¡Hola! Esta vez traigo un fanfic que le prometí a un buen amigo del rol.

Es un fic basado en el rol. Entre Logan, Lobezno, y mi personaje, totalmente inventado.

Lo meto en la categoría de crossover por que Violet, ella, es un personaje inspirado en el mundo de Harry Potter.

Espero que os guste.

Sonrisa lobuna.

Desde hacía algún tiempo había empezado a comprender que se podía amplificar los poderes mágicos, que no teníamos por qué necesitar de una varita a todas horas. Y a eso era a lo que dedicaba el tiempo libre. A manipular los elementos, a encender la chimenea desde diferentes distancias, a jugar con la materia, en general. No se me daba nada mal. Entonces quise probar algo más difícil. Aparecerme en algún lugar desconocido. Sabía que podía ser peligroso. Podría sufrir una despartición o morir o... ¿quién sabe? Todo aquello de aparecerme en lugares desconocidos se me ocurrió cuando, ojeando "El Profeta" vi una foto de un lugar precioso. Uno de esos lugares idílicos. Una de esas playas paradisíacas donde nunca hay gente y el agua es cristalina Pensé en las ganas que tenía de pasear por esas zonas. Y entonces se me ocurrió, ¿por qué no hacerlo? ¿por qué no intentarlo?

Tenía ese recorte de periódico en las manos. Lo observaba fijamente, memorizando cada centímetro de la foto. Resoplé. Debía funcionar. Me puse en pie, pensando fríamente en esa imagen. Haciéndola mía. En ese momento sentí como si un gancho tirara desde mi ombligo hacia delante. Algo ciertamente desagradable. Cuando abrí los ojos... Me decepcioné. ¿Dónde estaba el mar? ¿Y la playa? Nada. A mi alrededor solo había árboles. Árboles y más árboles. Estaba en mitad de un bosque, a saber dónde. Me encogí de hombros y eché a andar. Ya que había llegado hasta allí daría un paseo. No tenia nada que perder. ¿Verdad? No había andado más que unos metros cuando una voz a mi espalda me gritó.

-¡APÁRTATE NENA!- No me dio tiempo a girarme cuando alguien tiró de mi brazo hacia un montón de arbustos. Me protegí la cara con el brazo que tenía libre. Enfoqué la vista y tumbado sobre mi había un hombre al que nunca había visto. Estaba sudoroso, era considerablemente más grande que yo, me sacaría un par de cabezas. Era de constitución fuerte y fruncía el ceño, resollando levemente. Me observó un momento con unos enormes ojos que con esa escasez de luz parecían marrones.

-¿Quién eres...?- no pude terminar la frase, me tapó la boca con la mano.

-Shhhhh... Calla muñeca. No querrás que nos descubran, créeme- Su voz era grave, algo ronca. Fumador. Olía a puro barato.

Asentí aún con su mano tapándome la boca. Él asintió tras de mi y apartó su mano. En ese momento pareció pararse a observarme y ladeó ligeramente la cabeza. Lo miré absorta. Era guapo. Realmente lo era. Acercó su cabeza a la mía unos milímetros, pero entonces...

Él alzó la cabeza, escrutando por entre las ramas de los arbustos. ¿Qué sucedía? Segundos después lo entendí. Oí varios pasos y giré la cabeza hacia el lugar del que provenía aquel sonido. Por entre el ramaje pude distinguir uniformes azules y botas de esas que se ponen los oficiales del ejército muggle. Había visto algunos de esos en mis tareas para el Ministerio. Tiempo atrás. Casi parecía una eternidad. Eran un grupo grande, puede que unos doce o quince hombres. Iban armados, con eso que los muggles llaman rifles de asalto y demás armas que no me detendré a enumerar por que ese no es un mundo que me llame la atención. Quedaos con que iban armados hasta los dientes. Sin más. Miré al hombre que aún seguía sobre mi, con las dos manos una a cada lado de mi cabeza. Parecía protegerme... Entrecerré los ojos un leve segundo.

-¿Dónde está?

-¿Lo habéis visto alejarse?

-Tiene que estar cerca

-Establezcamos un perímetro de nuevo a partir de aquí y busquémosle.

-Separaos. Ya habéis oído.

Las voces me sacaron de mi extraño ensimismamiento y volví a observar por entre las ramas.

-Shhhhh... Nena, quédate aquí y no hagas ruido...- dijo en voz muy baja.

Lo miré y asentí por instinto. Él se llevó un dedo a los labios en señal de silencio y sonrió. Una maldita y arrebatadora sonrisa lobuna. Mi estómago dio un vuelco. ¿Por qué?

