De: Masashi Kishimoto.

Reservados todos los derechos.

Estas son historias de ficción: la semejanza con situaciones o personas de la vida real son pura coincidencia.


La Necesito Sakura.

Sakura tardó unos segundos en reconocer la voz que llamaba a horas tan intempestivas.

— ¿Cómo? —retiró la sabana, sacó los pies de la cama y se puso las zapatillas. Agarró el despertador—. Sasuke Uchiha, ¿sabe qué hora es? Son las dos de la madrugada.

—Sí lo sé —respondió él —. Pero es urgente.

— ¿Urgente? —murmuró ella, mientras se apartaba un mechón de su sedoso cabello de la cara—. Me importa un pepino lo urgente que sea. Tendrá que esperar hasta mañana.

Nunca se le habría ocurrido imaginar que trabajar como ayudante personal del presidente de las empresas Sharingan iba a ser tan complicado. En ningún momento habría soñado con que fuera un trabajo ocho horas, pero tampoco de veinticuatro.

—He estado casi doce horas entre papeles hoy y nada en el mundo me va a obligar a volver a la oficina ahora.

—¡No estoy en la oficina! —dijo el—. Estoy en mi apartamento…

—Me da exactamente igual dónde esté…

—Es un problema personal.

—¿Personal? —¿que era aquello? ¿El juego de la zanahoria con la que se atraía al burro? Seguramente sería un caso de intriga que acabaría convirtiéndose en una tremenda pila de papeles.

Realmente, era muy difícil imaginarse al eficiente Sasuke Uchiha con un problema personal que no pudiera solucionarle alguna de las modelos clónicas que trabajaban para él. Las horas de comida para las fotocopiadas Barbies eras siempre de ciento ochenta minutos si comían con él. Además, le daba igual una que otra. No las podías distinguir, pero no le hacía falta. La única a la que sí parecía diferenciar era a Karin, a la que sacaba a pasear con insistente frecuencia.

—El taxi estará allí en diez minutos —dijo la voz profunda y ronca de su jefe—. Tráigase lo que necesite para pasar la noche aquí.

Sakura miró el teléfono incrédula y se lo volvió a poner a la oreja.

—No he dicho que sí —respondió ella—. Tengo que pensármelo.

—Pues piénseselo en el taxi.

Hubo un silencio repentino, como si el hombre que estaba al otro lado de la línea hubiera preferido no continuar con su habitual estilo de "se hace lo que yo quiero, cuando yo quiero y como yo quiero", que incluía un modo menos correcto de petición. En aquella ocasión, se trataba de un favor, por mucho que fuera el gran Sasuke Uchiha.

—El taxi llegará en diez minutos —repitió él.

—Arrogante, egoísta y déspota —murmuro Sakura, mientras agarraba una chaqueta color crema, bastante gruesa y lo dejaba sobre la cama junto a los vaqueros.

—¿Perdón?

—Estaré lista para cuando llegue —dijo con fingida, exagerada y claramente sarcástica alegría.

Veinte minutos después, mientras viajaba en el taxi camino a un destino incierto, se dijo a sí misma que era una completa idiota. ¿Qué diablos hacía en mitad de la noche atravesando Tokio de punta a punta? Debería haber desconectado el teléfono en el momento en que había oído que era Sasuke Uchiha.

Aquel hombre era increíble. No le había pedido que viniera, no. Directamente había asumido que lo haría, que lo obedecería sin más.

El taxi se detuvo.

—Ya hemos llegado.

Ella alzó la vista y vio el bloque de apartamentos de lujo. No había ni una sola luz, ni siquiera la iluminación navideña.

—Gracias —respondió Sakura—. ¿Cuánto es?

Sakura aprecio una mirada interrogante en el conductor, que no le gustó nada.

—El señor Uchiha lo ha puesto en su cuenta.

Al menos eso era un detalle. Aunque le habría pasado el recibo igualmente.

