Bueno, después de mis andanzas por el Livejournal, aquí les dejo los retos que estoy haciendo para 30vicios (muy buena comunidad, muy buenos escritores). Así que ya saben, si les gusta, dejen reviews, que no les cuesta casi nada y hacen feliz a una escritora desvalida XD

Disclaimer: House no me pertenece, blah blah blah... y ustedes ya se saben el resto.


House era adicto a muchas cosas. Era adicto a la vicodina, al rock, a tocar sonatas de madrugada, adicto a hacer cometarios ácidos, a su gameboy advance y sobretodo al café. No había nada que le despejara mejor por la mañana ni le relajara más por la noche que un buen café. Por eso cada día al llegar a su despacho pedía – o más bien exigía – que hubiera una taza del preciado líquido humeando en su mesa. Incluso hay quien decía que el médico llegaba tarde al trabajo a propósito, para que sus empleados tuvieran tiempo de preparar la cafetera y no tener que esperar. Pero hubo un día en el que los esquemas se le descolocaron al doctor. Ninguno de sus "niños" estaba en la "guardería" cuando llegó. Tampoco es que le importara mucho, a pesar de tener la televisión estropeada, con su gameboy podía aguantar horas sin hacer nada más, y eso unido a un bote sin estrenar de su querida dihidrocodeína (o vicodina para los amigos) no necesitaba para nada salir de su despacho. Este podría resultar un día muy bueno…

O eso creía House, pero tres horas después ni Cameron ni Foreman habían regresado (A Chase le había dado el día libre "para que se presentara al casting de la película de Barbie como actor principal", dijo) y eso empezaba a molestarle. No porque quisiera tenerlos rondando cerca (con un par de minutos con ellos ya tenía suficiente para el día entero, o más) sino porque necesitaba-su-café-ya! Aunque a falta de pan… buena es una víctima. Y con suerte su víctima favorita estaría enredada con el papeleo, lo que le habría obligado a quedarse toda la mañana en su despacho. Mejor. No le apetecía ir cojeando por todo el hospital para buscarla. Últimamente las enfermeras le miraban de forma más lujuriosa que de costumbre (Debe ser que les pone el bastón nuevo) Después de unos minutos perdido en estas reflexiones, decidió por fin levantarse y dirigirse hacia el sanctasanctórum de su jefa, haciendo deliberadamente más ruido con su bastón por los vacíos pasillos que de costumbre. Toc, toc, toc, toc... Al oír el sonido, como una premonición, un escalofrío recorrió la espalda de la mujer que estaba sentada en la cómoda silla de cuero negro, firmando unos papeles. Antes de que pudiera decidir cuál era la mejor opción, si cerrar la puerta con llave o huir escaleras abajo, una silueta perfectamente reconocible apareció en el cristal de la misma. Cuddy aferró los papeles que tenía en la mano en ese momento, en tensión. A saber qué vendría a decirle House.

- ¡Buenos días jefa! – saludó, con una sonrisa inocente que no presagiaba nada bueno.

- House, antes de que me pongas de los nervios y quiera tirarte la lámpara que tengo en mi mesa a la cabeza, ve al grano y dime qué quieres – murmuró con fastidio, intentando ignorarle enterrando su cabeza en los documentos que precisaban su atención.

- Estamos a la defensiva hoy¿eh Cuddy¿El gigoló subió los precios anoche?

- House… - su voz adoptó un tono amenazador

- No hay que ponerse así, mujer… simplemente papá – golpeó el suelo con el bastón, señalándose a sí mismo – quería preguntarle a mamá – unos ojos azules afilados miraron a la mujer que acababa de levantar la mirada de los escritos – donde estaban los niños – y de nuevo esa sonrisa, que ni en un querubín parecería cándida. Cuddy se preparó para la riña matinal.

- Como tienes la costumbre de llegar a media mañana – mirada asesina – y hoy tenías consulta a primera hora ellos han cubierto TUS consultas y les he dado el día libre. Hoy te quedas hasta la noche.

- Pero Cuddy, no puedes hacer eso, esta mañana estaba enfermo… Encima que hago un esfuerzo viniendo al hospital ¿pretendes que me quede hasta tarde, para empeorar? – Un carraspeo le indicó que no le creía.

- House, esta excusa no es de las baratas, es directamente gratis. Nada de tratos. Te quedas hasta última hora.

- Ja, mein diktator – Se cuadró, de forma casi derrotada (casi, porque Gregory House nunca estaba derrotado) para luego sentarse en uno de los sillones del despacho. Al momento un leve olorcillo amargo, que iba empapando toda la habitación, y del cual no se había dado cuenta hasta ahora, le llegó a la nariz. - ¿Es eso café? – Una pregunta. Una simple y llana pregunta. Sin sarcasmo, sin reproche, sin rencor en ella. Algo que Lisa Cuddy agradecía después de tantos años trabajando con Gregory House.

- Blue Mountain. Un pequeño capricho – comentó mientras le servía una taza. Si la música amansaba a las fieras, el café era música para House. Él simplemente calló mientras alcanzaba la taza de las manos de Cuddy. Lentamente acercó su objeto de deseo a los labios, saboreando el líquido oscuro con paciencia. Nada que ver con el capuccino de Cameron, demasiado blando, demasiado suave. Este era…equilibrado… ligeramente ácido… afrutado… Cuddy… Cerró los ojos con placer, para disfrutar de lo poco que le quedaba de su Blue Mountain, mientras la doctora volvía a sentarse en su escritorio en silencio, disfrutando por compartir estos momentos de tregua antes de volver a la rutina del tira y afloja…