más severa que la de un Uther a punto de ejecutar, intimidaba y demasiado. Ya se preguntaba si una vez, al menos, recibió esa mirada feroz de parte Gaius. En su madre bien tuvo la desgracia de encontrarla, aquella vez que taló un árbol con uso de su magia y casi comete homicidio involuntario.

–Merlín –el príncipe reiteró, señalándole la zona central frente a su cama.

–¿Tu… desayuno?

"Respuesta equivocada" Sintió decir una voz dentro de su cabeza, pues el gesto de Arturo se ensombreció todavía más. Acercándose paso a paso, pisando duramente, al borde de la ventana por la que Merlín se debatía si lanzarse o no. Lo tomó del cuello de sus ropas y obligó a mirarlo señalando con su índice diestro el lugar tras de ambos.

–Acabo de despertar, así que... ¡¿POR QUÉ HAY UN PAR DE ANIMALES EN MIS CÁMARAS?!

Merlín abrió la boca. Sin lograr sacar palabra alguna la cerró. Intentó nuevamente pero tuvo que cerrarla otra vez, hasta que torpemente dejó escapar: –…Son vacas.

Como si eso pudiese explicar todo.


::FIN::


NOTAS: Un poco corregido y vuelto a publicar desde su torpe borrado.

Gracias por leer, los comentarios son bienvenidos :)