Su manada

Por Krmenxita Uchiha


Disclaimer: El universo de Canción de Hielo y Fuego no me pertenece, es propiedad de George R.R. Martin.

Aviso: Esta historia participa en el quinto Amigo Invisible del foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Está dedicada a Erly. Espero que le guste :)


La nieve se había endurecido, cubriendo de blanco castillos y aldeas. El frío, inclemente y crudo, calaba hasta los huesos de los valientes que le harían frente. Al final, su padre siempre había tenido razón: el invierno había llegado, y con él la muerte.

Bran decía que había esperanza, pero ella no podía creerle. Era extraño. Apenas lo reconocía. Apenas podía ver en él al pequeño niño tullido que dejó en Invernalia cuando partió hacia la capital junto a su padre y su hermana. Bran seguía siendo un niño, pero al mismo tiempo había dejado de serlo. No lo conocía.

—¿Volverán? —La voz de Rickon, todavía inocente, flotó en el aire mientras veían juntos a los hombres partir hacia el norte. Más al norte de lo que nunca habían estado.

—Ninguno de ellos lo hará.

Sorprendentemente, las palabras no salieron de ella, sino de Sansa. Su voz parecía lejana, indolente. Sostenía la mano de Rickon sin apartar la mirada del horizonte como quien ve un espectáculo repetido y ya conoce el final. Como alguien que se había acostumbrado a la muerte.

Su hermana también había cambiado y, casi con pesar, tuvo que admitir que echaba de menos sus sonrisas dulces y su mirada suave, tan típicas de una dama. Tan típicas de la antigua Sansa. Ahora parecía haberse vuelto tan fría como el mismo hielo, aunque a veces creía descubrir cierta nostalgia en sus ojos, una combinación de tristeza y dolor. Y odio.

Se dijo que no era ajena a ese sentimiento. Estaba llena de odio. Lo sentía correr por sus venas como ácido cada vez que recordaba a sus padres, a Robb...

A Jon.

Sus manos se apretaron en puños al pensar en su hermano. Muerto, como toda su familia —Sansa, Rickon, Bran… ellos también habían muerto y ahora sólo quedaban pedazos de lo que habían sido. Asesinados. Masacrados. Despedazados.

Ella misma se sentía como un cadáver a veces, cuando intentaba bloquear el dolor de la pérdida o cualquier otro sentimiento que significara una distracción.

Le gustaba pensar que cuando el Muro cayera se haría justicia. Que sería como vengarse de los hombres que habían traicionado a Jon, apuñalándolo cobardemente. La idea era agradable, pero no podía expresarla en voz alta porque la caída del Muro significaría también la muerte de todos. El horror del invierno, tal como los cuentos que la Vieja Tata le contaba a Bran.

Para ella, sin embargo, no era algo tan malo. Porque, ¿qué había de malo en que murieran los asesinos de Jon? Eventualmente también perecerían los Frey, los asesinos de su madre y de Robb. Y luego caería Desembarco del Rey y aquellos que habían ajusticiado a su padre.

"Valar morghulis", susurró para sí misma, mientras los soldados se iban haciendo más pequeños en la lejanía, todos ellos con los días contados.

Sintió la mano cálida de Bran chocar con la suya. La apretó sin mirarlo, escuchando a su otro lado un triste suspiro de Rickon. El niño no lloraba, pero se movía intranquilo hasta que Sansa acarició su cabello, una diminuta sonrisa bailando en sus labios.

Entonces supo que estaba en el lugar correcto. Con su manada. Incompleta y rota, sí, pero lista para dar la bienvenida al invierno.