Disclaimer: Ni Harry ni Draco son míos. A JK se le ocurrió primero, por lo tanto, le pertenecen.
Muchas gracias a Heiko por betear.
-El último Malfoy-
La sala se puso en pie. El eco de los tacones del juez Trumman llenó la habitación. Cuando tomó asiento, todo el mundo se sentó también, como manda la tradición; y como si yo no supiera que me tenía que sentar, el auror a mi lado me empujó el hombro hacia abajo, haciéndome más daño del necesario.
-Draco Lucius Malfoy. Está acusado de asesinato, de la pertenencia al grupo de seguidores de Quien Usted Sabe, de tráfico con ingredientes ilegales, de la pronunciación al menos de tres maldiciones cruciatus contra tres Aurores. ¿Cómo se declara?
-Inocente, señor-. Contesté.
El juez estuvo mirándome unos segundos, como si esperara que me retractara. Al ver que no lo iba a hacer, continuó hablando:
-Bien. El Wizengamot le considera culpable de los actos anteriormente nombrados, Señor Malfoy. Se le condena a recibir el beso del Dementor.
Y con un golpe de martillo cerró la sesión. Así termina todo. Como una historia, con su principio y su fin. ¿Queréis que os la cuente?
Capítulo 1
Todo empezó al terminar mi sexto año en Hogwarts. Tras no conseguir matar a Dumbledore mi padrino me llevó a ver al mismísimo Señor Oscuro cara a cara. Sé que él jamás me hubiera llevado si no fuera realmente importante. Poco después me enteré del juramento inquebrantable que hizo.
Se arriesgó por mí. Puso su vida en peligro para protegerme y no lo dudó un segundo. Nunca supe si agradecerle o no.
El Lord estaba muy enfadado conmigo y como venganza, mató a mi madre. La llamó traidora por contar, aunque fuera a un fiel vasallo como era Severus, lo que él la había ordenado que no contara. Mi tía Bellatrix no se quedó sin sufrir su ira: le desfiguró completamente la cara y quedó incluso peor que Ojoloco Moody. Él al menos tenía un ojo mágico con el que cubrir la cuenca vacía. Daba verdadero terror verla. Mi padre... bueno, tuvo que usar el bastón por necesidad.
A mí me marcó con el mismo tatuaje que a todos los demás, pero no me obligó a hacer lo mismo que al resto de sus mortífagos. Yo iba de vigilante. Asistía a las torturas que se llevaban a cabo sobre los Muggles: sólo tenía que mirar como se suicidaban por culpa de una orden de una Imperius, observar como agonizaban con la Cruciatus, aprenderme de memoria sus expresiones vacías después de un Avada. Después tenía que relatárselo a Voldemort, y si me equivocaba en algo, en el más mínimo detalle, ya me podía dar por jodido.
Jodido en sentido literal la mayoría de las veces. Otras, en vez de follarme, se conformaba con torturarme.
¿Sabéis de quien me acordaba muchas veces por esa época? De Potter. Del cabeza rajada. Del niño de oro. No hacía mas que pedir que acabara con el Lord. Bueno, eso y que viniera a rescatarme capa al viento y varita en mano. ¿No os lo había dicho? Durante mi quinto y sexto año babeaba por un culo como el de Potter. Era lo único bueno que tenía, para todo lo demás era demasiado Gryffindor. Pero en ese momento, en el momento en que el Lord me tenía completamente dominado no tenía tiempo para pensar en él.
Pero todo cambió un día.
Como ya he dicho, el Señor Oscuro no dejaba que me manchara las manos, pero si me mandaba recados. Ese día, uno de Noviembre, Martes, me mandó ir al callejón Knocturn a por ingredientes ilegales. Lo hacía adrede. Sabía que desde que estaba acusado de matar a Dumbledore me perseguían por todas partes. Carteles con mi foto colgaban en cualquier pared: "Mortífago peligroso", ponían. El Lord me echaba un glamour que me hacía pasar desapercibido entre la multitud. Duraba dos horas.
Aquel día me había costado mucho encontrar la sangre de unicornio y por lo tanto, me quedaba muy poco tiempo de hechizo. Pero, casualidades de la vida, en mi rápido paso hacia la salida del callejón me choqué con alguien. Harry Potter me devolvió una mirada aturdida desde el suelo y en ese momento supe que me había reconocido. Mierda. Me levanté lo más rápido que pude y huí.
-¡Espera¡Espera!–.Gritaba él.
¿Qué esperara¿Se había vuelto tonto –o más tonto? Lo único que podía hacer en ese momento además de correr como si –efectivamente- me fuera la vida en ello, era pensar en que por favor no gritara mi nombre. Con las prisas no miré hacia donde corría: y me di de bruces con un callejón sin salida. Con un futuro auror detrás de mí. Y con mi tiempo de glamour a punto de acabarse.
