Disclaimer: Soul Eater no me pertenece, es propiedad de Atsushi Okubo.
Hallo~. Aquí estoy de nuevo, con un nuevo fic. Esta vez lo intentaré alargar e_é. Esta idea surgió escuchando una canción de Arch Of Hell (Rise To The Victory). Aviso, hay varias parejas mezcladas en este fic, pero de momento pondré a Soul & a Maka como personajes principales cuando lo publique. Pero las parejas que habrá son: Stein/Spirit (ligerísimo, seguramente), Black*Star/Tsubaki, Soul/Maka (seguramente piense algunas más sobre la marcha). Bueno, pues entonces, aquí os lo dejo~.
La era demoníaca había comenzado. El cielo había adquirido un color carmesí, cual sangre, y los demonios lo sobrevolaban entonando hechizos de nigromancia. Destruyeron cientos de pueblos y asesinaron a millones de personas sin piedad. La capital de la región, lo único que les quedaba, fue tomada por ellos. La reina sucumbió ante los privilegios que le ofrecían y traicionó a su gente. Los supervivientes fueron esclavizados por los nigromantes, y las brujas se encargaron de ser las nuevas reinas y condesas. Nadie quedó libre, o al menos, eso pensaban...En las ruinas de un pequeño pueblo casi en la frontera de la región, se refugiaba un grupo de personas; los rebeldes.
01. Caos
Los rebeldes se ocultaban en aquellas ruinas, en las casas derruídas. Y se entrenaban al límite para poder luchar contra el enemigo, por muy poderoso que fuera. Entre ellos, había algún que otro mago, incluso. Pero, por desgracia, la mayoría era guerreros, y apenas podían luchar contra los demonios, que les superaban en tamaño considerablemente. Muchos habían abandonado a causa del temor y la presión de la situación, pero otros se esforzaban hasta caer exhaustos. Y no solo eso, no todos eran adultos en condiciones de luchar; había un gran grupo de niños y jóvenes, e incluso ancianos. Eran bastantes, pero no todos tenían las mismas capacidades para enfrentarse a una fuerza tan grande como la de la oscuridad que reinaba en la capital.
-...ka. ¡Maka, responde! -la joven reaccionó a la voz que le llamaba y giró la cabeza, interrogante.
-Ah, perdona, Soul...-se disculpó- Estaba pensando.
La muchacha miró con sus ojos verdes a el joven de pelo blanco alborotado que la observaba.
-Maka, no me digas que aun sigues pensando en eso. -Suspiró exasperado- Déjalo estar, maldita sea. No podías ir con tu madre, o ¿acaso vas a luchar con ese cuerpecito que tienes?
Maka lo fulminó con la mirada y acto seguido lo ignoró.
-Lo sé...pero aun así, no puedo evitarlo. Estoy entre los rebeldes pero, ¿no puedo luchar? -frunció el ceño y soltó una risa irónica- ¿Qué sentido tiene eso?
Soul cerró los ojos y sonrió, otro suspiro salió de sus labios.
-Lo sé -dijo, simplemente-, esto no es nada cool...
La joven se levantó y chasqueó la lengua. Alzó la vista y contempló con rabia el color carmesí que se extendía a lo largo, añorando el hermoso cielo azul de antaño. Apretó los puños y se preguntó si su madre estaría en ese mismo instante luchando con ferocidad contra algún nigromante, bruja o algo por el estilo. En el fondo, ella también deseaba pelear. Apretó los dientes; antes de conseguir escapar junto a Soul, un demonio le arrebató la vida a su mejor amigo delante de sus ojos; Chrona. Desde entonces, no había podido pegar ojo, recordando la escena. Soul tampoco salió ileso de allí, su familia murió completamente aplastada bajo los escombros de una casa, a causa de el estúpido hechizo de un nigromante. Realmente, aquel día, había sido un caos total. Maka suspiró e intentó alejar esos malos pensamientos de su mente, para dejarla en blanco. Con un leve gesto indicó a Soul que le siguiera al comedor, era mediodía y tenían que comer algo si querían seguir con el entrenamiento. El chico le respondió con un gruñido y una sonrisa, y echó a andar tras ella.
