Disclaimer: Doctor Who no me pertenece, es de la BBC y de Satán (alias Moffat) sólo tomo a los personajes y juego con ellos.

Notas: Este es un fic que narra todas esas ocasiones en las que el Doctor y Rose tuvieron sexo y este dejo mucho que desear. Errores y situaciones comunes que muchas veces nosotros los escritores de fanfics olvidamos cuando narramos alguna escena subida de tono.

Sin más dilación toca el turno a Nine y Rose.

Sumary: Cuando imaginamos una escena romántica entre Rose y el Doctor, siempre olvidamos que él es alienígena y que sus costumbres a la hora del sexo pueden ser diferentes.

Advertencias: probable dub—con, depende de cómo lo miren.

Es un alienígena, no un humano.

Rose pensó aquello por enésima vez esa noche mientras el pecho desnudo, húmedo y frío del Doctor se deslizaba sinuosamente contra su espalda, mientras manos inseguras ocultaban ese hecho plantando caricias por toda su piel. La dura erección del Doctor se frotaba insistentemente contra sus glúteos y frescas gotas de líquido pre-seminal se unían a su propia humedad.

—¿Estas segura de esto, Rose?—preguntó el Doctor con tal vulnerabilidad en su tono que el corazón de Rose se deshizo sólo de escucharlo.

¿Estaba segura? Francamente ahora que habían dado el gran paso, no se sentía así, quizás era normal, para una chica del siglo XXI tener ciertas dudas, después de todo, no había precedente en su tiempo para tener sexo con un extraterrestre. Exceptuando ciertas películas, claro está.

No tenía derecho a dudar ahora, el Doctor había respondido amablemente todas las preguntas que habían pasado por su mente mientras se desvestían el uno al otro. No había ninguna enfermedad ni embarazo por el cual preocuparse, y aún así, el Doctor se había asegurado de darle una inyección de los más potentes y futuristas anticonceptivos, sólo para estar seguros. Había sido un bajón en la, ya de por si, delicada pasión del momento, sin embargo el Doctor se las había arreglado para reencender la llama. El Doctor estaba esforzándose tanto, tanto para que todo saliera bien, que a Rose le rompía el corazón pensar siquiera en decir la verdad. Estaba aterrada. Si, podía aceptar que una vez que hicieran el amor ella estaría atada a él para siempre, y él a ella. Los Señores del Tiempo no eran una especie apta para el sexo de una noche. Ella le amaba y no podía siquiera pensar en alejarse de su lado.

—¿Rose?— el Doctor apartó suavemente algunos mechones de cabello del rostro de Rose y apoyó la barbilla sobre su hombro. Rose dio un respingo involuntario—. No tiene sentido mentir, puedo oler tu miedo, tu excitación, Rose, mis sentidos sobrepasan con creces a los tuyos. Dime, ¿qué sucede?

Rose suspiró, quizás podía decir la verdad a medias, aquella que sólo tenía que ver con ella y sus inseguridades.

—Tienes 900 años. Eso es un infierno de espectativas por llenar.

—Rose, mi experiencia en esto es inferior a tuya—el Doctor gruñó levemente ante la idea de otro varón usando a Rose antes que él, no era ningún prejuicio, era su biología tomando las riendas.

—Entonces, supongo que podemos seguir adelante—Rose sonrió y dio vuelta en los brazos del Doctor, sellando sus labios en un beso húmedo y desesperado. El gallifreyano respondió con entusiasmo, sus manos reiniciaron su antiguo trabajo, dar placer a Rose, llenarla de las suficientes endorfinas como para que no sintiera lo que inevitablemente vendría a continuación.

Rose gimió en su boca cuando sus dedos encontraron la pequeña unión de nervios entre sus piernas. Gritó, cuando dos dedos ingresaron en su interior, bombeando sin compasión hasta dejarla en el borde mismo del orgasmo.

—Doctor...

—Rose, ya no puedo detenerme, lo siento.

