Capitulo 1

Luz verde

Mi mirada viajó por el gran pasillo decorado en azul, perdiendo tiempo mientras esperaba tras una enorme puerta que parecía estaba diseñaba para gigantes. Sonaba como un mal chiste, un antiguo pirata como yo citado por un almirante con el que había tenido el placer de luchar (y vencer). Estaba al tanto de la situación y sabía perfectamente el tema de su llamada. El puesto de Shichibukai que Kuma había dejado libre. Las nuevas generaciones son cada vez más fuertes, y esta vez el tirano ha sido la victima de Akane, un nuevo supernova que ha logrado destrozar, literalmente, al ahora Ex-Shichibukai. Me pregunto si lo estarán arreglando o arrojando al vertedero de chatarra.

Un cartel de recompensa llamó mi atención, estaba encima de una pequeña mesa, y la foto mostraba el semblante serio de ojos de halcón, su recompensa no me produjo ninguna sorpresa a pesar de que superaba los mil millones de belis, un precio insignificante comparado con el poder de esa bestia con la que apenas pude sobrevivir cuando salí victorioso de aquél combate. Una sonrisa se alojó en mi cara cuando recordé las lágrimas de chopper preocupado por mis heridas, los gritos de los chicos por haber conseguido cumplir mi sueño, los insultos de Nami por haber tardado tanto, la enhorabuena de Robin con aquella excéntrica sonrisa, y el apretón de manos que compartí con Luffy antes de caer agotado. Es un recuerdo que me he grabado a fuego en mi mente.

- ¿Cazador de piratas, Roronoa-San? - Mi mente volvió en sí, descubriendo que la puerta ya estaba abierta. Un infante de la marina me miraba con respeto y fascinación, no todos los días te encontrabas con el mejor de los mejores. No necesité su permiso para entrar, aunque tampoco me lo impidió. Era como tener un pase VIP.

- Tiempo sin verte, Roronoa-Dono – Me dijo el tipo ciego cuando me acerqué lo suficiente, incluso me pareció gracioso su pequeño chascarrillo. Estaba sentado de forma tradicional sobre un cojin, comiendo un tazón de ramen. Rechazé el tazón que me ofreció y me senté en el cojin enfrente suyo.

A pesar de su incapacidad, Fujitora era un muy digno rival, y a pesar de su derrota ante mi, siento que estoy al lado de un igual.

- Supongo que ya sabes el motivo de nuestra llamada - Asentí - ¿Tu respuesta?

Aclare mi garganta:

- Antes quiero conocer los privilegios de ser un señor del mar, y si no me interesa volveré a Wano con las manos vacías - Fujitora no dijo nada, sorbió de su taza y ordenó a unos de sus soldados que trajeran el libro de las normas. Pasaron unos minutos en los que me dediqué a admirar las posesiones del almirante; katanas, ropa de marine, fotos de gente que supongo que era su familia... Me gusta, de echo creo que mi casa tiene la misma temática.

El soldado que me recibió en la puerta trajo consigo un libro que lucía pesado e incómodo de transportar, se colocó a un lado de Fujitora, y tras el permiso de este, procedió a leer.

- Un shichibukai queda excento de todos sus crímenes. Un shichibukai puede atravesar la Red Line sin problemas. Un shichibukai es perdonado por cualquier acto delictivo. A cambio, un shichibukai debe prestar todo su poder para los intereses de la marina. Es todo. - El soldado se alejó con el libro, y me quedé pensativo. Fujitora dejó el tazón a un lado y seriamente me dijo:

- Sabes, Roronoa-Dono. No me gustan los Shichibukais. - Fruncí el ceño – Después de todo, nosotros recogemos un poder que ha cometido delitos muy graves, que no deberían ser perdonados por nadie. Un pirata muere como pirata, por eso no creo en este sistema.

- Quieres decir que no quieres que acepte...

Fujitora negó.

- Todo lo contrario. - Su sonrisa me descolocó – No te considero un pirata, Roronoa-Dono. Un pirata es aquél que destruye, asesina y piensa egoístamente. Tu eres un guerrero con un fuerte sentido del honor, me alegraría mucho que por primera vez un hombre de su calibre forme parte, aunque sea de esta manera, de mi bando.