—Me quedaré aquí hasta que entre en el portal— dijo el taxista, mal interpretando las dudas patentes en las acciones de Sakura.

Ella sonrió agradecida, aunque no era la calle desierta que le imponía tanto respeto. Era el hombre que la esperaba lo que no le daba toda la confianza del mundo.

Respondió en cuanto ella llamó al telefonillo y abrió la puerta que se cerró detrás de ella lentamente en cuanto entró al edificio.

Sakura se dirigió al ascensor. En los dieciocho meses que llevaba trabajando para Sasuke Uchiha sólo había estado allí una vez. En aquella ocasión, no había pasado del recibidor. Le había tenido que traer unos papeles porque estaba con gripe. Una de sus flamantes acompañantes le había abierto la puerta y había recogido el paquete sin darle opción a más.

Se metió en el ascensor y se subió al piso correspondiente. Salió y recorrió el pasillo. De pronto, sintió un cosquilleo en el estómago. Enfrentarse a Sasuke Uchiha en su oficina era una cosa, pero hacerlo allí, a solas, en su apartamento y a unas horas tan intempestivas era otra muy diferente.

¡Qué absurdo! ¡Ya no era una adolecente que pudiera verse impresionada por lo que antaño había creído que era Sasuke Uchiha! Ya tenía veinticinco años y conocía a ese individuo demasiado bien.

Respiró profundamente y llamo a la puerta. Ésta se abrió casi inmediatamente.

—¿Por qué tiene que hacer tanto ruido? —Sasuke Uchiha la recibió con el ceño fruncido—. No dé un portazo. Al fin he conseguido que se duerma.

"¡Fantástico!", pensó Sakura. "Podría, al menos, haberme dado las buenas noches".

De pronto, se dio cuenta de lo que le acababa de decir.

—¿Al fin ha conseguido que se duerma? —preguntó, mientras le daba a Sasuke el abrigo y la pequeña maleta.

Él no respondió. Se limito a mirarla fijamente. Primero, la cara, luego, descendió hasta la chaqueta crema y, finalmente, los pantalones.

—Tiene usted un aspecto peculiar.

¡Vaya hombre, encima aquello!

—¿Qué aspecto quiere que tenga? Pues el de alguien a quien han sacado de la cama a las dos y media de la madrugada —respondió ella. Se dio cuenta de que era la primera vez que Sasuke la veía con un atuendo nada formal. Siempre iba a trabajar con traje de chaqueta.

—Es el pelo…

¿Qué quería, que pareciera recién salida de la peluquería? No había tenido tiempo ni de peinarse, ni de recogérselo, como solía hacer cuando iba a trabajar.

—No crea que está usted como sacado de una revista de modelos.

Lo que era una verdadera mentira. No era justo. Aquel maldito individuo tenía un aspecto impecable a cualquier hora del día. Tenía un rostro fino y bien definido, el pelo espeso, negro y brillante y un cuerpo… Vestido con aquellos vaqueros negros estaba devastadoramente masculino…

—¿Por qué, exactamente, me ha hecho atravesar toda la ciudad a estas horas de la noche? —pregunto ella. Un sonido inesperado la sobresaltó—. ¿Qué demonios ha sido eso?

—Maldición —Sasuke Uchiha se dirigió hacia una de las habitaciones—. ¡Lo ha despertado!

—¡Es un bebe! —Sakura salió tras él, completamente atónita—. ¿Qué hace usted con un bebé en su apartamento?

Él se detuvo con la mano en el picaporte.

—Antes de que saque ninguna conclusión absurda, le diré que es mi sobrino.

Sasuke abrió la puerta y la luz del recibidor iluminó el rostro del pequeño. Estaba lleno de lágrimas.

—¡Pobrecito! —exclamo ella. Inmediatamente se dirigió hacia él y lo tomo en brazos—. Es todo tan extraño, ¿verdad? ¿Qué te pasa ¿ ¿Tienes hambre?

