Título: Tu recuerdo y yo

Autor:acm2099

Personajes:Draco Malfoy, Harry Potter, Neville Longbottom, Original, Remus J Lupin, Severus Snape

Género:Drama, Romance

Advertencias: Chan=Adulto/Menor, Mpreg=Embarazo Masculino

Clasificación: NC-17 o M

Resumen: Seis años después de la guerra, Draco vive atrapado por un recuerdo. ¿Podrá perdonar y rehacer su vida?

El destino siempre nos tiene deparadas distintas sorpresas.

Notas: Bueno después de publicarles Aléjate de mí y gracias a xonyaa11, me he decidió publicar esta historia aquí. Tu recuerdo y yo es una historia a la que le tengo mucho cariño. La escribí haciendo un análisis de un momento en mi vida en el que después de haber perdido a alguien que quise mucho empecé a autodestruirme como persona. En aquel entonces termine con muchas cosas que había construido pero sobre todo hice llorar a una persona que me quería. Lo errores se pagan y créenme cuando les digo, uno de los peores errores que puede cometer es hace sufrir a alguien que te quiere.

Años después, y para exorcizar un poco esos demonios, tomé esta historia para volcar mis emociones pasadas. Así que, aquí esta y espero que les guste porque esta historia tiene algunos giros interesantes.

Mi beta fue la genial Luxam9, a quien le mando un abrazote.


Caminaba despacio y casi taciturno. Nunca había estado muy de acuerdo con esa forma de cerrar los tratos. Sin embargo, para Ryan era de lo más normal terminar un trato y festejarlo en algún putiferio. No importaba que el negocio fuera con muggles o con magos. Siempre encontraba el lugar perfecto para hacer fiesta.

Aunque fuera en el mismísimo Estado Unidos de Norte América. Para ser más precisos en las Vegas, Nevada. No era la primera vez que estaban en las E.U, ni en las Vegas. Más allá de los Casinos y las noches de fiesta, aquel lugar era excelente para sus negocios.

Salieron de la iluminación, casi cegante de los Casinos y Hoteles, para caminar por unos callejones. Ryan había sugerido llegar a pie y tenía toda la razón. Era preferible estacionar su Jaguar XF en las iluminadas aceras de la calle Strip. Aunque el lugar al que iban se encontrará a escaso metros de tan emblemática calle. Era raro saber que ha espaldas de aquella concurrida urbe, llena de finos lugares y hoteles de lujo; había más de un prostíbulo, en donde los selectos hombres de negocios y turistas embriagados, podían descargar sus preocupaciones.

—Aquí es.

Vio la sonrisa casi depredadora de Ryan Smith. De inmediato, vinieron a su mente imágenes del día que lo conoció. Estaba presentando sus EXTASIS en Australia. Después de que la guerra finalizara –todos los que podían –decidieron irse. Alejarse lo más que alcanzaran de Londres. De Inglaterra y de todo aquello que podía traerles recuerdos de: Muerta, pérdidas y sufrimiento. Australia, le sonó un lugar genial. Con un buen clima y un alto nivel para su especialidad. Además, lo llamaba el mar y lo pacifico que podía lucir un sitio en el que nadie lo conociera.

El IMABF (Institute of Magical and Botanical Fauna), era un lugar tranquilo que se erguía como un gran templo vegetal. Justo detrás del Zoológico Taronga, en Sídney. Aun recordaba el sonido de las olas al golpear con la piedra del edificio. Nunca hubo nada más pacifico que aquel lugar.

Una tarde, Ryan se cruzo en su caminó y le preguntó si era ingles. Él asintió y sin querer, se enfrascaron en una conversación, sobre lo lucrativo que sería vender plantas mágicas a los muggles y a los magos. Ryan Smith se convirtió en un amigo después de esa tarde. Más adelante, le contaría que se acerco a él con la intención de ligar. El americano estaba alucinado con sus historias de la guerra. Pero jamás lo obligaba a hablar de ella. Siempre escuchaba con atención cualquier parte que él quisiera contarle.