En ese momento él se puso en pie casi de un salto y salió de entre los arbustos, saltando sobre uno de esos hombres armados. Le asestó un puñetazo en la cara que lo derribó en el suelo, inconsciente.

Los compañeros de este, al oír el estruendo se giraron y empezaron a disparar al hombre de la sonrisa lobuna. Parecían no darle. ¡Vaya! Sí que debían ser malos tiradores...

Entonces fui testigo de algo muy raro, De entre los nudillos (de ambas manos) de aquel hombre brotaron tres enormes cuchillas tremendamente afiladas y de cerca de treinta centímetros de largo.

En menos de un segundo, hundió esas cuchillas en el pecho de uno de esos atacantes a la vez que giraba sobre si mismo y partía en dos con las cuchillas de la otra mano el arma de otro atacante. Sacó las garras del cuerpo del primer hombre (que cayó al suelo con un golpe sordo) y con las mismas cercenó la garganta de otro atacante. Me llevé una mano a la boca obligándome a no gritar.

Casi pude oír la sangre al caer. Cerré los ojos con fuerza. El corazón me latía demasiado rápido y se me habían embotado los oídos. Giré la cabeza hacia el otro lado, respirando agitadamente. Traté de moverme, levantarme y desaparecerme de allí. De pronto los gemidos de dolor y el sonido de carne siendo cercenada cesó. Cerré los ojos con fuerza, de nuevo.

Alguien apareció de entre los arbustos y me sobresalté, casi ahogando un grito.

-Eehhhh...-dijo él suavemente- Nena, nena... Calma...Soy yo...- dijo con voz tranquilizadora.

¿De verdad aquel desconocido pensaba que saber que era él me calmaría?

Me ayudó a ponerme en pie y lo miré. Miedo en mi mirada por primera vez en mucho tiempo.

-No te habrán hecho daño, ¿verdad?- preguntó quitándome un par de ramitas del pelo.

Negué automáticamente con la cabeza.

-Bien...- y sonrió de medio lado.

De pronto observé manchas de sangre en su camisa blanca de tirantes. Agujeros en los lugares donde realmente esas balas le habían acertado.

-¡Estás herido!- dije con horror moviendo una mano hacia las manchas en su camisa. "Siete" contabilicé en mi cabeza.

Él miró su ropa.

-¿Esto?- enarcó una ceja y volvió a mirarme. Relajó el rostro y con una sonrisa, que por un momento me arrebató la respiración, dijo- No es nada...

Ladeé la cabeza, confusa. Siete heridas de bala ¿y decía que no era nada?

Tomó mi mano.

-Voy a sacarte de aquí, nena. Vamos...- tiró de mí y me sacó de entre los arbustos alzándome en volandas. Me sacó de la zona 0 llena de cadáveres, aún entre sus brazos. Observé el suelo. Sangre. Por todas partes. Contuve una arcada y de repente todo se nubló.

Apreté los párpados levemente. Conseguí abrir los ojos a duras penas. Cuando acostumbré la vista a la tenue luz me vi dentro de un habitáculo pequeño. Estaba tumbada en una desvencijada cama auxiliar. Observé a mi alrededor. Había una pequeña cocina de camping llena de trastos. Un par de macutos por el suelo y chatarra, demasiada chatarra. Me llevé una mano a la cabeza mientras me incorporaba en aquella cama y me sentaba.

Se abrió una puerta en una de aquellas paredes de... ¿metal? De repente una intensa luz, que deduje era luz solar infectó toda la habitación. Parpadeé varias veces. Alguien entró. Distinguí una camiseta blanca de tirantes y unos jeans desgastados.

-¿Todo bien, nena?- preguntó una voz ronca.

Sacudí la cabeza levemente.

-¿Dónde... dónde estoy?- dije levemente alterada.

-Eh... Tranquila. Tranquila. Estás a salvo. Esta es mi casa... - dijo aquella voz ronca- En realidad este atajo de chatarra es una vieja caravana que saqué de un desguace en... No importa...

Giré la cabeza hacia aquella voz. Y entonces le distinguí. Era el hombre del bosque. Y... ¡Estaba perfectamente sano!

Abrí los ojos de par en par.

-¿Cómo es posible...?- pregunté confusa.

Él me miró enarcando una ceja y luego desvió la mirada mientras se ponía una camisa de cuadros, de esas que parecen de leñador de un recóndito pueblo de Tennesse.

