DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha y Co. no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi. La idea base es de la queridísima pirata Teniente Jaz Mignonette, pero la historia es de autoría propia.

SUMMARY: ¿Qué pasaría si, de la nada, te enteras de pronto que estás casado? El problema mayor no sería ese, sino cómo solucionarlo sin que ella se entere. Después de más de un año sin hablarle y sin siquiera recordar los detalles de cómo pasó, ¿podrá Miroku sobrevivir a tal hazaña?

N/A: Fic en respuesta al reto pedido por Jaz en el Foro "¡Siéntate!". Los invito a pasarse por ahí y animarse a tomar o pedir retos, no se arrepentirán~


"Dejemos atrás los planes que teníamos,
seamos impredecibles." —

Unpredictable; 5 Seconds Of Summer —


One!Shot
"La Apuesta"


— ¡Kohaku, apresúrate o volverás a llegar tarde!

El muchacho asomó su cabeza tras la puerta de su habitación mientras observaba divertido como su hermana daba vueltas de un lado para otro por la sala, arreglando sus cosas para ir a trabajar. Salió del cuarto, tranquilamente caminó hasta la cocina y se sirvió desayuno, sin siquiera considerar hacerle caso a la mayor.

— No me atrasaré, descuida — respondió ante la fulminante mirada que ella le dirigió al verlo tan calmado.

— La locomoción es un asco los días lunes, y con tu excepcional rapidez para caminar, de seguro llegas a tiempo — el sarcasmo en su voz hizo sonreír al menor.

— Hoy me llevará Miroku.

— ¿¡QUÉ!?

El bolso que sostenía cayó ruidosamente al suelo, evidentemente eso la sorprendía. Kohaku, por el contrario, ni siquiera se inmutó con la reacción de la muchacha y, con la misma calma de siempre, dejó su pocillo en el lavaplatos para ir a buscar sus cosas.

— El viernes lo vi a la salida de la escuela, se ofreció a llevarme hoy cuando le dije que tú no podrías porque debías hacer muchos trámites…

— ¿Y qué hacía él en la escuela…? ¿¡Y por qué le cuentas de mí!? ¡Kohaku, te estoy hablando!

El sonido del timbre evitó que ella saliera tras su hermano, aún un poco confundida abrió la puerta y se encontró con un par de ojos azules profundos y una carismática sonrisa blanca.

— ¡Sanguito, tanto tiempo! Te he extrañado, ¿sabes? Toma, te traje flores. ¿Kohaku está listo? — Entró al departamento sin esperar invitación, entregándole un hermoso ramo a ella y mirando detenidamente el interior.

Miroku… — Siseó Sango, estrujando el arreglo floral con fuerza. — ¿Acaso dije que podías pasar? Kohaku no se irá contigo.

— ¡Oh, vamos Sango! ¿Aún estás molesta por eso?

Eso ya es cosa del pasado. Ahora, si no te molesta, Kohaku y yo vamos saliendo…

Kohaku apareció con su mochila al hombro, mirando con curiosidad la escena, un poco confundido ante las palabras de su hermana mayor. Miroku y Sango se voltearon para observarlo, un silencio momentáneo se impuso mientras ninguno de los tres se decidía a decir algo. Al final, el menor hizo un gesto de aburrimiento.

— ¿Entonces, vamos?

— No irás con Miroku. Yo te llevaré hoy a la escuela, como siempre — Sango se cruzó de brazos, frunciendo el gesto de una forma tan particular que hizo sonreír al oji azul.

— Pero hermana, tu automóvil se descompuso el sábado y no alcanzarás a llegar a tiempo a trabajar…

— ¡No se diga más! Yo los llevaré, tengo tiempo de sobra antes de tener que ir a la oficina. ¡Vámonos! — Canturreó animadamente como un guía de excursiones y abrió la puerta, dejando salir a Kohaku y esperando a Sango, quien aún mantenía el gesto fruncido y no se movía de su lugar. Él se acercó con una sonrisa galante y le acarició tiernamente la mejilla. — Me encanta cuando pones esa cara. ¿Sabías que dan ganas de besarte?

— No fastidies, Miroku. Mejor vamos — la castaña se agachó para recoger su bolso que aún seguía en el suelo, notando el vistazo poco disimulado que le lanzó su acompañante a sus atributos posteriores. Se puso de pie rápidamente, fulminándolo con la mirada —. No te pases de listo, sólo acepto esto porque es tarde y no podemos llegar atrasados. Pero si intentas algo…

— Tranquila, no haré nada. Mis mejillas recuerdan perfectamente tus caricias.

Sango rodó los ojos, no comprendía cómo él podía tomarse todo tan a la ligera. Odiaba que jamás se preocupara por nada, para él la vida era tan simple que solía no darle importancia a los problemas. Y por lo mismo, había terminado molesta con él. A pesar de que dijera que lo que había ocurrido entre ellos era cosa del pasado, aún estaba resentida de que Miroku no hubiese tomado las cosas más en serio y perdiera la oportunidad de un excelente negocio por un amorío que ni siquiera duró mucho tiempo.

