Capítulo 1.

-Darla en adopción? – repitió Bella consternada - ¿Quieres que deje a Melanie en manos de extraños?

Allí se encontraba Bella, en medio de su pequeño y destartalado apartamento. Se dirigía a su tía como si estuviese hablando con el mismísimo diablo. Lo cierto es que le costaba creerse que aquello estuviese sucediendo de verdad. En las últimas tres semanas la tragedia se había cebado con su vida de forma verdaderamente insistente.

-Voy a hacer como si no hubiera oído tus palabras, tía Laura – dijo Bella, sosteniendo a un bebé entre sus brazos y estrechándolo aún más contra su pecho.

-No, tú vas a hacerme caso – repuso la tía con decisión - ¿Crees de verdad que te propondría esta situación si pudieras hacerte cargo de la niña?

-¡Por supuesto que puedo hacerme cargo de la niña! – exclamó Bella airadamente.

Laura llevaba un traje de chaqueta gris que le sentaba impecable. Tenía el cabello rubio recogido elegantemente e iba ligeramente maquillada. Parecía querer hacer hincapié en sus palabras mirando a su alrededor.

-Por Dios, lo único que te he pedido es que me ayudes a pagar el alquiler – chilló Bella.

Se sentía como un gato callejero pidiéndole limosna a una reina.

-Y a veces hay que ser cruel para ser de utilidad – murmuró Laura a la defensiva -. Eso significa que tengo que ser despiadada para que abras bien los ojos.

Como Bella se imaginaba, le estaba diciendo de manera elegante que no iba a soltar ni una moneda. En fin, la tía Laura nunca había sido conocida por su generosidad.

-¡Melanie ni siquiera es tu hija!- espetó Laura.

-¡Pero es mi hermana! – chilló Bella enfadada -. ¿Cómo pretendes separarla de mí? – Aquellas últimas palabras habían salido como un auténtico sollozo. Pero había soportado demasiadas preocupaciones y disgustos durante los últimos seis meses.

-Tu hermanastra – la corrigió Laura – ni siquiera conoces al padre de la niña. – la tía miró con verdadero desprecio a la pequeña de piel olivácea y cabellos negros.

-¿Y eso qué más da? – preguntó Bella con sus ojos marrones llenos de indignación.

De acuerdo, su madre había tenido una aventura con un camarero español, ¿y qué? Al menos había sido capaz de atraer a un hombre, cosa que con su padre no había logrado.

-Por nuestras venas corre la misma sangre – defendió Bella.

¡Lo malo era que con la tía Laura ocurría lo mismo! Pero casi nunca se notaba. La madre de Bella, siempre decía que su hermana no tenía corazón. Era fuerte y dura. Y eso lo plasmaba en su trabajo. Estaba casada únicamente con su trabajo como alta ejecutiva de uno de los bancos más importantes de Europa.

Antes de pedirle ayuda, Bella tenía que haber encontrado otra solución a sus quebraderos de cabeza. Para la tía Laura aquello no suponía más que un retraso para los años venideros. Por eso, ella, que había sacrificado amor e hijos por su carrera, le pedía y aconsejaba a su sobrina que se deshiciera del bebé. A Bella tan solo imaginarse aquella acción le producía nauseas.

-¡Maldita seas aún tienes veintiún años! – exclamó Laura impaciente -. Has dejado la Universidad y ni siquiera tienes trabajo. No tienes con qué vivir y menos aún con un bebé a tu cargo. Y ahora me vienes con que no tienes para pagar el alquiler.

-Pronto encontraré un trabajo, estoy segura – aseguró Bella orgullosa.

-¿Qué tipo de trabajo? – le desafió su tía - ¿Sirviendo mesas en un restaurante como el padre de la niña? ¿Fregando suelos? Si prefieres ser la criada de otros en vez de acabar la carrera y ser lo que tu madre quería que fueses… ¿Y quién va a cuidar a Melanie mientras estés fregando suelos? Una niñera por horas resulta excesivamente cara. Después de todo, la herencia de tu madre apenas dio para el entierro.- Aquellas palabras fueron el colmo.