-¡Espera!–. Le vi correr hacia mí y por un momento temí que cogiera su varita y me hechizara. Pero no. Cuando estuvo cerca se apoyó en sus rodillas intentando coger aire, y en cuanto consiguió controlar su respiración se volvió hacia mi. -Malfoy... joder, vaya carrerita...
Extendió su mano y me ofreció un frasco. Me palpé los bolsillos de la túnica y entonces comprendí que lo que Potter me estaba dando no era otra cosa que la sangre que me había pedido el Lord. Mi cara de alivio tuvo que ser bastante evidente al ver que no se había roto. Estiré la mano y cogí la botella dudando. Podría ser una trampa, claro que mejor eso a presentarme en el cuartel sin nada. No tengo ni que decir que estaba por demás confuso¿no me iba a atacar?
-Esto... yo... –Potter se llevó la mano libre al a nuca y se rascó. Parecía bastante incómodo con la situación-, creí que estabas muerto, Malfoy.
No, no parecía con ganas de sacar su varita y enzarzarse él sólo en un duelo. Yo no llevaba varita por órdenes del Lord. Miré mi reloj, muy poco tiempo, y como Potter no parecía tener ganas de atacar, hablé.
-Potter, ahora no tengo tiempo para explicaciones.
Contra todo pronóstico, solo me miró raro. Ninguna pregunta, ningún gesto defensivo.
-¿Cuándo entonces? –preguntó.
Y contra todo pronóstico, le contesté:
-Todos los martes el Lord me hace venir aquí.
Se me quedó mirando en silencio y se apartó. Le eché una última mirada y salí corriendo. Justo en el momento en el que el glamour se terminaba llegué al Londres muggle, donde el traslador que el Señor Oscuro me dio se activaba para llevarme a la fortaleza.
Recibí mi castigo por llegar tarde.
A la semana siguiente no me sorprendió encontrar a Potter en la entrada del callejón esperando mi llegada. Después de comprar el ingrediente del día eché un vistazo al reloj para comprobar que tenía tiempo para una charla. No me apetecía una mierda tener que hablar con el niño de oro pero sentía como que se lo debía, por eso de haberme ayudado la semana anterior.
Potter y yo nos sentamos en una esquina al fondo de la cafetería. Habíamos echo todo el camino sin dirigirnos la palabra y de repente me preguntó con total naturalidad si quería algo para beber.
-Café -.Le respondí.
Potter pidió y volvió a la mesa cargando dos bebidas. Justo después de oír el suspiro que dio al beber el primer trago sabía que me iba a interrogar.
-¿Dónde estuviste todo este tiempo?
-En la guarida de los mortífagos. ¿No lo sabes, Potter? Soy un asesino.
-No eres un asesino, Malfoy. Yo lo sé –me dijo mirándome intensamente-. ¿Porqué tenías tanta prisa el otro día?
-El hechizo que llevo es temporal, y –miré mi reloj- hoy tampoco me queda mucho tiempo.
-El suficiente para hablar. ¿Qué era lo que llevabas en la botellita?
-Sangre de unicornio–me terminé el café de un trago y me levanté de la mesa- Me voy. El hechizo se termina y tengo que salir a tiempo.
Potter levantó la mirada.- ¿Por qué te ha colocado un hechizo temporal?
-Le gusta que pasee nervioso pensando que en cualquier momento me pueden descubrir. ¿Alguna pregunta más? –bufé. No tenía porque darle más explicaciones. Al fin y al cabo estaba allí casi por obligación, y si no las pedía yo no iba a dárselas.
-Si. –Se limpió con una servilleta-. ¿El martes?
Por toda respuesta dejé un galeón en la mesa y salí.
Poco a poco, me acostumbré a tener compañía los martes. Bueno, compañía fuera de la fortaleza, claro. Durante las primeras veces que nos vimos Potter siguió interrogándome evitando los temas más personales, como si no quisiera saber realmente qué me hacía o qué tenía que hacer yo. Nunca preguntó donde estaba la guarida, ni acerca de las misiones. Él me contaba algunas cosas también: que estudiaba en la Academia de Aurores, que vivía en un piso compartido con Fred y George...
Parecía hasta amable conmigo. Y por lo visto tampoco tenía prejuicios contra mí. Y no es que me tratara de manera especial, pero me sonreía igual que le sonreía a la gente con la que nos cruzábamos. Daba la sensación de que quería ser mi amigo...
Una semana antes de mi captura, volví a ver a Harry.
