AGRIDULCE
Fresas. Más ácidas que dulces. Las pepitas se pegan a mis dientes. Crujen y sé perfectamente dónde se encuentran, pero es tan incómodo (y antiestético) buscarlas con la lengua que las morderé una vez más, lo haré hasta que no piense en ellas. No quiero saber nada. Lo gracioso es que aunque ya no las note, seguirán allí, solo que más pequeñas. Minúsculas. Tan imperceptibles que creeré que lo he conseguido. Y cuando menos me lo espere volverán a incordiarme. Son tan listas…
―Como te decía…
Nata. No me gusta su olor, marea, pero es deliciosa. Sorprendente. Y lo mejor de todo, suave. No como esas pepitas tan difíciles de eliminar. La nata se desliza, se arrastra, se mezcla con la saliva. La nata y yo somos parecidas. Aunque me gusta más el color de las fresas, parecen más simpáticas. Pero es mentira. No son lo que parecen. Odio cuando eso ocurre.
―Siento que hemos cambiado.
Vainilla. La vainilla está bien. Siempre es igual. No importa dónde vayas, en cualquier parte del mundo la vainilla sigue siendo ella misma. Me gusta esa expresión vanilla sky, sigue sin ser tan alegre como las fresas, pero es el cielo; el cielo sí es bonito así. Si la vainilla fuese una persona sería una de esas personas que me gustan pero yo no les convenzo del todo. Claro que, no importa lo que piense ella de mí.
―Quiero decírtelo, te quiero.
Voy a engordar. Voy a ser la más gorda ¡Y seguiré comiendo!
―Te quiero.
Nueces. Las nueces no me gustan pero dicen que te hacen más inteligente. Me gusta verlas y cogerlas con una esquina de la cuchara. Solo por el borde, solo un poco. Las cosas malas deben ir poco a poco. Las miro antes de meterlas en la boca, al menos son sinceras. Su color tampoco me gusta pero no debería juzgarlas así. Si ayudan a la cabeza, son buenas. Creo.
―Ya no puedo callarme más, supongo que lo sabes.
Chocolate. El chocolate, cuanto más oscuro, más amargo. O sino, no es chocolate. Dicen que el chocolate se va a acabar, no entiendo mucho los motivos, pero no me importa ahora mismo. Seguro que queda mucho para que eso pase.
―Te quiero, pero no puede ser.
Holly se equivocaba. Los helados son mil veces mejor que los diamantes. Un diamante no vale más que para mirarlo, un helado llena. El azúcar…¿a quién le importa sí es malo? A mí no me lo parece ¿por qué iba a fiarme de lo que me digan? No se puede estar triste llenándose de azúcar, no, es totalmente imposible. Holly debería haber tomado un helado en esos días rojos.
―No llores, por favor. Toda va a estar bien. No llores más.
Y una sombrillita naranja. Qué apropiado. Me la llevaré a casa y siempre será una fiesta. Me compraré una falda de tul para ir a juego con la sombrilla. Será divertido, tengo que contárselo a Mary. Me encanta venir a la heladería. Siempre es bueno estar aquí.
Vainilla ¡Fresas! Chocolate ¡Choco-chocolate!
¿Y esto? Necesitaba despejarme un poco, nada más. Me divertí mucho. También me gusta publicar así, a lo loco, de otro modo me dejan de gustar y se quedan encerrados para siempre.
No es la primera vez que menciono a Desayuno con diamantes, a Holly y los días rojos. Supongo que me repito.
¿Michami? Sí, primero pensé en la pareja y luego me vino esto a la mente, no al revés. Así que sí, lo veo con ellos (no quiero más Mishiros infelices).
¿Os apetece un helado?
