Capítulo I
En una mañana calurosa, donde el viento no daba lugar y los animales del bosque buscaban sombra como cobijo, en el sendero una encapuchada deambulaba rumbo al país del fuego. "3 años, 3 malditos años"pensó frunciendo el ceño para evitar pensar el calor abrumador de esa mañana a principios de verano. Al llegar a una aldea cercana decidió instalarse en una posada antes de continuar con su viaje; entró en dicho establecimiento muy bien decorado como para ser tan pequeño espacio, se quitó la capucha por cortesía y se acercó a la recepción.
-Una habitación individual por una noche por favor- dijo con tono amable.
La recepcionista dejó su revista de ídolos masculinos y se sonrojó un poco al verla, no era lesbiana, pero la muchacha era hermosa, cabello largo más debajo de la cintura que se veía suave y sedoso al tacto de un color particularmente Rosa, sus labios rosados como si se hubiese colocado brillo para que se viesen más carnosos, facciones delicadas y su piel pálida que hacía juego con su rosado cabello y ojos de un precioso color jade.
-C-Claro, son 200 ryo- Le decía la recepcionista volviendo en sí mientras le hacía la reservación y le entregaba la llave de su habitación -Es la 112, primer piso a la derecha, que lo disfrute señorita- Le dijo con una sonrisa mientras recibía el pago justo.
-Gracias- musito la pelirosa y se dirigió a su habitación.
Al llegar se quitó la capucha dejando ver su traje de samurái color cielo, constaba de una armadura casi ceñida al cuerpo marcando sus curvas y sus no tan pequeños senos, una falda que tenía un dibujo de una rama de cerezo que parecía ondeándose al viendo y otra más larga debajo de ésta color blanco de manera vertical, unas botas negras que le llegaban a la rodilla y en su parte frontal tenía una serie de placas que hacían juego con la armadura. Suspiró al quitarse la armadura dejándose sus mallas color crema, guardó todas sus armas en pergaminos incluyendo unas katanas cuyos mangos se veían de color dorado y dejaban al aire una cinta de color rojizo. Admiró la pequeña habitación que constaba con una mullida cama individual bien arreglada con la toalla de baño en forma de un cisne, a los lados de ésta, dos mesas auxiliares con lámparas que iluminaban tenuemente la habitación, los ventanales ofrecían una vista hermosa de la aldea y aún más allá el claro del bosque, un armario muy acogedor de caoba, dos sillones cómodos de color blanco que combinaba con las paredes color crema de la habitación, y una puerta de color oscuro que supuso nuestra pelirosa que era el baño.
-Una ducha es lo que necesito- dijo para sí e ingresó al baño.
Tardó como más de media hora en la ducha, perdida en sus pensamientos. "¿Cómo estarán todos? ¿La reconocerán? ¿Alguno murió mientras ella estaba ausente?" Ya lo vería al día siguiente. "Sasuke…" chupó los dientes al recordarlo y apretó los puños debajo de la ducha, si ella tan sólo hubiese sido más fuerte, lo hubiese derrotado aquél día y lo hubiese llevado de vuelta a la aldea.
Ella lo ama, o lo amaba, era parte de su familia, el equipo 7, donde estaba Naruto, aquél chico ojiazul de cabellera rubia con esa sonrisa zorruna y siempre eufórico, su sensei Kakashi, el ninja que copia de Konoha, como siempre ocultando su rostro y leyendo Icha Icha Paradise.
Quería que su equipo estuviese completo, que todo fuese como antes de que Sasuke fuera a unirse con Orochimaru, uno de los legendarios Sannin, que experimentaba con quien le fuese posible, sólo el hecho de pensar en eso se le revolvió un poco el estómago. Terminó de ducharse y secó su cuerpo, se miró en el espejo y empezó a peinar su larga cabellera y se la amarró en una coleta alta dejando escapar mechones que la hacían ver hermosa, optó por colocarse una camiseta color verde pálido, unos pescadores oscuros y unas sandalias bajas que tenía en otros pergaminos. Salió del baño mirando la hora, las 4 de la tarde, ordenó todo y decidió salir de la posada no sin antes dejar su llave de habitación en recepción y llevarse consigo el pergamino con sus katanas y dinero.