Aquel martes llevaba la cara hecha un asco. Unas horas antes, el Lord había ordenado torturar muggles, y yo como tenía la cabeza en otra parte no fui capaz de recordar los detalles. El castigo fue ejemplar.
Harry al verme se me acercó corriendo. Después de llevarme a un banco en el parque, convocó una poción curativa y empezó con su interrogatorio habitual.
-¿Qué ha pasado, Draco?
-¡¿Qué va a pasar?! –Le grité exasperado-. Lo de siempre. Muertes, torturas y... y castigos.
Ignoró mi grito y continuó a lo suyo.
-¿Fue muy duro contigo?.
-Como si no lo estuvieras viendo. Da gracias a que pueda sentarme-. Añadí en un susurro.
Harry se quedó quieto, con su mano suspendida en el aire. Me miró unos segundos intentando interpretar de alguna otra forma lo que yo le acababa de decir. No la había, obviamente.
-Draco... Draco, mírame –me dijo.- ¿Te... él te obliga?... ¿Te viola?
Le lancé una mirada furibunda.
–Me folla cuando quiere. No es novedad.
-Pero... pero yo creí que tu...-dudó.
-¿Creíste que lo hacía por gusto¿Creíste que me gustaba? –pregunté alucinado.
No me podía creer que lo considerara.
-Yo... bueno, yo... Eres mortífago¿no?.
-Sí, Potter –entrecerré los ojos y le miré-. Y sin embargo estoy sentado aquí, con el mayor representante de Gryffindor.
-Lo siento–. Se disculpó; aunque no sé si fue por haber metido la pata o por lástima, por todo lo que me hacían. Pero era la primera vez que alguien se disculpaba conmigo. Suspiré.
-No te preocupes. No tiene remedio. Al menos hasta que tu no acabes con él.
Por toda respuesta, Harry me abrazó; y yo... yo se lo devolví. ¿Cómo iba a saber que me estaban vigilando?.
La semana siguiente aparecí de nuevo en el barrio mágico. Vi a Harry a lo lejos, sonrió y yo también le sonreí. Entonces noté como alguien me tiraba de la túnica para atrás y un cálido aliento sopló contra mi oreja:
-Finite Incantatem, traidor.
Me dio tiempo a abrir desmesuradamente los ojos y mirar hacia Harry, otra vez. La persona detrás de mí desapareció, pero el glamour ya estaba quitado. La muchedumbre corrió despavorida hacia todos los sitios, gritos, sollozos... y Harry cada vez más lejos, arrastrado por la marabunta humana.
En medio del caos alguien dio la voz de alarma y los Aurores no tardaron en llegar. Esquivé los hechizos que pude, pero sin varita no tenía escapatoria. Al final, un aturdidor me dio de lleno, y lo último que vi fue la mirada asustada de Harry.
La sala se puso en pie. El eco de los tacones del juez Trumman llenó la habitación. Cuando tomó asiento, todo el mundo se sentó también, como manda la tradición; y como si yo no supiera que me tenía que sentar, el auror a mi lado me empujó el hombro hacia abajo, haciéndome más daño del necesario.
-Draco Lucius Malfoy. Está acusado de asesinato, de la pertenencia al grupo de seguidores de Quien Usted Sabe, de tráfico con ingredientes ilegales, de la pronunciación al menos de tres maldiciones cruciatus contra tres Aurores. ¿Cómo se declara?
-Inocente, señor-. Contesté.
El juez estuvo mirándome unos segundos, como si esperara que me retractara. Al ver que no lo iba a hacer, continuó hablando:
-Bien. El Wizengamot le considera culpable de los actos anteriormente nombrados, Señor Malfoy. Se le condena a recibir el beso del Dementor.
Y con un golpe de martillo cerró la sesión.
El auror que antes me empujó hacia abajo ahora tiró de mí hacia arriba, obligándome a levantarme. Oía abucheos en la sala mientras iba avanzando bajo la escolta de dos aurores, pero al parecer no lo suficiente. Una mano bastante familiar, se abrió paso entre el círculo de custodia durante un segundo y colocó algo en la mía.
Miré hacia abajo y vi un giratiempo con una nota: "úsalo bien", decía.
Lo apreté con fuerza, y mientras seguía andando hacia la salida mi cabeza entró en funcionamiento. Fuera de la sala me iban a rodear con un escudo anti-magia; allí no podría usar el giratiempo, así que tenía que usarlo ya, pero no tenía tiempo para pensar en cuantas vueltas debía darle ni en qué era lo que quería cambiar de mi pasado. Volví la cara y vi una cabeza despeinada esperando que hiciera algo. Algo, lo que sea. Cerré los ojos...
...y giré el reloj de arena.