Cuando aprobaron, él no tenía intenciones de regresar a Inglaterra y Ryan llegó de nuevo con sus revolucionarias ideas. Los dos tenían el conocimiento. Pero él, tenía el dinero para empezar con el negocio. Se trasladaron a Irlanda. Y ahora ambos, hacían dinero a mansalva, gracias a esas ideas.

Ryan era un hombre interesante. Un americano, con gran visión para los negocios y un exclusivo gusto por la fiesta. Tenía bastante suerte entre las mujeres y no era para menos. Un hombre de piel oscura, unos increíbles ojos celestes y una perfecta sonrisa. Además, sabía seducir.

La carcajada del otro hombre que los acompañaba, lo sacó de sus recuerdos. Jeremy Moore, un muggle con el que habían cerrado una venta millonaria, justo hace un par de horas. Ryan había hecho los arreglos como siempre. Él sólo le dio el visto bueno. Moore, era un hombre de unos 40 años, con buen porte, casado y con tres hijos. Le sorprendía un poco ver como ese hombre estaba, tan expectante por ir a aquel prostíbulo. Pero le fue más sorprenderte, que el mismo hombre, sugiriera ir a ese lugar.

Al entrar, encontró un sitio oscuro. Donde, seguramente ya los esperaban. De inmediato les dieron una mesa. Se podían ver, perfectamente a las mujeres que bailaban y se enredaban, de forma provocativa, sobre un tubo metálico. La música era estridente y sensual. Todo tenía una sensación de estar viciado. Pasó su vista por todas partes. No sólo había chicas; puedo observar a chicos contoneándose por ahí. Le sorprendió, de forma desagradable, ver que muchos de los chicos y chicas eran demasiado jóvenes. Incluso menores. Se removió un poco inquieto; esos lugares eran los peores.

Moore susurro algo al oído de Ryan. Se puso de pie y caminó hasta la barra, que estaba en el fondo del lugar y después regresó, con una sonrisita que se le antojo muy pervertida. Definitivamente, eso no estaba bien. Un minuto después, apareció un mesero con una botella de whisky.

—La primera copa, es por el negocio y porque hoy, por fin lograré algo que he deseado desde hace mucho –Moore sonaba más emocionado por lo segundo –A pesar de que tuve que pagar cinco mil dólares; no me arrepiento. Esta noche señores, me follaré al tío más caliente que he conocido. Debe tener su edad; pero es hermoso.

Ryan no debió escuchar nada, porque estaba perdido viendo una rubia de grandes tetas, que se le acercaba coqueta. Sin embargo, él si oyó todo el discurso de Moore y eso lo hacía sentirse asqueado. Nadie debía comprar a alguien así. Fueran lo que fueran, eran personas las que trabajan ahí y se merecían un poco de respeto. Tan sólo, por la propia dignidad humana.

— ¿Viene a menudo?

La pregunta había sonado desinteresada; pero no fue así. Estaba casi seguro, que esa sería la última ocasión en la que harían negocios con aquel muggle.

—No, la verdad es que no mucho. Pero desde que descubrí a ese chico, este lugar es uno de mis favoritos. Él no es un prostituto, para nada. Era el cantinero; pero al parecer le urge el dinero y no podía desaprovechar esta oportunidad ¿ustedes entienden? Además, hoy tengo mis métodos para que se me entregue sin reservas –le mostro una diminuta bolsa con un polvo blanco.

Hizo una mueca, que intentó reprimir. No, en realidad no entendía; pero tampoco podía hacer mucho. Sólo tener en la cabeza, jamás hacer algún negocio con una persona como Moore. Era un hombre casado, con tres hijos y con aspecto bonachón, a pesar de ser un hombre fornido. Seguro era una referente en su sociedad. Cuando él lo conoció, fue amable e impecable en su trato. Sin embargo, no era más que un pervertido de tantos.

Una hermosa chica, de cabello trigueño, largas piernas y de piel bronceada, caminó hasta ellos. Con una diminuta falda y un top, aun más inexistente. Se sentó en sus piernas, sonriéndole. Volteo para ver como Ryan perdía una de sus manos, en la minúscula blusa de la rubia. Moore apuraba su trago. Seguramente esperando a que lo llamaran, para poder partir al pobre diablo que había comprado.

