Los personajes de Mizuki e Irigashi no me pertenecen.

Esta historia ha sido escrita y publicada sin fin de Lucro

Guerra Florida 2016

'Horóscopos para veintiún días'

Por Candy Fann

Capítulo 1

Día uno: Lo que se puede esperar cuando no esperas nada...

Cáncer: Es importante que dejes de mirar atrás, no te lamentes por lo que no pudo ser y concentra tus energías en lo que tienes, algunas veces caes muy fácilmente en provocaciones y debido a eso cometes errores muy tontos al punto de lastimar a personas que son muy importantes para ti. – Nana Calistar

En medio de una neblina etílica, el sonido de un agudo zumbido extraño despertó a William Albert Ardley de su habitual estupor auto infligido. Notó el amargo recuerdo de cigarrillos consumidos horas atrás nadando en su paladar a la vez que trataba de abrir los ojos y así encontrar la fuente de ese ruido infernal atravesando la bruma de su cerebro enmarañado.

Trató de abrir un ojo primero, adaptándose a la luz entrando a través de una ventana donde las cortinas estaban aún abiertas. A pesar de no tener idea alguna de donde se encontraba, rápidamente calculó que era cerca de mediodía a juzgar por el sol brillando fuera a través del vidrio.

Aturdido, pensó en cosas extrañas, como el hecho de que era inusualmente cálido en esa habitación a pesar de ser ya noviembre. Claro, sería difícil advertirlo con exactitud ya que no recordaba donde estaba como tampoco notó el aire acondicionado que probablemente mantenía la habitación a una temperatura constante durante todo el año susurrando suavemente sobre la cabecera de la cama.

Con cuidado, movió su cabeza palpitante lentamente al sentir el movimiento inesperado de un cálido cuerpo junto a él y entonces se giró para contemplar brevemente a la despampanante morena con tez dorada y senos de silicona que lo cabalgó como a un semental hasta que ambos cayeron rendidos al rayar el alba, demasiado borrachos para continuar.

El molesto zumbido se volvió cada vez más fuerte, por lo que decidió abrir su otro ojo.

Mientras recorría la habitación con ambos ojos ya abiertos, nada le pareció más claro. No es que ese hecho le preocupara en lo más mínimo.

Al contrario.

Era ampliamente sabido entre sus pocos amigos íntimos que la única sorpresa en su vida eran los primeros cinco minutos al despertar cada mañana, un tiempo donde normalmente intentaba recordar dónde estaba y con quién. El resto de su vida era planeado con pasmosa eficiencia hasta el último detalle.

Se deslizó de la cama sin elegancia, tropezándose en sus pantalones desechados y un paquete de condones tirado en el suelo. Extra grandes y surcados… 'para el placer de ella'.

Aun desconcertado, recogió el pantalón negro, finalmente notando el ruido vibratorio del celular que todavía estaba en su bolsillo trasero. Su compañera de cama, (¿Tracy? ¿O era Kelly?) siguió roncando suavemente, completamente ajena a la pequeña conmoción en la habitación.

Mirando el número de identificación en la pantalla, gimió en silencio al notar que la persona despertándolo de su letargo etílico era Stear, su sobrino. Para ser exacto, su muy 'sobrio y muy, muy serio' sobrino.

Suspirando, dejó la habitación a través de una puerta que pensó lo llevaría a la sala de estar, pero que, para su sorpresa (¿la segunda del día?), lo dirigió en vez de allá a un pequeño cuarto de baño.

Con suave gemido y una mueca, cerró la puerta con el pie antes de finalmente presionar el botón para tomar la llamada.

"Hola Stear," contestó con un leve jadeo, sentándose encima de la tapa del inodoro. Las conversaciones con su sobrino nunca terminaban bien. Stear siempre era tan puritano mientras él, bueno, tras muchos esfuerzos de su parte, se había convertido en la oveja negra y el epitome de decadencia e inmoralidad en años recientes.

"¡Albert! ¡Gracias a Dios! Llevo diez horas tratando de llamarte. ¡He estado tan preocupado que casi llamé a la policía por lo menos una media docena veces! ¿Dónde diablos has estado?" Stear escupió un torrente de palabras que en el cerebro embotado de Albert sonaron como balas disparadas de una ametralladora. "Espera... no me lo digas. No quiero saber. Solo dime que por lo menos estás en el país."

Albert intentó, fracasando, de reprimir un bostezo. "No oí el teléfono anoche", explicó con total naturalidad, recordando vagamente cómo él y ¿Cherry? habían disfrutado de una sesión de sexo con los Rolling Stones a todo volumen como música de fondo a sus gritos de placer. Fue un milagro que nadie hubiera llamado a la policía y los denunciara por perturbar la paz de los vecinos. Por otra parte, si alguien lo hubiera hecho, probablemente tampoco lo habría notado. Esa chica sin nombre durmiendo en la cama de un hotel extraño había sido insaciable, y él estuvo más que dispuesto a perderse a sí mismo en una bruma de sexo, drogas y alcohol por una noche más. Cualquier cosa que le ayudara a olvidar la realidad de su vida un día más, una hora más, un momento más... para que la ira y el odio no lo retorcieran por completo en el monstruo vengativo que sabía podría fácilmente llegar a ser.

