Todo estaba cubierto por aquella blanca nieve, los árboles parecían grandes algodones, el verde del campo había sido remplazado por el blanco puro de la nieve. Aquella carretera estaba desierta y sólo se veían marcadas las llantas de un único auto que metros más abajo estaba volcado.

El cuerpo casi inerte de un joven estaba a un escaso metro del auto. Tenía grandes heridas por todo su cuerpo y la sangre que salía teñía la nieve de un rojo puro. Sus ojos negros estaban abiertos y se podía vislumbrar una gran tristeza.

¿Por qué? Se repetía en su cabeza una y otra vez, pues horas antes había presenciado lo más doloroso de su vida, la bajeza que su supuesta amada había cometido. Su corazón se sentía tan destrozado como lo estaba su cuerpo.

¿Viviría? Eso ya no le importaba, aquel accidente era perfecto para desaparecer, dejar de sufrir y sobre todo olvidar. Una coartada perfecta a su muerte. Sus ojos se fueron cerrando lentamente, dejando atrás todo aquello que lo hacía sufrir.

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–Ya era momento de que despertara.

Su mirada se topó con unos hermosos ojos verde jade, irradiaban tanta paz y alegría, su sonrisa era cautivadora y aquel brillo que tenía la hacía lucir más hermosa. Su cabello de un rosa inusual sólo confirmaba algo en su cabeza, había visto al ángel más hermoso de todos.

– ¿Recuerda algo? – Preguntó mientras con una lamparita alumbraba las pupilas del joven.

Aun aturdido y algo dolorido, su voz no salía, no sabía dónde se encontraba y todo en su cabeza era un caos. Las imágenes de su accidente lo hicieron sentir incomodo y desvió la mira de la chica.

–Está en la clínica de Konohagakure– dijo la dulce voz de la señorita que lo atendía – Soy la doctora Haruno Sakura y lo he estado cuidando, ¿sabe lo que pasó?

–Yo… – su voz sonaba rasposa y carente de vida – era mejor que no me encontraran – dijo al final restándole importancia a la mirada curiosa de la chica.

– ¿Usted cree? – Preguntó confusa – hay mucha gente a fuera que seguro lo está buscando o está preocupada, no tome su vida como si no fuera nada.

–Es muy entrometida – dijo él aun con la mirada desviada.

–Tal vez – dijo la doctora mientras apuntaba en la tablilla que traía – pero si usted fuera alguien importante para mí, seguro que estaría preocupada – terminó al final dedicándole una sonrisa a su paciente mientras salía de la habitación.

¿Quién le sería importante? Su prometida había cometido infidelidad a escaso mes de su boda, sus padres estaban muertos desde hace tres años, se había peleado con su mejor amigo hace meses pues al decirle que se iba a casar con Karin, éste le echo en cara que era la mujer idónea para ir a la quiebra pero sobre todo para que le pusiera el cuerno, cuánta razón tenía de la pelirroja esa. Su única familia era su hermano, Itachi, pero siendo víspera de navidad seguramente se habría ido con su familia de viaje.

–Konohagakure… – murmuró.

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Había manejado sin parar desde que encontró a Karin cometiendo adulterio en su propia casa con uno de sus socios. Ella había querido dar explicaciones, pero él no quiso saber más, salió de su casa azotando la puerta principal y se montó en su auto. Cabreado y desilusionado, salió de la ciudad de Amegakure sin percatarse y tomó un camino que lucía solitario. Todo estaba cubierto de nieve y el camino estaba resbaloso, no le importó y aumento la velocidad. Una curva cerrada y el hielo lo hicieron derrapar de una forma desenfrenada, el vehículo volcó varios metros y fue a dar al acotamiento del camino. Logró salir del vehículo, la nieve comenzaba a caer de nuevo mientras veía fijamente al cielo. No sentía nada, más que un fuerte dolor en su corazón. La persona que amaba como un desquiciado le había fallado.

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– ¿Al menos me puede decir su nombre?

Aquel joven de cabello negro azulado y ojos negros no hablaba. Ya tena dos días de haber despertado y cuatro días desde que había llegado a esa clínica en la remota Konohagakure. Tenía un brazo roto, su cabeza estaba vendada y en su piel nívea tenía unos cuantos moretones y raspaduras.