Suspiró, negando con la cabeza mientras se subía al auto en el asiento del copiloto, no muy contenta de tener que recurrir a su ayuda. Esperaba que eso no fuera algo recurrente en tanto su propio vehículo salía del taller mecánico. Probablemente no fuese así, dado que su hermano le tenía un cariño especial al oji azul y él nunca desaprovechaba la oportunidad de ayudarle y de paso, fastidiarla a ella.

— Quizá mañana podrías pasar también por nosotros. El vehículo de mi hermana estará por lo menos una semana en el taller.

Como acto reflejo, Sango se dio vuelta para mirar con recelo a Kohaku ante semejante idea.

— ¡Claro que no, Kohaku! Miroku debe tener miles de cosas por hacer antes que hacerlas de chofer…

— Oh, no te preocupes. Mi horario es muy flexible y estaré encantado de hacerlas de chofer para ustedes — el moreno soltó una risita, sus dientes blancos parecieron destellar por un instante —. No habrá problemas.

— Habla por ti — farfulló la castaña, cruzándose de brazos —. No quiero incomodarte, así que ¿puedes, por favor, no prestarle atención a mi hermanito?

Miroku sólo negó con la cabeza, luego detuvo su automóvil fuera de la escuela, se despidió rápidamente de Kohaku y arrancó el motor otra vez, sin quitar la sonrisa burlona de su rostro. Aceleró a fondo, provocando que su compañera de viaje se aferrara al asiento y su corazón latiera tan rápido como el kilometraje marcado por su vehículo; frenó de golpe fuera del edificio donde trabajaba Sango y puso el seguro automático en las puertas antes de que ella pudiese salir.

— No creo que sea tan mala idea que pase por ustedes mientras el mecánico soluciona el problema con tu automóvil — dijo, mirándola de frente —. Así puedo compensarte un poco y tratamos de hacer las paces.

— No me interesa hacer las paces contigo. Déjame bajar o juro que te arrepentirás.

— Vamos Sango, estamos juntos en todo desde la secundaria. Te extraño.

— Lo hubieses pensado mejor antes de enredarte con esa tipeja. Era la mejor oportunidad que se había presentado en mi carrera y la arruinaste, ¿por qué? Porque siempre piensas sólo en ti. Si de verdad quieres recuperar nuestra amistad, vas a tener que hacer méritos. Ahora, lo repito: déjame bajar o te arrepentirás.

— Está bien — Miroku quitó el seguro de las puertas, Sango se bajó rápidamente y comenzó a caminar sin decir nada más. Antes de que entrara en el edificio, logró escuchar la última frase del moreno —. ¡Mañana a las 7 y 30!

Y luego el motor arrancando a toda velocidad. Apretó los dientes, sabía que no tenía caso pelear con él y – aunque le costara admitirlo – ella también lo extrañaba.


Aparcó en su lugar reservado, ingresó al complejo de departamentos donde se encontraba su oficina, guiñándole coquetamente el ojo a la recepcionista y subiendo por el ascensor hasta el piso en el que se encontraba su lugar de trabajo.

— Hola InuYasha, Kagome. ¿Qué tal? — Saludó descuidadamente, sentándose en su escritorio. — ¿Y esas caras?

— No tenemos buenas noticias para ti — dijo InuYasha, mirándose de reojo con su compañera —. Pero veo que estás muy alegre hoy, Miroku.

— Hace tiempo que no llegabas así de animado. ¿Pasó algo?

— No, nada. ¿Qué ocurre conmigo?

Kagome le extendió un sobre rasgado en uno de sus bordes, un poco dubitativa, soltando un suspiro. Miroku sacó los papeles del interior y leyó el contenido, a cada palabra su rostro iba cambiando la expresión por una de desconcierto. Al final, terminó de leer con la boca abierta y un tanto pálido.

— ¿Qué…? ¡¿Cómo que estoy casado?! ¡Yo jamás…! Esto es una treta, estoy seguro. Iré de inmediato a la oficina del Registro Civil a arreglarlo.

Salió de su oficina, se subió a su automóvil y condujo tan rápido como lo permitía la ley hasta el edificio donde se encontraba la oficina que buscaba. Sacó número y esperó su turno, fastidiado. Cuando por fin lo atendieron, hasta olvidó su galantería con la joven que le preguntó en que podía ayudarlo. Le dio sus datos y esperó a que ella le dijera que era todo un error, pero no fue así.

— Lo siento, pero tenemos un acta de matrimonio con fecha 14 de agosto de 2010 y su nombre y firma aparecen en ella.

— ¿Segura que es mi firma? Yo no recuerdo haberme casado, debe haber algún error…

La muchacha le extendió la fotocopia de un acta en donde figuraba su nombre y su firma, ambos escritos de su propio puño. Miró el papel incrédulo, luego dirigió su vista hacia el otro nombre en la hoja y palideció. Reconocería esa caligrafía en cualquier parte aunque estuviese así de irregular, pero no podía ser cierto. Ella jamás hubiera firmado ese papel. Suspiró resignado, entregándole la hoja de vuelta a la joven.