Fue al mercado local a comprar algunos regalos para los muchachos, un peluche de rana para Naruto, la nueva colección de los libros de Jiraiya para su viejo maestro, Sake para Tsunade, un nuevo telar para Hinata y un libro de flores raras en el mundo para su amiga-rival Ino. Pagó por todo agredeciendo al intendente e hizo desaparecer los regalos dejándolos en la Posada.
"Seguro les encantarán" Pensó algo contenta mientras buscaba algún lugar para cenar, luego de dar muchas vueltas se hicieron las 7 de la noche, observó un restaurante pequeño no tan concurrido como los de su alrededor, pero el olor que emanaba de él hacía que varios aldeanos entraran a probar esos deliciosos platos. Decidió entrar y se sentó en la barra, una chica de cabellos negros amablemente con una librera en mano le sonrió.
- Bienvenida a "La Flor de Loto", soy Hana ¿Quiere algo de entrada mientras ve el menú?- Dijo la mesera con una sonrisa sincera en el rostro-
-Gracias, me gustaría unas Gyozas para empezar y Ramen- Le respondió dulcemente "Ya parezco Naruto" pensó con una risa disimulada y le entregó el menú a la chica que anotaba su pedido.
-Bien, enseguida le traigo la entrada y dentro de 15 minutos estará su pedido- Se retira con una leve reverencia hacia la cocina.
Sakura se puso a admirar un poco el lugar y sentir a la gente llegar, gente corriente, ninguno era ninja o samurái como ella lo era. Después de la derrota en su pelea contra Sasuke, entrenó con la princesa de las babosas y le pidió a ésta ir al país del Hierro a entrenar con Mifune, ya qué el susodicho estaba reclutando. Ella era buena con las katanas durante su entrenamiento con Tsunade y mucha antes demostrándolo en batallas para las pruebas Chunnin. Suspiró, Mifune era el doble de exigente que Tsunade, amanecía entrenando con él y otros samuráis experimentados, tuvo huesos rotos, heridas graves, etc. (NA: Tal vez sueños rotos). Y gracias a de entrenar duro, ganó nuevas técnicas y el respeto tanto de su maestro como de sus camaradas; la voz de la mesera la sacó de su psique, agradeció la comida y lentamente empezó a cenar.
-Sasori-danna, paremos a comer- Se quejó un rubio de coleta alta dejando un flequillo que tapara uno de sus ojos, estaba vestido de color crema y respondía al nombre de Deidara.
-Tú siempre tienes hambre- Musitó Sasori de la Arena Roja, de cabellos rojizos y ojos color miel, la marioneta viviente, tenía un traje azul oscuro de mangas largas y pantalones largos para esconder sus articulaciones.
-Come rápido, sabes que detesto esperarte- Añadió sin emoción alguna en su rostro mientras que entraban al restaurante "La Flor de Loto" y pedían una mesa para dos, Deidara pidió unas costillas y Sake mientras el pelirrojo pidió un vaso de agua.
Mientras tanto, la ojijade comía tranquilamente sintiendo la presencia un tanto escondida de dos Chakras que habían entrado al recinto, dirigió la mirada cautelosamente donde estaban los dos artistas, abrió un poco los ojos al saber quiénes eran.
"Akatsuki…" Pensó sorprendida, parecían inofensivos, si ella los atacaba en este lugar, muchos inocentes estarían en peligro. Además, éstos no tenían puestas sus capas de nubes rojas, sólo trajes comunes.
De pronto, en la entrada aparecieron 3 hombres fornidos con pinta de mercernarios que hicieron los clientes soltasen un pequeño grito de sorpresa, la pelirosa los detalló de arriba abajo, estaban muy bien equipados. Los artistas subieron su guardia, tampoco querían problemas, ya Deidara colocaba discretamente arcilla en las bocas de sus manos y el marionetista tenía en su mano un pergamino de invocación debajo de la mesa.
-¿P-puedo ayudarlos?- Decía Hana algo nerviosa al reconocer a los tipos.
-Queremos el dinero que TU PADRE le debe al jefe, ¿o quieres ofrecerte como paga?- Dijo de manera pervertida lamiéndose los labios mientras lo otros dos se reían.
-P-por favor, necesitamos más tiempo- Dijo asustada mientras de la cocina salía un señor de avanzada edad.
-¿Qué está pasando?- Preguntó el anciano y se asustó al reconocerlos -Dejen a mi hija tranquila, se los suplico- Rogó temblando un poco.
