Lila y Grosellas.
El agua caliente le relajaba los músculos y aclaraba su mente. Hacía meses que no se daba un baño como los Dioses mandaban, pero con el invierno cerca, por fin podía regresar a Kaer Morhen, la fortaleza de los brujos de la Escuela del Lobo desde hacía siglos, y dejar la Senda a un lado por lo menos un par de meses.
― Debes apresurarte, Ciri empezará a impacientarse y no quisiera lidiar con eso ― su acompañante la sacó de su meditación a medias, pero sabía que tenía razón.
Lo cierto era que desde el momento en que regresó a la fortaleza, Ciri no había dejado de rogarle entrenar con ella, y todos sabían que no podía decirle que no a la pequeña. En parte porque desde el primer momento en que la conoció supo que cambiaría su vida para siempre y en parte porque se había convertido en una hija para ella.
El destino era muy curioso, y cuando las unió mediante la Ley de la Sorpresa (una antigua costumbre entre los brujos que se solicitaba como forma de pago) definitivamente sabía lo que estaba haciendo. Brittany nunca se imaginó que, al tomar un simple contrato como en innumerables ocasiones, obtendría una niña. Y no cualquier niña, era la princesa de Cintra, Cirilla Fiona Ellen Riannon.
Pasaron varios años hasta que la volvió a ver, pero cuando se enteró de lo sucedido en Cintra, decidió llevársela y hacer lo que todos los brujos hacían con los niños que llegaban a sus manos: llevarlos a Kaer Morhen y prepararlos para ser la siguiente generación de brujos.
― Vamos, Britt, mientras más esperes es más probable que empiece a entrenar sola, y ya sabes lo que dice Shelby sobre eso.
Brittany gruñó y mantuvo los ojos cerrados. Estaba disfrutando demasiado de su baño.
― Tal vez pueda esperar un poco más, y tú y yo podríamos recuperar el tiempo perdido, ¿qué te parece?
Escuchó cómo reía y podía imaginar los hoyuelos de su acompañante, cómodamente recostada en el diván, con nada cubriendo su cuerpo excepto la toalla que utilizaba para secar su cabello y un libro en su regazo. ― Yo también te extrañé, pero tenemos todo el tiempo del mundo, ahora ve, estaré aquí esperándote.
No necesitaba más motivación que esa, pero aún así alargó lo más que le fue posible su estadía en la bañera, el agua seguía caliente, y estaba segura que tenía que ver con algún hechizo lanzado sin que ella se diera cuenta.
Apoyándose en la orilla de la bañera, se levantó, sintiendo cómo las gotas de agua que caían de su largo cabello recorrían su espalda desnuda, y después de encontrar sus pantalones y sus botas para entrenar, se dispuso a por fin salir de lo que se había convertido en su espacio libre de interrupciones por parte de cada uno de los habitantes de la fortaleza. Sí, así lo habían bautizado.
Después de encontrar la llave, empezó a bajar las escaleras, no sin antes dedicarle una última mirada a la hermosa vista que le estaban regalando. Y pensar que estuve a punto de perder todo esto. Sacudió la cabeza para deshacerse de esos pensamientos sombríos, no era ni el momento ni el lugar correcto para dejarse llevar por los monstruos del pasado.
Al entrar al cuarto de estudio escuchó lo que parecía ser un… ¿ronquido? Si Shelby se había quedado dormida sólo podía significar una cosa: Ciri ya llevaba bastante tiempo entrenando en el Péndulo, una estructura construida en la orilla de uno de los muros de la fortaleza, sin protecciones y con varios pedazos de madera cortados en forma circular, cada uno con alrededor de quince centímetros de separación, y un gran péndulo que obligaba a quien entrenara ahí a ser rápido con los pies y así evitar ser derribado. Se había convertido en el aparato favorito de Ciri desde que empezó a entrenar en él con los ojos vendados, algo que le agrega mucha más diversión, Britt.
Brittany estaba segura que Santana no estaría de acuerdo.