Tratando de organizar sus pensamientos, Albert frotó sus ojos cansados e inyectados de sangre, esforzándose por mantenerlos abiertos. "¿Cómo estas Stear? ¿Es esta una llamada social o una llamada de negocios?"

"¿Cómo de rápido puedes arrastrar tu trasero a Lakewood? No, mejor aún: dime dónde estás exactamente para que pueda enviar el jet de la familia por ti."

Albert trató de ponerse los pantalones sosteniendo su teléfono celular entre su hombro y su cabeza, esforzándose por meter cada pie en la pernera correcta. "Espera un segundo, Stear. ¿Para qué demonios me necesitas? Estoy en Las Vegas cerrando la compra de un par de clubes nocturnos así que sólo estaré aquí por un par de días para terminar de inspeccionarlos antes de firmar los contratos. ¿Qué es tan urgente? ¿Y por qué tengo que ir a Lakewood cuando sabes que juré que nunca volvería a ese lugar?"

"Me temo que esta vez no tienes otra opción, Albert," dijo Stear suavemente. "Verás, la tía Elroy en realidad... ella... ella está muerta."

Albert se congeló con los pantalones apenas más allá de sus muslos. "¿Qué?"

"Al parecer se deslizó desde la parte superior de las escaleras ayer por la noche. Su criada la encontró casi una hora más tarde y llamó una ambulancia, pero ya era demasiado tarde. Su cuello se rompió en impacto y murió instantáneamente."

Temporalmente aturdido por la noticia, Albert dijo lo único que se le vino a la mente. "¿Por qué no estaba Maree con ella? ¿Por qué la dejaron sola?"

La voz de Stear parecía cansada y tensa. "Maree, como todos los otros criados, fue a ver a su familia para el día de Acción de gracias. ¿Acaso no te diste cuenta que día fue ayer? ¿Otro día festivo que ya no observas? De todas maneras, supuestamente todos los criados volverían a la mansión esta mañana, sólo Maree tenía que volver anoche para cuidar de la tía. Cuando ella regresó casi a las diez de la noche, encontró a la tía Elroy tirada boca abajo al pie de la escalera de mármol. No había nada que podría haber hecho para salvarla, Albert. La policía ya dictaminó su muerte como un accidente terrible".

La mandíbula de Albert se tensó inmediatamente. "Esto no contesta mi pregunta, Stear y lo sabes. ¿Por qué nadie de la familia estaba con ella, por Dios santo? ¡Tú mismo has dicho que era el día de Acción de gracias!"

Al detectar el creciente sentimiento de frustración en la voz de su tío, Stear suspiró al otro extremo de la línea, de repente abrumado por cómo toda la situación familiar se estaba desplegando rápidamente frente a sus ojos. "Creo que tú ya sabes la respuesta de antemano, Albert. Ella nos echó de la casa antes del almuerzo. Patty y yo preparamos la comida y estábamos a punto de servir cuando la tía comenzó a quejarse de los niños. Quería enviarlos a todos fuera al jardín sin comer, sólo porque los chicos no paraban de hablar en la mesa. Archie y Annie trataron de explicarle que en estos tiempos se anima a los niños a hablar con sus padres a la hora de comer y de repente su tono cambió de enfado a furia. Vociferó sobre nuestra falta de modales y respeto, gritando que todos éramos unos salvajes y que nuestros hijos crecerían siendo tan ingratos como tú. Luego nos echó de la mansión. Patty, los niños y yo nos alojamos en un hotel local. Archie tomó a Annie y a sus niñas, conduciendo de regreso a Chicago esa misma tarde. Si estaba sola, Albert, fue porque ella se aseguró de que nadie querría ya estar a su lado."

Hubo un silencio ensordecedor en ambos extremos de la línea por lo que pareció una eternidad.

Finalmente, Albert rompió la tensión del momento. "Organiza todo lo necesario para que el jet me recoja del aeropuerto de Las Vegas cuanto antes."

"Puedo decirle al piloto que se marche ahora mismo, así que estará allí en tres horas más o menos."

Albert se levantó, mirando su reflejo en el espejo, algo que normalmente evitaba a menos que fuera absolutamente necesario. Las ojeras casi negras le daban un aspecto agotado, y el blanco enrojecido alrededor de sus azules pupilas hacia parecer sus ojos como dos trozos de carbón al rojo vivo en la nieve blanca y pastosa que era su piel. Tragó con fuerza, sabiendo que esta vez Stear tenía toda la razón: no tenía opción. Era tiempo de cumplir su destino y dejar de huir de su pasado.