-¡Pagarás con tu vida maldito!- El mercenario corrió al golpear el anciano pero el impacto fue detenido por una katana enfundada. La pelirrosa en un movimiento y velocidad sorprendentes detuvo el puño mirándolo de forma asesina. Sin ningún esfuerzo, lo empujó hacia atrás haciendo que éste caiga mientras todos miraron sorprendidos, ¿Cómo un mastodonte como ése fue detenido y derribado por una chica?.
-¡¿Cómo te atreves?!- Dijo otro sacando su espada para dar un golpe directo, la pelirrosa detuvo el ataque de igual forma y pateó al mercenario directo en su rostro sacándolo del establecimiento. Mientras que el otro algo asustado, sacó su espada y la miraba ocultando su miedo. La chica, en un movimiento, estaba detrás de éste y lo noqueó.
El que estaba en el piso corrió hacia ella gritando y lo golpeó en el estómago con su katana haciéndole que se le escape el aire y caiga sentado.
-Dígale a su jefe que tiene que tener un mejor plan, son unos cobardes- Le dijo apuntándole con la katana directo en la Aorta. -Nunca regresen a esta aldea- Su voz cambió a una tétrica y sus ojos se tornaron rojos carmesí.
-Nunca- Dijo el líder del grupo de matones y junto con los otros salieron corriendo de ahí.
Sakura los vio partir y con gracia y acrobacia guardó la katana en el pergamino ganándose los gritos y aplausos de los clientes.
Sasori y Deidara quedaron sorprendidos, no usó ni una gota de su Chakra contra esos 3 brutos.
-Danna, creo que estoy enamorado, hn- Decía el rubio mirando a la pelirosa con admiración.
Sasori lo miró con ojos asesinos y volvió su mirada a la pelirosa que le llamó la atención "Esa chica…" Pensó.
-No sabes cuánto te lo agradezco por salvar a mi hija y a mi negocio- Le agradeció el anciano abrazando a su hija. -Por favor hoy te invita la casa- Añadió.
-Gracias, es usted muy amable, pero no podría- Dijo con una sonrisa sentándose de nuevo en la barra.
-Insisto- Le dijo con una sonrisa paternal -¿Hasta cuándo se quedará en la aldea señorita?- Le preguntó.
-Sólo está noche, mañana parto- Dijo la pelirosa un tanto aturdida.
-Mañana pasa por aquí para que te lleves algo de comida, es lo que puedo hacer y vas a aceptar que esto va por la casa- Le dijo el anciano y entró de nuevo a la cocina dando por sentado el juicio.
-Muchísimas gracias- Le agradeció la chica haciendo una reverencia un tanto exagerada y la abrazó de sorpresa, Sakura correspondió al abrazo dulcemente y le sonrió a la chica mientras ésta fue a ayudar a su padre con los pedidos.
-Sasori-Danna ¿Sigue en este plano?- Preguntó al ver que su mentor seguía viendo a la chica, le lanzó el caso de agua haciendo que el marionetista lo volteara a ver con esa mirada que te hela los huesos.
-Deidara…- Dijo mientras le seguía mirando así -Si no estuviésemos de misión y no estuviese esta gente te mataría aquí mismo por tu falta de respeto- Añadió severo.
-Oye, no es mi culpa que ahora te interesen las mujeres, hn- Le respondió Deidara comiendo sus costillas.
Sasori lo que hizo fue verlo comer, aunque no lo mostraba, sintió algo de curiosidad por saber quién es esa chica. Sonrió, sería una más para su colección de marionetas.
Sakura, por el otro lado, no dejó de pensar que 2 miembros de Akatsuki estuviesen en el mismo sitio que ella ¿Por qué no atacaban? ¿Por qué no hicieron nada cuando llegaron los mercenarios? Todo el tiempo que estuvo cenando sintió la mirada de uno de ellos, en su espalda, incluso en su trasero.
Al irse la samurái, ya los artistas se habían ido hace un rato también, se despidió de la mesera y su padre diciéndoles que pasaría mañana antes de partir, llegó a su habitación de la Posada, se dispuso a volverse a duchar, se peinó su cabello pensando en lo que había pasado en aquél restaurante y el encontronazo con los Akatsuki. Movió la cabeza quitando eso de su mente, se colocó su pijama color lila, se acostó en su cama y se dejó llevar por los brazos de Morfeo.
Soñó con madera, marionetas y ojos color miel.