-Seguro que tengo derecho a recibir asistencia por parte del Estado – gritó de pronto Bella.

-Oh, claro – respondió la tía fríamente -. Los días en que el Estado lo pagaba todo han pasado a la historia. Y Melanie también tiene derecho a crecer en un ambiente que le permita todo lo que pueda estar a su alcance. O es que crees que te va a estar muy agradecida de vivir pobremente.

Tras la brutalidad del discurso, Bella se tambaleó llena de confusión. ¿Sería mejor para Melanie mantenerse alejada de su hermana? Bella intentó ponerse en el lugar de la pequeña. Puede que su tía tuviera razón: Melanie podría recriminarle algún día el tipo de vida que le había inducido a llevar.

Silenciosamente se dirigió hacia la cuna y allí deposito a la pequeña niña. Bell había adelgazado mucho; los vaqueros y la camisa de algodón que llevaba le estaban grandes. Sin embargo, hacía un par de meses tenía un aspecto de lo más saludable. Pero hacía un par de meses, Melanie no había nacido aún. Y la madre de Bella estaba todavía viva, expectante ante el nacimiento de su futura hija. Se iba a tratar del comienzo de una nueva etapa poniendo final a un triste pasado.

Tan solo hacía tres años, Bella era la hija única de unos padres que estaban completamente locos por ella. Luego, su padre se quitó la vida al comprobar que su negocio había quebrado, dejando a su familia con lo puesto. Para pagar sus deudas, la madre de Bella tuvo que vender la casa, los muebles, incluso hasta parte de su ropa.

En Londres vivían en Holland Park y tuvieron que abandonar aquella zona residencial para instalarse en un piso de alquiler del East End. Renne no se había recuperado después de que el que fue su esposo durante veinte años se suicidara, dejándola en la miseria. Para colmo, había perdido a la mayoría de sus amistades. Bella había tenido que abandonar el colegio privado en el que estudiaba para terminar sus estudios de educación secundaría en un instituto público. Ella también se quedó sin una buena parte de sus amigos.

Aquellas circunstancias contribuyeron a que Renne sintiera por momentos una gran amargura y desilusión. Se vio obligada a ponerse a trabajar. Lo cual, teniendo en cuenta que se había pasado la vida entera entre algodones, no resultó demasiado fácil. Fue la propia tía Laura quien le consiguió el empleo. Por motivos de trabajo Renne tuvo que viajar a Madrid. Bella se sorprendió al ver en cambió en su madre una ve que esta volvió, ero todo tuvo sentido unas semanas más tarde.

-Estoy embarazada- le había anunciado su madre. Y ocho meses después nació la pequeña Melanie. En seguida se llevaron a Melanie al apartamento de dos habitaciones, concina empotrada y un único cuarto de baño. Era verano y por lo tanto mientras Renne volvía al trabajo, Bella se encargaba de cuidar a la pequeña. Pero la tragedia cayó de nuevo sobre sus vidas. Renne sufrió una hemorragia muy grave. Con la cual, perdió a su madre pero también perdió el poco dinero que entraba en casa cada mes.

Fuera sonó el claxon de un coche. La tía Laura miró su reloj mientras fruncía el ceño.

-Tengo que marcharme- dijo ella- Dios mío, ¿no puedes dejara a esa niña quieta y escucharme un rato? – Como quejándose de su reproche la pequeña lanzó un gemido. Bella la acarició instintivamente la mejilla sonrosada y una ola de cariño la inundó por completo.

No era justo que le ocurrieran tantas tragedias. Quería con toda su alma conservar a Melanie. Quería que su madre estuviese de nuevo con ella. Y su padre también. Ojalá que su vida volviera a ser como cuando era más joven.

-Que opciones tengo? – preguntó Bella al borde de las lágrimas. A su espalda, la tía sonrió pensando que por fin estaba entrando en razón.

-Existen listas de espera llenas de padres que te estarían muy agradecidos si tú…

-No quiero que nadie me agradezca nada! – exclamó Bella, fulminándola con la mirada.