Comenzó a acunarlo suavemente.

—¿Hambre? —No he hecho más que alimentarlo y cambiarlo durante dos horas.

Unos enormes ojos azules le miraron con solemne seriedad. Era un rostro encantador, redondito y enmarcado de sedoso cabello negro. Pronto, el pequeño esbozo una sonrisa. El corazón de Sakura dio un vuelco.

—Es adorable —deslizo el dedo por la suave mejilla.

— ¿Adorable? —protestó Sasuke—. No diría eso de haber llegado aquí hace una hora.

—¿Qué tiempo tiene?

El la miro confuso.

—No sé… ¿un par de meses?

Estaba claro que no sabía nada de bebés.

—¡Un par de meses! —Exclamo Sakura casi como una protesta—. No puede ser, a menos que sea un auténtico prodigio. Suske empezó a chuparle el dedo—. ¿De verdad no sabe qué tiempo tiene?

—Bueno…Nació el día de mi cumpleaños.

—El veintitrés de Julio —dijo Sakura sin pensar y se ruborizo al ver el gesto de sorpresa de su jefe. Continúo hablando del bebé, para que la conversación no entrara en detalles inconvenientes—. Eso quiere decir que tiene 8 meses.

Miró el rostro regordete del pequeño y comenzó a susurrar una cancioncilla. Por fin, lo dejo en su cuna, lo cubrió con la manta y retiró el dedo de su boca. El pequeño se removió ligeramente, pero pronto se quedó quieto y cerró los ojos.

Sasuke y ella salieron silenciosamente del dormitorio.

—Eso ha sido suerte de principiante —dijo Sasuke con una mirada ilegible—. ¿Café?

Juntos entraron en el salón donde él le indicó que se sentara.

Después, desapareció en dirección a la cocina.

Sakura ocultó un bostezo con la mano y se dedicó a observar la habitación. Estaba enmoquetada en blanco, como el recibidor. Las paredes estaban pintadas en un color crema suave y había tres fotografías de montañas enmarcadas.

La decoración era en general sencilla y relajante, pero de gran elegancia. Estaba claro que todos los muebles eran de gran calidad.

Pero faltaba algo: vida. No daba la sensación de que el habiente de aquel lugar tuviera una poderosa personalidad, tal y como era la realidad. No obstante, aquel no era un lugar en el que Uchiha pasara mucho tiempo. La mayor parte del día estaba trabajando y, en cuanto tenía tiempo libre, optaba por marcharse a su casa en la Playa. Lo que no sabía era si iba solo o acompañado.

Sakura y Sasuke no solían contarse nada personal. Su relación se limitaba a lo estrictamente profesional.

Ella levantó la mirada al oír que el entraba.

—Con leche y azúcar —dijo él.

Ella asintió con una sonrisa. Podía resultar ridículo, pero la había conmovido que el ocupado Sasuke Uchiha recordara cómo Sakura, asistente personal, tomaba café.

—Konan, mi cuñada, apareció con Suske a eso de las nueve de la noche —respondió el a una pregunta no formulada, pero que, de un modo u otro, estaba en el aire. Se sentó y estiró las piernas delante de él. Después se colocó las manos detrás de la nuca y el movimiento hizo que la camisa le marcara los músculos de los brazos. Sakura prefirió fijar la vista en su taza de café—. Itachi, mi hermano, que ha estado trabajando en Italia, está en el hospital. No es nada tremendamente serio. Es sólo un virus. Pero no podrá volver a casa por algún tiempo.

— ¿Y tu cuñada se ha ido a verlo? —preguntó Sakura.

—Se ha marchado a Italia este mismo día —le dio un sorbo a su café—. Konan llamo a una agencia para que mañana, a primera hora, tenga una entrevista con una niñera.

— ¿Quiere decir que me ha despertado en mitad de la noche, sólo porque no se las podía arreglar usted solo, unas pocas horas con un bebé? — ¿por qué en ese caso no llamo a Karin?