Se preocupaba por Ciri más que por sí misma, y había estado en contra de todo lo que tenía que ver con el entrenamiento de brujo desde el principio, así que cualquier accidente que ocurriera sería culpa de Brittany, estaba segura de ello. Por esa razón se apresuró a llegar al patio interior de Kaer Morhen. Cuando llegó, se encontró con que sus suposiciones estaban en lo correcto.
― Debes tener un trabajo de pies más rápido, tu punto de equilibrio está mal ― fue lo primero que dijo cuando se acercó lo suficiente para que Ciri la escuchara, ocasionando que tropezara; pero Brittany no estaba preocupada, sabía exactamente el límite de las habilidades no mágicas de Ciri, y un pequeño tropiezo no le causaría más que reagrupar sus pensamientos y darse cuenta de qué era lo que estaba haciendo mal.
Ciri era una estudiante dedicada la mayor parte del tiempo, la otra minoría era cuando se hartaba de leer los interminables textos sobre los interminables monstruos a los que se enfrentaría en la Senda. Brittany la entendía. Había monstruos fascinantes, monstruos que cada parte de su cuerpo tenía algún uso para la preparación de posiciones, brebajes o incluso comida, y había otros que simplemente existían para molestar, esos eran los que aburrían a Ciri, pero era necesario tener ese tipo de conocimiento.
― No deberías estar entrenando sola, de esa manera no tienes quién acentúe tus errores y sólo los empeorarás. Baja de ahí.
― He escuchado infinidad de veces eso ― replicó la joven brujo mientras se quitaba la venda que cubría sus brillantes ojos verdes y bajaba de una voltereta.
― ¿Y por qué lo sigues haciendo entonces?
Ciri se encogió de hombros, aparentemente preparándose para el sermón que Brittany le iba a dar, pero no iba a aceptar su destino sin pelear. ― Leí todo el libro sobre Ghuls y Alghuls que Shelby me dejó, y como se quedó dormida, creí que era tiempo de entrenar un poco con la espada.
Brittany suspiró. Había peleas que simplemente no podía ganar.
― Bien, si ya terminaste con tus deberes y estás tan ansiosa por entrenar, hagámoslo. Sugar y Mercedes deben estar en el patio de entrenamiento ― juraba que había visto esa sonrisa ladeada tan propia de Santana en el rostro de Ciri cuando se echó a correr hacia el patio; no sabía porqué se sorprendía.
― Esa pequeña diablilla, te juro que sólo estaba descansando los ojos, pensé que se llevaría bastante tiempo en hacer el ensayo que le pedí sobre Ghuls y Alghuls ― Shelby había aparecido a su lado.
― Conociéndola, diría que se demoró a propósito para que te aburrieras.
― Sí, creo que la hemos mal educado. Vamos a alcanzarla.
Se dirigieron también al patio, donde Ciri, Sugar y Mercedes platicaban animadamente sobre todos los ensayos que Shelby les había dejado, compartiendo experiencias y opiniones sobre los aburridos libros que debían leer.
― La próxima vez estudiaremos con la puerta cerrada, Cirilla, y me deberás entregar tu ensayo para que puedas salir de la habitación.
Ciri se limitó a sonreír. ― Así será, tía Shelby.
― Ahora, a entrenar, para ser la mejor debes entrenar como los mejores, sabes que tienes mucho más potencial del que crees, pero por ahora entrenarás con el muñeco, será tú castigo. Corre.
A la par de Ciri, las demás también hicieron pareja para empezar a practicar; Sugar con Mercedes y Shelby con Brittany.
Siguieron así durante un buen rato, hasta que el casco del muñeco con el que estaba entrenando Ciri salió volando y ella tras él.
― ¡Ciri! ¡Vuelve aquí!
Brittany no recibió respuesta.
Y de pronto, el viento se volvió helado, escarcha cubría el suelo del patio de entrenamiento, y un gran barcoluengo se podía ver a las afueras de la muralla externa de la fortaleza. Sólo una cosa significaba: la Cacería Salvaje estaba a sus puertas, y no pararían hasta conseguir lo que querían… a Ciri.