-No – contestó Laura, intentando cambiar de estrategia -. Es gente que quiere darle un hogar a la niña. Una familia que la colmará de cariño, seguridad y todo lo que eso implica.

"Pero yo no tendría lugar en esa vida", pensó Bella llena de desolación. Trató de imaginarse unos brazos extraños que acunasen a su pequeña hermana. Bella sintió que le invadía la desesperación y se le llenaron los ojos de lágrimas.

-Se puede hacer de forma muy discreta- la animó Laura. – Algunas agencias privadas solo aceptan a lo mejor de la sociedad. Sería el tipo de familia que le daría a Melanie todo lo necesario para que fuese feliz el resto de su vida. Y tú podrías volver a la Universidad y terminar la carrera – prosiguió Laura – Estaría dispuesta a ayudarte para ello, pero no para esto. – dijo agriamente señalando a la niña-. No permitiré que destroces dos vidas, cuando las dos os merecéis mucho más… - siguió diciendo la ejecutiva.

- Pensaré en ello- murmuró Bella. Pero nada más pronunciar esas palabras sentía como se le desgarraba el corazón.

-Está bien, mientras tanto me pondré en contacto con diferentes agencias… - respondió la tía risueña, al casi haber conseguido lo que quería. El claxon del coche sonó otra vez, interrumpiéndola. Laura miró a su sobrina y se impacientó viendo la desolación que se revelaba ya en su rostro. Abrió el bolso y sacó una billetera de piel. – Mira te dejo esto- dijo ella poniendo un fajo de billetes sobre el sofá. – Te resultaría útil hasta que nos volvamos a ver dentro de dos días. Espero que para entonces, hayas tomado una decisión.

-Gracias- respondió Bella mirando el dinero. Aunque las dos sabían que no estaba siendo sincera.

-Bella trata de pensar con la cabeza y no con el corazón –le sugirió Laura al despedirse.

Por fin, la tía salió del apartamento, dejando a Bella atónita ante la cantidad de dinero que le había dejado. Un escalofrío recorrió su espalda. Con el corazón latiéndole dolorosamente, Bella agarró en fajo de billetes. Pero no había terminado de contar los billetes cuando cayó algo al suelo que le hizo abrir la puerta de inmediato. El apartamento estaba en el primer piso. Se lanzó escaleras abajo y atravesó el portal. Soltó un par de juramentos que habrían hecho sonrojar a su madre de estar viva. Bella iba persiguiendo a la tía Laura con el fajo de billetes y una tarjeta de crédito apretados en la mano derecha.

Al salir a la calle, notó como el frío le azotó la cara, pero se quedó mirando por donde se había marchado su tía. Consiguió encontrar su lujoso coche entre los viejos autos de la calle. Estaba a punto de arrancar, justo enfrente de Bella.

-Tía Laura – exclamó tratando de captar su atención. Pero el viento acalló su voz y la tía entró en el coche y este aceleró. Sin pensarlo dos veces, Bella antes de que fuese demasiado tarde se abalanzó sobre el automóvil.

Lo que ocurrió luego pasó tan deprisa que todo quedó sumido en un mar de ruido y confusión. Bella fue consciente del insistente sonido de un claxon, situación que recordaría todos los días de su vida. Del mismo modo que recordaría la camioneta que se lanzó contra ella sin lograr frenar a tiempo. Sonó un frenazo y después se esparció un olor a neumáticos quemados por todas partes. La gente que pasaba por allí comenzó a gritar para advertirla de lo que ocurriría a continuación. Notó un porrazo, pero no siento ningún tipo de dolor. Inmediatamente se vio tumbada en el suelo y un desconocido se inclinó sobre ella.

-Se tiró encima de la camioneta – decía otro hombre – no pude hacer otra cosa. Se tiró encima de mí…

-No se mueva le ordenó una voz pausada. Bella se dio cuenta de su acento extranjero, notó su tono aterciopelado y sonrió.

-De acuerdo- accedió ella. Parecía tan fácil. Seguía sin sentir dolor, solo tenía la sensación de estar flotando.

