Penny ahogó un sollozo, enterrando su rostro en el cojín del sofá. Lloró desgarradoramente. No entendía por qué su vida tenía que ser un completo caos sin sentido. Lloraba porque había hecho daño a Leonard durante todo ese tiempo, siendo su novia sin estar verdaderamente enamorada de él. –"¿De verdad no estoy enamorada de él?"- se preguntó. – "Entonces, ¿por qué me duele tanto hacerle daño?". Bueno, tal vez lo quisiera. Sí, lo quería. No deseaba que le ocurriera nada malo, de hecho, quería lo mejor para él. Pero… a pesar de esos sentimientos, también sentía que su corazón en realidad nunca perteneció al joven físico experimental. Nunca había sentido mariposas en el estómago cuando la besaba. Ni escalofríos… ni nada. Tenía la sensación de que incluso besando a Raj o a Howard podría sentir más que besando a Leonard. Soltó otro desgarrador sollozo ante ese pensamiento. Y lo peor de todo es que también sabía que todos estaban de parte de Leonard. Ella era la mala, la que había hecho daño al pobre e inocente físico, la que había roto con él, rompiéndole el corazón. Incluso Amy, que siempre había proclamado que ella era su mejor amiga, le daba ahora la espalda. Las lágrimas siguieron manando de los enrojecidos ojos, mientras el hipo del llanto parecía querer ahogarla.
- Toc, toc, toc…Penny…
La joven soltó un respingo y levantó la cabeza. ¿Había oído mal? Tragó saliva, inmóvil. No, no podía ser…
- Toc, toc, toc… Penny…
No, no había oído mal. Parpadeó perpleja. Todos la evitaban y… ¿Sheldon estaba llamando a su puerta? ¿Cómo si no hubiera ocurrido nada? ¿Cómo si no supiera igual que todos lo que había ocurrido con su mejor amigo y compañero de piso? De toda la pandilla, el físico teórico debería ser el que más represalias tomase contra ella por hacerle daño a Leonard, sobre todo después de haberle advertido que no lo hiciera. ¿Cómo era posible que estuviera llamando a su puerta?
- Toc, toc, toc… Penny…
La chica se puso en pie e intentó tranquilizar el hipo de sus sollozos. Se enjugó las lágrimas como pudo con las manos. Aferró el pomo de la puerta, respiró hondo y abrió. Intentó dominar su horrible estado de ánimo frente a su viejo amigo, pero incluso Sheldon podía intuír cómo se encontraba. El joven físico la miró, tragando saliva.
- Hola… Penny.
Ella reprimió de nuevo las lágrimas con todas sus fuerzas y por fin se atrevió a mirarle. Sheldon la contemplaba con su incomprensión y su habitual pánico ante situaciones sociales que no terminaba nunca de entender. Pero no había nada de rencor en sus ojos azules. Eso hizo que su pena disminuyera un poco. Sí, Sheldon seguía siendo él y, sin saber por qué, eso le produjo tanto alivio que estuvo a punto de dejar escapar otro sollozo. Genial, últimamente parecía un grifo mal cerrado. No sabía por qué, pero Penny tenía la sensación de que podía soportar el rencor y enfado de todos excepto el de Sheldon. Si el joven físico hubiera venido a increparle su comportamiento con Leonard, habría roto a llorar como una niña. Penny apoyó la cabeza en el marco de su puerta. Sheldon apartó la mirada, algo azorado.
- ¿Estás… bien?
- ¿Tú qué crees, Sheldon?
Esa pregunta hizo temblar el ojo derecho del joven físico.
- Sabes que no se me da muy bien adivinar esas cosas.
Penny suspiró con tristeza.
- ¿Has venido sólo para preguntarme eso?- dijo, un tanto incrédula.
El joven físico se movió nerviosamente.
- Sí… Digamos que… tenía curiosidad por saber cómo te encontrabas anímicamente después de…
Se calló de inmediato al ver los verdes ojos clavados en él.
