Disclaimer: Nada relacionado con Harry Potter es mío. Todo lo demás sí, incluyendo las tonterías que escupen mis neuronas XD.

Aviso: Este fic participa en el reto "Amortentia al azar" del foro "La Sala de los Menesteres".


Chivo expiatorio
Prólogo

—¿Tiene la información que le pedí?

El sujeto cubierto con una capa de aspecto pesado le tendió un sobre al hombre oculto por las sombras del callejón.

—¿Tiene el dinero?

El otro hombre sacó una bolsa de monedas de su bolsillo. Se la entregó al tipo de la capa sin pronunciar palabra alguna.

—Espero haberle sido de utilidad —dijo, antes que un estampido retumbara en los edificios aledaños. Unos ladridos rasgaron el silencio subsecuente. El hombre guardó el sobre en el bolsillo donde antes había una suma exorbitante de dinero. No le importó de todas maneras. El sujeto con el que sostuvo el furtivo intercambio era un experto en su rubro y sus tarifas estaban a la altura de su habilidad.

No había nada más que hacer en ese lugar. Otro estampido hizo que los perros volvieran a pregonar sus cánticos en la noche temprana.

Parte I: Señales

Hermione Granger leía El Profeta con una expresión de disgusto en su cara. La primera plana hablaba acerca de un horrible asesinato en una casa ubicada en el Valle de Godric. No había ninguna pista que apuntara al culpable, o al menos eso fue lo que dijo un representante del Departamento de Seguridad Mágica.

Aquello venía a significar que su descanso acababa de terminar.

Y como confirmación de su reciente epifanía, una cara apareció en medio de las llamas provenientes de su chimenea.

—¿Señorita Granger? ¿Se encuentra usted en casa?

Hermione arrugó la cara. Conocía bastante bien esa voz abombada y profunda. Pese a que sabía lo que venía a continuación, eso no le prohibió sentirse un poco frustrada.

—Señor Matthews —dijo ella con cara de resignación—. ¿Qué necesita de mí?

—Éste no es el canal adecuado para la clase de conversación que quiero tener —replicó la cabeza del señor Matthews con un poco de impaciencia—. Por favor, quiero que acuda en este mismo momento al Ministerio. Le explicaré los detalles cuando estemos en la escena.

Pese a que Hermione sabía, o al menos intuía, a lo que se estaba refiriendo su jefe, no pudo evitar formular la pregunta que se coló por su garganta sin permiso de su conciencia.

—¿En la escena?

—Sí, en la escena del crimen, señorita Granger —clarificó el señor Matthews, un poco desconcertado con la actitud de su experta forense—. ¿No ha leído las noticias? Ha habido un asesinato en el Valle de Godric.

Hermione exhaló aire, resignada. Hasta allí llegaron sus vacaciones.


La sala de estar gozaba de una cualidad mortecina cuando Hermione y Samuel Matthews llegaron al lugar donde había tenido lugar el espantoso crimen. Ambos arrojaron más luz sobre el asunto y pudieron trabajar en mejores condiciones. En cuanto la estancia cobró vida, Hermione percibió algo fuera de lugar, como que no coincidía con lo que estaba viendo. Su jefe no se dio cuenta.

—¿Lograron identificar a la víctima? —preguntó Hermione en tono profesional. Lamentaba que ya no pudiera estar en esa cena especial con su esposo —y en el sexo que aquello implicaba—, pero el trabajo era el trabajo.

—Los peritajes preliminares no arrojaron nada —respondió Matthews con un suspiro pesado—. La víctima no tiene su varita y —quien hablaba hizo una mueca de asco al mirar al cadáver— la identificación facial no es una opción.

Hermione compuso una sonrisa de suficiencia. Años de experiencia en el rubro le otorgaron dos beneficios: indolencia ante un crimen y una capacidad de observación sin parangón en todo el departamento.

—Sin embargo, hay otras formas de identificar a un difunto —dijo Hermione antes de inclinarse sobre el cuerpo para realizar un examen a fondo. Sin embargo, algo la pilló con la guardia baja. ¿Una persona muerta se comportaría de esa forma? Estaba acostumbrada a la fetidez de los cadáveres que llevasen unas horas sin vida, pero la inesperada sensación en su olfato no era para nada familiar.

—¿Halló algo de relevancia señorita Granger? —inquirió el señor Matthews con algo de apremio. Las presiones por la pronta resolución de un crimen eran constantes en el departamento y era difícil lidiar con ellas, sin importar cuán entrenados estuvieran sus hombres.

Hermione tardó en responder. La identidad del desgraciado dueño de casa pasó a un segundo plano. ¿Qué era este extraño aroma? ¿Por qué demonios ese cuerpo sin vida exudaba ese olor? Y la pregunta más difícil de responder: ¿Por qué le gustaba tanto esa fragancia? Trató de concentrarse en el trabajo a mano, pero era una causa perdida. Hermione era una chica que se ganaba la vida resolviendo problemas y era lo que mejor hacía. Pero ese dilema la sedujo de una forma en que ni ella misma podía creer.

—¿Encontró algo? —apremió Matthews, con algo más de impaciencia.

Hermione tardó en responder. No sabía si su respuesta iba a desconcertar a su jefe o a enfurecerlo. Lo más probable fuera que se pusiese tan rojo como una frutilla. Al final se arriesgó.

—El cadáver tiene un olor raro. No huele como a descomposición.

—Que raro —admitió Matthews—. ¿Puede identificar el olor?

—Sí. Es más, es un aroma que percibo todo el tiempo.

—Sólo dígame a qué huele.

Hermione vaciló antes de responder. Se puso ligeramente colorada.

—Huele a cuero, señor.

El jefe de Hermione no dijo nada por un minuto completo antes de tomar la palabra. No se veía para nada contento con la actitud de su trabajadora estrella.

—¿Está tomándome el pelo, señorita Granger?

—No señor. Para nada.

Matthews se arrodilló frente al cadáver, y un olor putrefacto invadió sus fosas nasales. Definitivamente, no había nada parecido al cuero en el tufo que estaba percibiendo.

—Pues yo siento el mismo olor que con todos los cuerpos muertos. ¿Está segura de estar al cien por ciento? Parece que sufre de alucinaciones.

Hermione se puso de pie repentinamente, encarando a su jefe con una expresión de profunda seriedad. Nadie más que ella se atrevía a desafiar al señor Matthews de esa manera.

—Déjeme ser lo más clara posible con usted —dijo, enfatizando cada sílaba—. He estado trabajando para usted por más de seis años y nunca, jamás, le he fallado en mi cometido. Soy la única funcionaria en su departamento con un cien por ciento de desempeño y usted lo sabe. Las veces que ha desconfiado de mí, siempre ha salido perdiendo. Por favor —añadió Hermione, esta vez en un tono más amable—, no pierda esa confianza que me tiene. Le prometo que hallaré al culpable de esto, no importa quien sea.

Hermione no tenía forma de saber que, días más tarde, se arrepentiría de haber dicho esas últimas palabras.


Nota del Autor: Quiero hacer una pequeña puntualización. Según el canon, los aromas que siente Hermione al aspirar la Amortentia son pasto recién cortado, pergamino nuevo y uno desconocido, porque en el libro no se muestra (y descarto de frentón lo que se menciona en la película). En esta historia hice una pequeña alteración al canon, variando los aromas de Hermione para que calzaran con el argumento de este relato, e incluso podría pasar por un WI. Además, si hubiese pedido un cambio, es poco probable que me hubiesen tocado los aromas canon de Hermione.

Eso es todo.

Un saludo.

Gilrasir.