-Voy a morir? – preguntó Bella con curiosidad

-No, mientras yo esté aquí para evitarlo- contestó el extraño. De nuevo ella sonrió. ¡Qué arrogante era aquel tipo! De ponto, Bella notó como le ponía la mano sobre su hombro, mientras le pasaba la otra por el resto del cuerpo, como si tuviera derecho a hacerlo.

-Me duele el pecho – confesó ella, tratando de calmarse a sí misma. Pero él pareció no entenderla.

-¿Alguien ha llamado a una ambulancia?- gritó el hombre. Bella no sabía a quién se dirigía pero tampoco le importaba mucho. De pronto, oyó unos pasos apresurados.

-Lo he visto, no puedo creer que se haya tirado al coche de esa manera- dijo otra voz que le resultaba conocida. ¡Era su tía!

-¿Le duele? – preguntó el hombre con preocupación. Le estaba tocando la muñeca derecha y le dolí mucho. Vio unas deportivas italianas y oyó a su tía.

-¿Qué demonios te ha hecho abalanzarte de esa manera contra mi coche?- Bella levantó la muñeca herida y con esfuerzo abrió la mano mostrando el fajo de billetes y la tarjeta de crédito.

-Te dejaste esto – le explicó ella – pensé que podrías necesitarlo.

-¿Conoce a esta chica?- preguntó el desconocido a su tía inquisitivamente. - ¿Es la sobrina a la que ha ido a visitar esta mañana?

-Si- asintió Laura de mala gana. ¿Cómo era capaz de avergonzarse de un miembro de su familia? Bella se sintió desolada y más sola que nunca, pero le alivió darse cuenta que ya no era el centro de atención.

-Mire, señor Masen – dijo con cierta ansiedad Laura ,cosa muy poco frecuente en ella- Si quiere dejar la cuestión en mis manos todavía puede alcanzar el vuelo con destino a Madrid. – Fue entonces cuando Bella comprendió que el alto y pálido desconocido era el jefe de su tía Laura. Se trataba de un magnate de gran importancia.

-Creí que le había dicho que no se moviera- reprendió el hombre contra Bella.

-Estoy bien, de verdad… - mintió ella- No hay motivo para que pierdo usted su avión. Me voy a poner de pie ahora mismo.

-Más vale que se quede donde está hasta que venga la ambulancia y vean lo que le pasa. – Bella no tenia la intención de ir al hospital, porque era una ocasión perfecta para que su tía se deshiciera de Melanie.

-Oh, no..- recordó Bella mientras trataba de ponerse de pie. Había dejado al bebé en el apartamento.

-Donde cree que va? – le preguntó el desconocido agachándose.

-Me tengo que ir- murmuró Bella a duras penas. Dándose cuenta de la gente que se había acercado, dio unos pasos y luego se acordó del dinero y la tarjeta de crédito. – Toma es tuya – le dijo a su tía devolviéndole el dinero y la tarjeta.

Bella dio media vuelta y se dio cuenta que el desconocido se dirigía a su encuentro.

-Gracias por su ayuda- le dijo y empezó a caminar. Pero se dio cuenta que el hombre no llevaba chaqueta y enese momento la vio tendida donde ella antes había estado, se agachó para recogerla, pero él fue más rápido y en un solo movimiento se hizo con ella. –Lo siento mucho- se excusó Bella.

-Así está mejor – dijo el desconocido colocándole la chaqueta a Bella sobre sus hombros – Lo necesita más que yo en estos momentos. Está temblando.

-Pero…- murmuró Bella y luego sintió un mareo. La muñeca le dolía, apenas podía respirar y su cabeza estaba a punto de estallar. De pronto fue consciente del corro de gente que la estaban mirando. Bella notó como un brazo la tomó por los hombros.

-Vamos- dijo con tranquilidad el jefe de su tía- Dígame donde vive y la ayudaré a llegar a casa.

-No es necesario de verdad… - se resistió Bella.

-Sí lo es, se lo aseguro – insistió el hombre – No pienso dejarla sola hasta que esté segura de que la ha visto un médico. - ¡Era curioso que el desconocido se tomara tanto interés! A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas sin saber exactamente por qué.

