Disclaimer. Inuyasha no me pertenece a Rumiko Takahashi. Este fanfic está hecho sin ánimos de lucro y publicado únicamente en fanfictionpuntonet.
Érase una vez, en un reino muy surrealista, una bola blanca. Muy peluda, suave, apachurrable y calmada. Cada día la bola iba de aquí hacia allí, tratando de abrazar a todos aquellos que se le cruzaban y, como era tan grande y pesada, terminaba aplastándolos sin querer. Repitió aquello mil y una veces hasta que hubo recorrido cada recoveco de aquel mundo.
Un día como cualquier otro se hallaba en el bosque cuando oyó a lo lejos ruidos muy extraños y se acercó a ver qué sucedía. Sin embargo no logró llegar muy lejos, ya que tras haber dado un par de saltos se percató de que tenía una astilla pequeñita enredada entre sus finas y sedosas hebras. Sabía por la aspereza que aquel pedacito roto de madera estaba muy dañado, herido y asustado. Sin saber qué le llevó a usar su magia secreta, la peluda bola blanca la curó y, desde entonces, no pudo sacársela de encima porque se le había quedado aún más enredada.
Poquito a poco la bola se acostumbró a tener la pequeña astilla consigo. Al principio le costó, ¡y vaya si le costó! Era una astilla inquieta y boba. Hubiese deseado ir al bosque a dejarla con su familia, pero la bola blanca sabía que aquella parte del bosque ya no existía. Pero después supo que quería conservarla consigo ya que, lejos de resultar insufrible, la astilla rascaba una zona especial de la bolita y, claro, como rascó y rascó tanto, ¡llegó una gran sorpresa!
La pequeña astilla se había unido al núcleo de la bolita de una manera muy especial y, cuando lograron separarse, resultó que la pequeña astilla se había llevado una parte de aquel núcleo para tenerlo consigo. Pasaron nueve meses y, de pronto, la astilla se dio cuenta de que el núcleo había crecido mucho, mucho más de lo esperado y que tenía que sacarlo fuera. Así pues le dio una parte suya de madera y apareció una pequeñita bola suave y peluda y apuchurrable con un pedacito de astilla...
—... ¡Y así fue como nací yo, señor Jakken! —exclamó la pequeña niña; una mezcla que se había quedado lo mejor de sus dos progenitores—. Aunque no entiendo muy bien a que se refiere a lo de unirse con el núcleo y después dejarlo ir... ¿usted qué cree?
—Solo los adultos saben eso, niña tonta —le respondió el sapo verde—. Y ahora duérmete. Ya te he contado el cuento que querías saber.
—Pero... —trató de protestar la pequeña, sin salirse con la suya, pues Jakken ya se hallaba en la puerta con la única vela de la estancia. De morros, no dudó en susurrar—. Jakken malo. Mañana no me bañaré.
Yo... yo no sé que pretendía con esto. Solo se me ocurrió mientras estaba tratando de escribir una redacción de 380 palabras sobre hacer un erasmus/prácticas en el extranjero. Ni yo relaciono las ideas, pero ahí están. (?)
