Disclaimer: Sigo sin ser J.K y la última vez que mire, en mi cuenta no había millones. Así, que por desgracia, los personajes y el potterverso no son mios, pertenecen por completo a diosa Rowling.
Este fic participa en el reto temático de noviembre "La Otra Acera" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black". Ha sido corregido por mi hermanita Adhy Rosier Moon Barigliessi.
ADVERTENCIA: Es un fic femslash. Contiene escenas afectivas entre DOS MUJERES. Si crees que va a herir tu sensibilidad, no continuas leyendo.
Invisible para ti. Eso es lo que soy. Pero me da igual, porque puedo verte todos los días, aunque para ti no sea más que la amiga y compañera de tu madre.
Te veo luchar todos los días por superar tu apellido, por estar a la altura de las expectativas que tienen puestas en ti. Y te veo llorar cuando no lo consigues.
A veces vienes a mí para que te consuele y, entonces, yo puedo acariciar tu precioso cabello, puedo acariciar tu rostro y sentir la suavidad de tu piel. Tú te desahogas conmigo, abriendo tu corazón y yo te ofrezco un pobre consuelo.
Otras veces, vienes en mi busca por otras razones. Porque has hecho alguna poción difícil o porque tu madre te ha dedicado unas palabras de elogio. Esos son los momentos que más me gustan. Cuando tus preciosos ojos chispean de alegría.
Me buscas a mí antes que a tu madre siempre para hablar conmigo de lo que te aflige, de preocupaciones y alegrías. Así que viniste a hablar conmigo cuando el Barón se te declaró. Buscando mi consejo, mi ayuda.
No te diste cuenta de que en ese momento, algo dentro de mí murió. Porque vi claramente cuál era tu destino y cuál era el mío. El tuyo era casarte con algún mago que tu madre aprobara para ti. El mío, seguir enseñando en el colegio y amándote en silencio.
No entendiste por qué acaricié tus labios de aquella forma y pensaste que era para acallar tus palabras de protesta. Palabras que eran un bálsamo para mi corazón, pero realmente lo único que quería era sentir tus labios en mi piel. Aunque fuera en el dedo. Y seguiste quejándote de tu madre, de lo que te exigía y de lo que esperaba de ti.
A partir de tu rechazo al Barón, la presión de tu madre sobre ti fue creciendo más y más. Y yo lo veía pero no podía intervenir. Porque cada palabra dicha en tu apoyo, era algo más que tu madre tenía contra ti. Y el final fue inevitable. Tú te fuiste, llevándote su diadema. Ella comprendió que su tesoro no era la inteligencia, sino tú.
Volviste al castillo como fantasma y yo vertí lágrimas amargas por ti. Por tu juventud perdida, por tu muerte inútil. Por esos sentimientos que ni siquiera tu muerte pudo arrancar de mí. Me acostumbré a verte en tu esencia fantasmal. Blanca, pálida, desdichada. Y me sentía impotente por no ayudarte, por no haberte podido ayudar.
Nadie entendió nunca por qué no me casé o por qué no tuve hijos, siendo yo como era. Nadie supo nunca, ni siquiera tú, que la mano que quería que me acariciara por la noche, no era una mano de hombre, curtida por el sol y el trabajo, sino una delicada mano de mujer, pálida y suave. O que quería que tus cabellos castaños se mezclaran con los míos en la almohada, después de habernos amado durante toda la noche.
Nadie supo nunca que yo jamás podría amar a un hombre, pero que mi corazón y mi alma se rompieron y lloraron por una mujer.
Aunque fuera invisible para ti.
