EDUCACIÓN ESPECIAL

Por Cris Snape


Disclaimer: El Potterverso es de Rowling. La persona que ideó la Magia Hispanii fue Sorg-esp.

Esta historia participa en el reto "Educando Niños Mágicos" del "Foro de las Expansiones"


Toledo. 18 de febrero de 2015

Vanesa hacía ruido al caminar. Sus tacones golpeaban contra los adoquines del suelo y el sonido se amplificaba en unas callejuelas estrechas de antiquísimos edificios altos y retorcidos. El Barrio Mágico de Toledo era uno de los más antiguos de la península y tenía su corazón en la Plaza de Rada, desde donde se podía acceder a la Casa de las Tradiciones y a la schola de magia.

Vanesa tan sólo había visitado la citada Casa de las Tradiciones en una ocasión, cuando aún era una estudiante de primaria. En su momento quedó fascinada, pero no era aquel su destino.

Inclinó la cabeza para mirar a Carolina. La niña tenía el pelo y los ojos oscuros y adoraba el color amarillo. Llegó al centro de acogida para menores mágicos unos meses antes y, pese a tener síndrome de Down, había dado muestras de ser toda una brujilla.

Vanesa recordó la reunión que se celebró en San Mateo unos días antes. Hubo quien sugirió incapacitar a la niña para que no pudiera aprovechar su don, habida cuenta de su condición, pero Vanesa se opuso a ello con fiereza. Por fortuna, contó con el apoyo de una importante sanadora y de una asistente social y se acordó que, antes de tomar decisión alguna, Carolina sería examinada por los especialistas de la schola de magia de Toledo.

Y es que allí estaban acostumbrados a tratar con brujillos con capacidades excepcionales. Algunos eran hiperactivos y había que ayudarles a dominar su magia para evitar que organizaran desastres aquí y allá. Otros eran superdotados y necesitaban aprender la importancia del poder que poseían. Incluso los había que, tras sufrir alguna clase de trauma, se volvían inestables e inseguros y necesitaban volver a sintonizar con su magia.

Carolina también era especial. Vanesa no sabía de ninguna otra persona con síndrome de Down que hubiera sido capaz de desarrollar la magia y por momentos sentía que el asunto le venía demasiado grande. Llevaba años tratando con niños huérfanos o abandonados y había aprendido un par de cosas respecto a la mejor forma de ocuparse de ellos, pero aquel asunto le generaba serias dudas. ¿Y si no lograba estar a la altura?

Lo único que tenía claro era que velaría por el bien de Carolina. Se había encariñado con la niña y no quería que se tomaran decisiones que pudieran perjudicarla. Si los profesionales le demostraban que lo mejor era buscar una vía para bloquear su don, actuaría como era de esperar. Pero si le aseguraban que existían formas de enseñarle a aprovechar su magia, sería la primera en tutelar el aprendizaje de la pequeña.

Carolina le sonrió. Vanesa a veces pensaba en sus padres y en los motivos que les llevaron a abandonarla. Tenía un trabajo duro y por sus manos habían pasado multitud de menores que habían sufrido todo tipo de desgracias, pero esa niña le había tocado el corazón. Los aurores aún estaban buscando a su familia, sin obtener resultados positivos. Carolina parecía no existir antes del día en que fue encontrada y el hechizo que le borró la memoria era demasiado potente como para deshacerlo. Lo único que parecía claro era que al menos uno de sus progenitores era brujo, pero no había pistas que les condujeran hacia la verdad.

Cuando finalmente llegaron a la schola, Vanesa apretó la mano de la niña. Carolina no estaba nerviosa en absoluto, pero ella sí. Llenó los pulmones de aire antes de traspasar la puerta y saludó al único empleado que trabajaba en la secretaría del centro. Puesto que había solicitado una reunión con la directora del centro, fue recibida de inmediato.

Antonia Gutiérrez era una mujer de mediana edad que llevaba más de veinte años trabajando en Toledo. Un par de años atrás su nombre había sonado para dirigir el sistema educativo de la federación, pero la mujer había optado por permanecer allí. Por lo que Vanesa sabía, adoraba el reto que suponía educar a niños con necesidades especiales.

En cuanto vio a Carolina, se hizo evidente que estaba acostumbrada a tratar con niños y que, además, le gustaban. Fue cariñosa con ella y enseguida se ganó su confianza. En el despacho también se encontraba el señor John Doe, un brujo británico de porte distinguido y modales exquisitos. Todo un caballero. Era profesor de encantamientos y también llevaba muchos años trabajando en el centro.

Comenzaron a hablar sobre las circunstancias personales de Carol. Los dos escucharon atentamente sus explicaciones y no parecieron demasiado sorprendidos cuando les comentó que había hecho magia. De hecho, el profesor Doe se agachó frente a la niña y le tendió una varita que, sin duda alguna, debía usar en sus clases.

—¿Quieres probar, Carolina?

La pequeña miró a Vanesa y agarró la varita en cuanto la animó a hacerlo. Una vez en sus manos, no pasó nada.

—Muévela un poco.

Carol hizo caso del profesor. Agitó el brazo formando un círculo y un montón de chispas multicolores inundaron la habitación. Vanesa sólo sintió temor durante un segundo, el tiempo que tardaron la señora Gutiérrez y el señor Doe en intercambiar una mirada y sonreír.

—¿Dice usted que pretenden incapacitar a la niña? —Inquirió la directora.

—Alguien lo sugirió, efectivamente.

—Pues me parece una tontería. A la magia de Carolina no le pasa absolutamente nada —La mujer sacó su propia varita e hizo un par de hechizos que, a ojos de Vanesa, no revelaron nada—. Su caso no es muy habitual, pero con la debida formación podrá ser una bruja normal y corriente.

—¿Usted cree? —Vanesa pudo ni quiso ocultar la satisfacción que sus palabras le producían.

—Por supuesto, habrá que comprarle una varita lo antes posible. Aún falta un poco para que cumpla los siete años, pero será la mejor forma de ayudarla a controlar sus estallidos de magia.

—Yo me atrevería a sugerir que podemos empezar a enseñarle hechizos sencillos —Intervino el profesor Doe.

—Tal vez, pero de momento hay que conseguir esa varita —La señora Gutiérrez echó mano del teléfono—. Si me lo permite, voy a llamar ahora mismo al señor Silvano. Yo iría a Sevilla lo antes posible.

—Antes debo hablar con el grupo que se creó en San Mateo.

La directora puso cara de haberse llevado un gran disgusto. Colgó el auricular y tomó aire. Su compañero la miraba con aire divertido, como si estuviera acostumbrado a esos arrebatos.

—Tiene razón. Si quiere, puedo acompañarla al hospital para expresar mi opinión respecto a Carolina.

—Creo que eso podría ayudar bastante.

—Pues no sé a qué estamos esperando.

Dicho eso, Antonia Gutiérrez conjuró su abrigo y se dispuso a abandonar el despacho. Vanesa no se hizo de rogar y se desaparecieron sin demasiadas ceremonias. John Doe permaneció solo un par de minutos, pensando en que pronto se enfrentaría a un nuevo reto profesional. Y es que, después de conocer a Carolina, pensaba ocuparse de su formación en la medida de lo posible.


Obviamente la pequeña Carolina tiene un largo camino por recorrer, pero desde ya os aseguro que siempre contará con mucho apoyo y ayuda. He decidido cortar aquí principalmente porque he contado lo que quería y porque os merecéis un descanso habida cuenta de la extensión de la otra historia que presenté al reto. Espero que os haya gustado.