— Pero no puede ser. ¿Hay alguna forma de anular esto? Yo no… no puedo estar casado.

— Lo lamento señor, pero el documento que tenemos es legal y está visado como corresponde. Sin embargo, es probable que no lo recuerde dado que es un Acta de Las Vegas... ¿Conoce a la persona en cuestión?

— Yo… claro, pero no hablamos hace más de un año. Y francamente, estoy seguro que ella tampoco está al tanto de la situación. ¿Podemos hacer algo al respecto? — Miroku se mostró un poco ansioso, le aterraba que ella pudiese enterarse.

— No puedo brindarle esa información en estos momentos. Ambos deben acudir a la oficina para ver qué pasos se pueden dar. Si alguno de los dos no está de acuerdo, debiesen proceder entonces con una demanda de divorcio…

— ¿Demanda? Oh, genial, ahora me querrá matar con mayor razón…

La muchacha lo miró confundida y con algo de temor ante sus palabras, él le indicó con un gesto que no tenía importancia, le dio las gracias y se retiró del lugar para dirigirse hasta la casa de su mentor, rogando que él pudiese ayudarlo.

El anciano lo recibió con cariño pero se preocupó de inmediato al verlo tan serio. Lo invitó a sentarse en su sala y esperó a que le explicara la razón de tan inesperada visita.

— Oh, Mushin, tengo un grave problema.

— ¿Qué ocurre, muchacho? Tiempo que no te veía tan preocupado — preguntó el hombre, entregándole una taza de té.

— No me lo creerás. Estoy casado.

Mushin casi escupe el té que acababa de beber, levantó ambas cejas y lo miró sorprendido, esperando que le dijera que era una broma, pero como eso no pasó tuvo que decidirse a indagar en el asunto.

— ¿Cómo que "casado"? No entiendo, tú amas tu libertad más que tu vida.

— Sí, casado… Postulé a un proyecto y para darme el cargo, realizaron una investigación, en donde aparece mi estado civil. Como nunca mencioné que tenía una esposa, me calificaron como de alguien "poco confiable" y me lo negaron — explicó brevemente Miroku, cerrando los ojos —. Lo peor es que ni siquiera recuerdo cómo pasó.

— Es extraño que no lo recuerdes, ya que un matrimonio es una ceremonia bastante seria — Mushin seguía mirando fijo al muchacho.

— Es que no fue una cosa "seria". El acta es de Estados Unidos… específicamente, de Las Vegas.

— Ya veo. Entonces, ¿quién es la honorable señora Tsujitani? — Preguntó interesado el anciano, volviendo a beber un poco de té.

— Sango.

De nuevo casi escupe el té que tenía en la boca, se limpió con el dorso de la manga y le dirigió una mirada socarrona.

— No entiendo cuál es el problema en ese caso, hijo. Adoras a esa muchacha y estoy seguro que no te molestaría realmente compartir una vida con ella… Claro, si sobrevives a contárselo.

— No es gracioso. Por favor, ayúdame a anular esto antes de que ella se entere — Miroku lo miró con cara de cachorro, dándole a entender que necesitaba su ayuda.

Con un suspiro, Mushin asintió y se puso de pie pesadamente, se dirigió a una mesa y sacó de un cajón una libreta, buscó en su interior un número y luego marcó desde su móvil; tras unos segundos de espera, tuvo respuesta del otro lado.

— ¡Tanto tiempo, muchacho! Sí, mi salud ha estado bien, gracias al cielo, ¿y tú? Ya veo, los tiempos son difíciles, pero pronto la vida te sonreirá. Exacto, ¡así se habla! Eh… sí, lo lamento, quería pedirte un favor. Claro, siempre que puedas… un matrimonio. No, deseo anularlo. Tranquilo, es de Las Vegas. Así es, supongo que no es algo tan complicado… ¿la fecha…? — Mushin miró interrogante a Miroku, quien le indicó la fecha del acta. — 14 de agosto de 2010… ¿Oh, en serio? Pero… ¿no hay forma, entonces? Ya veo. No, no te preocupes, ha sido un gusto saber de ti. Iré pronto a visitarte, cuídate y dale mis saludos a tu mujer. Adiós — cortó la comunicación y le negó con un gesto a su acompañante, luego buscó otro número y volvió a intentarlo. Tras unos 10 intentos fallidos, dejó el móvil y la libreta a un lado y se sentó junto al oji azulado —. Nadie puede hacer nada, por lo menos no quienes yo conozco. Dicen que tras 6 años de matrimonio, no se puede anular tan fácilmente. Tendrían que ir ambos al estado en el que se firmó el documento y hacer el trámite…

— ¿No hay otra opción? — Miroku estaba nervioso, eso no era algo que figuraba en sus planes. — Necesito solucionar esto rápido…

— ¿Cuál es el apuro? No se hablan hace años, dudo que ella vaya a saberlo pronto. ¿O me equivoco?