—No, yo no tenía ningún problema con Suske. Más bien era él el que tenía problemas conmigo —dijo él y cambió de tema—. Konan e Itachi le han puesto Suske, porque creyeron que se parecía a mi nombre.

Sakura contuvo la sonrisa. Sin duda, había un particular orgullo en su voz. Contrario a lo que siempre había pensado, aquel hombre podía llegar a ser humano y sentir como tal.

Lo miró disimuladamente de arriba abajo. A pesar de la aparente languidez de su estado, emanaba energía contenida. Sus profundos ojos como la noche no daban muestra alguna de de fatiga. No como ella. Los sentía cansados y enrojecidos por la fatiga.

¿Es que aquel individuo nunca desconectaba la maquinaria? ¿Nunca se relajaba?

Sasuke alzó la vista, como si hubiera notado la mirada insistente de Sakura. Ella apartó la suya rápidamente.

Volvió la cabeza hacia las fotos que había en la pared y ella lo imitó.

—He escalado las tres —dijo él, inesperadamente.

Sakura lo miró sorprendida.

—No sabía que fuera escalador.

Aunque, si lo pensaba, era lo más adecuado para un hombre como él. No era de extrañar que un hombre como Sasuke hubiera escogido un deporte en el que la competición no se hacía entre hombres, sino que se competía con uno mismo. Recorrió con los ojos la inmensidad de la montaña y sintió un escalofrió.

—Pero es algo que pertenece al pasado —murmuró no sin cierta tristeza contenida—. Ya no tengo tiempo para esas cosas.

—Es el precio del dinero y el poder —murmuró Sakura ácidamente.

Sasuke frunció el ceño.

— ¿Eso es lo que piensa de mí, que soy un avaricioso megalomaníaco?

Sakura apreció el tono medio humorístico de la pregunta, Levanto la cara con total indiferencia.

—No pienso en usted —dijo tajantemente—. No, en tanto me pague mensualmente.

Se encogío de hombros.

Por supuesto que no pensaba eso de él. No había duda de que era un hombre algo autoritario. Pero no le parecía que Sasuke Uchiha fuera un tiburón capaz de devorarse todo a su paso por ansia de poder. Lo que más le atraía era el reto que el negocio le imponía a él, como individuo. El resto venía por añadidura.

—Usted no aprueba mi estilo de vida, ¿verdad?

—Simplemente, no es mi estilo. En la vida hay mucho más que…—se tapó la boca.

— ¿Que qué? —insistió el.

"Tú te lo has buscado", se dijo a sí misma.

—Más que una sucesión de relaciones pasajeras que no llevan a ninguna parte —Sakura continuó sin dudar—. Más que un apartamento que parece la habitación de un hotel.

Se dio cuenta que su voz resonaba con excesiva presencia en el absoluto silencio del lugar.

De pronto, él soltó una carcajada.

—Habla igual que mi madre —dijo él—. De hecho se parece mucho a ella.

¡Vaya! Eso era, precisamente, lo que necesitaba, recordarle a su madre.

—La diferencia es que mi madre nunca fue una mujer de carrera, ni con ambiciones.

Sakura se quedó sorprendida por el comentario.

Así era como él la veía. Curioso.

—¿Y qué es lo que se supone que me estoy perdiendo? —levantó una ceja en expresión interrogante y sarcástica.

Una relación que no se limitara a dar vueltas bajo una sábana, un hogar, una familia. Sakura podía imaginarse la carcajada sonora que aquellas palabras provocarían formuladas en alto.

Si Sasuke hubiera querido cambiar aquella vida de soltero, sin duda lo habría hecho.

Sakura se levantó sin responder.

—Usted podrá sobrevivir perfectamente durmiendo tres horas al día, pero yo no —respondió ella de un modo cortante. ¿Por qué se sentía tan furiosa? ¿Porque aquel tipo era un insensible bloque de cemento? ¿O porque todas aquellas modelos de piernas largas no le recordaban a su madre?