"Estaré en el aeropuerto en una hora," dijo, concluyendo la llamada abruptamente.

Después de lavarse el rostro con agua fría, terminó de ponerse los pantalones y salió del cuarto de baño para encontrar el resto de su ropa.

Los hipnóticos ojos verdes de la morena parpadearon para abrirse de lleno, y dándole una sonrisa decididamente felina, la chica tiró a un lado la sábana de seda escasamente cubriendo su desnudez al ver a Albert entrando nuevamente al dormitorio.

"Hola, guapo," ronroneó, arqueándose como un gatito para mostrar mejor sus considerables encantos. "¿Todavía iremos a tu club esta noche? Me gustaría tener una idea del ambiente antes de implementar algún cambio."

"Lo siento... muñeca," respondió, luchando otra vez por recordar su nombre y evitando a la vez mirar ese par de pechos perfectos de plástico que seguramente atraerían a más de un hombre como moscas a la miel. "Cambio de planes. Tengo algunos asuntos familiares que resolver por lo que voy a tomar un vuelo en un par de horas."

Sacando la billetera de su bolsillo, puso un fajo de billetes de alta denominación sobre la mesa de noche junto a la cama. "Toma. Te dejo algo para que desayunes y tomes un taxi para que te lleve donde necesites ir. Anoche fue toda una explosión, pero me tengo que marchar."

La chica frunció los labios hasta que estos se convirtieron en una línea apretada y delgada. Un contraste en absoluto, pensó Albert vagamente, a la boca lujuriosa y provocativa que se había envuelto alrededor de su miembro y lo había chupado hasta quedar seco durante casi una hora la noche anterior. "William, no soy una puta a la que le das dinero en la mañana para desayunar y un taxi. Este es mi apartamento, no una habitación en un hotel de mala muerte, ¿recuerdas? Te dije que trabajo como oficinista en un hotel y me ofreciste una posición como gerente de tu club nocturno. Jamás mezclo los negocios con el placer … y anoche, tú fuiste mi primera y única excepción."

"Lo siento muñeca," ofreció como disculpa azarosa, arrastrando sus palabras para darse algo de tiempo para pensar correctamente. Sabía que estaba casi arrinconado y, por lo tanto, tendría hacer acopio de todo su encanto masculino para salir relativamente indemne de esa situación lo más pronto posible. "Si quieres saber la verdad, muñeca, no recuerdo mucho de anoche. Tiendo a decir muchas cosas que no siempre tienen sentido, y después de tragarme la primera píldora de la noche, recuerdo que bebimos vodka y luego… bueno. Supongo que llegamos aquí..."

La confesión sincera y la acompañante sonrisa pícara hicieron poco para aplacar la furia creciente de la joven. Su sonrisa ladeada usualmente podría derretir a un tempano, pero la chica se limitó a observarlo inmutable con una ceja enarcada.

De hecho, la sonrisa tuvo el efecto totalmente opuesto y la morena parecía a punto de echar dagas por los ojos al darse cuenta de lo poco que su encuentro había significado para él. "¿Supones? ¿Supones? ¿Acaso no recuerdas nuestra conversación? ¿Recuerdas cómo me acosaste en el casino para que te acompañara al bar a tomar un par de bebidas? ¿Recuerdas cómo prácticamente me rogaste para que te invitara a mi apartamento? ¿No recuerdas nada de nada? Un momento... ¿William, acaso tampoco recuerdas mi nombre?"

Albert vaciló durante un momento, esperando ser capaz de salvar la situación y encontrar la respuesta correcta a esa simple pregunta. "¡Por supuesto que recuerdo cómo te llamas, muñeca! ¿Qué tipo de hombre crees que soy?"

La muchacha se sentó en la cama con la sábana firmemente alrededor de su torso. "Entonces dilo," le instó con el ceño fruncido, cruzando los brazos sobre su generoso pecho. "¿O acaso es que no puedes recordarlo, William Ardley?" Su tono era desafiante y enfadado, y Albert supo que tenía un serio problema en sus manos.

"Por supuesto que lo recuerdo, Kerry …" masculló rápidamente, esperando que su suposición fuera la correcta.

El silencio en la habitación fue ensordecedor durante un par de segundos, y Albert comprendió que se había quedado sin suerte y estaba a punto de enfrentarse a una tormenta sin paraguas.

"¡Mi nombre es Kaitlin!" finalmente gritó la chica, tomando el reloj de mesa descansando sobre la mesita de noche y apuntando directamente a la cabeza de Albert. "¡SOY KAITLIN, ESTÚPIDO GILLIPOLLAS!" ella rugió nuevamente, mientras el reloj volaba por el aire, pasando a centímetros del rostro confundido de Albert.