- Sheldon, ¿desde cuándo diablos te importa a ti el estado de ánimo de los demás?- preguntó, casi enfadada.- No tienes por qué hacer esto simplemente porque pienses que es una "convención social no opcional"- concluyó, volviéndose para cerrar de nuevo la puerta. El físico consiguió impedirlo, apoyando una mano en ella.
- ¿Por qué no?- preguntó él.
Penny soltó un bufido ya casi de impaciencia.
- Pues porque la gente normal cuando pregunta "¿Cómo estás?", lo hace porque le interesa oír la respuesta y ofrecer un consuelo "de verdad", y no por… tus motivos, que son tan… absolutamente locos como tú.
Sheldon bajó la mirada, como si lo que ella hubiera dicho le hubiera afectado de alguna manera. La chica de pronto se sintió fatal consigo misma. Intentó disculparse con él, con el único que, aunque loco, le había preguntado cómo estaba. Pero él habló antes.
- Me interesa de verdad saber cómo estás, Penny.- dijo, mirándola fijamente, algo vulnerable.
Ella parpadeó. No pudo evitar sentir que toda su tristeza y frustración desaparecía ante esas palabras. Le dedicó una triste sonrisa.
- Perdóname, cielo. Lo siento. Es que… no estoy pasando por mi mejor momento. Y… la verdad… no tienes por qué estar aquí. – el hipo del llanto amenazó sus cuerdas vocales.- No… merezco que estés aquí…
No pudo contener más tiempo ese maldito dolor, que ascendió otra vez por su garganta, ahogándola. Rompió a llorar de nuevo, sin poder contenerse por más tiempo. Sheldon se quedó congelado en el sitio, completamente inmóvil, paralizado, mientras la chica se deshacía en lágrimas frente a él. El joven físico sentía que cada lágrima, cada sollozo, se clavaba en él como una afilada daga. Tragó saliva, intentando recobrar su habitual seriedad, su férreo control, su frialdad y desapego. Pero por vez primera en toda su vida, no pudo hacerlo. El dolor de Penny era más fuerte que él mismo y lo vencía sin remedio. Apretó furioso los dientes, tratando de forzar a su cerebro a pensar racionalmente, pero fue en vano. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué se sentía tan mal al verla sufrir? ¿Por qué empezaba a tener él mismo ganas de romper a llorar? ¿Por qué le dolía el pecho de aquella forma tan rara? ¿Por qué no era capaz de hablar? ¿Por qué de pronto ardía en deseos de volver a su apartamento y soltarle un puñetazo a Leonard? Sheldon apretó más los dientes. Se suponía que Leonard lo estaba pasando muy mal. Al fin y al cabo, era él quien había sido dejado por Penny. Y sin embargo, no lo había visto sufrir ni la décima parte de lo que estaba sufriendo ella. La joven se estaba ahogando en su propio llanto, pero aún así, no podía dejar de llorar. Sus sollozos lo atravesaban. Sheldon no pudo soportarlo más. Se acercó a ella y la abrazó suavemente, sin la menor vacilación. Penny soltó un respingo, al sentir de pronto un cálido pecho junto a su dolorida cabeza y unos brazos que la rodeaban con una delicadeza sorprendente.
- Shel…
- Shhhhhh…- la silenció él en un susurro.
La chica sintió un extraño escalofrío. Jamás había estado tan cerca de él. Pero se sintió tan extraordinariamente a gusto que olvidó el pensamiento de que aquella situación era por completo anormal. La calidez del pecho de Sheldon era embriagadora. Apoyó la cabeza y la mejilla sobre el logotipo de batman de la camiseta. Sintió el poderoso latido del corazón y su inconfundible y deliciosa fragancia, una mezcla de olor a suavizante, colonia masculina y libros. Los sollozos fueron disminuyendo en intensidad, mientras el joven físico la abrazaba, apoyando delicadamente el mentón en su cabeza. Finalmente, Penny dejó de llorar, agotada y temblorosa. Sheldon se movió con suavidad, intentando separarse un poco para comprobar si la chica estaba algo mejor, pero Penny lo aferró con fuerza, impidiéndolo, refugiándose en su pecho.