La chica pareció darse cuenta de que no causaba efecto en él. Se puso de pie, susurrándole un: Lastima, eres guapo.

No creyó que pasará más de un minuto; cuando ya tenía a un chico, de cabello castaño y con unas lentillas de irises violeta, sentado en sus piernas. Moore enmarco una ceja y él sólo se encogió en hombros. El chico le susurro sin más:

—Llévame tú. El tipo de la barra me da miedo.

Volteo un poco y observo al tipo. No parecía diferente a nadie, tal vez un poco extraño. Iba vestido de negro, llevaba unos lentes de pasta gruesa y un portafolios. Sin embargo, algo le decía que los temores del chico eran fundados.

Legeremancia.

Algo muy útil. Harry había hecho que todos los miembros de la Orden aprendieran. A él le había costado noches de desvelo y persecuciones al Profesor Snape, cuando éste se aparecía por el cuartel. Horas y horas, durante tres meses para pulirse…–hasta que un día, consiguió atrapar los recuerdos de la primera vez de Hermione con Ron. Ese día se sintió satisfecho. Tal vez no era el mejor; pero un muggle no sería difícil de leer.

Se concentro y pudo ver que el hombre de la barra no tenía nada de común. Gustaba de los juegos rudos. Le pagaba a sus parejas, le gustaban los amarres y, no era precisamente de las personas que se detuvieran, cuando decían que no. En el portafolios guardaba un látigo, unas cuerdas y tenía la intención de practicar la asfixia erótica. Aunque, no le importaba mucho, si tenía éxito o no.

Rompió en contacto y envolvió al chico con sus brazos. Le dio un ligero beso en el cuello. De reojo, miro como el hombre de la barra hablaba ofuscado con el encargado. Sin embargo, él sabía que no dirían nada. Hoy, ellos eran los clientes distinguidos. Los hombres de negocios.

—Señor Moore – la voz de una de las chicas llegó hasta ellos –ya lo están esperando y creo que sus amigos estarán más cómodos en otro lugar. ¿Me siguen?

Moore fue el primero en ponerse de pie. Ryan aun tenía las manos entre la blusa de la rubia, sonrió. Se puso de pie, dispuesto a seguir la faena. Él, en cambio, no tenía intenciones de tener sexo con nadie. Se levanto lentamente, junto con el chico castaño. Sortearon todas las mesas y entraron por una puerta que conducía a un pasillo tapizado de un rojo intenso. Estaba completamente iluminado. Moore iba a la cabeza. Vio como el hombre se perdía en una puerta. Ryan en la puerta de enfrente y a él, le dieron orden de entrar en la puerta a lado de la de Moore.

Una vez cerrada la puerta, el chico castaño se abalanzó a sus labios; pero él lo detuvo sujetándole de los hombros.

— ¿No te gusto? –preguntó un poco extrañado el chico.

—No es eso –caminó por el cuarto pintado de morado. Con una enorme cama y, sabanas satinadas, color morado. Un espejo en el techo y un cuadro en la cabecera, que mostraba a dos mujeres desnudas, tocándose. Se sentó en un sillón que estaba frente la cama, suspirado pesadamente -¿cuál es tu nombre?

—Azul –el chico sonrió y subió en horcajadas sobre él.

—Tu verdadero nombre –el chico sonrió. Pasó sus manos por su cuello, acariciando distraídamente, sus ásperas mejillas.

—Brian.

— ¿Qué edad tienes Brian?

—18 –el chico empezó a lamer su cuello.

—Tu verdadera edad –alejo al chico, quien rodo los ojos.

—17.

Por primera vez durante esa noche, observo al chico. Traía unos pantalones de cuero, negros. Una camisa, que se le pegaba completamente al cuerpo, de color blanca. Sus ojos violetas, estaban delineados y tenía las facciones angelicales. En definitiva era un cliché. Pero un cliché, muy atractivo.