—Le mostraré su habitación —Sasuke se levantó con un movimiento limpio y controlado. Agarro la pequeña maleta y la condujo a través del pasillo.

Al pasar, Sakura pudo ver al pequeño Suske completamente dormido. Allí estaba, en la cuna, como un diminuto ángel. Sakura alzó los ojos y miro a Sasuke. También el tenia un gesto conmovido.

Recorrió los rasgos finos pero varoniles de aquel hombre y volvió a mirar al bebé. Y aquel recorrido le provocó un nudo en el estómago, un incomprensible cosquilleo que no comprendía y de una intensidad que lo convertía casi en un dolor físico.

Siguió a Sasuke. Este abrió la puerta y dio la luz.

La habitación estaba decorada con el mismo aire que el resto del piso y tenía el mismo aspecto de vacío.

Él se colocó a un lado y dejó a Sakura pasar.

—Encontrará todo lo que necesite —le dijo, indicando el baño que había al final de la habitación.

—Gracias —murmuró Sakura y él le tendió la pequeña maleta.

De pronto, ella se sentía muy extraña, como una adolecente inexperta a la que le asustara el silencio.

Se obligó a mirarlo directamente a los ojos.

Él la estaba observando, inspeccionando meticulosamente cada rasgo, cada línea de su cara: sus grandes ojos color jade, las mejillas bien dibujadas, la nariz, pequeña y recta, la boca…

Sakura se quedó paralizada, con un gran nudo en la garganta.

—Buenas noches, Sakura —Sasuke se dio media vuelta de un modo brusco e inesperado.

Ella cerró y se apoyo sobre la puerta, hasta que logro recuperar la respiración.

"¡Vamos!", pensó. "No has podido pensar que iba a besarte"

Su boca dibujo una mueca al ver su propio reflejo en el espejo del armario. Estaba completamente despeinada, tenía los ojos irritados y unas tremendas ojeras.

El gesto acabó en un bostezo.

Sasuke Uchiha nunca había mostrado el más mínimo interés personal en ella. Y, desde luego, su aspecto no era precisamente seductor.

Suspiró resignada y saco la enorme camiseta que usaba como camisón. Después, se metió en el baño.

Abrió los ojos y se encontró con un techo blanco completamente desconocido. Los rayos de sol que entraban por la ventana le golpeaban la cara.

Poco a poco, empezó a recordar dónde estaba.

¿Qué hora era? Miró el reloj de pulsera que había dejado en la mesilla. ¡Las diez de la mañana!, ¡Suske!

Se levanto rápidamente de la cama, se puso los vaqueros junto con una camisa rosa y abrió la puerta.

No oyó ningún llanto. Se pasó los dedos por el pelo y se dirigió a la habitación de Suske, pero la cuna estaba vacía.

Se dirigió a la cocina.

Al llegar ante la puerta, se detuvo. Estaba medio abierta y se oían murmullos. Asomo ligeramente la cabeza y vio al pequeño, sentado en una sillita. Parecía enteramente un ángel, vestido de azul.

Sasuke no estaba a la vista, pero podía escuchar el murmullo de su voz. Al entrar en la cocina se preguntó qué habría ocurrido con la niñera. No había rastro de ella.

Vio un pequeño plato de plástico rojo y un biberón en el fregadero.

¿Por qué Sasuke no la había despertado? ¿Por consideración?

¡Ja! Lo dudaba.

Sencillamente, había sido perfectamente capaz de arreglárselas con el pequeño. Sakura dudaba que aquel hombre no fuera capaz de arreglárselas con cualquier cosa en la vida. Pero, entonces, ¿para qué la había llamado? Estaba claro que no la necesitaba.

Sakura murmuró algo por lo bajo, mientras tocaba la cafetera que había en la mesa. Todavía estaba caliente. Abrió varios armarios hasta que consiguió una taza. La lleno de café y se dirigió a su dormitorio.