–Eres demasiado callado – dijo inocentemente la chica.

A él no le importó y mucho menos se inmutó, en este momento él se encontraba en su mundo, uno donde nadie existía y sólo estaba él, él y su dolor.

–No sé usted pero… – Sakura se sentó en la cama de su paciente haciendo a un lado su ética e hizo que le prestara atención – ¿no cree que es mejor dejarse hacerse el mártir?

– ¿Usted que sabe de mi vida? –Preguntó irritado – Deje de meterse en cosas que no le incumben.

–Bueno al menos ya habla – dijo feliz – y respondiendo a su queja, es verdad, no sé nada, pero entérese de que no está solo en la vida, no sé que le pasó pero deje de sentirse la pobre víctima.

Él, con su mano sana tomó a la chica de una forma agresiva su brazo para hacer que se callara. – Mire doctora –enfatizó colérico – limítese únicamente a decirme cuando me da de alta para largarme de aquí, ¿entendió? Sólo haga su trabajo y déjeme tranquilo.

Ella se levantó algo asombrada por la actitud de ese hombre, pero tenía curiosidad, más que eso, quería saber cómo un hombre como él, tan bien parecido, quería estar solo, demostrando un infinito odio a todos.

–No le voy a dejar solo, –dijo dándole la espalda – no sé quien sea, pero sé que sufre y demasiado y lo que menos quiero ver en estas fechas es a alguien que está igual o peor que yo.

Dicho esto aquella irritante y angelical doctora salió de la habitación. Aquel hombre desvió su mirada a la ventana y vio en su buro algo que no había visto el día anterior. Ahí, adornando su blanquecina habitación, había un pequeño árbol de navidad adornado con brillantes esferas de varios colores, uno que otro pequeño adorno de renos, Santa Claus, botitas y bastones navideños.

Navidad, una palabra denotando su soledad.

Era cierto el día de hoy era navidad, seguro todos estaban con sus familias felices de la vida disfrutando de estas fechas, mientras él, estaba en una clínica moribundo con el corazón más que destrozado. La noche se estaba colando por su ventana y las luces de aquella ciudad amenazaban con su alegría, lo que él menos quería en ese momento es que le recordaran lo infeliz y desdichado que era. Se llevo la manta que tenia hacia su cara y se tapó evitando esa feliz realidad.

– ¡Feliz Navidad señor!

No otra vez…

La voz de aquella irradiante doctora retumbaba en su habitación, había entrado con un carrito que era una mesa provisional puesta, tenía un pequeño pastel de carne en medio y jugo de manzana.

–Oiga, no se haga el dormido, está despierto no me engaña.

–No tiene algo mejor que hacer, lárguese a su casa.

–En casa nadie me espera – dijo feliz pero con una mirada melancólica – no tengo familia, soy huérfana desde los cinco años.

–Algún novio debe de tener, no sé alguien a quien molestar.

–Mi vida es una desgracia – dijo mientras colocaba en el plato una porción de pastel y servía jugo en los vasos – las parejas que he tenido han sido unos desgraciados, creo que no he tenido pareja desde que comencé a trabajar.

–No creo – dijo mientras se sentaba recargándose en el respaldo de la cama – algún pretendiente ha de tener.

– ¡Qué va! Si los tengo los ignoro, no me gusta sufrir gratis, pero usted, de seguro es casado.

– ¿Me ve el anillo? – Levantó la mano – Además si fuera así mínimo mi esposa estaría aquí llorándome para que me recuperara, pero no es así. Lo bueno es que me di cuenta antes de que me casara, que si no sería un estúpido cornudo.

– ¿Entonces tenía novia y le puso el cuerno? – Él asintió molesto sosteniendo el plato que su doctora le tendía – si me permite decirlo, que idiota fue, usted es muy guapo y se ve que era atento, además se nota a leguas que la amaba, pero también, creo que usted también es un idiota – él la miró ceñudo, ella suspiro cansina – usted es un hombre bien parecido, puede conseguirse otra chica en segundos, seguro que su ex correrá a sus brazos al momento vea que ha conseguido otra pareja pero si usted es inteligente y analiza lo que quiere eso será como la más dulce de las venganzas, pero tenga cuidado, no juegue con fuego, búsquese a alguien que lo ame por lo que es, no por lo que tiene o por lo atractivo que es.