Despertó sobresaltada.
Hacía años que no veía a Ciri y ciertamente no había vuelto a soñar con ella, lo que significaba que las cosas estaban cambiando, y no necesariamente para bien.
Primero la carta y ahora pesadillas acerca de Ciri, ¿qué está pasando?
Y encima de sus pesadillas, llevaban semanas persiguiendo a cierta hechicera, cierta hechicera que jamás había puesto un pie en Kaer Morhen.
Cada día se acercaban más, de eso estaba segura, pero, aun así, no podía evitar sentir que el rastro se le estaba escapando de las manos otra vez. Desde que aquella carta con olor a lilas y grosellas había llegado a sus manos, no había tenido una noche tranquila; no se permitiría tener una noche tranquila hasta que la encontrara. Después de tantos años por fin tenía la oportunidad de verla de nuevo, y la mezcla de anticipación, nervios y felicidad hacían que todo su interior fuera un desastre.
Algunos decían que la casta de los brujos no tenía sentimientos, que se los arrebataban todas las pruebas y mutaciones a las que eran sometidos para convertirse en los asesinos de monstruos que eran, pero Brittany no estaba tan segura de eso. No cuando sentía tantas cosas que a veces no podía distinguir una de otra. Y en más de una ocasión, como en ese momento, se lo debía a una persona.
― Déjame ver la carta de nuevo, Britt.
La voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos. Shelby había estado viajando con ella desde la llegada de la carta. Mil veces le dijo que no era necesario, que podía quedarse en Kaer Morhen, pero Shelby se negó. Siempre había sido una especie de figura materna para ella y para sus compañeras de profesión, Mercedes y Sugar. Eran las últimas graduadas de su Escuela, y ninguna otra Escuela de Brujos había aceptado reclutas nuevos en más de un siglo; ayudaba que los brujos podían vivir una vida bastante prolongada, había historias de brujos que vivieron más de trescientos años hasta que algún monstruo terminara con ellos. Así era su oficio.
Brittany no sabía qué uso tendría entregarle la carta a Shelby, la habían leído mil veces, era concisa y no revelaba nada más que la ubicación en la que se suponía debían encontrarse. Estaban a medio día de Huerto Blanco, su destino y donde esperaban encontrar un rastro fresco, y los caballos habían sido explotados durante los últimos días, por lo que decidieron dejarlos descansar un poco más esa noche.
― Bueno, lo único sorprendente de esta carta es que sigue oliendo a lilas y grosellas, y que, al parecer todavía tiene al unicornio … ¿de qué va eso? ― preguntó Shelby con curiosidad.
Brittany sonrió de lado.
― Es un unicornio disecado, lo usamos como cama varias veces.
La posdata era lo único que parecía estar fuera de contexto en esa carta: aún tengo al unicornio.
― Ah, ya veo, en verdad no quiero más detalles de su vida sexual, gracias por tener algo de decencia.
Después de un rato más de conversación acerca de si Mercedes y Sugar regresaría a Kaer Morhen para el invierno y de la relación amor-odio que aún se tenían Mercedes y Shelby después de tantos años, los pensamientos de Brittany regresaron a la razón de su travesía, y sonriendo, recordó algunos de sus mejores momentos en compañía de ese viejo unicornio. Que en más de una ocasión se rompió, pensó.
Al retirarse a descansar, los sueños de Brittany la regresaron a la misma pesadilla que la invadía sin descanso.
El sol estaba a punto de salir, lo que les permitiría resumir su camino hacia Huerto Blanco y por fin volver a tener una oportunidad real de reunirse con la hechicera; tal vez podría contarle sobre sus sueños.
Antes de que pudieran seguir su camino, una manada de ghuls las atacó, pero no era nada comparado con lo que se encontrarían más adelante en el camino: un grifo. Afortunadamente la espada de plata de Brittany hirió de muerte a la bestia y esta retrocedió, no sin antes dejarle un pequeño recuerdo a Shelby en el hombro.