Después de tomarse el café, se dio la tan necesaria ducha.

Se puso la ropa y se sentó en el tocador a peinarse el cabello empapado. Se echó un poco de maquillaje y se dio color en los labios.

Recogió todas sus cosas y salió del cuarto con la taza sucia en la mano.

Dejó la maleta en el salón y abrió de nuevo la puerta de la cocina.

Allí estaban los dos.

Sasuke tenía al pequeño en las rodillas y leía un trozo de las noticias económicas. El pequeño miraba fascinado a su tío, mientras jugaba con el periódico. Sin duda, era ya un pequeño magnate en potencia.

—Buenos días —dijo ella con una notable sonrisa que le encendía el rostro.

Dejo la taza sucia en la pila y se preparó para algún sarcástico comentario sobre su tardanza.

Pero, en lugar de eso, obtuvo una torcida sonrisa del tío de Suske.

Estaba fresco, recién duchado, vestido con jeans y una camisa negra con las mangas subidas.

—Voy a hacer café, ¿quieres?

No le dio oportunidad a responder, Obviamente, había dado por hecho que necesitaba cafeína. Se levantó y le sirvió una taza.

—Siéntese —le dijo.

Sakura dudo unos segundos antes de hacerlo. Aquel modo que tenia Uchiha de hacer que cualquier cosa que saliera de su boca se convirtiera en un mandato le resultaba tremendamente irritante. ¿Es que asumía que sus deseos eran órdenes para todo el mundo?

Pero, al recibir el peso de Suske en sus brazos, se le olvidó todo resentimiento.

—¿Cómo estás lindura? —miró a Sasuke con una sonrisa burlona—. Me refiero al niño, claro está.

Comenzó a hacerle cosquillas y caras al pequeño, mientras entonaba una conocida canción infantil.

Suske estaba encantado con ella. Se reía y hacia muecas y ruidillos jocosos.

Finalmente, Sakura le planto un dulce beso en la frente.

—¿Cuándo empieza la niñera?

Sasuke se había dado la vuelta y estaba apoyado en el fregadero, con los brazos cruzados.

—No va a empezar. No era adecuada.

Sakura levanto las cejas en gesto de sorpresa.

Él se encogío de hombros.

—A Suske no le ha gustado.

—¿Se lo dijo así de claro? —murmuró Sakura secamente.

—Lo hemos discutido durante un largo rato y hemos llegado a la conclusión de que no nos servía.

Sakura frunció el ceño.

—¿Y qué va a hacer? ¡Eh, ese es mi pelo pequeño diablo! —Suske soltó una carcajada—. ¿Tiene más niñeras que entrevistar?

—No creo que sea necesario.

Sakura levanto los ojos. Había algo en aquel comentario que le parecía sospechoso. La mirada de él no le inspiraba ninguna confianza. Era exactamente la misma que había visto aquel fin de semana que le había arruinado por motivos de trabajo.

—No —dijo ella, sin esperar a la oferta—. No se te ocurra pensar en ello. ¿Es que tengo aspecto de Mary Poppins?

La comisura de los labios de Sasuke se alzó maquiavélicamente.

—No —repitió Sakura. ¿Qué pensaba, que con una de sus perturbadoras sonrisas iba a conseguir siempre lo que quería? Pues no iba a funcionar.

Bajó los ojos para que el esfuerzo de reafirmación no fuera en vano.

Entonces, Fue Suske el que sonrió.

"Tú eres demasiado joven para utilizar las tácticas de tu tío", le dijo en silencio.

Miro al tío y miró al pequeño sucesivas veces.

—No —dijo cada vez con menos fuerza—. Definitivamente no.


¡Hola!, espero les haya gustado, tratare de actualizar luego, ya que con esto de las fechas y todo, estoy corta de tiempo.

Aun así lo hare lo más rápido posible.