Él sonrió por vez primera en su estadía, esas palabras era lo que tal vez quería escuchar desde hace mucho tiempo.

Comieron y brindaron por esa navidad, por esa nueva amistad, porque tal vez por ese día se sentían en armonía con sus vidas. Ella contó anécdotas de su trabajo, algunas eran espeluznantes y otras demasiado graciosas. Él le contó que era presidente, junto a su hermano, de una empresa de juguetes, le contó su amistad con su mejor amigo, Uzumaki Naruto, ese rubio de ojos azules era un ocurrente pero que sin su ayuda y su ingenio seguro no estaría a la vanguardia en el mercado.

–Tengo que infórmale que en tres días le doy de alta, podrá regresar a su vida de siempre – la doctora recogió todo y lo puso en el carrito para marcharse y dejarlo descansar.

–No tienes que irte – le dijo de forma delicada.

Aquella habitación se quedó en silencio ante la declaración de él. Tal vez lo que había dicho era demasiado, solo habían platicado una noche y ya se sentía muy cercana a ella.

–Debo dejarlo descansar – habló ella sin mirarlo.

–Sasuke – dijo él – no me hables de usted, soy Uchiha Sasuke.

–Es un placer – le dedicó una sonrisa.

Los días que se quedo ahí siempre contaba con la presencia de su doctora, Sakura. Se comunicó con su hermano y le contó todo lo que haba pasado y la razón por la que no le había hablado durante esas fechas. También, pudo comunicarse con su amigo Naruto, le pidió perdón por aquella estúpida discusión que tuvieron, su amigo casi quería ir corriendo a verlo para ver en qué estado estaba, pero Sasuke aseguro que era mejor que se vieran pasando año nuevo.

Ese día también comenzó a nevar…

– ¿Te vas? – le preguntó Sasuke a Sakura que estaba en la recepción de la clínica.

–Sí, ha terminado mi turno.

El silencio los invadía, cada vez era más frecuente que llegara el silencio.

– ¿Quieres ir a cenar? – se animó a preguntar Sasuke.

– ¿Y tú vas a pagar? – Rió Sakura – te recuerdo que llegaste aquí sin nada más que con tu fractura y tus golpes – ella reía sin parar, Sasuke desvió su mirada apenado, era verdad, ni una tarjeta de crédito se colgó y mucho menos identificaciones. – Yo invito – dijo Sakura y se colgó del brazo sano de Sasuke – ¿algún lugar que quieras ir?

–Tú conoces aquí – dijo mientras se encaminaban – yo soy un desconocido que vino con la nevada.

-La mejor de las nevadas… – murmuró muy bajito

Salieron del hospital y la nieve empezaba a caer sobre ellos. Sakura se soltó de él y empezó a jugar con la nieve como si fuera una niña. Aquel abrigo rojo que portaba y su boina del mismo color la hacían lucir hermosa. Era tan raro pero exquisito verla de otro color. Sasuke se quedo maravillado con aquella hermosa mujer.

–Vamos Sasuke – apresuró ella con su mano interrumpiendo su linda ensoñación.

Él se apresuró y le ofreció su brazo, algo que a ella le gusto y mostró un sonrojo.

–Me gusta este lugar – dijo Sasuke mientras caminaban por la avenida principal – es muy pintoresco.

–Si gustas puedes pasar año nuevo aquí… conmigo, aun no tienes que irte – le dijo recordando las mismas palabras de Sasuke en el hospital.

–Es verdad – dijo pensativo – pero debo volver para terminar unos asuntos.

– ¿Quieres que te acompañe?

– ¿Quieres ayudarme con mi venganza? – Preguntó altanero.

–Seria genial ver la cara de la chica.

–Entonces vayamos. – Aprobó la idea feliz.

En una nevada escarlata se conocieron, de un comienzo algo molesto llegaron a ser los más cercanos. En una nevada decidieron su plan. Sólo el futuro decidirá que pasara con esas dos vidas, que aunque algo lastimadas, se ven felices para afrontar lo que viene.

Bueno, he aquí la primera xDD Esta la hice hace un par de años para navidad... ojalá les guste :D Si hay algún error por favor no duden en avisar ;) Cualquier critica constructiva siempre sera bien recibida *3* besitos!