"¡Vete de mi apartamento, pendejo!" Histérica, continuó gritando mientras buscaba más misiles para arrojarle al rubio atónito tratando de recoger el resto de su ropa a la vez que esquivaba un libro y, a continuación, un joyero antiguo de bronce. "¡No te necesito a ti o tu asqueroso dinero! ¡Sal de aquí antes de que llame a la policía! ¡Cerdo!"

Albert salió a tropezones del apartamento, y con la ropa en brazos, tomó el ascensor hasta el vestíbulo principal.

Caminando descalzo hacia las puertas de cristal, se puso la camisa y chaqueta antes de ponerse sus gafas oscuras. Una vez en la calle, miró su Rolex antes de alzar la mano para llamar un taxi. El vehículo se detuvo a su lado al mismo tiempo que algo duro lo golpeó con fuerza por detrás en la base su cráneo. Maldijo en voz alta, y enfadado, se dio la vuelta rápidamente para ver qué era lo que lo había golpeado cuando el segundo zapato le dio directamente en un ojo, rajando el lente de las gafas hechas a mano en Suiza. Albert aulló, mientras una carcajada proveniente de los apartamentos que estaba a punto de abandonar se escuchó por encima de su cabeza.

"¡Te lo tienes bien merecido, cerdo asqueroso!" Vistiendo un albornoz rosa, Kaitlin gritó desde el balcón de su apartamento, tirando el puño de billetes a modo que llovieran por la calle como confeti. "Puedes comprar zapatos italianos y gafas de diseñador, canalla estúpido, pero no puedes comprar a la gente."

Albert recogió sus zapatos. "Respetuosamente no estoy de acuerdo contigo, muñeca," increpó a toda voz alzando la vista con el ojo golpeado cerrado, sin preocuparse por la muchedumbre recogiendo los billetes tirados a sus pies y mirando el espectáculo boquiabiertos. "Quinientos dólares por hora compran compañía realmente divertida por estas partes."

"¡Mi nombre es KAITLIN, no muñeca!" chilló furiosa, antes de tomar una maceta del balcón con toda la intención de convertirla en su próximo misil.

"¡Lo que tú digas, MUÑECA!" le replicó con una sonrisa divertida, rápidamente entrando en el taxi y quitándose así de la línea de fuego.

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Tauro: No pierdas la esperanza de encontrar el amor, lo has buscado en lugares equivocados porque lo has tenido prácticamente frente a ti. Es importante que visualices qué es lo que quieres y cómo lo vas a lograr. Algunas ocasiones te dejas derrotar muy fácilmente, déjate ya de esas tonterías y pon atención a lo que la vida te está ofreciendo. – Nana Calistar

"¿Está segura de que estás preparada?" su tía preguntó ajustando sus gafas y mirándola desde la pantalla de un Ipad. " ¿Tienes todos los implementos y los componentes listos?"

"Estoy absolutamente dispuesta a iniciar el proceso, tía Pony," respondió Candy usando una bata, un par de gafas protectoras, guantes y una redecilla para domar sus bucles. "De acuerdo con el termómetro, hemos llegado a los 100 C, por lo que ahora estamos en el punto de ebullición. ¿Está segura de que esto es absolutamente necesario?"

"¡Por supuesto que es necesario y ya era tiempo! Tu vestuario podría ser considerado un tanto innecesario, pero no voy a juzgarte por tu elección en asuntos de moda". Candy le sacó la lengua como una chiquilla traviesa a la imagen sonriente de la mujer. "Ahora, si ya terminaste de quejarte Candy parece que estás lista para comenzar así que ¡ten cuidado, por favor!"

Candy limpió una gota de sudor de su ceja con el dorso de una mano enguantada y sonrió. "¡Sí señora!" respondió de buen humor, acercando el IPad adonde su experimento estaba a punto de ocurrir.

"Ya sabes que hacer a Candy, así que no tengas miedo," la alentó su tía. "Lo primero es lo primero."

"Sí," Candy asintió con seguridad. "Lo primero es lo primero: el huevo. Voy a romper el huevo en un recipiente pequeño en lugar de colocarlo directamente en la olla." Con precisión quirúrgica, golpeó un huevo con una cuchara y lo abrió, cuidadosamente vertiendo todo el contenido en un pequeño cuenco de cerámica.

"Apaga la llama de la estufa un poco, Candy, y permite que el agua hierva suavemente. ¿Ya tienes una cucharadita de vinagre allí?"

"Sí, tía Pony. La he agregado al agua cuando me lo dijiste." El leve fruncimiento en su frente juvenil sólo sirvió para acentuar su nerviosismo y su concentración en una tarea con la que no estaba familiarizada.

"Está bien. Ahora, con mucho cuidado, revuelve el agua con una cuchara. Debes colocar el huevo en el agua como esta se arremolina, siguiendo el movimiento circular."

Candy hizo lo que su tía dijo conteniendo el aliento.