La cara de nerviosismo y desesperación le dijo más de lo que podría haber explicado en palabras; el anciano soltó una carcajada y le palmoteó con fuerza la espalda a su protegido, aparentemente eso le causaba mucha gracia.

— No te rías, de verdad esto es delicado…

— Sí, seguro. ¿Hace cuánto que volviste a hablarle?

— Esta mañana, ofrecí llevar a Kohaku a la escuela y aproveche de llevarla a ella también…

— Pero fue algo circunstancial, de aquí a que vuelvan a verse…

— Mañana los volveré a llevar… en fin, debo ver cómo solucionar esto antes de que se salga de mis manos. Espero poder salir con vida… Gracias, Mushin.

— Cuando gustes, hijo. Te deseo suerte.

Se despidieron con un abrazo, Miroku decidió irse a su oficina y ver si se le ocurría alguna solución que no involucrara tener que contarle a la castaña sobre la situación. InuYasha y Kagome no fueron de mucha ayuda, ambos sólo lograron que él imaginara los posibles escenarios en los que Sango se enteraba y terminaba en un desastre para su persona. En la mejor de las situaciones, ella decidía acompañarlo a anular el matrimonio pero no volvía a hablarle en su vida; en el peor, decidía matarlo para así quedarse viuda y no tener que pasar por el engorroso trámite. En medio existían las opciones de que ella no le creyera o que simplemente decidiera no ayudarlo, manteniendo el matrimonio como castigo por ser tan descuidado.

Abatido, se dirigió a su casa sin dejar de pensar en el asunto. ¿Cómo había llegado a pasar algo así? Tanto tiempo y recién ahora lo sabía. Ni siquiera recordaba la situación que lo llevó a casarse. Tenía recuerdos vagos de ese viaje, la mayor parte del tiempo Sango se había mostrado indiferente con él y hasta un poco molesta por su comportamiento libertino – algo que ella conocía desde la secundaria, pero siempre parecía incomodarla – y la única noche que compartieron más tiempo juntos, era la que menos recordaba: varios pares de copas de más, muchas risas y… ¿una apuesta? Se enderezó en el sofá de un cuerpo en el que se había lanzado a descansar y trató de recordar los detalles, pero su mente no quiso ayudarlo. Tras intentar recordarlo por sí mismo un rato, se dio por vencido y decidió recurrir a su fiel compañero. Marcó el número en su móvil y le pidió que fuera a verlo. En menos de 15 minutos, Hachi estaba tocando el timbre y en otros 10 minutos, Miroku ya le había contado su desgracia.

— ¿Y está seguro que ella no lo sabe? — Le extrañó que Hachi no se sorprendiera con la noticia, pero eso le confirmó que recordaba más de esa noche que él mismo.

— Ya habría hecho algo si lo supiera. Dudo que quisiera mantener el matrimonio, menos ahora que ese tal Takeda anda rondando… — No pudo evitar hacer un gesto de asco, ese tipo le caía mal.

— No creo que a ella realmente le interese… Aunque es su tipo: correcto, profesional, atractivo, y por sobre todo, desde que se fijó en ella, no ha tenido ojos para nadie más, pero…

— Sí, sí, es el señor perfección… No te llamé para que me sacaras en cara las diferencias, Hachi, sino para que me ayudaras.

— Yo no… espere, ¿está celoso de Takeda?

Miroku frunció el ceño, él no estaba celoso de ese tipo políticamente correcto, sólo no le simpatizaba, Sango se merecía a alguien mejor, mucho mejor. Sacudió la cabeza, espantando la idea y le golpeó la frente a su amigo, un poco molesto.

— ¡No estoy celoso! Ahora, ayúdame con esto del matrimonio. Tú lo recuerdas, ¿cierto?

— Auch… — Hachi se acarició el lugar del golpe antes de responder. — Sí, por supuesto. Ese día usted andaba de galán con cuanta dama se le atravesara y la señorita Sango parecía más irritada de lo habitual, así que como todo un caballero, le preguntó si su comportamiento le molestaba. Recuerdo perfectamente sus palabras: "Claro que no me molesta, puedes hacer lo que quieras con tu vida, pero apuesto que no eres capaz de pasar toda la noche con una sola chica". Usted se indignó, le dijo que cómo podía pensar eso y aceptó la apuesta, quedándose con ella el resto de la velada. Hubo varios tragos en medio y usted ganó. ¿Y adivine cuál fue el pago?

El rostro del moreno palideció mientras su expresión cambiaba a asombro y confusión mezclados. De pronto un recuerdo difuso se hizo presente, algo que antes no aparecía salió de entre las telarañas de su mente tras escuchar la historia de su amigo.

"Está bien, ganaste. Estoy sorprendida, aunque claro, como no era mantener un compromiso serio…"

Y ahí, al escuchar esas palabras, a él se le ocurrió la fantástica idea de demostrarle que no le tenía miedo al compromiso. "Casémonos. Ese es el pago de la apuesta." A regañadientes, Sango aceptó, y como ambos estaban algo ebrios, ninguno pensó demasiado en la situación. Fueron a la primera capilla que ofrecía bodas exprés y firmaron el papel, con Hachi como único testigo. Volvieron al hotel y todo se volvía difuso otra vez. Sabía que habían seguido bebiendo, un beso apareció entre tanta confusión y luego, no había más recuerdos, su mente se iba a negro otra vez.