Me levanté del camastro y me tambaleé un segundo.

Él se acercó a mi de una zancada y me sujetó antes de que cayera.

-Tienes que comer algo. Te desmayaste- dijo, y sentí su pecho vibrar con el sonido de su voz, contra mi cuerpo. Miré su brazo. Demasiada fuerza en ellos, pero delicados al tomarme entre ellos. Me volvió a poner de pie.

-Tiene que darte algo de aire. Ven- me ofreció su mano. Y la acepté.

Salió de la caravana y bajó de un salto. Miré la altura. Él se había percatado y me esperaba con los brazos alzados para ayudarme a bajar. Apoyé las manos en sus hombros y el puso sus manos en mis caderas suavemente. Y me bajó al suelo.

-Algún día pondré una maldita escalera- dijo entre dientes. No dejé de mirarle a los ojos y observé su rostro. Él me miró también, clavando sus ojos, que ahora parecían algo verdosos a la luz del sol, en mi. Contuve el aliento. Sí, estaba en lo cierto. Era verdaderamente guapo. "¿Quieres hacer el favor de dejar de pensar en eso, guapa?" me dijo mi subconsciente. Descendí mis manos de su hombros a su pecho lentamente, casi como si cayeran suavemente por su propio peso. Bajaron por su pecho. Y él inhaló profundamente. Mi estómago se contrajo creándome una sensación de vacío de repente- ¿Estás bien, preciosa?

Su voz era suave.

Salí de mi ensimismamiento y asentí separándome de él.

-Sí. Sí. Perfectamente-

-Bien... Soy Logan...

-Violet Barrow...

-Un placer- dijo él con esa voz suya.

¿Dónde estamos?- observé el inmenso paisaje. Montañas. Árboles. Color verde allá donde mirara.

-En Canadá- dijo él sentándose delante de una pequeña parrilla donde se estaban haciendo lentamente varios trozos de panceta y salchichas.- ¿Tienes hambre?

-Estoy famélica- asentí.

Él señaló una silla a su lado y me acerqué, para sentarme. Cuando la comida se hubo hecho, repartió la comida en dos platos y me dio uno de ellos.

-Gracias...- dije agradecida.

Comimos en silencio. Cada uno centrado en su plato de comida.

Él centrado en comer y en nada más y yo... En mi cabeza había demasiadas preguntas y no era capaz de pronunciar tan solo una. Así que no decía palabra.

-Anochecerá pronto- dijo él rompiendo el silencio.

Me sorprendí- ¿Qué hora es?

-Cerca de las ocho de la tarde.

Miré el cielo. Era cierto... había empezado a teñirse de colores ocre, rojos, naranjas, ambarinos. Hermosas tonalidades perfectamente distinguibles. Contemplé maravillada la puesta de sol mientras él recogía los restos de la cena.

Subí los pies a la silla y abracé mis rodillas con los brazos.

Él salió de la caravana.

-Preciosa...¿Tienes frío?- asentí sin apartar la vista de la puesta de sol. Oí pasos tras de mi, entonces sentí unas manos que colocaban una vieja manta sobre mis hombros y alrededor de mi cuerpo.

-Gracias...- susurré.

Él se encendió un puro y se sentó en la silla que había a mi lado.

Contemplamos la puesta de sol en silencio hasta que todo se tornó oscuro.

Bostezó.

-Creo... que me voy a dormir. Buenas noches.- dijo levantándose de su silla.

-¡Espera!- me levanté y me puse frente a él- ¿Donde duermo yo?

-Ese no es mi problema- se encogió de hombros.

-Pues yo creo que sí lo es, amigo. Tú- puse el dedo índice en su pecho- has decidido traerme aquí, ¿no? Pues apechugas.

-Oye. Solo hay una cama. Y es mía.

-La compartiremos- alcé ambas cejas- A no ser que quieras dormir en el suelo...- le espeté.

Él alzó una ceja.

-Espera. ¿Me amenazas en mi propia casa con que puedo dormir en el suelo?

-No te lo tomes como una amenaza. Piensa que es... Una sugerencia.

Me dirigí a la puerta de la caravana y subí.

-Bueno, ¿vienes?

Él bufó y subió.

Y ahí estábamos los dos. Dándonos la espalda el uno al otro en el pequeño camastro. Él descamisado y respirando profundamente. Yo, envuelta en dos mantas y temblando de frío. Le sentí girarse hacia mí. Resopló.

-Vamos nena, ven-

No me moví.

Él dejó escapar una carcajada.

