Nota de autora: A estas alturas, es ridículo llamar a esto spoiler, pero si solo sigues el anime y has logrado zafarte -gracias a quién sabe qué milagro del internet- de los spoilers del manga, te recomendaría no leer esto.

Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama, yo solo tomo prestado al rubio/cara/de/pocos/amigos porque me encanta y se me da la gana(?).

¡Namasté!

Escondiendo al guerrero

~.~

Sería tan fácil levantar el pie y aplastarlos, literalmente.

Cerrar la mano sobre sus cabezas y triturarlas; cernirse sobre ellos y aniquilarlos, como si no fuesen más que simples hormigas asustadas escapando del hormiguero ante la vista del oso.

Un enorme oso acorazado.

Sería tan fácil…se suponía que debía serlo, ¿no? A fin de cuentas, no eran sino un grupo de adolescentes ilusos e ignorantes, que por si fuera poco confiaban ciegamente en sus propios enemigos. Porque él era exactamente eso: el enemigo oculto tras la fachada de buen compañero.

¿Quién solía dar sermones sobre ser un buen soldado?, ¿quién ayudaba al brillante pero frágil Armin a soportar las fatigosas marchas que les imponía Shadis? ¿Con quién pasaba horas completas entrenando Eren? Y Connie, ¿no confiaba en él como en un hermano mayor? El "buen Reiner", el recluta que tenía asegurado un lugar entre los diez mejores cadetes y su plaza para la policía militar; Reiner Braun «poseedor de una gran fortaleza mental y física, en quién sus compañeros confiaban plenamente». Dios, debía ser tan fácil.

Pero no lo era.

Mentía, cada vez que le aseguraba a un nervioso Berthold que no soñaba con ese nefasto día. Desmentía las dudas de Annie sobre lo que ella llamaba «su incipiente descontrol mental». Él estaba perfectamente bien, no era como si estuviese desarrollando una especie de doble personalidad o algo por el estilo.

Era un guerrero, el líder de ese pequeño trío de traidores, los que cumplirían su misión y luego retornarían a sus hogares.

Pero también era un soldado.

Y un soldado protege a los suyos.

Si él era sincero consigo mismo, no recordaba el momento exacto en que esa faceta de soldado fue calándose en su interior hasta hacerse parte de su ser. Tenía una misión, y no echaría pie atrás en ella. Lo había prometido: ante la aldea, ante sus compañeros, ante él mismo. Reiner Braun no se rendiría.

Sin embargo, también tenía amigos; una familia compuesta por decenas de chicos de su edad, con sus mismos ideales de libertad. Amigos que lo admiraban y le querían. Personas que irían con él hasta más allá de las murallas para combatir a los titanes, muchachos que confiaban en él con sus vidas, aun sabiendo que en el mundo donde vivían eso no era posible. Jamás le confíes tu vida a nadie.

No podía defraudarlos. No quería defraudarlos.

.

Cinco…siete, ocho…—Reiner contó –por cuarta o quinta vez– las venas oscuras que manchaban las tablas del techo sobre su cama. Pasado mañana, Berthold rompería el muro Rose, y él acabaría con las puertas de Sina—…nueve, diez… —llegarían hasta el Rey y obtendrían la coordenada. Todo acabaría, todo. Incluida su camaradería con los del escuadrón 104. Era un plan muy fácil.

"¿Reiner?"

Escucha una voz que lo llama desde un costado, gira el rostro y se encuentra con la cabeza rapada de Connie, que sonríe abiertamente.

"Marco nos está enseñando un juego. Se trata de patear algo y meter goles, creo. ¡Solo faltas tú!" —le palmea la cama con la mano libre.

"¿Qué?"

"¡Apúrate! —grita alguien con bastante poca paciencia desde la puerta—. Te necesito en mi equipo porque no voy a permitir que ese cara de caballo nos gane".

Y Reiner se levanta para ir tras los revoltosos. Porque aún le restan unas horas para ser simpático y confiable. Porque aún puede esconder al guerrero y seguir engañándose con la feliz mentira de que es un soldado. Porque aún no quiere traicionarlos, no a ellos.