Atormentados ojos azules hicieron contacto con aterrados y amorosos ojos color whisky. No pudiendo soportar el permitir que Rose le mirara cara a cara cuando se convirtiera en un monstruo llevado por sus instintos más carnales, el Doctor giró de nuevo a la joven humana, metió una de sus piernas entre las de ella y separó su centro para él.

Rose dio un grito de sorpresa, el frescor del cuarto acarició su ardiente entrada como preludio del toque más frío del miembro del Doctor. No estaba del todo lista físicamente, los nervios y la inseguridad jugaron en su contra durante todo el juego previo, pero eso debía bastar, al menos, por esa primera vez.

—Rose, lo siento.

—Te amo—respondió Rose mirando fijamente el regenerador dérmico que descansaba en la mesita de noche. Cerró los ojos e inspiró profundamente.

Suaves labios hicieron contacto con la piel de su clavícula, dejando un camino húmedo y tortuoso casi al mismo tiempo que el Doctor la penetraba. La respiración de Rose se aceleró, esperando lo inevitable. Con un ultimo empuje de caderas el Doctor se enterró en su interior, y, con un ultimo beso a la base izquierda de su cuello, enterró sus dientes con fiereza en la suave carne dispuesta y libremente entregada para él.

La almohada disimuló perfectamente el grito de dolor y pasión de Rose. A su espalda, el Doctor dejaba escapar suaves gemidos de satisfacción, animado por las hormonas que detectaban sus sensibles papilas gustativas en la sangre de su legítima pareja. Sus caderas se movían libremente ahora, sus brazos rodearon el torso de Rose y la apretaron aún más contra su pecho. Una de sus manos subió hasta la sien de Rose, acariciando en círculos el punto de contacto. Rose maulló de placer, pero no pudo evitar el luchar contra el férreo agarre del Doctor. Sus dientes rompían más su piel a cada embestida, la sangre escapaba suavemente por los espacios libres que dejaban sus labios. Un rugido, casi animal, de advertencia detuvo sus sacudidas. No quería hacérselo más difícil al Doctor, debía controlar sus instintos de lucha o huida, necesitaba concentrarse en el placer y en el sentimiento, si había entendido bien al Doctor, una vez que el vínculo psíquico estuviera en pie, él lo vería todo, lo sentiría todo.

Debía tratar de ahorrarle el disgusto. El Doctor no se merecía eso. Rose giró sus caderas, tratando de habituarse al ritmo del Señor del Tiempo, y se vio recompensada con un gemido gutural, el Doctor dejó ir la piel de su cuello y besó con increíble cariño todo lo que podía alcanzar del rostro de Rose.

—Déjame entrar—rogó presionando con más insistencia sus dedos contra la sudorosa sien de la humana.

—Puedes hacerlo, mi Doctor—accedió Rose entre jadeos.

Pronto la conexión psíquica estuvo completa, la mente de Rose se vio bombardeada por imágenes de planetas y nebulosas distantes, de un sentimiento de culpa tan avasallador que le hacía desear arrancarse el corazón, y de amor, un amor tan poderoso que la hacía rendirse completamente a los brazos del hombre que la amaba. Era el Doctor, un ser tan complejo que su mente estaba luchando por encontrarle un significado más terrenal.

"Déjate ir, Rose, será más sencillo"

Rose asintió, lágrimas escapaban de sus ojos y su cuerpo gritaba por liberación. En lo profundo de su mente, su antigua preocupación afloró, si el Doctor estaba dentro, entonces conocería todas sus dudas anteriores. Había fallado al protegerlo. Un sollozo escapó de sus labios.

—Shhh, Rose, mi Rose, mi valiente Rose.