― Vamos a la taberna, tal vez nos puedan ayudar con tu herida y con información.
Sin repelar, Shelby accedió, pues sabía que nada ganaría con hacerlo, y mierda, sí que le había dado un buen golpe ese monstruo.
Cuando se es diferente, no todas las personas te aceptan, y los humanos tienen la mala costumbre de discriminar a aquellos que no comparten sus ideas, o en este caso, su estatus de humano. No importaba que los brujos fueran el puente entre los humanos y los monstruos, por así decirlo, seguían siendo tratados pobremente; no importaba cuántas vidas salvaran, siempre existiría alguien que los miraba por encima del hombro, o como simples caza recompensas, escoria que no podían esperar para sacar de sus vidas.
Esa era la razón por la cual evitaban las tabernas y las posadas, nunca faltaba alguien que quería impresionar a sus compañeros o a las camareras, y siempre terminaban con varios huesos rotos y el ego aplastado. Un cuento de nunca acabar.
En esas épocas de guerra eran más frecuentes estos incidentes, pues los ánimos estaban por los suelos y buscaban maneras de recuperar algo de su honor perdido. Afortunadamente para ellas, la taberna estaba casi vacía, con un grupo de lo que parecían ser mercenarios a un lado, un mercader solitario en una esquina y un estudiante de la Universidad de Oxenfurt alardeando sobre su sabiduría en el gwent.
― ¿Por qué no preguntas si alguien la ha visto mientras yo atiendo mi herida? ― Brittany asintió ante las palabras de Shelby y contempló sus opciones.
Si le preguntaba primero al estudiante, estaba segura que la obligaría a jugar gwent con él; no tenía tiempo para eso.
Si les preguntaba primero a los mercenarios, estaba segura que tratarían enfrascarla en una pelea sin sentido, y tampoco tenía tiempo para eso.
Parece que el mercader es mi mejor opción, ¿quién sabe? Tal vez la haya visto.
Se dirigió a la mesa del mercader y educadamente le preguntó si podía tomar asiento en su mesa. Él sólo se limitó a asentir y a señalar el asiento frente a él.
― Gaunter O'Dimm, un placer ― se presentó, extendiendo la mano.
― Brittany Pierce, igualmente.
― Tenía entendido que todos los brujos obtenían ojos amarillos y la pupila en forma de la de un gato después de las mutaciones, pero había escuchado hablar de ti, tú eres diferente ― había veces en las que no le gustaba traer las dos espadas características de los brujos (acero para humanos, plata para monstruos) pero eran necesarias, y había veces en las que no le gustaba tener la fama que tenía.
― Las mutaciones nos afectan de forma diferente.
― Aun así, es extraño ver a un brujo con ojos azules ― dijo mientras la estudiaba detenidamente, algo a lo que ella estaba acostumbrada, pues a diferencia de sus compañeras, era la única que había mantenido el color y forma original de sus ojos, aunque el color de su cabello sí había sufrido un aclaramiento leve.
― Me gusta creer que estoy terminando con el estereotipo ― replicó ella. ― Pero no vine a hablar de mí, estoy buscando una mujer.
― Todos buscamos a una mujer, o a un hombre, a mí no me interesan sus preferencias.
― Sí, pero no es cualquier mujer, la mía huele a lilas y grosellas, viste siempre de blanco y negro, debió pasar por aquí, pero le he perdido el rastro.
― Ah, esto se pone interesante; déjame adivinar, buscas a la hechicera de Vengerberg.
Brittany se sorprendió, pero contestó tranquilamente.
― ¿Cómo lo sabe?
― ¡Por el gran bardo Michael Chang, por supuesto! ― dijo alegremente. ― Te diré lo que sé, pero antes quiero que me contestes una pregunta: ¿es realmente lo que quieres? ¿Encontrarla?
― Esa pregunta es un tanto extraña.
― Oh, vamos, sígueme la corriente, un humilde mercader como yo sólo puede soñar con aventuras y romances de tal calibre. Porque es por amor, ¿cierto?