-¿Qué diantres te hace tanta gracia?- dije.

-Eres demasiado orgullosa como para no congelarte...

No respondí.

-Vamos... Ven...

Me giré hacia él resoplando, en esa estrecha cama, y me encontré su rostro increíblemente cerca. Sin mediar palabra, pasó un brazo por debajo de mi cuello, acercándome a él. Me abrazó contra sí con ambos brazos. Mi cara contra su cálido pecho. ¡Joder! Si que era cálido...

Estuvimos un rato en silencio, ambos despiertos. Él frotaba sus manos contra la manta que rodeaba mi cuerpo, para hacerme entrar en calor. Entonces, casi inconscientemente o quien sabe puse una mano en su pecho, notando el calor que emanaba de él.

-Estás helada, preciosa...

-Lo siento...

Esbozó una media sonrisa.

No sé cómo, ni por qué, pero fui ascendiendo mi mano hasta su hombro. Su cuello. Su barbilla. Él bajó la cabeza para mirarme. Lo observé atentamente. Y pasé mis dedos por su labio inferior. Él cerró los ojos luchando internamente por no esbozar una sonrisa. Acaricié su mejilla con las yemas de los dedos. Entonces abrió los ojos y me miró fijamente. Deslizó su mano por mi mejilla, atrayéndome a él y deslizó sus labios sobre los míos. Acariciándolos, y provocando que el vello de los brazos se me erizara. Sin previo aviso, me besó. Moviendo suavemente sus labios sobre los míos. Respondí al beso, exhalando un leve gemido. Él sonrió contra mis labios, burlonamente. Deslizó la mano que tenía en mi mejilla hasta mi nuca, a la vez que introdujo su cálida lengua en mi boca. Una lengua que sometía a la mía, que la torturaba de placer. Llevó ambas manos a mi camisa tratando de desabotonarla. Al no conseguirlo, por falta de paciencia (o.. lo que sea), desgarró la prenda, quitándomela del cuerpo y tirándola al suelo. Llevó una de sus enormes manos a uno de mis pechos y acarició la piel que quedaba por encima del sujetador con su dedo pulgar. Contuve un gemido contra sus labios. Rodó en la cama y se colocó sobre mi. Observé sus anchos hombros, los perfectos movimientos de sus músculos cada vez que se movía. Llevó sus manos hasta mi pantalón y se deshizo de él demasiado deprisa. Jadeé al verme casi totalmente desnuda bajo su cuerpo.

Él sonrió de medio lado y devolvió su boca a la mía, atormentándola, al parecer. Llevé mis manos hasta su cinturón, desabrochándolo. Desabotoné sus pantalones y acaricié la piel de allí debajo y él gimió contra mi cuello mientras lo mordía suavemente. Se levantó y se deshizo de sus pantalones y su ropa interior. Enarqué una ceja sorprendida al observarle así, como Dios lo trajo al mundo. Una de dos, o esa noche al final no se podía terminar el ejercicio por "dificultades técnicas" o yo a la mañana siguiente apenas podría salir de la cama o sentarme. Imaginad el tamaño... Volvió a colocarse sobre mi, y descendió su boca hasta mis braguitas. Hincó los dientes en ellas suavemente y empezó a deslizarlas por mis piernas. Me mordí el labio inferior. Aquello no podía estar pasando...

Pero sí, estaba pasando.

Tiró mi ropa interior al suelo y yo me deshice del sujetador. Por un segundo, él pareció vanagloriarse de la visión.

Deslizó una de sus piernas entre las mías, acomodando ambas caderas, frotándose lascivamente contra mí. Gemí y el dejó escapar una ligera risa. Besó mis labios suavemente a medida que se iba introduciendo en mi interior. Me aferré a su espalda, hincando las uñas. Él gruñó contra mis labios y mordió el inferior atrayéndolo levemente hacia sí. Pero no lo soltaba y lo succionaba, bebiendo de él. Jadeé. Él me miró y habló con voz entrecortada.

-¿Estás... bien, nena...?-.

Asentí imperceptiblemente y gemí a medida que lo sentía más y más dentro de mi. Entonces salió. Me vi vacía. ¿Cómo era posible? Había tenido relaciones antes, estaba claro. Pero nunca había sentido algo así en mi cuerpo. Siguió entrando y saliendo, aumentando el ritmo. Cogió mis manos con las suyas, entrelazando nuestros dedos. Apretando mis manos con fuerza cada vez que volvía a mi interior. Su boca no se separaba de mi cuerpo, besando mi cuello, mi clavícula, mi pecho. Sentía que iba a estallar.