"¡Parece un fantasma en miniatura!" exclamó con regocijo, mirando cómo la nubosidad en el agua poco a poco tomaba una forma más sólida. "¿Ahora qué hago?"

"Trata de envolver el albumen lo más cerca posible a la yema de huevo con una cuchara. Suavemente trata de hacerlo más compacto."

Con manos sudorosas, Candy cuidadosamente pinchó el huevo con su cuchara, formándolo suavemente hasta que pareció a una bola de nieve flotante. "¡Parece asombroso, tía Pony!"

El huevo parecía flotar sin esfuerzo en el agua, cambiando de color como se iba cocinando.

Pony Stevens sonrió de nuevo, aliviada de no hubiera un desastre hasta el momento. "¡Lo sé, mi querida niña! Es increíble cuando lo haces por primera vez. El siguiente paso es sacar el huevo con cuidado con una cuchara con ranuras. Colócalo en el plato a tu lado. Ten cuidado porque la yema del huevo es muy frágil y puede romperse fácilmente."

Con mucho cuidado la joven colocó el huevo perfectamente escalfado en su plato junto a un trozo de pan tostado. Se paró a contemplar su creación con orgullo. "Tía Pony, parece que finalmente has conseguido enseñarme algo en la cocina: ahora puedo hervir agua y cocinar un huevo."

"Ya era hora de que aprendieras a cocinar un huevo, Candy," se rió la mujer desde la pantalla del Ipad, viendo a su sobrina quitándose todo el ridículo equipo de protección. "Ahora ya no me preocuparé de que tu dieta esté compuesta únicamente de atún en lata, manzanas y galletas saladas. Has añadido huevos a tu repertorio."

"Este conocimiento podría ser de utilidad si alguna vez llego a tener huéspedes para el desayuno," masculló la chica bajo su aliento, pero su tía, con sus increíbles oídos, alcanzó a escuchar su comentario.

"¿Quieres decir que finalmente has decidido darle a ese bombón que es ese tal doctor Michael una oportunidad?"

"¡Tía Pony! ¿Cómo puedes sugerir tal cosa?," exclamó con su rostro tornándose un rojo carmesí en un santiamén. "Ya te dije que es sólo un amigo, nada más. Además, yo no tengo citas con gente en mi trabajo."

El equipo de 'Nuevo Inicio', la clínica de rehabilitación para drogas y alcohol en Toronto donde Candy trabajaba como enfermera, era coherente y eficaz. Cientos de adictos pasan a través de las puertas de la clínica cada año, y la lista de espera para admisión era de casi tres páginas. Michael Doran, un psiquiatra excelente que se especializaba en el tratamiento de adicciones, estaba a la cabeza del equipo y también era uno de los admiradores más entusiastas de Candy.

"¡No tienes citas con nadie, Candy!" su tía replicó con un bufido, ajustando sus gafas encima de su nariz. "¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Cinco años?"

"Cuatro años y tres meses," la corrigió casi en un susurro, tomando un mordisco de su tostada. "Sé que ha pasado mucho tiempo, pero no sé, tía Pony. Albert fue mi primer novio serio, y creo que una parte de mí nunca se recuperará de lo que pasó entre nosotros."

Siendo testigo de gran parte de lo ocurrido, el corazón de su tía se le hundió hasta los talones, y lamentó no poder alcanzar a su sobrina a través de la pantalla para darle un abrazo. "Escucha cariño. Dios sabe que soy la última persona en esta tierra calificada para darte consejo sobre relaciones amorosas. Desde que tu tío murió hace veinte años, ni siquiera he mirado a otro hombre. Pero los tiempos son diferentes, y tú apenas tienes veinticinco años. Un día, cuando sea el momento adecuado, lo sentirás en tu corazón. Y entonces, tal vez, serás capaz de deslumbrar a un joven agradable cocinando huevos perfectamente escalfados para el desayuno."

"Tal vez tengas razón, tía Pony. Pero por el momento, estoy simplemente feliz de saber que puedo cocinar huevos sin prender fuego a toda la cocina. ¡Mira la yema! ¡Es perfecto!" Candy rompió la yema de huevo con su tenedor y vio como esta rezumaba deliciosamente en el plato. "Ya no tengo que estar avergonzada de mi incapacidad para cocinar, especialmente frente a Francine. Ella debería tener su propio programa de cocina en la televisión. ¡Me sorprende que Tom todavía no esté tan gordo como un toro!"

La tía Pony sonrió cuando Candy mencionó a su hijo, Tom Stevenson y su esposa Francine o Franny, como Tom a menudo la llamaba. "Esa mujer es asombrosa, Candy. Incluso yo me siento intimidada en la cocina cuando ella está ahí. Tiene a tu primo muy ocupado en este momento. Desde que se involucró más en el funcionamiento de la granja, la producción ha mejorado aproximadamente el diez por ciento. Sin embargo, realmente creo que las cosas cambiarán en unos meses. Anoche durante la comida anunció que estaba embarazada otra vez. Tom, como siempre, está deseando un chico. Ama a sus dos hijas, pero sé que quiere tener un hijo para jugar béisbol con él."