― Claro que lo es ― respondió sin chistar.
Al parecer esa era la respuesta correcta, pues el mercader parecía bastante contento con ella. Pidió dos tragos, uno para cada uno, y Brittany supuso que no le haría daño tomarlo, después de todo había estado viajando por semanas y era la primera taberna con la que se cruzaban.
― Verás, he estado aquí un tiempo, ocupándome de ciertos negocios, y sí, vi a la hechicera, sólo que en ese momento no significó nada para mí, he escuchado todas y cada una de las canciones que el maestro Chang ha compuesto sobre ustedes, así que claro que sospeché algo cuando pasó por aquí, vestida de blanco y negro, con un perfume muy peculiar, pero nunca pensé que sería lo suficientemente suertudo para que fuera ella…
― Disculpa, en verdad no quiero ser grosera, pero necesito encontrarla de inmediato. Si tiene alguna pista útil, le agradecería que me la dijeras ―interrumpió nerviosa. No le gustaba ser grosera, pero estaba segura que, de dejarlo, Gaunter O'Dimm se pasaría varias horas platicando sobre cosas sin importancia.
― Oh, sí, claro, lo siento mucho, es sólo que no pasan cosas así por aquí. En fin, deberías ir al Fuerte Nilfgaardiano, está al norte de aquí. Ella se detuvo ahí por una noche y después partió.
Al fin, Brittany pensó, al fin tengo otra pista.
― No sabe cuánto le agradezco ― respondió tratando de no sonar muy entusiasmada, tenía una reputación que cuidar, después de todo.
― No es nada, Brittany Pierce, sólo espero que, si algún día me encuentro en la necesidad de pedir tu ayuda, pueda contar con ella ― dijo Gaunter O'Dimm, levantándose de la mesa y pagando sus bebidas para poder irse, no sin antes dedicarle una extraña mirada.
Brittany frunció el entrecejo. La manera en la que lo había dicho sonaba como amenaza y promesa.
Desechando esos pensamientos para otro momento, se dispuso a informar a Shelby sobre lo que había averiguado.
― Tengo una pista.
― Y tenemos un problema ― antes de que Brittany pudiera preguntar a qué se refería, vio de reojo cómo los mercenarios se acercaban a su mesa. Suponía que Shelby los había estado observando desde hacía un rato. Esperaba no tener que ensuciar su armadura de nuevo, limpiarla era un esfuerzo monumental.
Preparándose para lo peor, se dio la vuelta, sin sorprenderse cuando quedó nariz con nariz con el que parecía ser el jefe de los mercenarios.
― Ya nos íbamos.
― Oh, sí, sí que se van a ir, pero no antes de darles una buena paliza, fenómenos.
Brittany sintió cómo Shelby se levantaba sigilosamente de su asiento, desenvainando la espada de acero que traía colgada en la espalda, y distrayendo lo suficiente a los tres hombres para darle oportunidad a Brittany de hacer lo mismo.
La pelea duró poco. No quedaba nada de la taberna tranquila a la que habían entrado unos minutos antes, Brittany debía estar acostumbrada a esa clase de respuesta hacia lo diferente, sabía que siempre existiría la posibilidad de terminar golpeando a unos imbéciles y dándoles su merecido, o como en esa ocasión, terminar atravesándolos con su espada, pero no dejaba de ser difícil entender a los humanos y su afán por odiar a aquello que temen o que simplemente no entienden.
― Y yo que quería no meterme en problemas esta vez ― el comentario de Shelby la sacó de sus pensamientos.
Se limitó a asentir y a echar un vistazo alrededor: todos los comensales estaban escondidos debajo de las mesas y algunos demasiado borrachos para que les importara. Aún así, las miradas de miedo y repudio eran lo que afectaba más a Brittany.
― Salgan de aquí y no vuelvan… monstruos ― exclamó la posadera.