La devoción en aquellas palabras era todo lo que faltaba, Rose se dejó llevar por la energía de un orgasmo compartido que provocó el mismísimo big—bang en su interior. Estrellas nacieron y murieron detrás de sus ojos, sus músculos ardieron y vibraron en un éxtasis absoluto de placer y sus cuerdas vocales perdieron la fuerza para expresar tanto en tan poco tiempo. Casi no fue consciente del Doctor girando sobre ella, apenas tuvo tiempo de girar la cabeza para no ser sofocada por la la almohada y su peso. Sus manos apretaron el relleno de la almohada y ese fue su último recuerdo consciente antes de rendirse a la oleada de placer sin fin.

Cuando Rose finalmente volvió a sus sentidos, el Doctor la miraba preocupado y lleno de culpa desde el otro lado de la cama. Expresión que borró de un plumazo la tonta sonrisa post—orgásmica de la humana.

—Estas herida—susurró asqueado—. Tenias dudas, dudas muy serias—comentó con severidad—.No debiste... No debiste ocultarlas de mi.

—Doctor...—Rose frunció el entrecejo, no era esto lo que esperaba luego de toda la acción, aunque si era sincera, era lo más probable dado el vínculo psíquico de ambos.

—Quedará una marca—advirtió el Doctor ignorando el tono de Rose. Sus dedos trazaron ligeramente la mordida—. Puedo borrarla con el regenerador dérmico, tu piel no sanará como la de una Señora del Tiempo, no quedará mi marca sobre ti, Rose, es lo único que puedo... que puedo ofrecerte luego de esto. Lo más humano que puedo darte—el Doctor apartó su mano como si la piel de Rose quemara y abrazó sus rodillas, su expresión era de total devastación y de culpa.

—Estoy bien—dijo Rose posando una mano sobre el antebrazo del Doctor—. Y si, tenía dudas, no pudo evitarlo, era mi primera vez con un alienígena—sonrió sacando la lengua—.Lo que quiero decir es que, fue fantástico y que quiero conservarla—afirmó con convicción. El Doctor la miró incrédulo, mas sin embargo se permitió el inicio de una triste sonrisa.

—Será una terrible cicatriz—confesó.

—Quiero llevarla, como una Señora del Tiempo, quiero darte eso, al menos. Me dijiste que en tu planeta esa es la costumbre, una marca casi invisible al ojo humano, pero no para los de tu especie. Lo veo como el tatuarse el nombre de tu pareja en la Tierra, es algo similar.

El Doctor bufó y rodó los ojos ante lo mundano del símil.

—Si uso el regenerador dérmico, la herida sanará y no quedará marca alguna, aunque con el uso repetido del dispositivo, sobre el mismo tipo de herida, puede ser que se forme algo similar a una cicatriz de vínculo, pero, Rose... ¿De verdad quieres repetir la experiencia—preguntó inseguro, bajando las rodillas para tomar una postura más relajada sobre la cama.

—No me molestaría—admitió Rose, quien, ahora estaba más que segura de repetir la experiencia, en ese preciso instante sus miedos se veían estúpidos y sin sentido.

—Puedo ser un poco más humano—ofreció el Doctor

—Quiero verte, quiero que sea cara a cara nuestra próxima vez—pidió Rose moviéndose con cierta rigidez hasta lograr sentarse a horcajadas sobre el regazo del Doctor.

—¿Tan pronto?—inquirió el gallifreyano alzando una ceja. Sus manos sin embargo, rodearon las caderas de Rose.

—¿Que? ¿Esos 900 años pesan sobre ti?

—Pequeña atrevida... Primero debemos arreglar ese delicado tejido humano—susurró el Doctor en el oído de Rose—.Luego, podemos pensar en una segunda ronda—Rose dejó escapar un grito de sorpresa cuando, con facilidad, el Doctor los había girado a ambos, quedando el encima de ella. Distraída con los largos y estilizados músculos tensos bajo su piel, Rose tardó en dar una respuesta atrevida.

—Sabía que tenías un fetiche con jugar al doctor.

—¡Ey!

Proximamente...

Tenth/Rose: Pantalones húmedos.

N/A:Todos mis fics se borraron cuando sin querer mate mi celular, así que la actualización de Segunda Oportunidad tardará un poco más, lo siento.