Esta historia toma lugar después del capítulo 9 del libro 3. Por favor sean muy buenos y dejen Review :3 enserio me gustaría muchísimo saber qué opinan!

Zuko no le había mentido a Mai al decirle que todo había salido prácticamente a la perfección en la Reunión de Guerra, pero tampoco lo había hecho cuando mencionó que lo único fuera de lugar había sido él, que quien había tomado asiento a la derecha de Ozai no había sido el Zuko verdadero.

Después de pasar un buen rato con esto en mente, el joven príncipe se dio cuenta del por qué. No era sencillo para él aceptarlo y probablemente si alguien más se lo hubiese dicho se habría puesto furioso, pero en realidad la respuesta a su inquietud era muy simple: se había sentido fuera de lugar porque aquél no era y nunca había sido su lugar, su puesto. Él no estaba destinado a sentarse a la derecha de su padre completamente en silencio y asintiendo ciegamente a todo lo que el hombre y su milicia proponían. Quizás su antiguo yo hubiera podido ser entrenado para ello si hubiese tenido la oportunidad pero, afortunadamente para él, no fue así.

Respecto a su verdadero destino… bueno, aun no tenía claro cómo lo haría, pero su tío lo había ayudado a darse cuenta de que su futuro tenía que ver con el Avatar, con ayudarlo a acabar aquella guerra.

Esa era precisamente la razón por la cual el muchacho se encontraba ahora aterrizando un Globo de Guerra robado afuera de la prisión, justo al lado de la celda de su tío Iroh. No es que no quisiera decirle a su padre unas cuantas cosas a la cara, pero eso lo podría hacer una vez que se asegurara de que su tío estaría a salvo.

Estaba tan concentrado en su misión que ni siquiera se había dado cuenta de la sombra que lo seguía a distancia. Bueno, a distancia era más bien un decir, pues a este punto la misteriosa figura estaba a punto de salir a la luz y detener a ese estúpido mocoso. ¿Pero qué se había creído Zuko? ¿Enserio había pensado que sería capaz de escabullirse fuera del palacio a mitad de la noche cuando se avecinaba un día tan importante como la llegada del Eclipse? Bueno, si era así, el chico realmente no había aprendido nada. Quizás esperaría un poco más, vería qué tan lejos podían llegar aquellos dos antes de que sus propias tonterías los hiciesen caer.

Lo siguió con sigilo y astucia, como un guerrero experto acechando a su presa. No poseía el título de Señor del Fuego sólo porque supiera lanzar flamas, sino porque también era uno de los guerreros mejores entrenados de su nación.

Desde su posición, pudo ver que el chico hablaba, casi suplicando, a los barrotes sin recibir respuesta alguna. Ozai podría haber jurado que vió a Zuko derramar unas cuantas lágrimas. No obstante, después de un rato bastante largo su hermano mayor se acercó a la ventana de la celda. La fría expresión del prisionero se convirtió gradualmente en una cálida sonrisa, como si de la boca del muchacho por fin hubiesen salido palabras que llevaba tiempo queriendo escuchar. A continuación, Iroh le dirigió tranquilamente unas palabras al joven, las cuales parecieron alterarlo bastante.

-¡Pero tío, tengo que sacarte de aquí antes de enfrentarlo!- alegó el Príncipe, refiriéndose a la confrontación que tenía pendiente con su padre- ¡Hasta robé un Globo de Guerra!-

Sin perder la calma ni por un segundo, Iroh siguió hablando con el joven hasta que éste asintió una vez, le sonrió al hombre, subió al dirigible y se alejó en dirección al castillo.

Lo único que el gobernante pudo escuchar claramente fue cuando su hermano mayor le dijo al joven "Estoy muy orgulloso de ti".

El Señor del Fuego no pudo evitar poner una mueca de disgusto. ¿Cuándo entenderían esos dos que Ozai era el padre de Zuko y no Iroh?

Bueno, al menos alguien había hecho que el mocoso recuperara el juicio. Quizás no era tan inútil después de todo, pensaba Ozai, aunque claramente jamás lo admitiría en voz alta.

El Señor del Fuego decidió dejar pasar por alto aquél desliz de su hijo, pensando que el muchacho por fin entraría en razón y aceptaría su lugar en la Familia Real de la Nación del Fuego.

No fue hasta el día siguiente que se dio cuenta de lo equivocado que estaba.