Esas palabras resonaron en mi cabeza durante horas, es un gran tipo, Pensé. Suspiré al ver mi reflejo en el agua, me habían proporcionado una habitación hasta mañana, ya era considerado un Shichibukai, y en poco tiempo la noticia se esparciría por todo el mundo. Me imaginé el titular del periódico El segundo al mando del rey de los piratas, Roronoa Zoro, conocido como el cazador de piratas, y actual mejor espadachín del mundo, ocupa el puesto de Shichibukai. Sonaba muy bien, aunque dudaba un titular así de largo. En cualquier caso, me pregunto como estarán mis amigos ¿Siguen vivos?¿Tendrán familias a las que cuidar? En cinco años todo puede pasar. Me pregunto también como estará ella, se habrá casado, tendrá una familia, con su inteligencia y su belleza me imagino que sí, cualquier hombre quedaría hipnotizado.

Que me lo digan a mi

Reí con tristeza, recordando todos mis momentos con ella, con la mujer que una vez fue considerada como mia, y que perdí por el camino gracias a una necia ambición que acabó por consumirme. Al fin y al cabo, No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y junto a ella lo tenía todo. Todo.

- Robin – Mi mirada viajó hasta el anillo que descansaba en mi dedo, un obsequio de ella, pero mis ojos captaron un brillo de color verde bajo mis pies, en el agua, atascado en un par de rocas.

Sin esfuerzo alguno salté del puente y me coloqué entre las dos rocas, sin mojarme, me agaché y recogí aquello que emitía un brillo tan hipnotizante. Se trataba de un colgante, Akahige.

Un nombre muy extraño, me pregunto a quién pertenecerá.

El colgante era muy bonito, por no decir elegante, una cadena de platino acabada en una pequeña esfera verde que emitía una intensa luz en su interior, tampoco sería mala idea quedársela, después de todo alguien la habrá tirado al rio ¿no? Además, combina con mi pelo.

Akahige

Resonó en mi cabeza.

En el caudal un infante de la marina buscaba desesperadamente algo. El fulgor de sus ojos necesitaban enfocar el objeto que había perdido en un descuido, seguramente habría sido arrastrado por la fuerte corriente rio abajo. Agarró con fuerza su pelo cobrizo, angustiado.

- Estúpido. Más que estúpido. Como alguien más lo encuentre, será el fin de tus planes, imbécil.

De camino a mi habitación encontré a varios marines que me miraban impresionados, algunos me saludaban con el prefijo -Sama. Después de todo ellos no eran más que gente con sueños, con familias, ellos no tenían culpa alguna de los errores que ha cometido y cometerá la marina.

El problema son los peces gordos

Dije para mis adentros.

Aunque ahora no todo era tan malo, el abuelo de Luffy era el almirante en flota, y a pesar de no dar coba a los piratas, no tenía ni la cuarta parte de maldad que el tipo del magma. Coby era almirante, Fujitora también, al único que aún no veo con buenos ojos es al abuelo ese del traje amarillo. En sabaody casi consigue matarme, me pregunto si ahora podría darme pelea.

Llegé al edificio dónde me alojaría esta noche, mañana un barco me llevaría de regreso a Wano, quince días en altamar. Como los viejos tiempos.

La suave brisa de la noche acompañaba el pasar de las páginas, mi mente estaba enfocada en los viejos tiempos, y ahora toda lectura había sido en vano. Tendría que volver a leer las cinco páginas anteriores para poder seguir de nuevo la historia. Mi pelo estaba recogido en una cola de caballo, cómodo para no tener que lidiar con los mechones que se escapaban e interrumpían la lectura.

- ¿Mamá? ¿Que haces afuera?

Toda mi atención se centró en el niño que abandonó la calidez de la casa para caminar hasta el pasto verde dónde yo estaba sentada. Le sonreí con mucha felicidad en mi corazón, como cada vez que lo veía. Su pelo era negro, sus ojos azules, heredados de mi, pero en cuanto a personalidad, era idéntico al padre. El padre Suspiré, que pensará él.

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