— ¿Desde cuándo?

—Empecé a los 15. Me escapé de mi casa, porque mis padres me golpeaban. Estuve un tiempo de aquí para allá. Hasta que encontré este lugar. No vamos a tener sexo ¿verdad? –el chico había sonado casi desilusionado.

—Nop. No lo tendremos –Brian suspiro. Le dio un ligero beso en los labios y acomodó su cabeza en su pecho.

—Es una lástima. Eras muy guapo. Hombres como tú, no son muy comunes por aquí. Eres del estilo Edward –el chico suspiro.

— ¿Edward? –acaricio distraídamente la espalda del chico.

—Sí, Edward. Pretty Woman. Richard Gere. Definitivamente, eres el tipo que saca a alguien que le guste de esto. Pensé que hoy, sería mi día de suerte –sonrió un poco y abrazo al chico –bueno, por lo menos no eres un idiota, como el de la barra. O un estúpido, pervertido como Moore. Pobre Draco, la que debe estar pasando ahora.

Draco…

La sola mención de ese nombre, hizo que tensara. No podía ser el mismo Draco que él conocía.

— ¿Draco?

—Sí, Malfoy. Es el chico por el que pagó Moore. Es nuestro cantinero; pero tiene muy enfermo a su hijo y nadie resiste un cañonazo de cinco mil dólares en esas condiciones. Moore jugó bien sus cartas. Espero hasta que estuviera desesperado. Ese, es un hijo de puta, en toda la extensión de la palabra. Además de un bruto. La primera vez que me follo, me mando al hospital. Tuvieron que suturarme.

Algo en su interior hizo clic. En definitiva, si podía ser el mismo Draco y más si era Malfoy. Se puso de pie. Estaba tenso, como resorte, sorprendió a Brian. Sacó mil dólares de su billetera y se los dio al chico.

—Esto es mucho dinero –le dijo. Pero él ya había salido de la habitación y se dirigió a la contigua.

No lo escuchó ningún ruido en el pasillo. Se encontró de frente con la puerta marcada con el numero 13. Pensó en un Alohomora; pero estaban en un establecimiento muggle y lo que menos quería era llamar la atención de las autoridades mágicas. La puerta era de madera y se veía muy débil. Con un hombro arremetió contra ella y de inmediato se abrió, sorprendiendo a Moore, que estaba forcejando con el rubio. Intentaba hacerlo beber una copa.

— ¿Qué demonios te pasa? –gruño Moore.

—… –Observo al rubio. Definitivamente, si era Draco Malfoy. Moore se separo del rubio y lo encaro.

—Vete de aquí –Moore tenso los músculos y lo veía fijamente.

—Me voy con él –señalo a Draco y Moore sonrió.

Se abalanzó sobre él, con intensión de propinarle un golpe. Lucha cuerpo a cuerpo. Otra de las cosas en las que Harry había insistido durante la guerra y que a él le había parecido magnifica. De hecho, fue de los que más disfruto y aprendió. Hasta hoy nadie había podido derribarlo. Moore, no fue la excepción. Con el antebrazo detuvo el golpe y estrello su puño derecho en el estomago de Moore y lo remato con un golpe directo a la quijada.

El hombre cayó estrepitosamente al suelo, doliéndose. Draco aprovecho ese momento para recomponerse. Le parecía muy familiar el hombre que estaba frente a él. Casi podía asegurar quien era. Aunque ya no fuera para nada, la imagen que conservaba en sus recuerdos. Tomó su abrigo y salió caminando. Sintió que lo tomaron del brazo para girarlo.

—Malfoy. Necesitamos hablar…

Draco no dijo nada. Se soltó del agarre y salió lo más rápido que pudo. Lo siguió, casi corriendo. Una chica se le lanzo a sus brazos y él la aparto la forma más delicada que pudo. Pero esa distracción fue suficiente para perder al rubio de vista. Salió del local, miro para ambos lados. Todo estaba desierto. Draco Malfoy había desaparecido sin más.