Apoyó su cabeza entre sus manos, ahora su problema se complicaba más porque había sido idea suya. Se sirvió un vaso de whiskey y se lo tomó al seco, miró a su compañero y negó bruscamente.

— Soy hombre muerto, Hachi… ¿Cómo puedo anular el matrimonio sin que ella se entere?

— ¿Ya le preguntó al anciano Mushin? — La pregunta fue respondida por un gesto de dolorosa afirmación, él se rascó la nuca, pensativo por un momento. — Quizá si habla en el Registro Civil…

— Ya fui, no hay forma…

— En ese caso, lo único que le queda es decírselo a ella. Después de tantos años, es difícil poder hacer algo.

— Ay no… soy muy joven y atractivo para morir…

Hachi le palmeó cariñosamente la espalda y lo acompañó el resto de la noche, procurando que no bebiera más de la cuenta – aunque con tal situación, iba a ser difícil.


Miró la hora, nerviosa. Miroku solía llegar antes de lo que decía, como mucho justo a tiempo, pero nunca atrasado.

07:35 a. m.

Golpeó ansiosa el suelo con sus pies, mientras Kohaku jugaba en su móvil sentado en el sofá de la sala, sin prestar mucha atención a la hora.

— ¿¡Por qué confié de nuevo en él!? Mejor hubiese asumido que no vendría y no estaríamos atrasados… — El sonido del claxon fuera de su casa interrumpió su reclamo, Kohaku se levantó de su puesto y salió rápidamente, seguido de su hermana.

Ambos abordaron el vehículo, Sango miró interrogante al chofer, que iba con gafas oscuras y le hizo un gesto de disculpa antes de responder a su mirada.

— Lo siento, me quedé dormido.

No dio más explicaciones, ni ella las exigió, por lo menos no hasta que Kohaku se bajó en la puerta de la escuela. Antes de que Miroku volviera a arrancar el motor, ella detuvo su mano, provocando que él la mirara confundido.

— ¿Qué te pasó? No me digas que sólo te quedaste dormido, porque sé que no es eso. Te conozco y no vas a engañarme. Apuesto a que estuviste bebiendo anoche — Sango le quitó las gafas, observando con severidad las ojeras en su rostro.

— No digas esa palabra… No quiero saber nada de eso.

— ¿Cuál palabra? — Ella parecía desconcertada, no entendía cuál era el problema. — ¿Qué está ocurriendo?

— Nada, nada… Olvídalo, mejor te llevo al trabajo…

— No. No volverás a encender el motor hasta que me expliques qué te pasa.

Miroku la miró fijamente un par de segundos, luego soltó un suspiro y algo que pareció un puchero, pero al final cedió ante el semblante serio e intransigente de su acompañante. Después de todo, sólo había sacado una conclusión de todo eso la noche anterior.

— Está bien, pero antes quiero que me prometas… no, que me jures, que saldré ileso.

— ¿Eh? ¿Por qué…? — La confusión de Sango pronto se volvió molestia. — ¿Qué fue lo que hiciste ahora?

Hicimos… — Corrigió Miroku, soltando un pesado suspiro. — Hace 6 años, en Las Vegas. ¿Recuerdas algo?

— ¿Algo aparte de tus coqueteos imparables y noches libertinas?

— Una apuesta, querida Sango. Entre los dos. Apuesta que terminó en… un matrimonio.

La cara de Sango se desfiguró en un remolino de emociones, entre sorpresa, incredulidad, confusión hasta que llegó a la revelación, recordando el momento. Palideció, llevándose las manos al rostro, negando con brusquedad, sin decir nada. Se había quedado sin palabras. Miroku esperó, sabía que ella jamás hubiese pensado en algo así.

— No puede ser… es decir, sí, ahora que lo dices… pero fue hace tanto tiempo, ¿cómo lo supiste?

— No tiene importancia, ahora tenemos que hacer algo al respecto, ¿no crees?

Sin salir de su confusión, Sango asintió y le indicó que fuesen de inmediato a la oficina de Registro Civil. Al llegar, los atendió la misma joven del día anterior; esta vez, Miroku se mostró más galante, rogando que eso pudiese contribuir a solucionar el problema. Para su mala suerte, no fue de mucha ayuda, ya que el novio de la chica trabajaba en el módulo contiguo y lo encaró al verlo tan coqueto con ella; por si fuera poco, Sango también se fastidió por su actitud y no lo socorrió en su discusión a pesar de sus súplicas. Luego del escándalo montado por el novio celoso, al fin la chica pudo responder su consulta.

— Señores, lamento decirles que dada la naturaleza de su matrimonio y el tiempo transcurrido, la anulación no puede hacerse aquí.