"¡Oh Dios mío!" gritó Candy emocionada. "¡Voy a ser tía de nuevo! ¡Son noticias fantásticas! ¡Enviaré por email mis felicitaciones a Tom y Franny esta noche! El tiempo vuela demasiado rápido y la familia se hace más grande con cada año que pasa."

Tía Pony carraspeó un par de veces, viendo la oportunidad de girar la conversación para abordar un tema sumamente delicado con su sobrina. "Y hablando de familia, cariño, ¿has hablado con tu hermana últimamente?"

La rubia bajó los párpados e hizo una mueca. "Por favor tía Pony, ¿tenemos que hablar de Annie en este momento?"

La mujer de más edad sonrió a sabiendas, tratando de ser cariñosa pero firme con su sobrina. "Ella es tu hermana después de todo, Candy. Y a pesar de lo mucho que me encanta tener tu amor indiviso y atención, Annie necesita saber la verdad detrás de tu distanciamiento. Ahora ella misma es una madre y estoy segura de que va a comprender el dolor que te trajo hacia mi puerta cuatro años y tres meses atrás." La mirada amorosa de tía Pony se centró en la tristeza reflejada en los ojos de Candy es ese momento. "Ella ni siquiera sabe lo de tu accidente, hija. La cosa que desató la más importante cadena de eventos en tu vida sigue siendo un misterio para una chica que, por derecho, es tu propia carne y sangre."

"Media hermana, tía Pony. Sólo compartimos la mitad de nuestro ADN."

Su tía frunció los labios, reprendiendo a Candy con la mirada. "Escucha, señorita 'sabelotodo'. Aún puedes estar enojada con tu padre por ocultar la verdad todos esos años, pero ahora está muerto así que no tiene sentido guardarle tanto rencor. Y la madre de Annie, tienes que entender que la forma en que ella te reveló la verdad después de la muerte inesperada de su esposo fue influenciada por su propio dolor." Suavizando el tono de su voz, la tía Pony parpadeó rápidamente, con la esperanza de disipar un par de lágrimas que aparecían cada vez que sacaba el tema y que amenazaban con nublar su visión. "Su marido acababa de morir de un ataque al corazón, y es probable que todo en lo que pudo pensar fue que por fin era libre para decirte toda la verdad y deshacerse de esa enorme carga que había acarreado desde que naciste. Piensa en esto, hija: su marido, el hombre que había amado toda su vida tuvo una aventura… con mi hermana, tu madre. Ambas estuvieron embarazadas casi al mismo tiempo, y luego tu madre murió de eclampsia horas después del parto. Tu padre no conocía el paradero de nuestra familia así que en ese momento la única cosa que pudo hacer era convencer a su esposa de 'adoptarte' para que pudieras tener un hogar y no terminar en un orfanato."

"Sabía que era una hija adoptada desde que era niña, tía Pony," declaró Candy levantando su mentón valientemente. "Y pensé que la antipatía de mi madre adoptiva se debía a que yo no era sangre de su sangre. Pero mi papá, él siempre fue tan bueno conmigo; nada parecía tener sentido. ¿Por qué él no me dijo la verdad? ¿Por qué no pudo decirme que era mi padre biológico desde el principio? Murió antes de que yo tuviera la oportunidad de hacerle tantas preguntas y ahora no sé ni cómo explicarle a mi propia hermana mi existencia."

Tía Pony sacudió la cabeza ligeramente. "Tú no tienes que explicarle nada, cariño. Esa es la obligación de su madre. Tu deber es ser una buena hermana y tratar de encontrar una manera de compartir su vida que no conlleve más dolor y confusión para ambas."

"Su madre... quiero decir, nuestra madre está muy enferma. Mi hermana me pidió el mes pasado que regresara a casa para Navidad y yo le dije que estaba demasiado ocupada."

"¿Es grave?"

"Annie dijo que mamá tiene un tumor cerebral," suspiró, arremolinando la yema de huevo en el plato con su tenedor. "Los doctores le han dado meses para vivir. Ahora está enojada conmigo porque no quiero regresar a Chicago para visitar a mamá y piensa que estoy siendo una egoísta tozuda demasiado centrada en mi carrera. Mi hermana no sabe que no quiero regresar porque temo que mamá, al vernos juntas, le diga la verdad. No quiero que Annie me odie por ser la hija bastarda de nuestro padre y la espina en el trasero de su madre todos estos años."

"Ellas van a necesitarte y muy pronto, Candy."

"Lo sé... pero aun no puedo, tía Pony. Todavía no."