Escuchó la puerta del local abrirse. Ryan estaba a su lado, abrochándose la camisa y con el saco colgado del antebrazo.

— ¿Estás bien? Armaste un lio en los privados. Moore cree que vas a querer deshacer el negocio. Me dijo que si tanto querías al rubio, por él no habría problema y que siente mucho haberte levantado la mano. Que sólo quería alardear enfrente de… -Ryan puso una mano en su hombro –Neville ¿estás bien?

—Era Draco Malfoy… Malfoy ¿entiendes? –dio media vuelta pero Ryan lo detuvo.

—No creo que sea buena idea regresar. Hoy, no podrás hacer investigaciones. Ya di una buena propina por todos los… inconvenientes que causamos. Pero si empezamos a preguntar, no seremos bienvenidos. Es mejor que regresemos al hotel. Necesitamos tomar algo para calmarnos.


Observaba distraídamente, como las luces se reflejaban sobre el lago artificial. El agua de la fuente subía y baja, casi de forma rítmica. Por la calle Flamingo vio a varias personas caminar. Parejas que, seguramente festejaban su triunfo en Casino del Bellagio. La ciudad estaba iluminada e imponente. Tan viva.

Tomó un trago de su copa. Sintió como el Brandy quemaba un poco en su garganta. Cerró los ojos y, sin querer vinieron a su mente, aquellas imágenes que nunca lo abandonaban. En forma de vistazos:

Observó a Hagrid llegar con el cuerpo de Harry entre sus brazos. Sintió el calor asfixiante del sobrero Seleccionador. Casi podía palpar la empuñadura de la espada del Gryffindor entre sus dedos. Pudo sentir su rostro bañado de la sangre de Nagini y después… después…

Sus ojos se cerraron aun más. Apretó su copa de Brandy. Su mente reprodujo con exactitud, el recuerdo que marcaría para siempre su vida:

Lucius Malfoy lanzaba hechizos. Derribó a dos Aurores antes de llegar a él. El cuerpo de Nagini, partido en dos toco el suelo, cuando ya tenía a Lucius apuntándole. Tomó la muñeca del Mortífago, apartando la varita. Golpeo con fuerza en el estomago del mayor, a nivel del diafragma. Sabía que ese tipo de golpe hacia que su contrincante perdiera el aire. Lucius cayó, quiso lanzarle un Desmaius; pero Malfoy fue más rápido y rodó por el suelo. Apunto su varita de nuevo y él supo perfectamente cuál sería la maldición. Sin embargo, fue su turno para ser rápido. Sin pensarlo, lo dijo:

Avada Kedavra.

El rayo verde salió de su varita e impacto justo en el pecho de Lucius Malfoy. Observó como los ojos grises perdían ese brillo y altivez. Pudo sentir en sus venas la desgracia de extinguir la vida de otro ser humano.

La copa que sostenía se rompió en pedazos, haciendo pequeños cortes en su mano derecha. Abrió los ojos, el agua de la fuente tenía un color rojo, debido a las luces que se mostraban en ese momento. Se percato de que respiraba entrecortadamente. Aun tenía presente la sensación de haber lanzado esa maldición.

—Neville –Ryan toco su brazo y volteo a verlo – ¡Por Merlín! Mira como te dejaste la mano ¿otra vez tu recuerdo de la guerra? Han pasado cuatro años –dejó que su amigo le quitara la copa; pero retiró la mano cuando quiso curarla.

—Yo lo mate…

—Neville, hemos hablado cientos de veces de lo mismo. Era tu vida o la suya. No tuviste opción –Ryan intentó tomar de nuevo la mano lastimada; pero Neville hizo un amago y se la retiro.

—Él era un padre, un esposo… -la mano de Neville goteaba sangre, que se estrellaba en el inmaculado piso blanco.

—Era un Mortífago. Si tú no lo hubieras matado, habría terminado condenado. Seguramente al beso. A mi ver, le hiciste un favor –Neville cerró los puños, provocando que su mano derecha doliera.

