bueno, este es mi primer one-shot espero que os guste.

ni Danganronpa ni sus personajes me pertenecen

Todo había acabado. Ahora estaba esperando que se cumpliera su sentencia por haber sido descubierta como la asesina de Yamada. Pero ella no lo había matado por gusto, lo había hecho por su sueño. Todo lo que hacía en su vida desde que era pequeña era para cumplir su sueño. Como todas las niñas Taeko leía cuentos de princesas que vivían en castillos y servidas por multitud de sirvientes y soñaban ser como ellas. Pero ella no era como las demás, Taeko no quería que eso se quedara en un sueño. Quería hacerlo realidad. Es por eso por lo que había empezado con los juegos de puestas con el seudónimo de Celestia Ludenberg, que, con el tiempo, se convirtió en su verdadero nombre.

Siempre apostaba todo lo que tenía confiada en su capacidad para mentir que se había desarrollado conforme se iba adentrando en el submundo de las apuestas. Pero nunca conseguía el dinero suficiente.

Cuando entró en la academia Pico de la Esperanza y descubrió que no podía salir de allí si no mataba a uno de sus compañeros y no la descubrían pensó que su sueño acababa allí. Era una locura pero tenía que salir de allí para cumplir su sueño aunque no quisiera matar a nadie.

Pero todo cambió cuando Monokuma le ofreció 10 millones de yenes al que lograra graduarse. Esa era su oportunidad de salir de allí y conseguir el dinero suficiente para cumplir su sueño.

Con la aparición de Alter Ego y la disputa entre Ishimaru y Yamada, Celes encontró el modo de cometer el crimen perfecto. Y todo fue según su plan, todo, de no ser porque con su último aliento Yamada dijo su antiguo nombre. Si no hubiera sido por ello todo habría salido a la perfección. Pero no fue sí.

Fue descubierta en el juicio de clase y condenada a muerte. Y allí estaba, Celestia Ludenberg, la reina de las mentiras a punto de ser incinerada. Había apostado su vida en el juego del macabro oso de peluche y había perdido por primera vez en muchos años. Y ahora, tenía que pagar con su vida.

Ese fue el final de Taeko Yasuhiro, la reina que nunca vivió en un castillo.