- Por favor…- dijo entrecortadamente.- No… me sueltes…
El joven físico tragó saliva. En realidad… no quería soltarla. La joven camarera todavía estaba temblando. La abrazó otra vez, y su mano acarició por voluntad propia el dorado cabello. Olía a vainilla. Sheldon apartó la mano, como si su cerebro se diera por fin cuenta de lo que estaba haciendo. Los tics empezaban a desatarse en su rostro, pero ella seguía aún dolida, buscando su refugio y su consuelo. El físico cerró un momento los ojos, reuniendo el valor necesario. Inclinó suavemente la cabeza.
- ¿Estás… mejor?- preguntó.
- Sí…- dijo la chica, con la voz aún quebrada.- Pero no me sueltes.
Sheldon reprimió un suspiro, aunque siguió abrazándola. Estaban de pie, y en una posición en la que Sheldon sostenía prácticamente a la chica de una forma no demasiado cómoda. El joven físico miró el sofá como si fuese su tabla salvadora. Si se sentaban, tal vez Penny pudiera acomodarse para reposar en el sofá, en lugar de en él. Volvió de nuevo a inclinar la cabeza.
- ¿Te importa si… adoptamos una postura más saludable para nuestras vértebras lumbares y dorsales?
La chica movió apenas la cabeza. Sheldon interpretó que no le desagradaba la idea y, suavemente, la condujo hasta el sofá. Ambos se sentaron, pero Penny no se acomodó sobre el respaldo. Sólo buscó la posición más adecuada para recostarse de nuevo sobre su pecho. El joven físico volvió a sentir el tic en el ojo, pero no pudo decir nada. La muchacha poco a poco dejó de temblar y se relajó completamente. Escuchar el corazón de Sheldon era más reconfortante que una sesión de yoga o Tai-chi. Latía con un ritmo hipnótico y perfecto. Apoyó la mano en su esternón, queriendo sentir más el golpeteo. El corazón automáticamente empezó a latir con fuerza bajo su mano. De pronto, pareció ser consciente de lo que estaba pasando, como si hubiera despertado de un profundo sueño. Se separó bruscamente de Sheldon, sintiéndose de pronto terriblemente avergonzada. El joven físico intentaba dominar su desbocada respiración, sin comprender en absoluto nada de lo que estaba pasando. Penny lo miró.
- Yo… lo siento, cielo. Perdóname. Sé que… no te gusta nada el contacto físico. Lo siento de verdad.
- No… no te preocupes, Penny.- el físico bajó la mirada, intentando controlar aquel misterio indescifrable que le hacía sentirse de pronto tan tímido como Raj. Hizo un sobrehumano esfuerzo y la miró.- No pasa nada… Y celebro comprobar que ya estás mejor.
Se miraron. Penny no podía apartar sus ojos de él, de su mejor amigo, de la persona que siempre estaba allí, de quien no la juzgaba y la aceptaba tal como era, de quien la consideraba en sí misma valiosa, a pesar de ser tan diferente a él. De quien era capaz de superar su germofobia para abrazarla tan maravillosamente como nadie lo había hecho. Sonrió sin poder evitarlo, al ver sus transparentes ojos azules, que revelaban tanta genialidad como sinceridad. Y de pronto, se encontró preguntándose a sí misma por qué no se fijaba en tíos parecidos a Sheldon y se olvidaba de todos aquellos que siempre le rompían el corazón, de una u otra forma. Se quedó helada ante sus pensamientos. No, Sheldon nunca le rompería el corazón. De alguna inexplicable manera, lo sabía. Alargó la mano y acarició tristemente la mejilla de él.
- Gracias Moonpie…
Él sintió que moría un poco ante la suave caricia. Tomó la mano de ella y la retiró suavemente, pero sin soltarla.
- Sólo Meemaw puede llamarme Moonpie…- dijo, con un tono de voz tan suave que no pegaba nada en absoluto con sus palabras.
Ella soltó una risita y volvió de nuevo a recostarse sobre su pecho, abrazándolo. Sheldon tragó saliva, pero no dijo nada. Se limitó a devolverle el abrazo, sin dejar de pensar por qué era tan fácil abrazarla a ella y tan difícil abrazar a Amy.