— ¿Cómo que no? ¡Pero si hemos venido los dos! — Exclamó Sango, casi en un grito. — ¡No quiero estar casada con este Don Juan!

— Pues tendrá que ir hasta el estado en el que se firmó el acta y anularla en la oficina de Registro Civil correspondiente…

— ¡¿Que qué?! — Ambos casi le gritan a la pobre muchacha, quien los miraba tras el escritorio un tanto insegura.

— Lo que escucharon… ahora, si no hay nada más en lo que pueda ayudarles, hay otras personas esperando su turno — cortó educadamente la chica, tratando de terminar pronto. Con todo el escándalo, estaba por llamar a seguridad para que los sacaran de ahí antes de que fueran protagonistas de otra escena.

No fue necesario involucrar a terceros, ambos abandonaron el recinto enfurruñados, eso sólo podía terminar de una forma y a uno de ellos nunca le parecería una buena idea hacerlo.

De vuelta en el automóvil, Miroku hizo la pregunta que tanto temía, porque sabía que si las miradas asesinaran, la que ella le lanzaría en respuesta lo mandaría al otro mundo en menos de un segundo.

— Entonces… ¿cuándo vamos a Las Vegas?

Tal como esperaba, la mirada castaña lo fulminó en un instante antes de volver a dirigirle la palabra.

— ¿De verdad tenemos que ir los dos?

— Escuchaste lo que dijo la chica del Registro Civil…

— De acuerdo… Que sea lo antes posible, no tengo muchas ganas de estar casada contigo…

— ¡Oye! ¿Sabes cuántas mujeres querrían estar en tu lugar ahora? No soy un mal partido…

— Creo que ninguna te conoce como yo, no te hagas tantas ilusiones. ¿Podemos intentar salir de esto pronto? — La irritación de Sango le dolió, pero prefirió no seguir discutiendo y le dio la razón a ella.

— Tus deseos son órdenes — Miroku sacó su móvil y buscó los vuelos próximos disponibles, reservó los pasajes y le mostró la pantalla a su compañera antes de concretar la operación. Con su aprobación, los pasajes estaban comprados —. Listo, en dos días partiremos a Las Vegas.

— Bien. Ahora, tengo que ir a trabajar. A Kuranosuke no le gustará mucho que me haya atrasado tanto.

El moreno entornó los ojos al escuchar el nombre, pero no hizo comentario alguno, no quería hacer enfadar más a Sango, menos ahora que pasaría un par de días a solas con ella en otro país. Debía mantener el ambiente tranquilo si quería hacer las paces definitivamente con ella.


"Un par de días después…"

Acababan de dejar sus cosas en el hotel y ahora se disponían a comer en un tranquilo restorán al paso, no muy lejos de la oficina del Registro Civil. Sango no estaba muy feliz con el viaje, así que no le había dirigido palabra a Miroku en todo el trayecto y en esos momentos, tenía fija su atención en la carta, a pesar de que ya había pedido su orden.

— ¿No vas a hablarme en todo el fin de semana? — No obtuvo respuesta, negó con la cabeza pero siguió hablándole. — ¿Sabes que eres muy infantil? No es sólo mi culpa que estemos en esta situación, tú también firmaste ese papel, ¿lo recuerdas?

— No fastidies, ¿quieres? Suficiente aguanto con tener que dormir en la misma habitación que tú.

— ¡Tú hiciste las reservaciones del hotel, de eso no me culpes! Además, como si nunca antes hubiésemos dormido juntos…

— ¿Puedes callarte o es mucho pedir? Tu voz me molesta.

— Eres tan cariñosa cuando quieres, Sanguito.

Gracias.

Llegó su orden, ambos comieron en silencio y con rapidez ya que deseaban poder llegar al Registro Civil antes de que cerrara. Una vez terminaron de comer, se apresuraron a ir a su destino principal; para su suerte aún estaban atendiendo, así que sacaron su número y esperaron su turno con paciencia. Cuando por fin los llamaron, Miroku se estaba quedando dormido y Sango a punto de lanzarlo por la ventana por el hastío de que él se apoyara a cada rato en su hombro.

— Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles?

— Buenas tardes, nosotros… ah… venimos a anular un matrimonio — las mejillas de Sango enrojecieron al decir el propósito de su visita, pero la muchacha que los atendió ni siquiera se inmutó por ello.

— Bien, necesito el acta, para saber la fecha y además, ambos cónyuges deben estar presentes.

Miroku le extendió la fotocopia del documento solicitado, la chica revisó los datos, los ingresó en su computadora y comenzó a leer una nota que saltó en su pantalla, tardando lo suficiente como para irritar más a Sango. Tras unos minutos, ella le devolvió el acta al moreno.