Shelby la tomó por el antebrazo y la llevó hacia la salida. Al poner el primer pie en la tierra suelta, Brittany levantó la mirada y lo primero que registraron sus ojos fue a los cuatro guardias nilfgaardianos, los que seguramente venían del Fuerte al que ella debió partir antes de enfrascarse en esa pelea sin sentido.
― Ellos empezaron, yo quería intentar hablar con ellos, de verdad, pero no me dieron oportunidad ― empezaba a divagar y lo sabía, pero no quería meterse en problemas con los soldados del Emperador; por el sólo hecho de existir la odiaba, no necesitaba darle otro motivo.
― No necesitas empezar a divagar, Britt-Britt, sabes que siempre me gustó eso de ti.
Y así de rápido el mundo se detuvo.
― ¿S-Santana? ― dijo levantando la mirada, justo a tiempo para ver cómo la razón de todo lo que había hecho durante los meses pasados se abría paso de entre la escolta de soldados, con sus pantalones de montar, su corsé de manga larga y sus guantes en tonos blancos y negros, y ese aroma tan específico de ella. Justo como la recordaba. ― ¿Cómo es que estás aquí?
― Oh, tú sabes, nunca fui muy paciente, y cuando me llegaron informes de alguien preguntando por mí, sabía que eras tú ― Brittany podía notar la felicidad en sus ojos, pero sabía que no actuaría con base en ella enfrente de los demás, no se permitiría mostrar debilidad. ― Me alegra mucho verte, incluso te abrazaría, pero aún estás bañada en sangre y este atuendo es nuevo.
Ahí está la Santana que recuerdo. Era lo mejor que iba a obtener por ahora, cualquier cumplido o muestra de felicidad siempre lo ocultaba con algún comentario no tan amable para desviar la atención.
― Ya que estamos aquí y que pasamos por tantos problemas para encontrarte, creo que será lo mejor que nos digas para qué buscabas a Brittany en primer lugar y porqué cuando te encontramos vienes acompañada de una escolta nilfgaardiana ― Shelby y Santana chocaban más seguido de lo que a Brittany le gustaría; se respetaban, sí, pero a Shelby no le gustaba en ocasiones que Santana fuera… como era.
― También es bueno verte, Shelby. Y lamento los problemas con los que se cruzaron, pero estaban fuera de mi control ― les hizo una seña a los soldados, a lo que ellos inmediatamente se ocuparon arreglando los caballos para su partida. En cuanto se fueron, volteó su atención hacia Brittany. ― No puedo hablar de porqué te pedí que me buscaras aquí, Britt, lo tendremos que hacer en Wyzima, el Emperador Emhyr quiere hablar contigo.
Tiene que ser una maldita broma.
― Sabes perfectamente que La Llama Blanca Que Danza Sobre Las Tumbas de Sus Enemigos y yo no somos los mejores amigos, San.
Santana trató de ocultar la sonrisa que, inevitablemente, se formó en sus labios ante el apodo que hacía tanto no escuchaba y el sarcasmo tan descarado del que era capaz Brittany ― Lo sé, y no te obligaría a ir si el Emperador no tuviera una propuesta tan importante. Yo no me pude negar ante ella.
Eso sí era intrigante. Santana odiaba estar bajo el comando de alguien, y sólo había dos personas por las que renunciaría a su libertad; una estaba frente a ella, y la otra llevaba desaparecida muchos años.
Brittany se limitó a mirarla a los ojos y asentir, pero bastó para hacerle saber que entendía la importancia de la propuesta, fuera lo que fuera.
― Parece que hasta aquí llegó nuestro camino juntas, Britt, estoy segura que el Emperador Emhyr no extendió una invitación para mí.
Shelby tenía razón, pero eso no hacía difícil la despedida. ― Gracias por todo, Shelby, no tienes idea de cuánto significó para mí que me ayudaras. Buena suerte en la Senda, y nos veremos en el invierno ― Brittany tomó el antebrazo de su maestra con la mano y le otorgó un rápido abrazo, al que Shelby se limitó a devolver, para inmediatamente después tomar su caballo y comenzar su recorrido hacia el norte, a Kaer Morhen.