—Si lo hubiera dejado vivo, habría tenido un juicio. El Wizengamot le hubiera dado un castigo para todos sus crímenes. No tenía derecho a ejecutarlo por mi mano… Dejé huérfano a Malfoy. Me convertí en un asesino.

—Era una guerra. No tuviste opción. Potter tampoco la tuvo –Neville soltó un suspiro. Miro fijamente a su amigo.

Después de la llegada de los Mortífagos a Hogwarts, Draco Malfoy había desaparecido. Algunos creyeron que había muerto. Otros, que había huido al extranjero junto con su amigo Zabini. Cuando la guerra se desato por fin; nadie pensó en el menor de los Malfoy. El conflicto duro dos años y no fue hasta que terminó, que las gentes del Ministerio recordaron que había un Malfoy por ahí. Esperaron un año, para que reclamara lo que por derecho le pertenecía. Al no suceder, el Ministerio embargo todo lo que un día fue de Lucius Malfoy. Él siempre estuvo pendiente, esperando la aparición del rubio. Para poder pedirle perdón.

Ahora, cuatro años después, se encontraba con Draco Malfoy. Tenía un hijo; pero ¿con quién? O lo que era peor ¿de quién?

Se lo debía. Tenía que saber en qué condiciones se encontraba Draco Malfoy. No podía continuar con su vida como si nada. Por alguna razón, Malfoy había terminado en aquel lugar. De todas las ciudades de E.U, estaba en las Vegas. Siendo un cantinero y, obligado por las circunstancias a vender su cuerpo. Él no podía permitir eso…

—Habla con Sarah. Dile que cambie mi Traslador –murmuro con voz firme.

—Ya lo hice, Jefe. Ser tu amigo desde hace cuatro años, me da cierto nivel de conocimientos sobre ti. Imaginé que no dejarías esta ciudad hasta saber que hacía Malfoy aquí y viendo así.

—Tiene un hijo –Ryan elevo su ceja izquierda. En un claro gesto de asombro –Las Vegas… -suspiro, negado. Como si no creyera nada –La jodida ciudad está tan lejos de sus estándares. El país entero está lejos de lo que Malfoy consideraba… Tal vez, Francia, Noruega. Hasta Groenlandia; pero ¿Estados Unidos? Y sobre todo, las Vegas. Tal vez Nueva York…

Ryan asintió. Sin embargo, no se le hizo muy raro que Malfoy buscara un lugar tan lejos de "casa" — ¿Crees que el hijo sea…

— ¿De él? –Ryan se encogió en hombros y Neville supo a lo que se refería –Mi abuela decía que los Malfoy eran los últimos pure-blood con ese poder mágico. Incluso algunos decían que Lucius Malfoy fue el gestante de Draco. Pero eso era falso –suspiro cansino –Aunque, no me importa en lo absoluto. Sólo quiero…

—Librarte de la culpa.

—Cumplir. Me tengo que quitar esta pena que traigo en el alma.

Ryan convoco el botiquín desde el baño. Sacó un par de vendas y agua oxigenada. Neville le tendió la mano herida. Lavo con el agua, mirado fijamente como su amigo suprimía cualquier molestia. Limpió con unas gazas y vendo la mano. Esas heridas no eran nada, comparadas con las que su amigo tenía en el alma.

Limpió todo con un pase de varita y luego fue hacia el bar de la habitación. Tomó una botella de Brandy y se sentó en el sofá. Neville observo todos los movimientos de Ryan, hasta que llego la sofa. Lo alcanzo y se tomó de golpe la copa que le ofrecía. Ambos sabían que esa noche ahogarían sus penas en aquella botella.


Tómate esta botella conmigo

Y en el último trago nos vamos.

Nada me han enseñado los años.

Siempre caigo en los mismos errores.

Otra vez a brindar con extraños

Y a llorar por los mismos errores.


Pues empezamos. Será un capítulo por día, son 28 y la razón de hacerlo así es para ver si de alguna forma les motivo para que comenten.

Al final, al principio o en medio del capítulo habrá alguna frase de una canción. En este primer capíulo le tocó Don José Alfredo Jiménez, con este pedazo de poesia llamado En el ultimo trago.