Se introdujo dentro de mi de nuevo y entonces sentí esa familiar sensación. Ambos habíamos acabado. Sentí su calor, y su peso sobre mi cuando apoyó la cabeza en mi pecho, jadeando. Lo abracé y acaricié su pelo. No dijimos nada.

Estaba entre sus brazos, desnuda, cubierta por un par de mantas, claro. Pero desnuda. Y él acariciaba la piel de mi espalda con una mano y don un dedo de la otra acariciaba suavemente mi mejilla. Mis manos descansaban en su pecho mientras nos observábamos, respirando lentamente.

Tomé su mano entre las mías y la observé lentamente. Me decidí a romper el silencio.

-Vi lo que hiciste en el bosque...- él me miró- ¿te... te duelen? ¿Cuando salen... te duelen?

Él inspiró profundamente, mirándome fijamente. Sin responder. Al final habló.

-Siempre duelen...

Contuve el aliento y liberé su mano para posar la mía en su pecho y delinearlo suavemente.

-¿Cómo es posible? Tenías siete agujeros de baja y...

-Digamos que... Soy un hombre poco común...

Negué con la cabeza.

-No, no eres un hombre... Eres algo así como un dios.

Él enarcó una ceja y se rió. Yo acabé por reírme también.

-No, nena...- dijo recuperando un poco la compostura- Me llaman Lobezno. Soy Lobezno.

-Prefiero Logan...- asentí- Te llamaré Logan.

Él sonrió dejando un beso en mi nariz.

-Logan, entonces...

Me refugié en su pecho y terminé por quedarme dormida bajo las caricias de sus dedos y su respiración profunda.

Desperté a la mañana siguiente con un intenso olor a café. Me froté los ojos y miré a mi lado. Logan no estaba. Me incorporé en la cama y vi que la puerta de la caravana estaba abierta. Me envolví en la sábana y me levanté de la cama para asomarme. Le vi ahí, calentando una cafetera en una pequeña hoguera recién encendida.

-Hola- dije.

Él se giró hacia mi y cuando me vio se levantó sonriendo.

-Hola nena- llegó hasta mí y apoyó sus manos en mi cintura, presto a bajarme. Apoyé mis manos en sus hombros. Pero en vez de bajarme al suelo, él me pegó contra su cuerpo y me abrazó fuertemente mientras me besaba. Rodeé su cuello con los brazos mientras le correspondía. Mordió mi labio inferior y jadeé. Sonrió, y solo entonces me dejó en el suelo. Me senté en una de las sillas con las piernas cruzadas sobre esta. Logan me sirvió una taza de café que acepté encantada.

-Nena...- me miró frunciendo el entrecejo- ¿Qué hacías ayer en el bosque?

Sentí que mi cara ardía. No podía decirle la verdad. Debía proteger el Secreto.

-Me perdí-.

Él alzó una ceja.

-No llevabas ropa lo que se dice adecuada para hacer senderismo...- dijo, perspicaz.

Desvié la mirada.

-¿Por qué te perseguían esos tipos?- contraataqué.

-No lo sé- dijo de manera totalmente seca y volvió a centrarse en su café. Sacó uno de esos puros baratos de su chaqueta y se lo encendió.

Vale, sé darme cuenta. Me había metido demasiado en su terreno y eso le había molestado.

Me levanté, y sujetando la sábana me acerqué a él.

-Logan... Perdona...- susurré- No quería entrometerme...

Él alzó la mirada, con su ya habitual ceja alzada. Relajó el rostro y apoyó sus manos en mi cintura.

-Olvídalo, nena. Agua pasada...- susurró. Pero entonces hizo algo que no me esperaba. Apoyó la cabeza contra mi vientre, abrazando mi cintura suavemente. Lo abracé y me incliné para besarle en la cabeza. Resopló suavemente y yo acaricié su pelo, colocándolo distraídamente.

-Por cierto...- empecé. Logan se separó y me miró, pero sin soltar sus manos de mi cintura- Tendré que encontrar algo que ponerme, ya que anoche alguien se cargó mi blusa.

Él se rio entre dientes.

-Seguro que una de mis camisas te quedará perfecta, muñeca.

-Seguro que si...

No me planteé volver a casa. Al menos, de momento. Ya habría tiempo de recuperar la seriedad. Necesitaba vivir, ¿no?

"Por Violet Barrow.

Para Logan.

Con mucho cariño. Demasiado. Más del que me gustaría admitir.

Te adoro, Lobezno. "