-Pero si ni siquiera fue su coche el que me golpeó – exclamó ella sollozando y emitiendo una protesta al mismo tiempo. Bella se sintió mareada de nuevo. El brazo que la estaba sosteniendo por los hombros la sujetó con más fuerza.

-Vaya usted delante, señorita Dwyer – dijo el banquero a su tía. Laura se sentía ridícula al estar en una casa tan destartalada con su jefe.

-No tiene porqué tomarse tantas molestias – murmuró Bella incómodamente – estoy bien.

-No, no lo está- repuso el hombre- tiene la muñeca derecha herida, una brecha en la cabeza que debe ser examinada. Y al respirar jadea, lo que indica que debe tener alguna costilla rota. – Bella cerró los ojos, ¿Cuándo iban a terminar todas las desgracias? Las cosas parecían ir de mal en peor. Cuando llegaron a su apartamento, Bella entró primero. Allí se encontraba su tía avergonzada y puesta delante del tendedero para intentar ocultarlo de su jefe. Pero este estaba ocupando observando el desorden del apartamento. Él era un hombre rico y en la calle le esperaba una limusina. Bella se sintió avergonzada. Se giró para observar la expresión de desagrado que reflejaba aquel rostro tan atractivo. Bella se sintió muy molesta, pero un suave gorgoteo procedente de la otra habitación le robó una sonrisa. Bella, se quitó la chaqueta y se la dio rápidamente. Él se quedó perplejo.

-No tenia porque haber venido! – le grito ella – Es mas, preferiría que no lo hubiera hecho.

-Bella- exclamó su tía furiosa.

-Me importa un bledo – dijo ella- Lo único que quiero es que los dos os vayáis de aquí – chilló. Cruzó la habitación y se dirigió hacia donde estaba la cuna de Melanie. La niña estaba durmiendo tranquilamente. Cuando se inclinó para ver al bebé sintió un profundo dolor en la muñeca y en las costillas. Los invitados aún no se habían marchado cuando ella empezó a notar un temblor por todo el cuerpo.

-Por favor, váyanse – les rogó. En ese justo momento se desmayó y como si el hombre lo hubiese previsto la agarró antes de que tocase el suelo.

Bella no tenia certeza de lo que había ocurrido a continuación. Solo recordaba el viaje en la ambulancia en compañía del jefe de su tía, quien llevaba en sus brazos a Melanie. La que no se encontraba con ella era la tía Laura.

-Vendrá más tarde- contestó el desconocido cuando Bella le preguntó – Tenía que atender unos asuntos urgentes. Los médicos le dijeron a Bella que tenía una contusión en las costillas, aunque la muñeca no había tenido tanta suerte y se lo había fracturado, obligando a los médicos a escayolárselo.

-¿Qué ha pasado con Melanie? – preguntó ella cuando vio que el personal médico de la ambulancia desaparecía. - ¿Cómo me las voy a arreglar con el brazo escayolado? ¿Donde está la tía Laura?

-Si quiere que venga, vendrá- dijo una voz aterciopelada que empezaba a serle muy familiar. Bella pensaba que una vez dentro del hospital el jefe de su tía se marcharía. Pero para su sorpresa él se había mantenido todo el tiempo a su lado.

-No- respondió Bella, compulsivamente. No es que le importase donde estuviese su tía, pero le preocupaba como estuviese y lo que iba a hacer con Melanie.

- NO deje que me quite al bebé – le rogó al desconocido.

-Le prometo que eso no ocurrirá.- dijo él.

Eso es lo último que recordó Bella. Cuando ella recuperó la conciencia, se vio en una cama de hospital con el brazo escayolado y un cabestrillo. Comprobó que le habían dejado sueltos el pulgar y el resto de dedos. A pesar de eso, sabía que no podría hacerse cargo de una niña de dos meses. Y la fractura iba a tardar ocho semanas en soldarse. Con un profundo suspiro, cerró los ojos y trató de imaginarse que todo aquello era una pesadilla.

-¿Preocupándose de nuevo?- preguntó la voz aterciopelada.