― ¿Tubbs está en forma? ― Brittany solía llamar a todos sus caballos de la misma manera, así era más fácil recordar el nombre y no confundirse, Santana era de las pocas personas que sabían eso, y ese pequeño hecho la hacía sentir wyvernos en el estómago y calor en las mejillas. Y en otros lugares.
― Sí, pero, ¿por qué la prisa?
― Me gustaría estar fuera de las miradas curiosas y en la comodidad del castillo lo antes posible.
Lo que prácticamente quería decir me gustaría estar en un lugar seguro lo antes posible por la mirada inquieta que pudo ver en la cara de Santana. Algo hacía que estuviera en alerta, y eso no le gustaba para nada a Brittany. Su Santana favorita siempre había sido aquella Santana que estaba relajada y con sus murallas derribadas, pero claramente no la vería en algún tiempo.
Salieron a toda velocidad de Huerto Blanco.
― Hace unos días soñé contigo.
― Ah, ¿sí? Conociéndote, probablemente estábamos las dos con muy poca ropa ― replicó Santana con la sonrisa ladeada que había heredado Ciri.
Lamentablemente, Brittany no tuvo oportunidad de responder, pues al querer formar la primera palabra de la oración, observó cómo salía vaho de su boca, y estando a mediados de la primavera, no tendría porqué haber cambios tan repentinos en la temperatura, a menos que…
El primer sabueso de la Cacería Salvaje salió prácticamente de la nada, tomando por sorpresa al soldado flanqueando su lado derecho. Cubiertos en escarcha y con una apariencia demoniaca, los sabuesos eran más rápidos que los caballos, pero gracias a la distracción que les otorgó el soldado caído, pudieron sacarles un poco de ventaja.
A lo lejos se podían ver los Jinetes de la Cacería, acercándose cada vez más rápido, cortándole la cabeza al segundo soldado que, en un acto de heroísmo o estupidez, quiso salvar a su compañero.
Dos soldados más cayeron, dándoles suficiente tiempo para llegar a un pequeño puente de madera que Santana fácilmente destruyó con un rayo blanco que salió de su mano inmediatamente después de que pasaran por él, llevándose consigo a dos Jinetes y a un sabueso.
― ¿Por qué demonios aparecieron aquí? ― Brittany estaba agitada, y no precisamente era por la carrera, después de pasar casi un año cabalgando con la Cacería Salvaje, viendo toda la destrucción y muerte que dejaban a su paso, el simple hecho de verlos tan cerca de nuevo le causaba pánico. Gracias a los Dioses por las mutaciones, no sé qué tanto empeoraría esa ansiedad sin ellas.
― Te lo contaré mañana, después de la audiencia, así entenderás porqué lo hicieron. ― en su voz había cierto miedo, y la entendía.
Brittany no fue la única que sufrió en manos de la Cacería Salvaje. Después de todo, había hecho un trueque: su vida, su alma¸ por la de Santana.
¡Hola! Vaya, hace años que no escribía, se siente muy raro...
Bueno, pues, esta fue mi aportación para el Segundo Aniversario de la boda de nuestras queridas Brittany y Santana. En realidad es el primer fic que escribo sobre ellas y todo se originó cuando, después de jugar casi seis horas seguidas The Witcher 3: Wild Hunt, tuve un sueño en donde los personajes de Glee de alguna manera reemplazaban a los personajes de The Witcher. No pude sacarme la idea de la cabeza y aquí está el resultado.
Depende de la respuesta que obtenga seguiré subiendo capítulos. Incluso si hay poca gente interesada pero quieren saber qué pasa después, subiré otros capítulos, sólo tienen que pedírmelo. No sé cuántos serán, y no estarán apegados 100 % a la historia de Wild Hunt pero sí me basaré mucho en ellos. Cualquier comentario, duda o sugerencia, son bienvenidos.
¡Gracias por leer!
Dany. (20/02/2017, 14:30 horas)