Lo llamaban "comedor" pero realmente, era el vestíbulo de una iglesia, que por suerte, era lo bastante grande como para que cabieran casi todos los miembros de los rebeldes. El techo estaba medio derruído y entraba una débil luz por los huecos que daban al exterior. Las estatuíllas católicas del fondo carecían de cabeza, quizá, simple diversión de los demonios el dejarlas así. Los más fornidos ayudaron a construír mesas y sillas algo maltrechas con los recursos que encontraron, para así poder comer con normalidad. Maka se sentó en una de ellas, junto a Soul. En frente a ellos, había dos jóvenes más: Tsubaki y Black Star. Black Star, un chico egocéntrico y fiel a sí mismo. Era capaz de tergiversar las palabras de cualquiera, y convertirlas en un halago dirigido a él. Era el hijo de un famoso asesino que fue consumido por la locura, hasta convertirtse en un demonio; un tatuaje en forma de estrella en su hombro derecho era la prueba de ello. A su lado, Tsubaki, una joven cooperativa y amable, que ayudaba a quien fuera, incluso aun sin saber de qué manera hacerlo. Era huérfana y había vivido con su hermano todo este tiempo, pero él la odiaba; ella había sido siempre la más querida por sus difuntos padres y él se había sentido discriminado, como un trozo de basura desechado. El día que los demonios arrasaron la ciudad, su hermano, Masamune, desapareció y ella se quedó totalmente sola ante el peligro. Todos habían perdido algo aquel día, era inevitable. Y ahora, sus corazones anhelaban vengarse con fiereza.
Los cuatro jóvenes conversaron alegres, con normalidad y vitalidad. Aprovecharon la comida al máximo, ya que sabían que ésta no les iba a durar para siempre si seguían refugiados allí mucho tiempo más. Nada más acabar la hora de la comida, todas las personas empezaron a moverse, para ocupara cada uno su trabajo. Ni una sola persona se tomaba su trabajo con calma y vagancia, el tiempo era oro y no se debía desperdiciar. Debían esbozar un plan de ataque cuanto antes, para poder retomar la capital y dejar en desventaja a su enemigo. Algunas personas ya habían salido en busca de demonios y demás, y no había regresado. ¿Cómo estaría la capital entonces? Ninguno de ellos podía saberlo, sólo podían esperar a que llegase el momento de luchar y la vieran con sus propios ojos, hasta entonces, lo único que podían tener era paciencia.
Un manto ígneo cubría la mitad de la capital, y dentro de la casa de las hermanas Thompson el aire comenzaba a ser demasiado denso como para poder respirarlo. Una joven con el rostro cubierto de hollín gritaba desperada mientras miraba a su hermana, tumbada sobre el suelo, maltrecha, como un muñeco sin vida.
-¡Patty, reacciona! -no obtuvo respuesta- ¡Joder, no me dejes sola, Patty! ¡Tu hermana Liz es una cobarde, no me dejes sola, maldita sea...!
Posó su cabeza sobre el pecho de su hermana, y abrió los ojos como platos. No la notó respirar. Empezó a temblar de ira, miedo y tristeza, una masa de sentimientos incontrolables empezaron a brotar en su interior. Se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, y varias lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, humedeciéndolas. Resbalaron y se mezclaron con la sangre, formando un color extraño y turbio; una, dos, y tres gotas cayeron en el rostro de la, anteriormente, alegre Patty. Liz la estrechó entre sus brazos temblorosos por última vez. Sabía que tenía que huír de allí cuanto antes, pero no era capaz. Su cobardía y su tristeza se lo impedían. Contuvo la respiración y observó, con los ojos llorosos, a su hermana, inerte entre sus brazos. Un estruendo hizo que Liz se sobresaltara y la abrazara con más fuerza. Vio como varios trozos de madera carbonizados salían despedidos e impactaban contra la pared, rompiéndose bruscamente. La joven tragó saliva y giró la cabeza, dudosa. Tras ella había un chico alto y delgado, de un lacio pelo negro que le caía por delante de los tan extraños ojos que poseía; unos iris ámbar penetrantes que la hicieron estremecerse de la cabeza a los pies. Lo examinó con precaución e intentando pasar desapercibida; en su pelo había tres líneas blancas totalmente definidas. Bajó el rostro y escrutó con la mirada al chico. Éste se percató de su presencia y la miró, ceñudo. Liz se sobresaltó, y se dio cuenta de que llevaba una espada de apariencia bastante dañina. El joven se acercó y se agachó. Le tendió una mano y a Liz le castañetearon los dientes. No aguanto más, se desahogó lanzando un grito, aterrorizada. Tras ello, puso los ojos en blanco y se desplomó sobre el suelo, inconsciente.
Blue March. ~