Para el alivio de Candy, el sonido de su teléfono celular chirriando en la encimera de la cocina interrumpió el incómodo tema de conversación. Dándole a su tía un guiño, sus labios dijeron 'espera a un segundo' en silencio antes de tomar el teléfono. Hizo una mueca cuando vio el nombre de Annie destellando en la pantalla, girando el teléfono hacia el Ipad para que su tía pudiera ver quien era la persona que llamaba.

"Te llamo otra vez por Skype la semana que viene, chiquilla," se despidió tía Pony, soplándole un beso antes que la pantalla se pusiera nuevamente en blanco y azul.

Aclarando su garganta, Candy presionó el botón en su teléfono para tomar la llamada. "Hola Annie," contestó ella con un leve graznido en la garganta.

"¡Ay Candy! ¡Te necesito!" Los sollozos de Annie escasamente se oían por encima de los aullidos de sus pequeñas gemelas Maggie y Bridget. "¡Algo terrible ha sucedido!"

La sangre en las venas de Candy se congeló en pánico y su corazón saltó un latido. "¡Dios mío, Annie! ¿Acaso algo ha pasado con Archie o las niñas? ¿ESTÁN BIEN?"

"Archie y las chicas están bien, Candy. ¡Es la vieja chupasangre!"

"¿Mamá?"

"¿Mamá? ¡No, tonta! ¡Por supuesto que no es mamá! ¿Cómo la puedes llamar 'vieja chupasangre'? ¡Es nuestra madre!" El llanto de Annie se hizo más fuerte, así como los alaridos de sus dos hijas. "Maggie. Bridget. No lloren ahora por favor, mis preciosas bebés. Mamá está hablando con su tía Candy."

En medio de esa cacofonía de gritos y sollozos, Candy no pudo entender una palabra de lo que su hermana estaba tratando de decir por teléfono. "¡Annie! ¿Qué demonios está sucediendo allí? ¿Por qué están todas tan alteradas?"

"¡Elroy Ardley murió ayer por la noche!" ella espetó finalmente.

A Candy casi se le cae el teléfono de la mano por la conmoción que el anuncio de su hermana le causó. "¿La vieja chupasangre está muerta?"

"¡Eso es exactamente lo que he estado tratando de decirte! La bruja se ha ido. Extinguido. Terminado. Acabado."

"Dios santo, Annie… ¿cómo están Archie y Stear?" A pesar de querer preguntar por Albert, se tuvo que morder la lengua hasta casi sangrar. Por más que lo deseara, definitivamente ese no era el momento propicio para sumergirse en aguas turbias.

Consiente de la obvia omisión, Annie tampoco presionó el asunto. "Ambos están lidiando con las legalidades de la situación. Y por eso te necesito aquí conmigo, Candy. ¡Me han dejado sola a cargo del entierro para la vieja chupasangre y no sé ni por dónde comenzar!"

Una de las chiquillas de repente gritó con más fuerza que la otra; un berrido estridente que resultó ser la gota que colmó la cordura de Annie. "¡ROSANNA! ¡¿DÓNDE DIABLOS ESTAS?! ¡TE PAGO PARA CUIDAR DE LAS GEMELAS Y NO PUEDO TENER UNA CONVERSACION CON MI PROPIA HERMANA SIN QUE ELLAS ESTEN CHILLANDO ALREDEDOR DE MIS PIES!"

Los gritos ensordecedores de su hermana hicieron a Candy alejar el teléfono de su oído. De repente una segunda voz con un fuerte acento refunfuñó en el fondo y los aullidos de las gemelas se disiparon en la distancia.

"Lo siento, Candy. La niñera a veces está más ocupada mirando su página de Facebook que ocupándose de las niñas."

Candy no pudo evitar esbozar una sonrisa. Su hermana vivía en un mundo donde las niñeras y los criados cuidaban de una casa y los niños mientras los padres se iban a pasar vacaciones exóticas o asistiendo fiestas extravagantes. "¿Por qué no llamas a la agencia y consigues una niñera diferente?"

"Porque ella es la más fea que he podido encontrar," siseó frustrada entre dientes. "Es un enano malhumorado cubierta de acné con gafas tan gruesas como el fondo de las botellas de soda. Todas las otras candidatas en la agencia parecían supermodelos y francamente, no necesito sentirme amenazada en mi propia casa por un par de tetas turgentes y piernas repugnantemente largas."

El sonido inconfundible de la risa de Candy rápidamente llenó la cocina. "Vamos, Annie. ¿En serio? Tu esposo es el hombre más dedicado que conozco. Además de ser un 'nerd', no tiene ojos para nadie más que tú."

Sin los alaridos de sus hijas directamente a su lado, Annie sonaba más tranquila y no tardó en unirse a la risa de su hermana. "Bueno, creo que es mejor prevenir que lamentar, por lo tanto, me quedo con mi niñera fea. Además, creo que voy a necesitan más ayuda en ocho meses..."