— De acuerdo, acabo de tomarles una hora para el lunes a las 09:00 con el Juez, deben traer sus identificaciones y allí se realizará el juicio para el divorcio…

— ¿El lunes? ¿Juicio? Disculpe, pero este matrimonio fue sólo un juego, nosotros jamás hemos tenido vida de pareja…

— A pesar de eso — la empleada del Registro Civil interrumpió a Sango —, han pasado 6 años. Ustedes comprenderán que es mucho tiempo y, aunque afirmen que jamás se consumó el matrimonio, es difícil poder probarlo. Por eso, deben hacerlo en un juicio. Lamento no poder hacer nada más por ustedes — terminó disculpándose, aunque con una coqueta sonrisa hacia Miroku.

— P-Pero no puede ser…

— Muchas gracias, preciosa. Sango, volvamos al hotel. Ya no hay nada por hacer aquí.

Tomó por el brazo a su "esposa", llevándosela hasta la salida. Se dirigieron en silencio hasta su habitación en el hotel, donde Sango se lanzó en su cama y escondió el rostro en la almohada, un poco frustrada. Miroku la miraba sentado en un sofá doble, disfrutando en secreto poder pasar más días con ella.

— Oye, no te molestes tanto. Por lo menos ya tenemos una hora para poder solucionar esto.

— ¿Que no me moleste tanto? ¿Realmente sabes el peso de lo que está pasando? — Le espetó ella, con su mirada asesina que él tan bien conocía.

— Oh, vamos… estuvimos 6 años sin saberlo, ¿ahora se vuelve algo serio?

— ¡Siempre debió serlo! ¿Acaso no entiendes lo que significa estar casado con alguien?

— ¡Claro que lo entiendo! ¿¡Por qué crees que no quería que lo supieras!? ¡Me reclamarías la falta de seriedad! ¡Y justo ahora que quiero recuperar nuestra relación, maldita sea!

Sango enmudeció, era difícil y raro que Miroku maldijera, pero ahí estaba: maldiciendo por la situación en la que se encontraban, molesto porque eso podía afectar su intento de "reconciliación". Se quedó observándolo un instante, luego suavizó un poco el gesto, negando con la cabeza.

— Supongo que no podemos hacer nada al respecto más que esperar.

Él suspiró un tanto aliviado, luego se sentó en la cama junto a ella, mirándola con cariño y esa sonrisa fanfarrona que tanto odiaba/amaba la castaña. Tras unos segundos, decidió romper el silencio, esa era su especialidad.

— Además, no puedes quejarte. Por algo dijiste que sí hace 6 años…

— Quizá tenía esperanzas de que algún día cambiarías… o puede que no te haya conocido tanto.

— Yo creo que más bien estabas celosa — él le dedicó esa sonrisa pícara y segura que siempre lograba sonrojarla.

— Idiota — le respondió, aunque esta vez no fue la excepción y sus mejillas ya habían adquirido el tono rosa.

— Contigo, siempre.

— ¿Ves que no puedes tomarte nada en serio? Eres un caso perdido — ella volvió a negar con la cabeza, luego se quedó viéndolo fijo y sonrió con malicia, algo que le extrañó a su compañero.

— ¿Y ahora qué, a que se debe esa sonrisa?

— ¿Acaso no puedo sonreír o eres el único con ese derecho?

— Claro que no pero… conozco esa sonrisa, algo estás pensando…

— Bueno, sólo que… fuiste tú el que propuso la maravillosa idea de casarnos. Supongo que no fue sólo por la apuesta. ¿Por qué lo hiciste?

— Yo… — Hizo una pausa, tratando de recordar la razón por la que realmente le había hecho esa petición. — No lo recuerdo. Estaba ebrio, no pensaba con claridad… por algo no lo sabía.

Sango le dirigió una mirada de decepción un tanto disimulada y volvió a abrazar su almohada, dándole la espalda al oji azul. Su declaración le quitó las ganas de seguir conversando. Y, para su desgracia, tendría que esperar todo el fin de semana para poder zanjar ese asunto y alejarse de él. Le costaba admitirlo, pero él definitivamente nunca cambiaría y eso iba a terminar dañándola más.

Miroku soltó un suspiro y se devolvió al sofá, pensando que era mejor dejar eso en el pasado. Después de todo, Sango era sólo su mejor amiga, a quien le gustaba molestar con su comportamiento, pero nada más que eso, ¿no?


"El lunes por la mañana…"

Miraba la hora, ansioso. El fin de semana había sido largo y tedioso para él, principalmente porque se la había pasado preocupado por Sango. Aunque intentó no prestarle atención a la ausencia de la castaña, ni siquiera coquetear normalmente pudo, sin saber dónde se encontraba ella era difícil. Recordó la conversación que habían tenido y la razón por la que aparentemente se había molestado con él. ¿Por qué había propuesto casarse? De verdad no recordaba la verdadera intención tras su propuesta, pero si lo pensaba bien, ahora que había pensado mejor las cosas, no le parecía una idea tan descabellada como el día que se había enterado.