Candy se quedó de piedra instantáneamente y cerró los ojos en dolorosa anticipación. "Annie… ¿estás tratando de decirme que sospechas que puedes estar embarazada?"

"Sí. Bueno, no… ¡no lo sé!" susurró en voz ronca. "Mi periodo no ha venido esta semana, pero aún no he hecho una prueba de embarazo."

"Y ¿por qué diablos no?" Candy exigió saber, horrorizada tan solo de pensar que su ya en si agobiada hermana podría terminar todavía más estresada.

Annie suspiró, aliviada de finalmente ser capaz de hablar acerca de sus sospechas con alguien. "Tengo miedo de hacerlo, Candy. De hecho, estoy aterrada. Las gemelas aún no han cumplido los dos años y todavía están en pañales. Si en efecto estoy embarazada, estaré cambiando pañales otros tres años sin tregua. Bueno, yo no exactamente, pero por lo menos Rosanna."

Candy apretó el teléfono en su mano con fuerza. "Y ¿qué dice Archie acerca de esto? Creo que la próxima vez que lo vea tendré que hacerle una vasectomía casera y sin anestesia."

La voz de su hermana se convirtió en un hilillo. "No se lo he dicho todavía," confesó tímidamente. Annie distinguió el sonido de un reproche en el suspiro audible de su hermana. "¡Se lo iba a decir ayer por la noche! ¡Lo juro, Candy! Pero entonces murió la tía Elroy y todo ha sido un huracán de actividad desde entonces. Por eso te necesito. No puedo organizar el funeral por mi cuenta mientras que también estoy tratando de averiguar si estoy embarazada o no. Por favor, Candy. No sé lo que pasó hace cuatro años con Albert, pero necesito a mi hermana en casa ahora más que nunca. Tu organizaste el funeral de papá mientras mamá no hizo nada más que llorar en su habitación. Todavía no sé por qué no fuiste a la ceremonia al final, pero por ahora eso no me importa. Sólo te quiero aquí. Por favor, hermanita."

Hubo algo en la voz de Annie que tiró de las fibras más sensibles en el corazón de Candy. Su hermana la necesitaba, al igual que cuando eran pequeñas. A pesar de que Annie nació unos cuantos meses antes que ella, Candy siempre se había sentido como la hermana mayor, su amiga y protectora. Por cuatro años y tres meses ella había llorado la pérdida de su gran amor y su antigua vida en Chicago, pero no fue hasta que escuchó el tono suplicante en la voz de Annie que se dio cuenta cuánto había extrañado la estrecha relación que compartía desde niña con su hermana.

Candy cerró los ojos y respiró profundamente antes de hablar. "Necesitaré consultar con el doctor Martin, el director de la clínica, y el doctor Doran para ver si puedo tomar mis días de vacaciones. Son veintiún días así que te podré ayudar en todo lo que necesites para el entierro. Voy a hacer un par de llamadas y si todo sale bien, estaré en el primer vuelo hacia Chicago, mañana por la mañana."

El grito eufórico de Annie obligó a Candy a separar el teléfono de su oído otra vez. "¡Candy, estoy tan agradecida! ¡Gracias! Ahora que la tía Elroy está muerta podremos vagar alrededor de Lakewood como acostumbrábamos hacerlo. Te recogeré del aeropuerto. Sólo envíame un correo electrónico confirmando tu vuelo y yo me encargare de lo demás."

Aprovechando la oportunidad, Candy decidió abordar el tema que tanto había evitado. "Debo confesar que no he sido una buena hermana estos últimos años, Annie. Hay tantas cosas de las que tenemos que charlar y me encantaría tener la oportunidad de sentarme contigo y tener una conversación honesta."

"Eso me gustaría mucho, Candy," susurró Annie con voz temblorosa.

La esperanza de un nuevo comienzo entre ellas flotaba en el aire, y Candy estaba dispuesta a sacar el mayor partido de la oportunidad que el universo les otorgaba. "Te llamaré más tarde esta noche, ¿está bien?"

"Tan pronto como las gemelas se acuesten te llamaré si no he tenido noticias tuyas antes."

Aunque no la podía ver, Candy supo que su hermana sonreía. "Te amo, Annie."

"Y yo te amo más, Pecas."

Candy se rió entre dientes al escuchar el apodo de su niñez. "Entonces yo te amo hasta el infinito, Mocosa Llorona."

Terminó la llamada con una sonrisa en los labios hasta que la enormidad de lo que había acordado hacer la golpeó como un rayo.

La vieja chupasangre estaba muerta... y gracias a su fallecimiento inoportuno, en menos de veinticuatro horas estaría en Chicago y posiblemente cara a cara frente al único hombre que había amado y quien finalmente destrozó su corazón: William Albert Ardley.

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Continuará…