Suspiró, viendo de nuevo la hora. Sango representaba muchas cosas en su vida, a pesar de que el último año y medio se habían hablado muy poco – todo por su culpa, lo tenía clarísimo –, la verdad era que la extrañaba y que su mundo tomaba otro color cuando ella estaba presente. Le encantaba verla celosa, admiraba con fascinación las distintas facetas que lograba provocarle y aborrecía la idea de que fuese a estar con alguien más. Se moría por dentro cuando sabía de sus pretendientes, más ahora con ese tal Kuranosuke Takeda que le llevaba bastante ventaja. Pero ¿ventaja en qué? Jamás se había planteado ningún tipo de relación con la castaña además de su larga amistad, pero la pregunta de su amiga gatilló algo distinto, una especie de culpa que no lo había dejado tranquilo. No había quedado conforme con la respuesta que dio, era vaga y sinceramente, no reflejaba sus sentimientos. Aunque tampoco podía decirle la verdad, Sango nunca la aceptaría, nunca lo aceptaría a él. ¿Pero qué verdad?

Negó con un gesto, mirando de nuevo el reloj, las 08:55. ¿Dónde se habría metido? Dudaba que quisiera llegar tarde, ella estaba incluso más interesada que él en terminar con eso de una vez por todas.

De pronto la vio entrar, unas gafas oscuras cubrían sus ojos pero de igual forma, se veía hermosa. Se puso de pie para saludarla, pero ella le indicó con un gesto que mejor esperara en su sitio.

— Disculpa si esperaste más de la cuenta, pero creo que llegué a tiempo.

Miroku asintió, aunque no tuvo tiempo de responderle nada ya que los llamaron para su reunión con el Juez. Esperaba poder salir bien de eso, pues le dolía la indiferencia de Sango.


Salieron del juicio, ya sin compromisos entre ellos – por lo menos no formales – y más aliviados. Sin embargo, él no podía sentirse tranquilo, Sango no le prestó mayor atención y apenas si le había dirigido la palabra un par de veces, sólo cuando había sido necesario, aunque fue suficiente para darse cuenta que había estado llorando y por eso usaba las gafas oscuras. Eso no le gustaba para nada, así que en cuanto llegaron al hotel decidió quitarse esa sensación de encima.

— ¿Seguirás sin hablarme?

— Ya no tenemos nada que hablar.

Miroku enarcó una ceja, ella estaba jugando, sabía que a él le dolía su indiferencia. Lo sabía porque ella lo conocía mejor que nadie y por eso no le parecía justo que fuese así con él. Además, estaba seguro que a ella también le afectaba estar así.

— ¿Me estás castigando? ¿Por qué haces esto? Quiero remendar las cosas.

— No lo hago por nada en especial. Eres tú él que se toma todo a la ligera. Esto no es nada personal.

— Yo creo que sí.

La acorraló contra la pared, lo bastante cerca como para sentir su aroma, mirándola a los ojos con esa seductora mirada y dedicándole una galante sonrisa, expresiones que lograban sonrojarla, siempre. Ella frunció el gesto en la mueca que a él le provocaba besarla, siempre.

— Aléjate de mí, Miroku. No estoy de humor para tus juegos.

— Lo haré, pero quiero que sepas algo — acentuó su sonrisa, sabiendo que la ponía nerviosa —. Quizá no recuerdo porqué te propuse matrimonio aquel día, pero sí sé por qué te besé.

No le dio tiempo a responder, aprisionó sus labios con los suyos, robándole un beso y las palabras en el acto. A pesar de la sorpresa, para Sango fue imposible no corresponder, ella también quería probar esos labios otra vez. Aunque lo negara, Miroku era más que un amigo para ella y sería ilusa si quería seguir engañándose.

Cuando se separaron, ella lo miró directo a los ojos con recelo, lo conocía demasiado bien.

— No creas que esto cambia algo, no caeré en tus juegos. Sigues siendo un idiota y seguirás sin tomarte nada en serio.

Miroku le sonrió con picardía, apoyando su frente en la de ella y sin apartar la mirada de la suya.

— ¿Quieres apostar?


¡De acuerdo! Espero haber cumplido el reto. No sé si quedó de humor (que era la idea principal), no soy muy buena en el género, pero no pude resistirme a la idea. Es cómico imaginarme a los dos en la situación. De hecho, había empezado a escribir como si fuese Sango la que se enteraba del matrimonio, pero luego mi mente dio un vuelco y he aquí el resultado.

Lo edité, ya que sentía que algunas partes habían quedado un poco vacías, pero la idea sigue siendo la misma. No son más que un par de líneas en algunas escenas, pero por lo menos a mí me dejan más conforme. Espero que a ustedes también.

Quiero agradecer a la hermosa tripulación del barco por alentar siempre a mi imaginación, pero en especial a mi querida, adorada y siempre apañadora Nuez. Espero que te guste, ya sabes que los comentarios son bien recibidos.

Jaaaaaz, preciosa, no sé cuánto te tardes en pasar por aquí, pero quiero decirte que es con mucho cariño, gracias por compartir la loca idea y siempre estar alentando nuestras imaginaciones. Quizá no es tan de humor - probablemente nada -, de todas formas es lo que nació. Espero que te guste :)

* A favor de la campaña con voz y voto: porque dar follow y agregar a favoritos sin dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.*

¡Saludos cariñosos!

Yumi~